PROMETIDA AL NACER (COMPLETA) romance Capítulo 30

-espero que mi hermana este bien, debimos impedir que diera sus poderes- me dijo Evans desde su celda.

Tiene razón, debí haber hecho algo para evitar eso, ahora ni siquiera sé si puedo confiar en la palabra de Zen, siempre que lo veo aparecer por aquí me dice que ella está bien pero no me deja verla y eso me cabrea muchísimo.

-yo espero lo mismo pero que podíamos hacer, ella lo hizo para salvarte la vida- le dije y me arrepentí al momento, no quería hacerlo sentir mal pero es que yo también estaba mal.

Un silencio incómodo se instaló en la zona pero duro poco, Zen apareció.

-¿cómo están mis chicos preferidos? Pero que digo no sois mis preferidos, por mi os mataba ahora mismo pero hice un trato con tu hermana y soy hombre de palabra- dijo acercándose a nosotros

-porque no me dejas salir de aquí y luchamos como hombres, solo tú y yo, déjalos libres a los dos, mátame a mi si es lo que quieres pero déjalos a ellos- le dije acercándome a los barrotes de la celda.

-sabes, ella es tu debilidad y si la dejo libre no te importara morir pero si la tengo en mi poder lucharas y eso es lo que quiero, no me gustaría ser el líder de todas las razas sin luchar como es debido- me dijo, sabía que no tenía buenas intenciones cuando firmamos el acuerdo de unión.

-maldito, ni se te ocurra hacerle daño- le amenace.

-no le haré daño, no me gusta hacer daño a las criaturas inocentes- dijo y se fue sin decir nada más.

Me quede un poco confundido con lo que dijo.

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Creo que la tortura dio sus frutos, al cabo de un rato tengo a Gabriel en la puerta de mi habitación.

-señor, la presa quiere hablar con usted- me dice y sonrío.

Vamos hacia las celdas y estoy nervioso, puede que me diga la verdad o puede que mienta pero mejor eso que estar aquí sin hacer nada sin poder encontrarlos.

-aquí estoy, ¿Qué es lo quieres decirme?- le pregunto cuando llegamos a su celda.

Ella me mira y veo que ha estado llorando, me sorprende porque la última vez que la vi así fue por la muerte de mi mujer y serian lágrimas de mentira pero ahora es diferente, se ven lágrimas reales.

-perdóname Zen- la oigo decir bajito.

Entonces por eso está llorando, siente que lo está traicionando y le duele, dice que no lo ama pero no es cierto, en el fondo me da pena por ella, se enamoró de él y seguro que él no siente lo mismo.

-ellos están en una casa rural, a unas horas de aquí- me dijo limpiándose las lágrimas de su cara.

Después de estar con Vanessa me hizo un mapa de donde estaba el lugar, la veía triste pero cada uno recoge lo que cosecha y eso es lo que le ha pasado a ella.

-señor me alegro mucho de que por fin vaya a encontrar a su hija, le deseo suerte- me dice Gabriel.

-gracias amigo, avisa a los que me acompañaran, no creo que Zen este solo-le dije cargando una mochila con útiles.

Pronto nos volveremos a ver hija mía.

-Evans, ¿Qué paso con tu madre?- le pregunte, él no había dicho nada de que paso ese día.

-ella… me vendió… el día que vino Zen a mi casa yo estaba en mi habitación, me pasaba las horas allí encerrado, echaba de menos a Danira, aunque mi madre me dijera que a ella no le importábamos yo no la podía creer, me costaba creer eso, escuche hablar a mi madre con alguien y salí de mi habitación, baje las escaleras con cuidado y me senté en ellas sin que ellos me oyeran- dijo

-¿entonces Zen conocía a Yoselin?- le pregunte.

-no lo sé, yo solo llegue a escuchar que quería llevarme con él, al principio ella se negó pero cuando le ofreció dinero su respuesta cambio, no lo pensó mucho y agarro el saco con dinero, le dijo dónde estaba yo y subió las escaleras, me quede inmóvil, no podía creer lo que había visto con mis propios ojos, mi propia madre me había vendido por dinero- dijo y se notaba que le había dolido lo que había ocurrido.

-siento mucho lo que has tenido que pasar, de verdad que lo siento- le dije, realmente a este chico no le quedaba nadie de su familia, solo tenía a Danira.

-gracias pero eso me hizo darme cuenta de que en este mundo no puedes confiar en nadie, a veces la persona que más quieres en el mundo te traiciona- tenía razón, a veces es verdad eso de que todo el mundo tiene un precio, aunque no siempre es así.

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Nos pusimos en marcha en cuanto teníamos todo preparado, este iba a ser un gran día, lo presiento.

Después de unas horas en coche llegamos al sitio, era tal como lo describió, solo faltaba ver si era verdad que ellos estaban ahí, estaba nervioso y a la vez furioso, nunca debí haberla dejado ir a esa cena.

-chicos tenéis que estar preparados para lo que pueda pasar, así que atentos a vuestros alrededores- les dije a mis guardias.

Fui hacia la parte de atrás, no iba a entrar por la principal, no sin antes buscar a mi hija, averiguar si está aquí.

Iba con cuidado de que no me descubrieran todavía, en la parte de atrás no había nadie, parece que Zen está muy tranquilo de que no vendrá nadie.

Entro por una puerta que parece que da a un sótano, algo me dice que aquí voy a encontrar algo interesante, bajo despacio por la escalera, todavía se ve pero pronto oscurecerá, así que debo darme prisa, mis guardias se han quedado escondidos pero si ven que algo va mal saldrán.

Cuando termino de bajar las escaleras veo una habitación bastante grande y dos celdas, cuando me acerco a ellas me sorprendo de quien hay en ellas.

-¿Damián?- pregunto y la persona que está dentro se gira y me mira sorprendido.

-¿Raphael eres tú?, al fin viniste- me dijo acercándose a los barrotes

-si estoy aquí, os sacare de aquí, dame un momento- le dije y con un hechizo la cerradura se rompió.

-¿estás bien?- le dije, lo vi taparse con la mano la nariz.

-lo siento, no me alimentan bien y estoy débil, no os acerquéis, no quiero haceros daño- me dijo alejándose.

-tranquilo he venido preparado, me imagine que estarías débil para luchar pero por eso traigo esto- le dije y silbe.

Al momento uno de mis guardias apareció con una nevera.

-toma- le dije dándosela a Damián.

Al principio se vio confundido pero cuando la abrió sonrió.

Sabía que la necesitaría por eso antes de venir fui al hospital a por sangre para él, necesitaba que estuviera fuerte para ayudarme a sacar a mi hija de aquí.

Luego de que Damián se alimentara, se sentía mucho mejor y fuerte para luchar, me dijo que Danira la tendrían encerrada.

Decidimos salir del sótano en silencio, todavía no quería sorprender a Zen, no era el momento, aun no.

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