-Vamos Rose, tío Edson me ha pedido que te lleve a la oficina para que te presentes. – Dijo Amanda tomando mi mano. – También dijo que tienes que cojear mucho por el camino.
-¿Cojear? – Pregunté sorprendida.
-Si, toma este. – Dijo entregándome un bonito móvil con purpurina rosada. – Lo adorné yo solita ayer por la noche. – Dijo orgullosa.
Lo tomé y lo guardé en el bolsillo de mis pantalones mientras seguía a Amanda por los pasillos.
Los cachorros que nos observaban curiosos no tendrían más de ocho o nueve años; de hecho, creo que no había visto más pequeños que de seis años.
Amanda tocó la puerta del final del pasillo y esperamos a que nos abrieran.
-Adelante, por favor. – Dijo una loba algo mayor mirándome de arriba abajo antes de dirigirse a Amanda. – Gracias cariño, regresa con la señorita Jels
Amanda me dejó tras un abrazo de despedida.
-Tú debes de ser Rose. – Dijo la loba en cuanto cerramos la puerta. Yo asentí con la cabeza. - Debo admitir que el Beta Edson tenía razón, no pareces peligrosa.
-No lo soy. – Dije sin saber qué decir.
-Por supuesto que no lo eres. – Dijo medio distraída mientras tomaba algunos documentos de su escritorio y me los entregaba. – Mi nombre es Anabel y yo soy la encargada del lugar. Aquí están tus horarios en los que tienes que tener una estrecha vigilancia en los cachorros y puedes alternar tus rutas en los pasillos y la entrada de la escuela.
Tomé ambos papeles para analizarlos.
La loba Anabel había trazado un mapa del edificio; nada fuera del otro mundo, solo eran dos pisos y únicamente utilizaban el primer piso para enseñanza. La planta baja era el patio de juegos, mientras que la planta alta era la zona administrativa.
En la siguiente hoja venía mi horario y las rutas que debía patrullar.
-¿Alguna pregunta? – Dijo mirándome tranquilamente.
-Si. ¿Puedo vigilar a los cachorros durante su descanso?
-Puedes, ¿Algo más?
Yo lo pensé por un segundo antes de negar con la cabeza. Con eso, Anabel me echó de su oficina y yo comencé la ardua tarea de aburrirme a muerte porque parecía que solo caminaba como idiota por los pasillos.
-Esto es ridículo. -Dije con un suspiro una hora después. – Ahora entiendo por qué Edson no quería sacar a algunos lobos de sus patrullas solo para tener un ojo en este lugar.
Volví a revisar por quinta vez en dos minutos el móvil que Amanda había adornado; aún seguía sin mensajes.
Tomé mi horario e hice una lista mental. Se suponía que debía entrar a los salones de vez en cuando y analizar que los cachorros estuvieran bien. Anabel había dicho que podía intercalar horarios así qué…
Muerta de curiosidad y con una buena excusa, fui hacia el primer salón de clases que me quedaba más cerca. Según las instrucciones, los cachorros se encontraban divididos en tres grupos por rangos de edad y tomaban diferentes lecciones.
Toqué la puerta y una loba joven me miró con curiosidad.
-Hola. – Dije tímidamente. – Mi nombre es Rose y soy…
-La humana encargada de la seguridad. Mi nombre es Mary. – Dijo con una sonrisa suave. – Pasa por favor, al final de la última fila siempre hay un pupitre disponible.
-Gracias. – Dije regresando la sonrisa. En cuanto entré, los cachorros me miraron curiosos. – Hola chicos, yo soy… la ayudante de la señorita Mary. Tomaré clases con ustedes, ¿No les importa?
Algunas tímidas cabecitas negaron y otros más señalaron el pupitre al fondo. Había entrado en el salón con los más jóvenes y eran adorables.
-Muy bien cachorros, entonces, ¿En qué estábamos? – Dijo Mary.
-No debemos de orinar los jardines de los vecinos porque eso es de mala educación. – Dijo uno de los pequeños.
-Exactamente Tyson, aunque estén en sus formas de lobo, nunca deben dejar que el animal los domine porque somos lobos civilizados…
Me quedé alrededor de una hora en esa clase y aprendí un montón de cosas sobre hombres lobo que dudaba seriamente me podrían ser de utilidad en el futuro.
Di un par de vueltas por los pasillos y por la entrada principal antes de dirigirme a la siguiente clase. Ahí conocí a la señorita Jels y a los compañeros de clase de Amanda.
Casi me caigo del susto al reconocer a uno de los pequeños, pero actué natural y me fui a sentar en el último pupitre de la clase.
Otra hora después, los cachorros tuvieron un descanso y salieron del salón. Decidí que debía vigilarlos y los seguí.
-¡Rose! – Dijo mi cachorro favorito en todo el mundo abrazándome a muerte en su loca carrera por el patio. - ¡¿Estás bien?!
-Uh… lo estoy. – Dije confundida. - ¿Por qué no lo estaría?
-Porque papá y varios guardias te han estado buscando por días. – Dijo Chase separándose un poco de mí. – Después del último ataque, papá enloqueciendo, mamá encerrada, el señor Fred desaparecido…
-Whoa. Despacio, Chase. – Dije levantando una mano. – Vayamos por partes, ¿De acuerdo? ¿Qué te parece empezar con… ¿Qué estás haciendo aquí?
El chico suspiró y me hizo una ceña para que lo siguiera.
Nos llevó hasta un costado del patio en donde eran perfectamente visibles todos los cachorros jugando. Amanda miraba de vez en cuando en nuestra dirección.
Si Bastián me estaba buscando no creía que fuera para disculparse por ser un idiota. Quizá no quería arriesgarse a que le fuera con el cuento a los de mi especie sobre su existencia y, si este fuera el caso, tendría que saber si hay posibilidad de encontrarme con Bastian en esta manada.
-Si, al menos hasta que la escuela termine en unos meses. Me quedo en la Casa de la manada como invitado del Alfa. – Dijo con cara triste antes de que se animara. - ¿Estás trabajando aquí como profesora de defensa o algo?
-No realmente, yo me encargo de la seguridad del lugar. – Dije con media sonrisa tensa. – Nos veremos mucho, pequeño.
-Eso está bien, te hubiera echado de menos. – Dijo con una sonrisa brillante.
Ah, mi corazón.
-Entonces, ¿Hace unos días tu padre te trajo hasta aquí? – Pregunté medio curiosa echando una ojeada a mis pequeñas responsabilidades. Todo bien.
-No exactamente. Primero tuvimos que ir con mi abuelo a su manada porque nos había convocado; estábamos a mitad de camino cuando nos enteramos del ataque a la manada. Papá se bajó del auto y corrió todo el camino de regreso. El conductor me trajo hasta aquí y me dio un celular para hablar con mi padre después, realmente no me dijeron mucho. – Dijo con un puchero.
-Bueno, estoy segura de que tu padre tiene planes para que seas el mejor Alfa del mundo. – Dije queriéndolo animar y luego recordé otra cosa. - ¿Qué fue eso de que el señor Fred está desaparecido?
-Pues eso, está desaparecido. – Dijo mirándome extraño. – Cuando papá me contactó por fin, pregunté cómo estaban todos en la manada, incluyéndote a ti y al señor Fred. De hecho papá piensa que se han ido juntos, entonces… ¿Está aquí también el señor Fred?
-No lo he visto desde el ataque a tu manada. – Dije sinceramente. – Tuve un par de heridas que me llevaron hasta la clínica y poco después apareció tu papá. Me fui después de eso.
-Bueno, papá estará feliz cuando le diga que te he encontrado. – Dijo mirando hacia el cielo. – Ha estado gruñón.
-Él siempre está gruñón. – Dije divertida. – Y te agradecería que guardes mi paradero en secreto al menos por los siguientes meses hasta que regreses a tu manada.
-¿Por qué? – Preguntó curioso.
-Eres un cachorro inteligente, Chase. Sé que entenderás la respuesta a eso. – Dije levantándome. – Ahora debo de ir a patrullar, pero te veré en la salida.
-¿Me acompañarías a la Casa de la manada? – Preguntó esperanzado.
-Preguntaré a mi jefe si no tengo nada que hacer después, te diré cuando salgamos.
Me alejé y comencé a patrullar otra zona con mi mente en el mundo de posibilidades sobre Bastián buscándome. Tan concentrada estaba que se me había olvidado preguntar sobre su madre siendo encerrada. Eso puso una sonrisa tonta en mi boca.
Conociendo a Clarissa, seguramente se volvió loca al regresar a casa y ver su horrorosa decoración siendo una pila de escombros. Quizá la tuvieron que encerrar antes de que atacara a los lobos que intentaban limpiar el lugar.
Tuve que detenerme para poder reír a gusto. Y fue eso precisamente lo que hizo que me diera cuenta de que esta parte del edificio estaba muy silenciosa.
Había estado dando vueltas las primeras horas de mi turno por aquí y el ruido de algunas máquinas se escuchaban trabajando detrás de las puertas de este piso. Caminé despacio; era consciente de que con mi risa había alertado a todos por aquí de que había alguien en los alrededores, así que no tenía sentido tratar de no hacer ruido, pero si podía ser cautelosa.
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