¡Papá compró una humana! romance Capítulo 33

El suelo se movía.

Abrí mis párpados pesadamente y me saludó la semi oscuridad; aun me tardé algunos segundos para tranquilizar a mi corazón y convencer a mi cerebro de que no me encontraba en mi antigua celda.

Intente incorporarme sobre mis codos solo para descubrir que el suelo no era el que se movía, sino que yo era la que temblaba sin control.

Me eché un vistazo rápido y me horroricé al encontrarme cubierta de sangre. Revisé la muñeca que el señor Fred había cortado y encontré piel perfectamente lisa.

Miré a mi alrededor y encontré a unos pocos metros de mí una mochila y lo que parecía ser un trozo de papel sobresaliendo; me estiré para tratar de alcanzar la cosa pero mi cuerpo protestó de dolor.

-¿Dolerá un poquito? ¡Ja! – Exclamé miserablemente en la cueva vacía. - ¡¿Por qué no eres honesta y dices que desearé morir a cambio de tu pequeño regalo?!

No sé cuánto tiempo pasé maldiciendo, pero en algún punto la cueva se iluminó lo suficiente como para que no tuviera que forzar la visión. Cuando me cansé de gritar inútilmente, volví a intentar levantarme.

Los músculos me ardían como el infierno, pero al menos pude arrastrarme hasta la mochila. Tomé el pedazo de papel y luego volví a maldecir.

Con escritura descuidada, el señor Fred había puesto que tomara el móvil y condujera de regreso a casa en cuanto despertara. Me dejó un poco de comida, agua y una muy críptica descripción de en dónde podía ir al baño o bañarme dentro de esta jodida cueva.

Tomé la botella de agua que estaba dentro de la mochila y di unos pequeños sorbos solo para escupir casi inmediatamente porque la cosa sabía a metal.

Olí la botella y no había rastros de cualquier sustancia sospechosa, entonces por qué… ah.

Lo supe en cuanto vi que el agua que había escupido tenía un color rojizo particular. Suspiré y enjuagué mi boca un par de veces; de algún lado tenía que venir toda la sangre que tenía encima, ¿No? En algún momento de mi divertida noche comencé a vomitar mis entrañas sobre mí. Era un milagro que no me hubiera ahogado hasta la muerte.

A continuación saqué mi móvil con brillos rosas y me encontré con un mensaje de Edson en el que me mandaba la localización exacta de su casa. También había un conmovedor mensaje en el que me decía que en cuanto regresara tenía que explicarle cómo es que su buzón se encontraba muerto en su patio delantero y que esperaba que su auto estuviera en perfectas condiciones.

Un mensaje de hace cuatro días. M****a.

¿Había estado aquí muriendo por tanto tiempo? No es de extrañar que me sienta como un cadáver viviente.

Terminé la botella y tomé un paquete de galletas saladas; no es como si a mi estómago le agradara la idea, pero de alguna forma debía salir de aquí y conducir todo el camino hasta la muy pulcra y brillante bañera de Edson.

Si el señor Fred pensaba que estaría feliz con un chapuzón en medio del bosque en algún arroyo infestado de pirañas, estaba muy loco. Bueno, racionalmente sabía que no había pirañas en los arroyos del bosque, pero eso no me hacía cambiar de opinión. Hay serpientes, hay ranas… un montón de fauna a la que le encantará mi sabroso olor sangriento.

No gracias. Que se joda la tapicería de Edson, no voy a arruinar la ropa que trajo el señor Fred o la que yo traje y que sigue en el coche cuando solo puedo quitarme esto de encima con un baño.

Con eso decidido, me puse tambaleantemente de pie y tomé la mochila para cargarla sobre un hombro. Le di un último vistazo al lugar y luego caminé como un bebé recién nacido hacia la salida.

Por suerte para mí, la luz del sol le daba un aspecto menos aterrador al corto pasillo hecho de roca hasta la entrada de la roca. Quizá la oscuridad hizo el camino más largo ayer cuando lo recorrí; como sea, me iba de aquí.

Cuando por fin salí tuve que cerrar los ojos brevemente para acostumbrarme a la luz del sol. Entonces me di cuenta de que no tenía ni la menor idea de cómo llegar al auto de Edson.

-Sola en un bosque, sintiéndome como un trapo usado buscando un auto. ¿Qué puede ir mal? – Susurré con burla hacia mí misma. – Bueno, no es como si haya sido mi mayor momento cuando tomé un auto sin saber conducir y fui hacia una cueva en medio de la noche.

En fin, la vida es extraña…

Detuve mi pensamiento cuando me fijé en que sobre el suelo alguien había estado jugando al jardinero; había un camino que conducía lejos de la cueva que estaba marcado como si alguien hubiera metido un palo sobre la tierra y jugado con la tierra.

Seguí el camino con curiosidad y esperanza de que fuera obra del señor Fred; unos quince minutos después encontré (muy bien aparcado, modestia aparte) el auto.

A la luz del día el pequeño golpe que tiró el buzón de Edson se veía un poco grotesco. Esperaba que tuviera seguro.

Me metí al auto con más determinación que fuerza y me pregunté vagamente si así se sentiría si me arrollara un camión. Tomé mi móvil con manos temblorosas y marqué el único número en él.

-¿Rose? ¿Todo bien?. – Dijo Edson contestando en el segundo timbre.

-No. – Dije miserablemente. – Quiero que vayas preparando tu bañera y pongas de las sales aromáticas que compraste con tu tarjeta. Consigue algo para el dolor de estómago. Te veo en un rato.

Colgué sin dejarlo responder y luego jugueteé con el móvil hasta que descubrí cómo m****a se usaba el GPS.

Algunos baches, raíces, y lo que esperaba que ya estuviera muerto antes de pasar por encima después, por fin reconocí el camino de entrada a la manada. No confiaba en mi recientemente adquirida habilidad al volante con un montón de peatones inocentes en mi camino, así que solo me encogí de hombros y abandoné el vehículo.

Los guardias de la entrada me miraron con horror en cuanto me reconocieron.

-Señorita Rose… ¿Necesita ayuda? – Dijo uno de ellos escaneando los alrededores en busca de peligro. O del oso que me atacó; supongo que mi apariencia dejaba mucho que desear.

-Si. ¿Podrían echarle un vistazo al auto del Beta Edson? Lo dejé por ahí. – Dije señalando un punto a mi espalda. Y luego gemí miserablemente agarrando mi costado. – Le diré que venga a recogerlo.

-¿Quiere que la escolte a la clínica? – Preguntó el otro guardia recorriéndome con la mirada.

-No será necesario, gracias.- Dije pasándolos lentamente para dirigirme hacia la casa de Edson.

Hubo cierto revuelo con mi llegada, así que opté por usar los caminos menos transitados. Aun así, un montón de lobos se ofrecieron a llevarme a la clínica. Que su deidad bendiga sus corazones, me hizo sentir cálida por dentro.

-¡Rose! – Gritó Edson corriendo a mi encuentro cuando estuve a unas pocas casas de distancia. – M****a, no te preocupes cariño, te llevaré a la clínica.

Entonces me tomó en brazos y comenzó a correr en dirección contraria hacia donde yo sabía que estaba el baño más reparador del mundo.

-¡No! ¿Qué haces? ¡Vuelve! Necesito un baño. – Lloriqueé. – Y deja de moverte, duele.

-M****a Rose, ¿Qué pasó?- Preguntó preocupado ignorando lo que acaba de decir. Yo gemí miserablemente.

-Porque todas mis Lunas humanas tuvieron una audiencia conmigo antes de su cumpleaños número dieciocho. – Dijo la voz.

-Ya lo hice. Desperté en un charco de mi propia sangre, ¿No lo recuerdas? Porque yo si. – Dije con un gruñido divertido. – Una advertencia hubiera estado bien.

-A pesar de que me divierte tu falta de respeto al hablarme, debo ser rápida: Ahora ya puedes concebir al siguiente Alfa de la manada.

-Genial. – Dijo con todo el ánimo del mundo. - ¿Algo más? Sin ofender, no quería volver a hablar contigo. Mis asuntos terminaron contigo cuando hasta respirar comenzó a dolerme.

-Calla humana. – Dijo suavemente y solo así mis labios se sellaron. Muy literalmente. No pude producir sonidos aunque lo intenté. – Bien. Ahora, no me disculparé por no decirte que ibas a estar casi agonizando cuando aceptaras un trozo de mi esencia. Ya te había hablado de tu frágil cuerpo humano.

Tuve que esperar un rato hasta que ella me permitió hablar de nuevo con gran magnanimidad.

-Solo respóndeme una duda. – Dije con calma. – Si me consideras un ser inferior, ¿Por qué m****a me emparejas con tu “perfecta” creación?

-Porque hago lo que puedo con lo que hay a la mano. – Dijo con exasperación. – Vives en una manada sin Luna, ¿No notas algunas deficiencias? Si las lobas existentes no tienen las cualidades que necesito, debo recurrir a mi última opción: Humanos. Hay muchos más para escoger.

Yo guardé silencio. No sé si me gustaba la idea de ser “conveniente”.

-Si ya terminaste de perder mi tiempo, proseguiré. – Dijo seriamente. – Debo advertirte un par de cosas; para empezar, no debes de intentar contactarme. No te responderé, así que después de que despiertes estás sola.

Yo solo parpadeé. ¿Para qué m****a la buscaría?

-Segundo, encontrarás interesante que ahora tus heridas puedan sanar mucho más rápido, pero hazte un favor y no te mueras experimentando qué tan rápido. No puedo tomar otro trozo de mí solo porque una humana es demasiado estúpida con su sentido de conservación.

Se quedó en silencio por un rato y supuse que quería una confirmación de mi no estupidez o algo.

-Bien.

-Tercero y más importante, no debes revelar a nadie que no sea tu compañero nuestras conversaciones.

-¿Por qué solo a mi compañero? – Pregunté curiosa.

-Porque no hay secretos entre compañeros. – Dijo con un bufido divertido. – Bien, ya que le darás un servicio en el futuro a mis hijos te haré un pequeño favor y te dejaré como nueva.

-¿Eh?

-Esto también te va a doler. No se te olvide lo que hablamos.

Y con eso volví a la oscuridad.

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