¡Papá compró una humana! romance Capítulo 31

-Con eso terminamos por hoy. – Les dije a los cachorros más pequeños de entre mis tres grupos. - ¿Se divirtieron?

-¡Si, señorita Rose! – Dijeron a coro.

-Bien. – Dije satisfecha y luego recordé lo que pasó más temprano. – Bueno, entonces ¿Qué les parece si le dan un abrazo a su humana favorita?

Abrí los brazos y los cachorros chillaron emocionados. Pequeños suspiros me hicieron sonreír.

Los llevé a todos a sus hogares y di un pequeño desvío hacia el banco de la manada. No tenía sentido que siguiera postergando el no pagarle a Bastian; después de todo, para eso había estado trabajando. Le di un poco extra porque no quería deberle intereses o alguna m****a. Así que le terminé pagando la bonita cantidad de novecientos mil dólares.

Cuando estuvo hecho, le envié un corto mensaje a Rowan. Llevaba conmigo encima el papel en donde me había escrito su número telefónico y el número de cuenta de Bastian el día que su Alfa me había echado a patadas de la manada. En ese momento no pensaba que el día de mandar a la m****a al tipo estaría tan cerca, pero actualmente por alguna razón me dolía romper todo vínculo con él.

Quizá era porque también me quedaba poco tiempo de ver a Chase, no es como si su permanencia en esta manada fuera eterna.

Luego regresé a la casa de Edson. Ahí ya me esperaban mis tres lobos favoritos.

-¡Rose! – Gritó Chase al verme llegar y luego corrió en dirección contraria.

-Uh… hola a ti también. – Dije confundida cuando desapareció por el pasillo. - ¿Qué pulga le picó?

Edson y el señor Fred solo se encogieron de hombros y siguieron en el sillón muy atentos a cualquier cosa que estaban viendo/ escuchando.

-¿Ya comieron?

-No, estábamos esperando a que la humana se compadeciera de nosotros. – Dijo Edson abriendo una lata de cerveza. – Pero si no tienes ganas de cocinar, podemos ordenar algo.

-No tengo ganas de cocinar, pero sé que en mi ausencia solo le darás de comer a ese pobre cachorro cualquier cosa que salga de una lata. – Dije frunciendo el ceño.

Entonces el cachorro en cuestión volvió corriendo y se me abalanzó encima.

-Whoa. – Dije divertida.

-¡Feliz cumpleaños Rose! – Gritó mientras sacaba una pequeña y linda cajita de regalo.

Yo la tomé con manos temblorosas.

-Chase… no tenías que…

-Solo ábrelo, Rose. Estoy seguro de que te va a gustar. – Dijo saltando arriba y abajo.

Lo hice y me encontré con una fina cadena de oro. La saqué delicadamente y vi que debajo de ella había algunos dijes; el primero que saqué fue de un pequeño lobo dorado que se encontraba acostado.

-¡Ese soy yo! . – Dijo Chase señalando el dije. – Ese de ahí es el señor Fred. – Dijo señalando otro lobo que se encontraba aullando. – Ese que está sacando la lengua es Edson.

Miré divertida el dije. El lobo tenía una pequeña piedra rosa por lengua.

-¿Por qué está sacando la lengua?

-¿Por qué no? Si estaré en tu pecho, lo aprovecharé. – Dijo Edson guiñándome un ojo.

-Asco, pervertido. – Dije divertida.

Entonces saqué otro lobo que miraba hacia enfrente. Sus dos ojos eran pequeñas piedras de color ámbar.

-¿Quién…?

-Es papá. – Dijo Chase quitándole importancia y señalando el último dije. – Y esa eres tú.

Dejé a un lado el dije de un lobo que no sabía qué hacía ahí y me concentré en el mío. Era claramente una chica de pelo largo que usaba un vestido largo y una corona. Mis ojos eran dos obsidianas pequeñas.

-Es hermoso Chase, gracias. ¿Me ayudas a poner los dijes?

-¡Claro!

El primero que puso fue el mío, luego puso el suyo y el de Edson a su lado; del otro lado puso el de Bastian y el del señor Fred.

-Aquí, gírate para que te lo pueda poner. – Dijo Chase subiéndose al sillón para poder alcanzar.

-Deja que yo haga eso, cachorro. – Dijo Edson cuando vió que Chase luchaba con el broche del collar. – Listo.

Yo miré hacia abajo y sonreí.

-Son muy lindos, muchas gracias. ¿Esto es lo que fueron a hacer ustedes dos más temprano?

-¡Si! Al artesano le tomó un poco menos de tiempo del que nos había dicho. – Dijo con una amplia sonrisa Chase.

Entonces lo miré y se me ocurrió tardíamente algo.

-Chase… esto no es un regalo muy costoso, ¿Verdad?

Él se encogió de hombros.

-Define “costoso”. – Murmuró mirando hacia otro lado. – Oh, tengo hambre, ¿Ya comeremos?

-Solo acéptalo, Rose. – Dijo Edson riendo alegremente.- No fue muy costoso, te lo prometo.

Lo dejé pasar y me dirigí a la cocina para hacerles un poco de comida.

Cenamos en agradable silencio mientras veíamos algún partido deportivo humano en la televisión.

-Entonces, ¿Qué necesito empacar? – Pregunté al señor Fred cuando terminamos y comencé a recoger la mesa.

-Nada. Todo está listo.

-De acuerdo. – Dije lentamente. – Aun así me llevaré una muda de ropa.

Mientras estaba empacando Chase entró a la habitación y se sentó en la cama.

-¿Volverás?

-¿Por qué me siguen preguntando eso? – Dije escondiendo una sonrisa. – Por supuesto que volveré, tengo un trabajo… y un cachorro que me extrañaría.

-Mucho. – Dijo solemne. – Promete que volverás.

Yo suspiré y dirigí toda mi atención al chico.

-Sospecho que tú sabes a dónde me llevará el señor Fred. ¿Quieres compartir?

-No puedo. – Dijo frunciendo el ceño. – No es que no quiera decirte, es que no sé en dónde exactamente está el altar a Nuestra Gran Madre.

Yo parpadeé.

-De acuerdo. – Dije despacio. - ¿Y tú como sabes eso?

-Porque le pregunté. - Dijo mirándome etraño.

A la m****a. El señor Fred sería acribillado a preguntas en cuanto partiéramos.

-Promete que volverás. – Dijo el cachorro una vez más mirándome suplicante.

-Prometo que volveré, Chase. – Dije suavemente. No sabía por qué era tan importante para él, pero ¿Quién era yo para hacer entristecer al cachorro?

-Está bien. – Dijo tranquilo.

Luego gateó por la cama para tomar mi almohada; la abrazó contra su pecho y se transformó en lobo tomando la cosa entre sus dientes. Corrió fuera de la habitación ante mi mirada curiosa.

-Estoy lista. – Le dije al señor Fred entrando en la sala.

Ni Edson ni Chase se veían por ninguna parte.

-¿Has tenido algún sueño extraño últimamente?

-No. – Dije honestamente.

-Bien, estamos a tiempo.

-¿Para qué?

-Para que hables con Nuestra Gran Madre.

-¿Yo? – Pregunté confundida. - ¿Para qué y cómo haré eso? Tengo entendido que desde hace siglos que no habla con ninguno de los Alfas, así que eso…

-Te dije que hay algunas cosas que no son del conocimiento común. – Dijo con un suspiro. - ¿Ya hemos llegado a la intersección?

Me indicó que girara hacia la derecha y que siguiera hasta que el camino se volviera demasiado estrecho para el auto.

Cuando ya no pude avanzar más, salimos y el señor Fred me llevó en brazos por el bosque porque no veía una m****a. Él caminó seguro por cerca de media hora.

-Bien, te bajaré aquí. Debemos entrar en esta cueva. – Dijo soltándome despacio. – Quédate aquí, entraré yo primero para ver si no hay fauna salvaje dentro.

-Claro, yo aquí lo esperaré. En la entrada de una cueva en medio de un bosque y sin ver más allá de dos centímetros al frente. Suena como un plan excelente dejar a la humana y ver si hay monstruos en la cueva. – Dije nerviosamente.

Por muy obvias y traumatizantes razones, no me gustaba ni un pelo la oscuridad y la evitaba como la peste.

Como no me contestó, supuse que se había ido mientras estaba a medio ataque de pánico.

Inhalé y exhalé profundamente un par de veces hasta que mis ojos pudieron distinguir una luz delante de mí.

-Ven, Rose. Es seguro.

-Estoy segura de que en algún lado escuché que no se debía ir hacia la luz. – Dije dando pasos de bebé.

-Date prisa. Tengo que regresar en poco tiempo si quiero tomar tu lugar en tus clases.

Fui hacia la luz y me encontré con el señor Fred sosteniendo una linterna. En cuanto me acerqué, me la dio y juntos recorrimos la cueva.

-¿De dónde sacó..?

-Te dije que ya estaba todo preparado. Es más adelante, puedes apagar la linterna unos cuantos metros hacia allá.

Caminamos por al menos diez minutos y llegamos a una estrecha abertura en la roca. El señor Fred entró primero y tuve un breve momento de pánico antes de seguirlo.

Justo como decía, no era necesario que tuviera la linterna encendida ya que había una abertura en el techo del lugar y la luz de la luna iluminaba claramente el lugar. Era bastante grande; justo en el centro y debajo de la abertura que dejaba entrar la luz se encontraban dos escalones que conducían a una plancha de piedra. Miré a mi alrededor pero no había algo que me indicara que esto era un altar.

-Sube y siéntate en el centro. – Dijo el señor Fred dirigiéndose a un costado de la cueva.

Me encogí de hombros y lo hice. La piedra estaba fría.

-Mi pareja tuvo un sueño. – Dijo dándome la espalda mientras removía cosas en el suelo que no alcanzaba a ver. – En él, Nuestra Gran Madre le pedía que viniera aquí para poder ayudarla a cambiar.

-¿Cambiar?

-Si, cambiar. Nuestra Gran Madre no tiene jurisdicción sobre tu raza, por lo que el destino de nuestra raza no puede ser compartido solo porque ella lo decida. Puede cambiar ciertos rasgos, pero no lo esencial a menos que tenga el consentimiento de la humana. – Dijo y entonces se levantó y comenzó a caminar hacia mí. – No conozco los detalles exactos ya que mi pareja y yo nunca vinimos a este lugar a tiempo, pero…

Con un movimiento rápido, el señor Fred había subido conmigo y tomado una de mis manos. Sacó un amenazante cuchillo y cortó profundamente mi muñeca.

-¡¿Qué…?!

No terminé de hablar porque el suelo comenzó a brillar cegadoramente.

-Confía en mí, Rose.

Y tan rápido como llegó, la luz se apagó y dejé de sentir dolor.

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