Secretos de Lobos. romance Capítulo 73

Narrador.

—Sí—, respondió Fátima a Kasul al mismo tiempo que se levantó con el pelo suelto y las mejillas sonrosadas y él la cogió de la mano sin decir nada y fueron juntos a su dormitorio.

—No me puedo creer que estés aquí— dijo ella con una gran sonrisa y  se paró a los pies de la cama, él la abrazó por detrás, colocó sus manos en sus pechos y los amasó despacio. Acercó su erección a su trasero, pero ella no se asustó, sino que se frotó contra él. Puso sus palmas sobre las de él en sus pechos, apretando, y Kasul entendiendo lo que le gustaba, pellizcó suavemente sus pezones y tiró de ellos con delicadeza. Ella gimió.

Se separó para empezar a desatarle los lazos y botones, la desnudó con rapidez y eficacia. Una vez que se quedó en ropa interior, la condujo a la cama y la hizo sentarse para que le viera desnudarse.

—No, déjame ayudarte—pidió ella queriendo levantarse a servirle, pero él puso una mano en su pecho para que no se levantara y en otra ocasión le habría molestado ver una mujer tan empalagosa, sin embargo, el que ella se esté comportando de ese modo estaba creando una sensación distinta en él.   Pensando en cómo salvarla, miraba hacia la nada y se le atascaban los botones, él la encontró encantadora con el ceño fruncido, como si se dispusiera a hacer su trabajo lo mejor posible.

«Tengo que tener cuidado» se dijo por qué no puede permitir que Fátima termine por  conquistarle totalmente. Limpió su mente de esos pensamientos, dispuesto a que los dos obtuvieran todo el placer posible de su unión.

Ella, al verlo, algo distraído, le estaba quitando los pantalones, y la ropa interior.

—Upp— jadeó ella cuando el pene saltó rígido y rezumando fluido, ella no pudo evitar tomarlo con sus labios y Kasul intentó separarla, porque temía que no llegaría a la cama, si no le dejaba, eyacularía en su boca.

Echó la cabeza hacia atrás y frunció el entrecejo gimiendo, de repente ella estaba ante él de pie, relamiéndose los labios, y la abrazó besándola tan a fondo que temió no dejarla respirar. Le lamió la unión entre el cuello y el hombro, dónde su perfume se hacía más intenso, y mordisqueó toda la zona, y también sobre sus pechos.

—Recuéstate—,  su voz había sonado, sin pretenderlo, como si saliera de una

caverna. Rozó con la lengua sus dientes, y se ordenó que  tenía que tranquilizarse o se transformaría en plena cópula. A esas alturas el lobo ya ordenaba al humano. Ella se tumbó con los ojos abiertos, estaba interesada, se sorprendió que no se asustara, —abre las piernas—, ella  lo hizo sin preguntar, él se colocó entre sus piernas, y se sentó entre sus pies mientras miraba su hendidura, y acariciaba sus empeines.

#Que ha sido eso, comprendes que no la podemos querer, no solo porque es humana# reclamó a su lobo.

#No solo yo la quiero, sino que tú también lo haces#

Ella volvió peinándose el pelo con las manos, comenzó a vestirse, se levantó y la ayudó con los botones. Luego, se vistió él con rapidez y le miró, se acercó y le dio tímidamente un beso en la mejilla, mientras que a su espalda dejaba salir sus garras y cuando estuvo a punto de enterrarla en su estómago un suave y apenas perceptible latido se hizo presente en ella, entonces su corazón dio un vuelco y sintió que su garganta se secó y el aire dejó de entrar en su cuerpo haciendo que sus pulmones picarán.

—No puede ser— ella se quedó petrificada pensando que él había cambiado de opinión y él no sabía si sentir felicidad porque nunca creyó que sería padre, ya que sabía que ella no había estado con nadie más o si sentir que un hijo no representaba nada bueno porque ella de todos modos morirá, pero no podía asesinar a su hijo y ahora saber que ella va a morir le aterró, en realidad, aunque no lo notó parecía no querer perderla.

—¿Qué haré?

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