Melissa.
Luego de un tiempo, me encuentro en las piernas de Bruno mientras la ira de Andrés ha menguado. Mis padres están impactados, pues mi hermano está relatándole todo el suceso.
—Menos mal había salido a caminar con Bruno —dice este mientras pasea de lado a lado por la sala—. Vimos estacionar a Melissa, y quisimos hacerle una broma, ya que tenía tiempo sin ver a Bruno.
Las manos de Bruno pasan lentamente por mi cabello.
—Nos detuvimos cuando vimos al imbécil, su perfil nos alertó y fue cuando golpeó a Mell… —termina por relatar Bruno.
—¡No volverá a entrar a esta casa!
El enfado de Papá aumenta mientras que mamá niega varias veces sin poder creerlo. Así como yo estoy conmocionada, porque a pesar de que yo actúe muy mal, él jamás debió golpearme.
Lentamente me despego del tacto de Bruno mientras seco mis lágrimas, me levanto del sofá y todos repiten el gesto conmigo.
—Voy a mi habitación, quiero… Descansar —camino en dirección a la escalera mientras el silencio gobierna —. Por favor Bruno… no menciones esto a nadie… no quiero.
Con estas palabras desaparezco de la sala, derrotada, avergonzada con mi familia y destruida internamente. Un golpe parece algo simple cuando lo ves desde afuera, pero irremediablemente no solo causa dolor físico, es mucho más el daño emocional. Literalmente mi cuerpo emana desprecio, rabia, frustración y mucha decepción.
Hubiese querido reaccionar, ahora que mi mente está fría, hubiese querido responder a su golpe, pero mi estado de conmoción no me dejó. No pude hacer nada.
Abro la regadera sin quitarme la ropa, dejo que el agua se escurra por mi cuerpo mientras me llevo la mano nuevamente a la mejilla, una bocanada de llanto se vuelve a escapar de mi boca en lo que voy deslizándome por las baldosas hasta quedar sentada.
¿Cómo pude llegar a esta situación? ¿Cómo después de tener una vida perfecta?
Ahora mismo reflexiono y sin duda alguna soy una pésima persona. Así me siento. Pienso en todo lo que pude evitar, pienso que de cierta forma yo me conduje antes mis arrebatos a esta consecuencia, me siento tan baja.
No sé cuánto tiempo pasa desde que entré a la regadera, solo mi cuerpo tembloroso y helado me da una alerta de que mi temperatura corporal ha llegado al límite. Aunque tengo entumecidos los miembros de mi cuerpo, me levanto con mucha dificultad mientras trato de quitarme la ropa mojada.
Camino lentamente por mi habitación, paso seguro a la puerta y me hundo en mi cama colocando encima las sabanas de esta, tiritando cada vez, mientras de forma gradual el cuerpo va esforzándose por equilibrar una temperatura adecuada, siento muy palpable las lágrimas cálidas que bajan sin cesar por mi rostro, mientras que mi mejilla palpita ante el golpe por si sola…
Quiero quitarme esta sensación que tengo tan terrible, siento como si un peso imposible de cargar hubiese caído en mis hombros, es como si el aliento me faltara, como si ese golpe hubiese quitado toda mi dignidad, y me odio por eso.
Doy varios golpes en la cama y hundo mi rostro en la almohada para gritar con todas mis fuerzas, lo hago tantas veces que en algún momento mi garganta se reciente, lo hago una y otra vez mientras el llanto aumenta y mi cuerpo declina ante la falta de fuerzas, lo hago, hasta que el límite ocasiona una debilidad irremediable y lentamente cierro los ojos para dar continuidad a un sueño que necesito como nunca.
***
Los golpeteos constantes de la puerta comienzan a despertarme, ellos no se detienen junto a una voz que es aguda y lejana a mis oídos. Parpadeo varias veces tratando de despabilarme, entretanto me esfuerzo por levantarme y callar el ruido que está penetrando en mi cabeza.
Me duele, siento como si una campana tocara dentro de ella, ocasionándome una irritación constante.
Camino rápido, tropiezo con mi bolso y algunas cosas que están tiradas en el suelo. De una vez pienso que, si Alice viera este estado en el que me encuentro, sin duda alguna, no lo pensaría dos veces para echarme de la revista.
Creo que más que nunca estoy en la inmunda.
—Voy —trato de pronunciar, pero mi voz esta tan ronca que la garganta logra dolerme.
Llevo mi mano a la garganta y con la otra mano sostengo la sabana enrollada en mi cuerpo. Dormí completamente desnuda. Quito el pestillo y abro la puerta enseguida.
—Cariño —pronuncia mi madre un poco alterada—. Te ves…
—Lo sé, ¿Qué ocurre madre? Quiero descansar.
Su boca se mueve dudosa y posa su mirada en mi mejilla.
—Son las once de la mañana y han estado llamándote a casa desde hace mucho.
—No importa quién me llame mamá, no estoy para nadie… ¡Espera! ¿Luc ha llamado?
Ella niega varias veces.
—Tú hermana, Sara, y dice que es urgente que hables con ella.
—¿Le contaste lo…?
—Parecía ya saberlo…
¡Mierda!
—La llamaré mamá… ahora necesito unos minutos.
Adele asiente un poco decepcionada y yo cierro la puerta soltando un suspiro, reprimiendo mis ojos para ver si con este acto logro amortiguar el dolor de cabeza. Entonces me dirijo al baño; La sabana se desliza por mis dedos, cuando veo la evidente marca en mi mejilla y la rabia comienza hacer estragos en mi cuerpo.
El ardor que siento en los ojos es insoportable, no quiero llorar más por esto, sin duda alguna pasaran varios días para que esta marca se me borre. Lo que no se es cuando se borrara de mi corazón este golpe bajo que Erick provocó en mí.
«Tú lo engañaste a él primero» una parte cruel de mi mente me acusa y reclama, pero no me dejo amedrentar por ello.
—¡Me importa una mierda! ¡Ningún hombre tiene por qué golpear a una mujer! Nunca… —me digo a mí misma en el espejo.
Su rostro se vuelve a colocar nervioso y un poco sorprendido por mi manera tajante de hablarle.
—Lamento mucho lo que pasó ayer, nunca pensé que Erick pudiera salirse de control y golpearte.
Mi ceño se frunce levemente, sin embargo, no contesto a nada.
—No sé por dónde comenzar —continúa tomando sus manos y dándome la espalda—. No sé siquiera, si debería decirte esto.
—Solo dilo y ya Sara… como verás estoy hecha un desastre y quiero regresar a mi cama.
Ella asiente y me señala un sofá inmaculado al que dudo si sentarme o no. Pero luego de que ella lo toma, entonces no me queda más que imitar su gesto.
Veo como pasa saliva.
—Luc estaba conmigo ayer almorzando y pensé en que podía adelantar con él mucho trabajo atrasado que teníamos pendiente. Su compromiso seria al día siguiente y sabía que no iba a tener mucho tiempo. Cuando supe por su propia boca que se encontraría contigo entonces temí lo peor.
No estoy entendiendo nada de lo que está hablando Sara.
—No te entiendo —le digo confusa.
Ella reprime sus ojos mientras se pasa varias veces las manos por su rostro.
—Sé que ustedes se traen algo, de hecho, por mucho tiempo estuve tranquila por tu forma de ser y de darle desplantes a Luc… Pero en las últimas semanas has hecho que él tenga de cierta forma, una esperanza, y eso… eso me ha hecho reaccionar como lo hice.
—Dime de una vez ¿de qué estás hablando Sara? — mi voz suena temblorosa y un poco iracunda.
Ella hace una forma de puchero en su rostro apretando sus labios.
—Yo… yo tomé esas fotos, Melissa.
De forma instantánea siento como el frío recorre mi cuerpo, como si me trasladara aquel helado momento en donde estuve por horas en la regadera y mi cuerpo se desestabilizó. No sé si escuché bien, pero si lo que escuché es cierto, quiero arrancarme del corazón a mi hermana.
Me levanto de puro impulso, mientras trato de pensar que estoy en una pesadilla. ¡Sí! ¡Esto es una jodida pesadilla! No me he levantado de mi cama, aún estoy envuelta en el sueño, aún están haciendo estragos en mí, los momentos que viví. ¡Esto es una pesadilla!
—Mell… —Sara se acerca pronunciando mi nombre y tomando mi brazo para que la mire. Lágrimas brotan desmenuzada mente llenando su rostro de llanto—. Sé que lo que hice estuvo mal, sé que…
—¿Tú le enviaste las fotos a Erick?
—Sí… —dice mientras los sollozos aumentan en ella.
Niego varias veces mientras quito su mano de mi brazo y doy varios pasos hacia atrás hasta tocar la pared, porque siento que quiero vomitar ahora mismo…
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ven... a Mí