Secretos de Lobos. romance Capítulo 45

Narra Charlotte.

Era ya muy tarde, me había quedado dormida viendo la televisión para poder sacar de mi mente la idea de Karim con esa mujer. Noté como algo me subía por el vientre, metiéndose por debajo de mi camiseta, estaba todavía medio adormilada y sentí como me acariciaban el pecho, como una mano bajaba por mi cuerpo y volvía a subir hasta mi seno apretándolo con cuidado, me gustaba y cada vez me excitaba más.

—No puedo dormir sin ti, mi dulce tormento— un susurro en mi oído me hizo sonreír.

Ahora mi sexo sentía sus caricias por encima de mis bragas, presionando con los dedos, hundiéndolos en mi vagina, no quería darme la vuelta porque sentía a Karim por detrás, no quería alejarme de nuevo y que sea otra quien lo tenga en mi lugar, ya mañana le reclamaré por haberme sido infiel. Él seguía acariciándome una y otra vez mis pechos, sus dedos por debajo de mis bragas me hacían temblar rozándome el clítoris suavemente, bajando por mis labios húmedos hasta mi vagina, introduciendo un par y vuelta a empezar.

Sin moverme extendí mi mano hacia atrás y busqué su miembro, no me costó encontrarlo, él estaba desnudo, lo tenía justo detrás de mí, grande y duro, golpeado mis glúteos; se lo agarré y lo empecé acariciar con suavidad, desde su glande hasta la raíz, sus manos seguían apretando mis pechos con suavidad, sentí sus labios en mi cuello y sin abrir los ojos giré mi cabeza buscándolos; nuestros labios se unieron, pero no se separaban, nuestras lenguas se entrelazaron, me mordía los labios con los suyos, mi mano no paraba de moverse arriba y abajo, mientras sus dedos se hundían en mi vagina, aparecieron los primeros gemidos, sentía mi cuerpo volar, templar, el vello de mi piel se erizaba después de todo iba a ser suya.

Mi esposo me giró y se metió entre mis piernas, no parábamos de besarnos, no paraba de acariciarme, recorriendo con sus besos todo mi cuerpo, me había quitado la camiseta y lamía mis aureolas, haciéndolas más grandes, la sensación de placer era enorme, mi cadera se movía rozando mi sexo con el suyo, una tela entre medias no permitía más, una y otra vez nos rozábamos ahora más fuerte, a medida que dejaba pequeños mordiscos con sus labios en mis pezones, la respiración entrecortada, jadeando esperando algo más.

Mis manos bajaron hasta mis bragas para quitar esa barrera molesta, pero él me quito las manos y me las subió por encima de mi cabeza, y me beso apasionadamente mientras rozaba su pene sobre mis bragas, —no hagas nada Charlotte, déjame a mí— me susurro al oído mientras lo lamía y mordisqueaba mi lóbulo causando que un escalofrío recorriera. Sus labios bajaron por mi cuerpo, lamiendo, no dejando un rincón sin besar, metió su cabeza entre mis piernas y empezó a morderme por encima de mis bragas, yo estaba tan excitada que me estaba volviendo loca; estaba tan húmeda que ya estaba bebiendo de mí.

—Eres mía, aunque digas lo contrario.

Nuestros cuerpos sudorosos resbalaban, mis senos unidos a su pecho; luego se puso de rodillas y subiendo un poco mi pelvis empezó a penetrarme más profundamente, mis pechos bailaban a cada empujón que recibía en mi sexo, más rápido. Lo sentía deslizarse dentro de mí una y otra vez, y una mano se posó sobre mis pechos acariciándolos y pellizcando suavemente mis pezones.

No sabía que había cambiado esta vez, pero todo era tan delicioso, y tan placentero que me volvía loca, no paraba de moverme en círculos, empujando hacia abajo cuando él lo hacía arriba, sentía nuevamente como un orgasmo se asomaba, y mi esposo acelero mucho el ritmo, me cogió por la cadera y ya no me dejaba mover, era él quién movía mi cuerpo, empezamos los dos a lanzar pequeños gritos incontrolados, pero los suyos eran distintos, parecían más animal. Sentí su pene explotar lanzando su semen a mi interior, terminé con otro orgasmo, no como el anterior pero igual de placentero.

—¡Maldita sea!, ¿qué acabo de hacer? — murmuró y terminó con su cuerpo tumbado sudoroso encima de mí, su pene poco a poco iba saliendo de mi vagina, no porque perdiera flacidez sino porque se notaba preocupado. A la vez que salía de mí, nuestros fluidos empaparon la cama, — ya está, te salvaré sin importar que deba hacer—, nos besamos y no fue la única vez que me hizo el amor esa noche, una noche larga en la que Karim disfrutó de mi cuerpo.

(...)

En medio de la madrugada estábamos los dos abrazados en mi cama, y sentí la fuerte necesidad de levantarme e ir al baño, y cuando vi que un lobo estaba acostado en mis pies, creí que me daría un paro cardiaco.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Secretos de Lobos.