Un Vaquero Enamorado (COMPLETO) romance Capítulo 11

− Eres una mal mentirosa citadina.

− ¿De qué rayos hablas?

− Ya me voy, que descanses.

Salió de su habitación dejándola más nerviosa de lo que ya estaba, su primera noche allí y ya el dueño la había besado y manoseado. Lo que menos imagino al llegar a San Antonio era conocer a un vaquero sexy que la besara el mismo día de su llegada sin previo aviso, y ni siquiera se la llevaban bien. Tendría que arreglársela para evitarlo los días próximos. Se cambió de ropa y se metió en la cama, no pensaría más en ese Jack abusador.

Mientras tanto en la habitación siguiente Jack no paraba de dar vueltas en la cama, al salir de la habitación de Megan entro en la suya pensando lo que había hecho ¿A dónde quería llegar con aquello? No podía negar que disfrutaba molestándola y tampoco de besarla, era muy entretenido. Pero si seguía por ese camino las cosas no iban a pintar nada bien y lo más sano que podía hacer retirarse y dejarla en paz, pero eso significaba no volver a besarla ni estar cerca de ella.

Por la mañana el sonido de los caballos despertó a Megan de un sueño muy raro, donde Jack se había colado. Se desperezo y presto más atención a los sonidos fuera de la casa, se oían a los caballos y las voces de personas donde órdenes. Qué hora serian que aun ella seguía en la cama, usualmente siempre se levantaba muy temprano, decidió levantarse al fin metiéndose en el baño para terminar de despertar para cuando salió de su habitación el pasillo estaba en silencio, tal vez todos estaban abajo tomando el desayuno. Llego al pie de las escaleras y visualizo a Melisa sentada riendo animadamente, mientras que de la cocina desprendía olor a café.

− Buenos días Megan. Te has quedado bien dormida. Su amiga le sonreía y le hacía señas para que se sentara a su lado.

− ¿Por qué no has subido a despertarme? Cuando se sentó noto que del otro lado del mesón estaba Rodrigo y Jack recostados en la encimera tomando café. Su abuela estaba del otro lado picando unos limones.

− Señorita Megan buen día, se le han pegado las cobijas. Dijo riendo Rodrigo.

− Buenos días. Si creo que sí.

− Por eso no quise despertarte, pensé que sería bueno para ti que durmieras. Tu abuela tampoco quiso despertarte.

− Mi niña debes estar hambrienta ya te sirvo un buen desayuno, tienes que tener energías para cuando salgan a montar.

− Cierto se me había olvidado Mel lo siento. Cuando esta miro a su amiga, esta abrió los ojos como platos.

− ¿Pero qué te ha pasado?

Oh no, era la hora de decir que le había pasado en el labio.

− Me lastime en el baño es todo. Su amiga la miraba con recelo, obviamente no le creyó ni una palabra.

− Debes de tener más cuidado.

− ¿A qué hora salimos a montar? Pregunto para cambiar el tema. Pero por otro lado sentía la fría mirada de Jack él estaba en silencio no había articulado ni una palabra desde que ella se había sentado.

− Después que desayunes. Le dijo Rodrigo. –Las voy a esperar en las caballerizas.

− Bueno gracias Rodrigo, Mel y yo nunca hemos montado.

− Descuida les buscare los mejores caballos.

− Es hora de irnos. Le dijo Jack.

− Si patrón. Se tocó el ala del sombrero señalando a las dos mujeres.

Cuando ambos se fueron Grisell le coloco el plato con el desayuno a Megan y una taza de café.

− Muy bien ahora sí, cuéntanos ¿qué ha pasado entre ustedes dos?

− ¿Qué? De que estás hablando. Respondió sin dar importancia a su pregunta.

− Vamos no te hagas la tonta, eso que tienes en el labio no te lo hiciste en el baño, no soy una tonta.

− Bueno no se en que estarás pensando, pero eso que piensas no lo es cierto.

− Mi niña no puedes engañarnos, Jack y tú se traen algo. Le dijo Grisell.

Claro que se traían algo, antipatía, ninguno se toleraba o eso creía.

− Nosotros no nos traemos nada.

− ¿Y porque tardaron tanto ayer en el despacho? Pregunto su amiga curiosa.

− Abuela has decidido quedarte y lo respecto, te visitare cuando tenga tiempo del trabajo pero no intentes venderme este lugar para que me quede permanente. ¡Lo menos que quiero es un vecino como Jack Manson!

− Porque mejor no desayunas, te ayudara a mejorar tu mal humor.

− ¡Gracias abuela!

− Así que has besado a la señorita Megan ¿eh?

La pregunta pillo desprevenido a Jack, estaban en las cercas supervisando como marcaban un ganado.

− ¡No se dé hablas!

− ¡Aja!, ayer entro en el comedor blanca como la nieve, además estaba muy callada y esta mañana tenía el corte en el labio. No eres para nada sutil con las mujeres.

− No tengo por qué darte ninguna explicación.

− Pensé que habías dicho que ese tipo de mujeres estaban fuera de nuestro alcance, y vienes tú y besas a una.

− Eso no es asunto tuyo.

− Si ya sé que no lo es. Pero es muy tarde para negarlo, ya todos sabemos lo que paso entre ustedes.

− ¿Por qué demonios te estás metiendo donde no te llaman?

− Invitare a Melisa a salir. Le dijo ignorando su pregunta. –Ya que tú has besado a Megan, no veo motivo de que yo invite a salir a su amiga.

− Haz lo que te venga en gana.

− Solo te digo una cosa, haz las cosas bien. Anoche antes de irse te miro de una forma asesina, de haber tenido un cuchillo en la mano te hubiera apuñalado.

− Simplemente tuvimos un desacuerdo, no tiene nada que ver con el corte de su labio.

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