Ven... a Mí romance Capítulo 22

Melissa.

Salgo del lugar con los sollozos en pleno apogeo, Olivia hace un ademán para que me detenga, pero ahora mismo debo salir de aquí.

Justo cuando voy en la puerta choco duramente con alguien y unas bolsas se esparcen por el suelo haciéndome trastabillar. Mi mirada, aunque nublada, puede reconocer a Bruno y Aroa frente a mí con la quijada abierta.

—¡Mell! —Chilla Aroa yendo rápidamente a mi lugar—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás así?

Niego varias veces, no puedo quedarme aquí, no con ellos.

Abro un espacio entre los dos y salgo en definitiva de la casa. Abro el auto rápidamente y así como llegué arrancó sonando las llantas de una manera escandalosa.

Lloro todo lo que puedo, lloro todo lo que necesito, porque estoy convencida de que de ahora en adelante no quiero hacerlo más, estoy cansada abrumada, decepcionada y con una rabia que por más que ha pasado las horas no se ha desvanecido.

En silencio abro la puerta de casa, y la iluminación en ella me en candelilla los ojos en el instante. Había olvidado en algún momento que hoy es viernes, así que los ojos de todos en casa se posan en mi apariencia desastrosa.

El silencio es incómodo, pero decido que ya es suficiente para con ellos, al menos en algunas cosas.

—¿Hay cena? —pregunto un poco inestable.

Andrés se levanta mirando cautelosamente a papá y va hacia mi lugar.

—¿Qué? ¿Qué pasa, Mell? ¿Por qué estás así?

Aunque el miedo comienza hacer estragos en mi cuerpo, camino hacia el comedor y me siento en una silla. Limpio mi rostro en vano porque otras lágrimas salen sin contemplación.

—Me despidieron del trabajo…

—Hermana —Andrés toma mi mano.

—¿Qué pasó? —pregunta Adele, mientras ojea a papá.

Todos están tratando de refrenar las preguntas que desean hacer hacia mí.

—El fin de semana, cuando pasó lo de Erick yo desaparecí y no debí hacerlo. Fue muy irresponsable e inmadura, la revista necesitó de mis servicios y yo no aparecí, cuando volví al trabajo, ya estaba despedida —respondo sin mirar a ninguno.

—Y todo este tiempo ¿a dónde has ido? —papá pregunta levantándose un poco incómodo.

—A todas partes —respondo por fin mirándole, enfrentándome a mi propia vergüenza—. Buscando algún trabajo.

—No debes preocuparte hija, ya encontrarás algo mejor —dice él llegando hasta mí sentándose frente a mi silla.

Niego varias veces, y los sollozos se acrecientan.

—Siento ser tan mala persona, papá —lo digo por todo—. Yo… yo…

Sus brazos me rodean de inmediato mientras yo le correspondo, lloro de una manera, que siento que el alma de me sale del cuerpo. Entonces los brazos de mamá también me rodean y luego prosigue Andrés.

La familia.

Ellos son indispensables en mi vida, yo jamás podría hacerles algún daño.

Después de un rato, nos despegamos mientras papá limpia las lágrimas de mi rostro y mamá me sirve un plato en la mesa.

Andrés sonríe y comienza a comer mientras papá por extraño que sea, comienza a relatar un recuerdo de cuando éramos niños, obviando lo que sucedió hace unos minutos conmigo.

Y así comenzamos la noche, a pesar de lo incómoda que fue cuando llegué, ellos hicieron hecho caso omiso al desastre que traía en mi corazón y me habían hecho sentir un poco mejor.

Al menos por ahora…

***

“El tiempo que tienes por delante, es más importante que el que dejaste atrás”

¿Escucharon alguna vez que el tiempo lo cura todo?

Yo lo había escuchado, muchas veces en casa desde que éramos niños. “Tranquila, el tiempo lo cura todo”, Dijeron mis padres a, amigos, incluso hasta desconocidos.

Pero la situación es que, eso no era la verdad. Y si esto era cierto ¿por qué no estaba pasando conmigo?, ¿debía esperar más?

Pasaron dos semanas desde que fui a ver a Luc. Bueno, “ese fui a ver”, no se podía describir así de simple. Yo le grité, y lancé toda mi ira sin esperar que él pudiera responder.

Pero yo no quería que nadie respondiera a nada, las cosas eran muy claras. Luc, pensaba igual a mis padres viéndolo desde el punto de vista más claro. Adele y Albert desde el principio fijaron una negativa a dejarme estudiar literatura; yo los escuché muchas veces hablando sobre que esa carrera era una pérdida de tiempo, y que, a la forma de ver de ellos, yo no era buena para eso.

Le había contado a Luc llorando después de la situación de mis papás, y en sus brazos, él me consoló diciendo: “Lo arreglaré”; después de que me calmé, juró que yo podía hacer lo que me propusiera, y eso fue lo que pensé luego de que él, de un modo oculto para mí, convenciera a mis padres.

Hoy, ya entendía todo.

Y me dolía entenderlo.

Prácticamente estaba invernando en casa todo este tiempo, pero eso no me hacía levantarme tarde, ni nada por el estilo. Cada día de estas dos semanas que pasaron tan lento, despertaba muy temprano, ayudaba a mamá en los quehaceres y luego iba a mi computadora a escribir… algo que comenzaba a desarrollarse en mi mente.

No saben lo bueno que es tener tiempo libre, de vez en cuando.

Cada día estaba más impregnada en mi escritura, parecía que era una historia lo que quería plasmar, comencé a dar una estructura y luego sin más, mis dedos decidieron dar rienda suelta a dicho proyecto.

—Hola, desempleada —Andrés se sienta en el sofá frente a mí mientras sonríe—, ¿qué haces?

Le observo con los ojos rayados, tomo un poco de agua y afirmo más mi portátil en las piernas.

—Ahora mismo estoy terminando veinte sentadillas.

Él suelta una carcajada lanzándome un cojín, que inmediatamente le devuelvo.

—¿Cómo te sientes? —pregunta de nuevo.

Guardo el archivo y cierro la portátil, definitivamente quiere hablar, y yo aprendí la lección, jamás dejaré a un lado el tiempo con las personas importantes para mí.

—Creo que bien —respondo seria—. Acostumbrándome a la idea que mi vida ha cambiado, y que debo aceptarlo.

—Será para bien —dice asomándome una media sonrisa—. Ahora me caes mejor, lavas los platos, limpias, siempre quise tener alguien a mis servicios…

Desgraciado…

—¿Quieres un puño?

—Tranquila —alza las manos divertido—. Solo bromeo.

—Hola…

—¿Habla la señorita, Melissa River? —pregunta una mujer detrás del auricular y mis ojos van hacia donde mi madre.

—S-sí… ¿Quién es?

—Hola, señorita River, le llamamos de “Exclusive Store” la editorial…

—La editorial de la universidad de Cambridge, o al menos la más importante —interrumpo un poco emocionada.

La mujer ríe un poco por el auricular, y luego carraspea.

—Sí, así es —responde ante mi acto de emoción—. Usted solicitó una entrevista en la editorial hace dos semanas, entonces la llamaba para ver si puede presentarse hoy mismo a las cuatro de la tarde, escuche, es el único hueco que le pude sacar a…

—¡Claro que sí! —respondo en un tono más fuerte del que pensé iba a salir de mi garganta, me avergüenzo enseguida —. Q-quiero decir que, que sí, que yo puedo estar a esa hora allá.

Mis manos tiemblan y sudan ante la desesperada emoción que me inunda el corazón. Mamá solo sonríe, simulando un grito mudo, mientras yo me tapo la boca para no cometer más burradas.

—Entonces la anotaré señorita, le enviaré la dirección a su número…

—Sé dónde queda.

¡Ay no! ¡Que torpe estoy siendo!

—Quiero decir… continué por favor.

La mujer suspira varias veces.

—No se preocupe, le enviaré la dirección y la anotaré aquí en la agenda.

—¡Muchas gracias! Yo…—mamá hace un ademán de que termine con mi estupidez—. ¡Muchas gracias!

Cuelgo el teléfono tan rápido como si la situación fuera de vida o muerte, si seguía con mi estúpida emoción en el auricular, cancelarían la cita incluso antes de que asistiera.

Salto varias veces tomando a mamá, aprieto sus nalgas fuertemente y ella se enoja enseguida.

—¡Mamá, pero es la editorial de Cambridge!

—¡Así sea la del presidente, Melissa, no me estés agarrando el culo! ¡Respeta!

Río como una descontrolada, aunando que esa llamada me hizo muy feliz. No estoy contando los pollitos antes de nacer, pero una entrevista en más de dos semanas es algo muy alentador para mí. Y más aún, que se trate de una editorial tan importante.

Por supuesto “Exclusive Store” no es una revista como la de Alice Sutton, donde puedes escribir de todo. Editorial Store es un poco más seria, en el sentido de que publican investigaciones, contenido pedagógico y libros de personas reconocidas. La editorial está conectada directamente con la universidad de Cambridge y eso la realza mucho más en su prestigio.

Moría por trabajar allá. Seria, seria…

Por un momento mi alegría se detiene al pensar que…

No eso sería imposible, Luc prácticamente se ha desconectado de mi vida, y yo pedí el favor a Andrés y a mis padres que no comentaran nada acerca de mí. Sin embargo, la duda se acrecienta a medida que pasa el día. Tengo un leve frío de nervios dentro de mi estómago, y aunque sería una pregunta incómoda en la entrevista, no dudaría en hacerla, por más estúpida que me viera preguntando eso.

Me arreglo como por dos horas de anticipación, tratando de llevar una vestimenta adecuada y seria para mi entrevista, pero por supuesto sin parecer una abuela.

Coloco mis pantis negros y deslizo mi vestido, confirmo mi imagen en el espejo y quedo conforme, me despido de mis padres, quienes parecen estar más nerviosos que yo y comienzo el camino rumbo a la editorial.

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