“… Un beso. La culpa fue del primer beso…” Dyango.
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María Paz hizo lo mismo con un caballero, mientras le sonreía y cruzaba miradas con su Duque, luego que la pieza terminó, ella se acercó a él.
—Necesito que me ayudes a animar a estas personas, yo los visito todos los domingos, algunos son olvidados de su familia, les traigo alegría.
Joaquín la observó con admiración. A lo largo de su vida había conocido a muchas mujeres, y cuando tuvo la edad de María Paz varias de sus amigas ya andaban en discotecas, bares, salían con chicos, pero la jovencita Vidal era distinta, prefería pasar con un grupo de ancianos que, con gente de su edad, y lo hacía por llevar alegría a esas almas olvidadas de sus familiares.
—Pero esto está muy aburrido —comentó él—, voy a cambiar de música. ¿No hay licor?
María Paz frunció el ceño.
—Puedes poner la melodía que desees, pero trago no hay en este lugar, si quieres algo de beber, tenemos ponche —mencionó.
—No soy responsable por los infartos que ocasione entre las damas —Bromeó.
María Paz lo golpeó con su puño en el hombro.
—Trata con cuidado a mis amigas, por favor —solicitó.
Joaquín asintió y se dirigió al DJ entonces las notas de la Pollera Colorada, la tradicional cumbia colombiana empezó a sonar. El joven sacó a las damas más jóvenes y comenzó a darles clases de baile.
Las ancianas sonreían y trataban de contonear sus caderas al ritmo de la melodía, las que no podían danzar debido a sus dolencias aplaudían, entonces el corazón de la jovencita se llenó de regocijo al verlo disfrutando y brindando alegría a aquellas mujeres.
Agatha apareció y María Paz la ayudó a sentarse.
—Que animada está mi fiesta de cumpleaños —comentó observando al joven que Paz miraba embelesada.
—Sí —respondió la jovencita y cuando la música pausó fue por Joaquín—. Qué galán eres, tienes enamorada a todas aquí.
—Es que nadie puede resistirse a mis encantos —expresó mirándola a los ojos.
—Presumido —dijo ella, y lo llevó donde estaba Agatha, enseguida los presentó, la mujer tomó la mano del joven y lo miró a los ojos.
—Lo que sucedió fue un accidente, tú no tuviste nada que ver —expresó. Joaquín parpadeó, intentó soltarse del agarre de la mujer, pero ella no se lo permitió—. No me tengas miedo, yo puedo ver cosas que otros no, tienes un alma noble, eres un joven de buenos sentimientos, no arruines tu vida en vicios, y no permitas que el miedo aleje la oportunidad que tienes de ser feliz, de amar y ser amado.
Agatha no dijo más, sin embargo, miró más cosas, como los oscuros secretos que iban a ser develados por otra mujer, que llegaría a cambiarle la vida a otro Duque.
—Gracias —expresó el joven dubitativo.
—Joaquín —mencionó la mujer—, las maldiciones no existen, tu familia, no está maldita, cuídate de esa persona que tú conoces bien y que sabes que hace mucho daño, protege a la mujer que amas y a tu familia —advirtió la anciana.
María Paz al notar el semblante lleno de confusión del joven lo tomó de la mano para alejarlo de Agatha, y que no lo perturbara más, entonces cuando ellos se marchaban la mujer volvió a hablar.
—El cinco es número interesante. —Elevó una de sus cejas y sonrió.
—Lo lamento. —Se disculpó María Paz—, ella afirma ver cosas que nadie más.
Joaquín no dijo nada, las palabras de aquella adivina le hicieron ruido en su mente y su corazón.
—Ya cumplí —comentó—, ahora debo irme.
—Tenemos que hablar —sugirió la jovencita—, solo dame unos minutos, deseo llevarte a otro lugar.
Instantes después la celebración se terminó cuando Agatha sopló la vela. La chica se acercó a la mujer para abrazarla, y despedirse, y sintió una extraña sensación cuando la dama la estrechó con fuerza, como nunca antes lo había hecho, habló unas palabras que María Paz no logró entender entonces ambos se despidieron, salieron del centro, y subieron al Lamborghini de Joaquín.
—Gracias por ayudarme con mis amigos —expresó observándolo con ternura.
Joaquín sintió que su corazón latía al compás del vaivén de las olas, jamás ninguna mujer había provocado tanto en él, como aquella chiquilla, la observó con infinita ternura, notó en su mirada el anhelo, entonces retiró varios mechones de su dorada cabellera y los hizo hacia atrás. Las yemas de los dedos del joven delinearon aquellos carnosos y dulces labios, la jovencita permaneció hipnotizada observando la azulada mirada de él, entonces todo su ser se estremeció cuando el joven se acercó demasiado a ella, la chica cerró sus parpados y por primera vez recibió su primer beso, a pesar de que él había probado muchas bocas, ninguna se comparaba a la de ella.
Los labios del joven tomaron los de María Paz con suavidad, la besó con ternura, como jamás lo había hecho con otra mujer, cogió el rostro de la joven con delicadeza entre sus manos sintiendo por primera vez lo que era entregar el alma en un beso.
María Paz con timidez abrió su boca y se dejó llevar por los movimientos que la lengua de Joaquín hizo en su interior. Se aferró al cuello de él, y luego sus delicadas manos se posaron en las mejillas de él, demostrándole en aquel beso lo mucho que él significaba en su vida.
«Aún no sé nada del amor, nunca lo he experimentado, pero si esto se asemeja a ese sentimiento, pues estoy enamorada de ti mi Duque de Manizales» dijo en su mente la jovencita sintiendo como su corazón golpeaba con la misma fuerza del océano.
«Si supieras todo lo que provocas en mí» pensó él, mientras separaba sus labios de los de ella y la miraba a los ojos.
—No debí hacerlo —Se disculpó.
María Paz inhaló profundo, soltó un respingo.
—No tiene nada de malo —respondió ella—, soy consciente de mis actos.
—Eres apenas una niña.
—No lo soy —rebatió Paz—, pero te comprendo, y agradezco tu caballerosidad, eso demuestra que eres distinto de lo que aparentas —mencionó la jovencita, entonces deslizó su mano por la mejilla de él—. No es malo dejarse llevar por lo único que siente —expresó ella con dulzura—, no te estoy pidiendo nada a cambio, sé que por el momento no podemos tener un romance, pero esperaré el tiempo que sea necesario, lo que si no puedo prometerte es privarme de tus besos.
Joaquín sonrió, su mirada se iluminó, unió su frente a la de ella y respiró agitado.
—No es solo eso —comentó—, guardo secretos, culpas, remordimiento, no deseo que la maldad te toqué a vos también, no lo resistiría —confesó.
—Lucharemos juntos —aseveró ella—, seremos un equipo, y el mal no podrá triunfar sobre el bien, yo no le temo a nada —afirmó la jovencita—, solo espero que algún día puedas abrir tu alma, y contarme todo aquello que te lastima. —Acarició el castaño cabello del joven—. Te quiero duquecito —aseveró y volvió a besarlo, él cerró sus ojos y no puso objeción, los labios de María Paz se habían convertido en necesarios tal como el aire para respirar.
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Una hora después la chica salió de su habitación bañada y con su pijama, entonces se lanzó a su cama y llevó sus dedos a los labios recordando los besos de Joaquín, cerró sus ojos y suspiró profundo, de pronto su móvil sonó, se incorporó para tomarlo de la mesita de noche, parpadeó y arrugó el ceño al mirar el contacto, sintió un ligero temblor y respondió. La chica se puso de pie sintiendo el frenético palpitar de su corazón, mientras la mirada se le aguaba, se dejó caer en el suelo sollozando desesperada al escuchar aquella triste noticia.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1)