Secretos de Lobos. romance Capítulo 67

Narra Charlotte. 

Karim me dejó sola dentro de la ducha cuando le dije que es posible que esté embarazada. Salió como alma que lleva el diablo y se sintió feo, porque prácticamente me rechazó, pero sé que debe ser porque se niega a tocarme y vamos;  lo entiendo, el temor a quedarse solo nuevamente debe ser difícil, ya me ha contado sobre los milenios que ha vivido en soledad y tristeza y es bastante cruel, yo también tengo miedo de morir, pues, ¿a quién le gustaría?, pero tampoco quiero dejar de vivir para no morir, lo amo y quiero disfrutar de esto, aunque signifique arriesgarme.

Descubrí su secreto, y ahora elijo dar lo que más amo para completar su afán. Me prometí a mí misma que si salgo embarazada, tendré a mi hijo. No le quitaré la vida a un ser inocente para poder vivir, ni tampoco lo voy a evitar por miedo; es duro, elegir, pero todos alguna vez en la vida debemos pagar algo por amor, mi madre pagó el tenerme sola, lejos de mi padre, sin poder tener al amor de su vida.

«Si ella pudo hacer un sacrificio por mí, yo también, aunque sea mayor mi paga, podré hacerlo»

—Que ironía, hasta hace poco, dije elegirme a mí, pero de qué sirve nuestro paso por el mundo si no dejamos nada en él, — hablé conmigo misma adorando la idea de poder ser madre, aunque solo pueda sentir a mi bebé, dentro de mí y aunque no lo podré conocer igual sería una gran dicha para mí dar vida.

Sigilosamente, volví al dormitorio, sin cubrir mi cuerpo, muy a pesar del frío. Lo miré fijo y estaba acostado con un brazo bajo su cabeza, me aproximé y como una gata en celo le empecé a besar encaminando enseguida mis labios a su torso, como de costumbre Karim solamente llevaba un bóxer, que yo sin sentirme avergonzada lo bajé y él no puso resistencia, aunque se notaba extrañado, y no creo que no se lo esperara de mí porque esto es lo que soy y no debería tomarle por sorpresa.

Me senté con cuidado a horcajadas sobre una de sus piernas y me empecé a frotar con ella adelante y atrás mientras tocaba mis pechos.

—¿Por qué el alfa tiene miedo?, ¿no te hace el miedo verte débil? — lo desafié usando una de las tantas informaciones que me ha dado Rocío.

—Por ti, me considero cobarde, no quiero perderte Charlotte—, evité con todas mis fuerzas que varias lágrimas abandonaran mis ojos.

Lo que hice fue ignorarlo y seguí un buen rato excitándome y humedeciendo sus muslos y su falo que palpitaba entre mis pliegues, mientras que él soltaba unos gruñidos y cerraba los ojos causándome más poder, al lograr  descolocarlo yo a él. Con cuidado tomé su pene y empecé acariciar su glande con la palma de mi mano hasta que su increíble erección empezó a expulsar unas gotas de pre-semen que hacía ver brilloso y mucho más apetecible su glande; jugué con ese  líquido transparente, provocando que su verga aumentara de tamaño y aún me cuesta, nunca había visto una tan grande hasta que llegué a Karim.

Me levanté y de rodillas en la cama empecé a lamerla, a meterla tan dentro que me daban arcadas, mis manos subían y bajaban al compás de mi boca por aquel impresionante miembro, Karim seguía sin querer doblegarse, pero si gemía de placer.

Rocío dice que nadie ha podido dominar un macho alfa, pero yo ya he cambiado paradigma y seguiré haciéndolo. Me volví a sentar, recorría con su verga mis labios vaginales, metiéndola entre ellos y deslizándose por ellos, como si mi centro fuera su perfecto tobogán, impregnándose de mí, de mi humedad. Veía su glande sobre su abdomen y como el resto de su pene iba desapareciendo y apareciendo por debajo de mí.

Los movimientos cada vez más rápidos, rozando continuamente la entrada de mi vagina con el tronco de su vara, inclinándome hacia delante con las manos apoyadas en la cama, movía mis caderas hacia adelante y hacia atrás e inclinando la cabeza hacia atrás.

Saboreando mis propios labios al sentir como su falo desaparecía entre mis nalgas y se metía entre mis labios deslizándose una y otra vez sin que se llegara a meter en mi vagina, era tan excitante ver como su hombría mojada por mis flujos se deslizaba por debajo de mí, desapareciendo por completo.

No dijimos nada, solamente nos quedamos mirándonos con una sonrisa en nuestros labios, su mano me rodeó la nuca y me atrajo hasta él para besarme lentamente, para beber de mis labios y yo de los suyos, mi cuerpo se había detenido y su miembro entre mis labios palpitaba al igual que el interior de mi vulva así que empecé nuevamente a moverme, pero esta vez más abajo, permitiendo que su glande también disfrutara de mis pliegues húmedos y moviendo la cadera intentaba que ya no saliera por delante de mí, sino que se metiera dentro de mi hendidura mojada.

—Eres lo mejor que me ha pasado y que me seguirá pasando Charlotte.

Mirándonos con nuestros labios a escasos centímetros el uno del otro, tocándonos con la punta de la nariz, viéndome perfectamente como mi boca se fue abriendo de placer cuando su glande por fin empezó a deslizarse en mi interior.  Metiéndose muy despacio en ella hasta tenerla tan dentro que todo su masculinidad había desaparecido dentro de mí, llenándome entera con esa enorme vara que en un principio pensé que no me iba a entrar entera, pero como siempre se perdió en mí haciéndome sentir sumamente llena.

Sus manos bajaron a mis caderas para mover mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, frotando mi clítoris con su cuerpo mientras yo sentía que me estremecía a medida que su miembro iba desapareciendo en mi interior.

Cuando mi cuerpo no iba guiado por él, su masculinidad  se entraba llevándome de arriba y abajo, levantando mi pelvis despacio y cayendo sobre él, sintiendo como me penetraba entera, era como un pequeño baile acompañado con caricias de nuestras manos sobre nuestros pechos, con cada penetración escapaban gemidos de mi garganta que llenaban la habitación y mientras yo disfrutaba de sus caricias.

Empezábamos a llenar la habitación con nuestros gemidos, después de un buen rato cabalgando sobre él comenzamos  a movernos más rápido y sentí que el final que ninguno de los dos queríamos, pero deseábamos iba llegando.

Mi cuerpo se empezó a estremecer y arquear hacia atrás cuando me proporcionó uno de los orgasmos más intensos que he tenido, únicamente con él. Me había puesto de cuclillas con mi cuerpo hacia atrás y mis manos apoyadas en sus pies, moviendo mi pelvis con fuerza y rapidez hacia él, entrando y saliendo  de mí mientras gritaba escandalosamente; sintiéndole tan dentro de mí que parecía partirme en dos.

Su falo navegaba por un mar de flujo cuando estalló en tres grandes erupciones y otras menores, soltando su preciada carga muy dentro de mi útero, y en ese momento  penetrándome lentamente, me desplomé de rodillas e incorporándome caí sobre su pecho y a pesar de necesitar aire empezamos a besarnos.

—Te amo Karim, aunque sea una mujer humana terca, que no se guarda ni el padre nuestro, y que es impulsiva, que no te dejó explicarte, y que te da muchos dolores de cabeza, quiero pedirte que no me orilles a vivir con temor a mi futuro; solo vivamos, hazme feliz, déjame sentirte siempre, no te cohíbas, porque para vivir con limitaciones prefiero morir sabiendo que disfruté de ti y de esto que siento—, le confesé aún con su hombría en mi interior sosteniendo su rostro y viendo como sus ojos pasaban de ser grises con destellos verdes a dorados electro y no me aterra, solo me fascina. —Siempre quise descubrirte,  no para juzgarte, sino para ser parte de ti, porque sentía que mi esposo, — levanté el brazo. — Ese empresario, con cuatro esposas, me aceptaba en su cama, y claro que era un honor saber que solo yo tenía ese privilegio, pero igual había una gran muralla que él no me dejaba atravesar y ahora que lo hice, por favor, no me vuelva a sacar, no levantes esa muralla, que dolerá más saber que soy débil y eso te afecta.

Él sonrió y me besó con ternura: — lo prometo, viviré para complacer a mi única esposa, y no levantaré esos muros, pero no me pidas que deje de pensar en una manera de salvarte, porque no te dejaré morir, aunque suene egoísta, te prefiero a ti.

Aunque no me agradó esa última palabra igual no dañé el hermoso momento, sino que me quedé callada.

Después de habernos dicho todo lo que nos teníamos que decir, descansamos tumbados en la cama hasta que los dos quedamos dormidos, yo sobre el cómo su pequeña niña.

(…..) 

Al despertar me quedé mirando por la ventana, disfrutando del día tan maravilloso y él detrás de mí, abrazándome y besando mi cuello, percibiendo que había despertado con una erección matutina  tan dura como anoche estaba y  la notaba sobre mis nalgas intentando entrar entre ellas, no fue difícil entenderle, quería  estar dentro de mí y a la vez que mi boca se abría a él para besarnos sin parar, mi pierna se levantaba y abrazaba las suyas dando a su hombría libre acceso a mi vagina.

No tardó en estar dentro de mí otra vez, no tardó en hacerme gemir.

Me penetraba muy despacio y desaparecía para instantes después volver aparecer igualmente despacio, como su mano apretaba mis pechos y recorría mis pezones. Con cada penetración, con cada empujón que daba mis senos, bailaba y nuestras caras reflejaban la felicidad de un nuevo gemido al sentirlo  tan dentro, esta vez no nos miramos ni una sola vez a los ojos, solo veíamos nuestros cuerpos unirse golpeándose con delicadeza, como nuestros sexos se unían desapareciendo el suyo dentro del mío, como nuestras caras reflejaban el placer y  mis pechos y mi cuerpo menearse cada vez que me penetraba con mi pierna elevada sobre las suyas moviéndose con cada empujón.

Solo cuando volvimos a corrernos cerré mis ojos con fuerza a la vez que mis manos le agarraban y arañaban de placer y de mis labios salían gemidos descontrolados.

Los últimos empujones de su cuerpo  me penetraban despacio, empapándose de mis flujos mezclados con su semen.

—Buenos días, mi reina ya te despertaste—, indagó burlón con la respiración errática, al igual que la mía, y yo me mordí la mejilla interna para no estallar en carcajadas y respondí sarcástica.

— Si, ya hace rato mi amor—,  él me agarró el mentón y cuando nos miramos a los ojos los dos reímos.

—De ese modo es que se supone que debí saludarte cuando te sentí despertar, pero como a mí me gana el instinto y a ti la libido, no evitamos saludarnos de una manera única.

—Justo quiero que sea tu instinto el que me despierte siempre— respondí sin parar de reír. Adoro despertar de esta manera y que los amaneceres que me quedan en este mundo sean al lado de este alfa jactancioso. Él paró de reír y se quedó mirándome fijamente

— ¿Y qué haces? — pregunté, sintiéndome intimidada por su mirada, y aunque no soy de andar pensando en mi aspecto, de cómo me verá otro; hoy no quiero verme con el cabello enmarañado y toda desaliñada, aunque es imposible que una mujer al levantarse no se vea como una gallina con las plumas alborotadas.

— Mirarte— dijo con voz suave, y se levantó un poco dejándome debajo de él, y su cabeza fue a parar a mi cuello, como de costumbre olfateándome, y sonreí a medida que me mordía el labio inferior, esperando que me diera unos cuantos besos de esos que me estremecen, pero lo que sentí fue su cuerpo tensarse sobre el mío.

Levantó la cabeza mirándome a los ojos y de repente el terror en sus ojos se hizo presente cuando me miró abriendo por demás los ojos.

— Vale, buena distracción…, ahora responde,  ¿por qué me miras así? — con premura se levantó de la cama, dejándome desorientada y sin decir nada empezó a vestirse.

ESTE CAPITULO ES UN PEDIDO DE UNA AMIGA. PARA: ZULY

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