Edson.
Edson.
Subí el vidrio del auto poniéndome serio de nuevo.
Por el espejo retrovisor vi cómo Rose revisaba sus armas y miraba el auto avanzar. Regresé mi atención al frente.
La distracción de conducir como si mi vida dependiera de ello era muy necesaria y agradecía el encargo de mi amiga.
Las últimas horas habían sido… intensas. Bueno, mi última semana había sido intensa. Matar a esa loba al contrario de lo que pensé, no me produjo ninguna sensación de alivio por vengar a mi Alfa, a mis compañeros de manada caídos o mi tiempo de tortura en sus manos.
Me sentí vacío. Tan vacío que dejé de ver un propósito claro a todo lo que había trabajado para ser un Beta. ¿De qué servía que yo fuera el corredor más rápido en cuatro patas de la manada si no podía llegar a tiempo cuando más me necesitaban? No valía como Beta y esa realización me tenía un poco perturbado.
Lo mejor sería renunciar al puesto y encontrar otro propósito a mi vida. Quizá volver a ser solo un simple guardia, uno que no tenga culpas en su cabeza por no ser lo suficientemente bueno para su puesto.
Yo debí de haberme dado cuenta de que Beatriz alias Laura no era una buena loba. Se la pasaba todo el día pintándose las uñas, por el amor de la Madre. Se suponía que había contratado a la loba para que me ayudara con mi papeleo, pero más allá de mostrarme el trasero para tentarme a la menor oportunidad, no había servido para nada como mi ayudante. No había conocido a nadie tan perezosa como ella y aun así no sospeché nada cuando me pidió hace meses que le asignara la tarea de revisar las cámaras se seguridad con regularidad.
Le cedí las llaves del cuarto de cámaras alegremente y me limité a aceptar los reportes cortos que me daba todos los días sobre eso. Para mí era la tarea más aburrida que tenía que hacer, así que no lo pensé dos veces antes de darle todo lo que necesitaba para traicionar a la manada.
Porque sí, había tenido un par de días para pensar en todo lo que había hecho mal como Beta. Y una de esas cosas fue mentirle a mi Alfa con respecto al trabajo fenomenal que estaba haciendo la loba como mi ayudante.
Comenzaba a sospechar que el ataque a la manada de hace unos meses había sido orquestado con la ayuda de Laura. Ciertamente, después de que limpiamos la manada y velamos a nuestros muertos, se me asignó la tarea de tratar de descubrir quién m****a nos había atacado. No pude sacar una conclusión obvia, pero si encontré extraño que los invasores entraran a la manada por caminos por los que no teníamos cámaras, por donde no hacíamos un patrullaje constante o por zonas en donde había mayor concentración de civiles.
¿Por qué no sospeché nada del repentino interés por los avances de mi investigación que mostró la loba? Incluso se ofreció a darme un par de días de descanso y ella se encargaría de monitorear las cámaras, revisar mi papeleo y avisarme de cualquier cosa que hiciera falta.
Yo pensé que la loba finalmente quería demostrar que era una buena ayudante o algo. Así que confié en ella y eso me mordió el trasero mucho después. Por supuesto, cuando retomé el trabajo desde donde ella lo había “organizado” y me encontré un desastre de papeleo le agradecí el intento de ayudar y luego le pedí que no lo volviera a hacer. Tuve el triple de trabajo clasificando y encontrando documentos, pero no quería herir sus sentimientos así que me lo callé y regresamos a la rutina en la que ella solo adornaba mi vista mientras yo me partía el culo.
¡Qué imbécil debí de haberle parecido!
Tampoco desconfié de ella cuando me ofreció su casa mientras reconstruía la mía. Pues claro que no, ¿Cómo desconfiar de alguien cuando te ofrece una o dos mamadas de consuelo mientras tu amiga lucha por su vida en la clínica? La loba supo utilizar su cuerpo para que mi mente se encontrara ocupada en placeres carnales y no en una intrusa que probablemente llevaba tiempo intercambiando información con mi ayudante para orquestar una jodida guerra.
Mi tortura fue provocada por mi m*****a estupidez.
No teníamos ni una pista de hacia dónde se pudo haber dirigido después de abandonar la casa de Laura, así que el resto de los Betas y los Alfas se enfocaron en tratar de defender nuestro hogar.
Entonces, en vez de levantarme como un adulto y comenzar a ayudar con el desastre inminente, me escondí en casa de mi hermana con el pretexto de mis heridas. ¿Qué pasó después?
Que no me interesaba en dónde pudiera estar la perra que me torturó y con todos los demás ocupados haciendo su trabajo y mi trabajo a la vez, supongo que a nadie se le ocurrió revisar si la perra había regresado a la manada para esconderse y volver a atacarnos desde adentro.
Otro error que pudo haber sido evitado.
Así que cuando Bastian y Rose salieron de la oficina con intención de ir para la manada de Skilltown en una misión suicida, yo me apunté gustoso. No solo acompañaría a mi amiga a la que también le había fallado, sino que podría reivindicarme ante los ojos de mi Alfa.
De alguna forma lograos algo imposible y regresamos a la manada; yo por supuesto que llegaba con mucha arrogancia para informarle a mi Alfa que todo había salido de maravilla solo para descubrir que no había ni un alma en la Casa de la Manada.
Enseguida le marqué a mi Alfa pero el timbre solo sonó y sonó. Con un muy mal presentimiento corrí hacia la casa de Rose; seguí su olor a Luna para tomar exactamente el mismo camino que ella.
Llegué hasta ahí solo para ver a través de la puerta abierta a mi torturadora levantar por el cuello a mi Alfa.
Debí de haber acompañado a Rose y asegurarme de que llegara a salvo hasta su jodido baño en estos tiempos peligrosos. Pude haber marcado a mi Alfa desde su casa, pude… no pude hacer nada. La urgencia por demostrarle a mi Alfa que aun era digno me quitó un precioso tiempo en el que pude haber hecho cualquier cosa.
¿Cuál había sido el costo final?
La muerte de mi Alfa, compañeros Betas y algunos de los mejores guardias que había conocido.
Ni siquiera pude darle una muerte digna a mi Alfa porque me encontraba peleando con la perra para tratar de vengar a mis compañeros caídos. Ni siquiera era por mí por quien luchaba.
Apreté el volante más fuertemente y esquivé un coche que salió de la nada, pero no disminuí la velocidad. Que me condenen si volvía a fallarle a otro Alfa o a mi manada, y si eso implicaba atravesar algunos cuantos coches en mi carrera a muerte, que así sea.
Claro que iba a renunciar a mi puesto; había demostrado con creces que no era digno, pero Rose, bendito sea su tierno corazón, aun me miraba como si fuera el mejor lobo que hubiera conocido y yo no la decepcionaría.
Al menos, hasta que todo el asunto de la guerra pasara y, si sobrevivíamos, le ayudaría a encontrar algunos buenos Betas antes de autoexiliarme de la manada.
El camino que me guiaba directamente hacia el punto de reunión era un último tramo de tierra, así que tal vez el auto no lo lograría, pero para eso tenía mis patas y mi determinación.
Aun me quedaba una media hora de camino; toé mi móvil para remarcar los números de Bastian y el Beta Rowan. Tenía la esperanza de que, por algún jodido milagro tuvieran una señal momentánea para poder hablar con ellos.
Marqué y marqué por al menos los siguientes quince minutos hasta que llegué al camino de tierra que conducía a las faldas de la montaña.
Desvié mi atención del camino un segundo para volver a marcar el número de Bastian una última vez y luego regresé mi atención al camino solo para abrir mis ojos de par en par y tratar de reaccionar.
Giré el volante y dejé de apretar el acelerador rezando por no salir disparado por el parabrisas si chocaba contra alguno de los muchos árboles por aquí. Apreté el freno un poco y una enorme roca detuvo el automóvil cuando choqué finalmente.
-Joder. – Murmuré cuando el cinturón de seguridad me detuvo.
Mienas luchaba por quitarme la m*****a cosa cuatro lobos que reconocí se acercaron al auto y se transformaron.
-¿Beta?
-No hay tiempo para un saludo o explicaciones, llamen en este momento al Alfa Bastian, díganle que traiga el coche y a todos hasta aquí mientras recupero el aliento.
Mientras comenzaron a aullar y el sonido se replicaba por la montaña, yo masajeé mi hombro. Creía que estaba dislocado, así que apreté los dientes y de un tirón lo acomodé.
-¡Carajo!
Inhalé y exhalé para que se pasara el dolor, no tenía tiempo para tonterías.
Tuve que esperar cinco largos y agonizantes minutos hasta que todos los guardias se reunieran alrededor junto a Bastian y su Beta.
-¿Qué sucede? ¿Rose está bien? – Dijo Bastian en cuanto se detuvo y se transformó.
Se veía dulce por fuera, pero tenía una venita sádica por dentro.
-Lo hay.
Eso me hizo girar la cabeza hacia él.
-¿Quién? – Dije organizando en mi cabeza por grado de “peligrosidad” a los Alfas del Norte. Aun el más adepto en la lucha, no sería rival.
-Alfa Alan. – Dijo con dientes apretados.
Yo fruncí el ceño.
-¿Quién es ese?
Fue su turno de fruncir el ceño.
-Quizá no te hayas enterado debido a que estabas agonizante en ese momento, pero llegó hasta el Alfa Noa y hasta mí los rumores de que el hijo bastardo de Cedric tomó el control de su manada prometiendo un mejor territorio.
El bastardo de…. ¡Joder!
-¡¿Hablas del lobo al que han tenido encadenado en la manada de Whiteriver?!
-Si. No hemos tenido tiempo para confirmar el rumor, pero en los últimos reportes que tuvimos, él fue de los primeros en aceptar a guerra contra nosotros.
¡Doble joder!
Se dice que el Alfa Cedric había tenido un hijo con una loba exiliada justo después de haber encontrado a su Luna. No estaba claro cómo el niño había terminado en una jaula desde el momento en el que aprendió a hablar, los rumores a través de los años fueron diversos y nunca confirmados.
Lo que sabíamos era que Cedric de alguna forma lo convirtió en más animal que hombre, por lo que era tan peligroso que debía de estar encadenado todo el tiempo.
-¿Mató a su padre por el puesto?
-No sabemos.
Y así, supe sin lugar a duda que de nuevo había cometido un error de juicio al sugerirle a Rose que hiciera algo estúpido.
Si Alfa Alan era la mitad de las barbaries que decían de él, entonces era un lobo muy peligroso.
-¿Cuánto falta para llegar. - Pregunté en tensión.
-Media hora. - Dijo Bastian igualmente frustrado.
Madre, protégela, por favor.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!