No tenía idea de cuál era el lugar favorito de Lucía en el bosque; quizá debí de haber preguntado antes de caminar hacia aquí.
Claro que sin cuerdas vocales iba a ser complicado. Como sea.
Había un sitio que me había mostrado hace un mes y que a mí me pareció lindo, así que hacia allá nos dirigíamos. Era un pequeño arroyo que no medía más de medio metro de ancho; lo más bonito del sitio no era el agua cristalina que corría por ahí, sino los tapetes de jacintos en el área.
El contraste de ese azul intenso con el follaje verde y los troncos de los árboles era simplemente perfecto así que a mí me parecía un lindo lugar para descansar.
Elegí el lugar con la mejor vista y deposité suavemente las cenizas en la tierra; entonces me alejé un poco buscando algunas semillas. Para cuando las encontré, el sol ya se encontraba en lo alto del cielo y el lugar que había escogido como descanso para mi amiga era… simplemente perfecto.
Puse las semillas en el centro de las cenizas y luego las cubrí con las mismas. Una vez terminado, fui a recolectar un poco de agua con mis manos para echar un poco por encima.
Realmente no sabía si eso funcionaría, pero necesitaba mantener mi cuerpo en movimiento. Al terminar me rendí y simplemente recosté mi cuerpo a un lado en posición fetal para seguir llorando mi pena.
-¿Rose?
Abrí los ojos entumecida; en algún momento me había quedado dormida. Alcé mi cabeza hacia la voz de mi cachorro favorito.
-No has comido desde ayer, Rose. – Dijo mirándome preocupado. En sus manos tenía un plato con una hamburguesa y algunas papas.
Yo negué con la cabeza, no tenía hambre.
-Tienes que comer, Rose. – Yo volví a negar con la cabeza y me volví a recostar dándole la espalda. – Bueno, si no quieres comer… ¿Puedo quedarme aquí contigo?
Su tono triste me hizo girar mi cuerpo de nuevo y abrir mis brazos en invitación. El cachorro dejó el plato sobre el suelo y se transformó en su forma peluda para acurrucarse conmigo. Yo lo abracé, su cuerpo era cálido.
Para cuando comencé a sentir temblores viniendo de él, me levanté y lo cargué en mis brazos. Era tarde, el pobre debía tener frío y hambre.
Caminé de regreso teniendo cuidado con las raíces de los árboles; mis ojos no eran tan buenos en la oscuridad. Para cuando alcanzamos la civilización, algunos lobos se cruzaron en nuestro camino y hacían cosas extrañas, como darme inclinaciones y reverencias respetuosas.
No les di importancia, mi prioridad era calentar al pequeño cachorro tembloroso en mis brazos.
Abrí la puerta de la casa de Edson sin tocar o anunciarme y caminé directo al baño.
-¿Necesitas ayuda? – Preguntó Edson desde la cocina intentando y fallando miserablemente (si me guiaba por el olor) cocinar.
No es que lo quisiera ignorar, simplemente nada saldría de mi garganta en un buen tiempo.
Encendí el agua de la bañera cuando llegó Amanda.
-¿Puedo darle un baño yo también?
Yo le di una sonrisa triste y negué con la cabeza.
-Oh… ¿Por qué no?
-Porque no es un perro, Amanda. – Dijo Edson entrando en el baño. Esto se volvió rápidamente en un espacio reducido. – Ven, ayúdame a poner la mesa.
-¿Ya llegó la pizza? – Preguntó esperanzada.
-No, acabo de hacer pastel de carne . – Dijo divertido mientras abandonaba el cuarto.
Amanda me dio un fuerte abrazo antes de seguir a su tío.
-Me alegro de que regresaras. Y no lo digo porque tú cocines infinitamente mejor. – Dijo contra la piel de mi estómago. – Te dejaré una toalla fuera.
Vi a la chica salir con unas cuantas manchas en su cara y ropa; miré hacia abajo y parpadeé al darme cuenta de que la toalla a la que se refería era una clara indirecta a que me bañara yo también.
Chase siguió el intercambio con interés y se quedó quieto en medio de la bañera cuando lo bajé al agua.
Tomé un poco de shampoo y él gimió lastimeramente cuando comencé a restregarle el pelaje. No me di cuenta de que había tomado el shampoo de fresas de Amanda.
Me encogí de hombros, que oliera a un campo de flores no lo iba a matar, pero la hipotermia si.
Cuando terminé, comencé a secarlo con la única toalla disponible; después tomé nuestra nueva y brillante secadora de pelo (cortesía de las manualidades con brillos de Amanda) para terminar de secarlo.
Asentí cuando estuve satisfecha y le abrí la puerta para hacerle señales al cachorro para que se fuera del baño mientras preparaba el agua nuevamente.
Se fue corriendo y desde la sala pude escuchar a Amanda riendo encantada por el aroma del cachorro. Suponía que tendría que comprar una dotación de shampoo de fresa a partir de ahora.
Me detuve ante ese pensamiento. Ni siquiera me había dado cuenta de que inconscientemente ya pensaba en el futuro, ¿Cuándo había comenzado?
Suspiré y tomé la toalla que se encontraba a lado de la puerta para regresar a mi lamentable estado actual: Sangre seca, lodo y… quizá la mancha de mi cadera no era lodo. Asco.
Descarté mi ropa y la tiré de cualquier forma en un rincón antes de meterme en la bañera humeante. Comenzaba a relajarme cuando la puerta se abrió estrepitosamente.
-Supuse que no traerías ropa al baño, así que me tomé la libertad de excavar en tu ropa interior. – Dijo el bastardo con una sonrisa mientras jugaba a darle vueltas a mis bonitas pantaletas de abuela en su dedo. – Lindo.
Articulé un “pervertido” en su dirección antes de volver a cerrar los ojos y hundirme más profundamente en el agua. Él y yo ya habíamos pasado la etapa de incomodidad por vernos desnudos mutuamente hacía muchos meses, así que no me preocupaba que viera demasiada piel.
¿La historia corta?
Al parecer he estado sufriendo de “pesadillas” cuando estoy dormida y mi calor corporal comienza a bajar; supongo que mis días en cautiverio forzado regresan a mí en esos momentos. Como sea, no me había dado cuenta de ello hasta que una noche fui salvajemente despertada con Edson sobre mí buscando el peligro en la habitación de Amanda. La cachorra dormía profundamente, así que por fortuna mis balbuceos y pequeños gritos asustados no la despertaron.
Estaba segura de que esto no pasaba en la manada de Bastián porque el señor Fred no me había hablado de ello… o quizá como nunca le pregunté, nunca me lo dijo. En fin, el punto era que había veces en las que por más que lo intentara, Edson no podía despertarme, así que una noche se metió conmigo directo en la bañera con agua caliente. Él duerme desnudo y yo en un ligero camisón así que… si, la primera vez fue incómodo.
-¿Comerás? – Preguntó después de darme algunos golpecitos en mi cabeza para llamar mi atención.
Yo negué con la cabeza.
-Si es porque mi cocina es horrible, no te preocupes; la manada sabe que estás aquí y te han dejado algo de comida. – Dijo antes de girar su atención hacia la puerta del baño. – Uh… tendrá que ser sin el pastel de la señora Caroline que tanto te gusta porque los cachorros se están dando un festín en este momento.
Yo me levanté y me acerqué curiosa. Ella parpadeó después de mirarme y yo recordé tardíamente que estaba vestida con una bonita pero corta toalla.
-Antes que nada, me gustaría disculparme contigo por lo de hace unos meses. – Dijo nerviosamente la loba y mi cerebro hizo clic. Ésta era una de las nueve lobas que me atacaron cuando llegué por aquí. – Uh… mi padre es uno de los lobos de la clínica y…bueno, creyó que necesitarías esto.
Sacó de uno de sus bolsillos un frasco lleno de píldoras rosas. Yo incliné mi cabeza en confusión.
-Son pastillas para el dolor. Quizá tu tobillo te esté dando molestias. – Dijo mirando hacia otro lado. – Y… amm… también te traje un ungüento para tus heridas y un poco de miel para tu garganta.
Me dio un segundo y tercer frasco antes de darme un asentimiento, una inclinación e irse.
Edson y yo regresamos al sillón; yo en total estado de confusión.
-¿Quieres que te lo ponga? – Preguntó quitando de mis manos el frasco con el ungüento.
Yo negué con la cabeza y articulé un “No estoy herida”.
Edson arqueó una ceja y tomó suavemente una de mis manos para ponerla a la altura de mis ojos. Abrí los ojos como platos al ver las palmas de mis manos en carne viva.
Joder, ¿Cuándo pasó eso?
Edson bajó lentamente mis manos y tomó el ungüento; comenzó a aplicarlo con suaves pasadas de sus dedos. Por alguna razón no sentía dolor.
No tenía dolor en mi tobillo, y no tenía dolor en mi garganta.
-Estoy seguro de que sentirás esto en un par de días. – Dijo leyéndome la mente. – Hay una sencilla explicación pero… la verdad no creo que estes tan interesada en saberlo.
Yo asentí con la cabeza; no planeaba preguntar. Quizá solo era que aun había adrenalina en mi sistema o alguna m****a parecida.
Cuando terminó, se sacó su playera por la cabeza y comenzó a hacer tiras de tela con ella.
-No tengo vendajes. – Dijo ante mi mirada curiosa. – Tendrás que tener esto hasta mañana cuando te lleve a la clínica.
Yo no discutí.
-Vamos a la cama, estoy seguro de que no has dormido bien.
Me levanté, pero en vez de seguirlo hasta la habitación de Amanda, fui directo hacia los cachorros. La pequeña siesta que tomé en el bosque con Chase fue relajante de alguna manera. Me trajo un poco de paz y eso era lo que necesitaba en este momento.
-Bien, acamparemos en la sala porque las camas están sobrevaloradas. – Murmuró después de verme abrazar a los cachorros y cerrar los ojos.
Siguió murmurando cosas, pero yo ya estaba dormida.
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