Político busca niñera romance Capítulo 24

Narra Amanda.

—Señorita Smith ¿Dónde está Denisse?—preguntó mí jefe.

—¿Para que la necesita?— pregunte seriamente.

—Ella está en un gran problema—dijo molesto.

Margot sonrió satisfecha. Eso me dio más rabia.

—Ve al auto, Zoe— le dije sin bajar mí tono de voz, una vez que se fue miré a mí jefe y sus acompañantes, especialmente a la pequeña perra rubia—.¿Por qué exactamente ella está en problemas?—interrogue fingiendo no saber nada.

—Ella se ha estado metiendo con sus compañeras de salón— dijo mí jefe — .Estará castigada indefinidamente—agregó.

No podía ocultar mí enojo por más tiempo así que explote.

—¡No, no lo ha hecho. Eso es una mentira descarada y una acusación falsa!—dije tratando de calmarme—. El acoso es al revés—recalque.

—Como directora le exijo que traiga a señorita White y le pida una disculpa a su compañera—dijo esta vez la directora.

Mí furia era más palpable cuando ella pronunció esas palabras.

—No haré eso—respondí firmemente—¿ Acaso no acaba de escuchar lo que le dije? Usted cómo máxima autoridad de está institución debería hacer una investigación profunda para que vea que realmente la acosada es Denisse y no está niña mimada—agregue, luego mí vista se dirigió a Margot—. Si tu malvada hija vuelve a acercarse a Denisse iré a la policía y la acusare de acoso y agresión, y me van a creer porque yo estuve ahí, escuché todo y lo grave con mí celular—le advertí mintiendo sobre la grabación—. Pero sé que personas como ustedes(dije para todos) No querrán que su imagen personal e institucional se vea empañado por un escándalo de acoso, ¿Cierto? ¿ Que dirían las personas si se enteraran que aquí se tolera eso? —les dije plantado la cizaña—. Ahora sí me disculpan tengo trabajo que hacer—agregue marchándome de ahí con la sangre realmente hervida. Me importaba poco ser una simple niñera y que ellas tuvieran más poder que yo, pero eso no iba ser obstáculo para defender a mis niñas.

Caminé tan rápido que pronto llegué al estacionamiento, las niñas estaban afuera como se los había pedido.

—¿Pero que carajo fue eso? —preguntó el señor White detrás de mí molesto —¿ Cómo te atreves hacer algo así?—agregó sacando las llaves del auto para abrirlo y esta vez tuteándome.

No podía creer que me estuviera diciendo eso, ¿En qué mundo vivía? ¿Acaso no se daba cuenta que su hija estaba sufriendo y que le creyó más a una cruel mujer antes de averiguar bien los hechos. Las niñas ingresaron a la parte trasera casi de inmediato, mientras yo me había quedado de pie frente a su padre.

—¿Cómo me atrevo a qué? A defender a tu hija,—mencione frustrada y también tratándolo de la misma manera, di pasos para dirigirme al asiento del pasajero, ingresé y cerré la puerta—. Niñas, póngase los audífonos y escuchen música —les pedí, ellas me obedecieron.

Después él también ingresó y encendió el motor.

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