Ven... a Mí romance Capítulo 39

Melissa.

Mi cabeza estaba gacha como si tuviese que esconderla, veía la situación como si estuviera por fuera de la mesa. Todos actuaban con normalidad, aunque cada uno sabía que había una tensión apremiante; cuentos, recuerdos y palabrera junto con las risas de todos se impregnaban en mis oídos.

Nunca en mi vida deseé no ser parte de esto, parecía que estaban cómodos y felices, pero yo no me sentía para nada feliz. Suspiré mientras miraba el plato, no me apetecía para nada comer, y aunque la comida realmente si se veía deliciosa como se lo escuché a Luc hace unos minutos, lo único que quería era dormir hasta olvidar todo esto.

—Creo que Andrés será el último en darme nietos, y Mell está muy enfrascada aun en su trabajo, así que pongo la esperanza por ahora en Sara —dijo mi madre sacándome de mis propios pensamientos.

Las mejillas de Sara se pusieron rojas y luego le envió una sonrisa a mamá.

—Bueno, nunca pensé que diría esto, pero… ahora no estoy cerrada a ello…

Todos hicieron una bulla en celebración mientras mi hermana gozaba con la atención que estaba recibiendo de parte de todos, ella parecía una mujer diferente, una persona desconocida.

Me levanté lentamente de la mesa y aprovechando el alboroto, tomé la comida y la llevé a la cocina para echarla en una tasa, la comida estaba intacta, y a lo mejor mi madre se la calentaba a papá en otro momento. Coloqué todo en la nevera y me serví un vaso de agua para tomarlo todo de un tirón. Me iría a mi cuarto, sin excusarme siquiera.

Cuando coloqué el vaso en el mesón, casi me estrello con un muro que estaba delante de mí.

Luciano.

Nos quedamos mirándonos por unos segundos, pero esta vez fui yo quien interrumpió lo que sea estábamos diciéndonos.

—Necesito me des permiso —lo dije bajo sin siquiera mirarlo.

—¿Ahora no me miras a la cara?

Alcé mi rostro, me irritaba la forma en que me hablaba, ¿Qué estaba creyendo? ¿Qué yo debía parecer dolida y dejarme mandonear por su nueva conducta?

—No lo hago porque no quiero, es así de sencillo —dije un poco altanera y él dio una curva a sus labios.

—Ahora que sé cómo eres, no te importa nada, ¡bien!, ya estás demostrando todo por fin —sus palabras eran duras, pero de cierta forma no me enojé con él en este momento, aunque él tenía decisión propia para tomar sus caminos, no le adjudiqué todo, mi hermana era la mente más baja de toda esta situación.

Solté el aire y pedí paciencia. Este no era mi Luc.

—Si tus palabras son ciertas, si de verdad te crees lo que acabas de decirme… entonces nunca me conociste Luc, así que, no perderé el tiempo discutiendo con… —me atreví a colocar la mano en su pecho y su cuerpo se tensó de inmediato—. Con esta persona que es desconocida para mí… espero que cuando despiertes, el tiempo no haya pasado demasiado rápido, porque eso sería muy triste.

No salió nada de su boca, todo él estaba paralizado y aproveché el momento para rodearlo y salir de la cocina.

Por supuesto nada más salir de ella, mi hermana venía hacia nosotros, y yo solo le asomé una sonrisa para seguir camino a mi habitación.

Cuando llegué a mi cuarto, intenté arreglar algunas cosas que estaban tiradas, estaba a punto de tomar un baño cuando mi móvil sonó y lo tomé enseguida.

Me emocioné cuando vi en el identificador, el nombre de Mad.

Por fin una buena noticia.

—Hola, chica… —después que lo mencioné, recordé que así me llamaba Luc, antes de todo esto.

Sin embargo, nada se escuchó del otro lado y fruncí la frente un poco preocupada.

—¿Mad? —volví a preguntar…

—Mell… —estaba llorando, su nariz se escuchaba muy congestionada. Me asusté tanto que coloqué la mano en mi pecho.

—¿Qué pasa Mad?, ¿estás bien? ¿Dónde estás?

—Estoy bien, solo… Estoy con Alan, ahora él no está en el apartamento, está con sus amigos, pero podemos hablar ahora…

¿Qué? ¡Dios mío bendito!, ¿pero qué tenía ella en la cabeza?

—Está bien, es tu decisión, ¿arreglaron las cosas? —me esforcé por decir, aunque no era eso lo que quería que ella supiera.

—Algo así…

—Bueno, de igual forma los dos podrán tomar la responsabilidad y serán buenos padres, solo quiero que…

—Mell… —me interrumpió enseguida.

—¿Sí?

—Ya no hay bebé…

Sentí que alguien me arrancó el pecho.

No pude gesticular alguna palabra, tenía un metal caliente en la garganta y los ojos me ardían de una manera cruel.

—Lo hice hoy por la mañana, mis padres nunca respondieron, pensé que era lo mejor… y volví aquí con Alan… él no lo sabe aún, solo dije que había sido un falso positivo.

Puse la mano en mi boca mientras negaba varias veces…

—Yo… —un sollozo salió de mí—. Lo siento, Mad, por favor perdóname, pero no puedo hablar ahora contigo, por favor… dame un momento, necesito un momento.

—Soy una porquería, lo sé —respondió ella mientras negué varias veces.

—¿Puedo ir mañana? —le pregunté

—Yo te aviso ¿de acuerdo?

—Está bien, descansa, Mad.

No esperé su respuesta, yo solo dejé caer mi teléfono en la cama y me fui al baño a meterme en la bañera que tanto necesitaba.

¿Qué estaba ocurriendo en el mundo?, era mi pensamiento una y otra vez, ¡está bien! No era yo la que estaba en esta situación, pero ¿por qué siempre debía pagar alguien que nunca hizo nada?

Me hundí en la bañera, y las lágrimas se mezclaron con el agua, haciéndome perder de la realidad, no quería escuchar el ruido exterior, ni las risas, ahora mismo me quería hundir debajo de esta agua y olvidarme por un momento de los problemas.

La vida no era justa. Nunca lo era.

***

La publicación de la revista de empresarios fue todo un éxito como lo estábamos esperando, la copias que se estaban vendiendo desde hace tres semanas que se lanzó, eran exorbitantes y la universidad de Cambridge estaba elogiando por sus redes a nuestra revista.

Mis ojos se abrieron a la vez que el chocolate quedó atragantado en mi garganta. Jeremy tuvo que colocarse de pie para ayudar a mi espalda porque no dejaba de toser.

—¡Lo siento, de verdad! —dije limpiándome con una servilleta mientras él se sentaba nuevamente riendo.

—Puedo entender que estás muy emocionada.

—Espera, yo no sé si sea la más indicada… apenas son una principiante…

—Yo ya escogí las tres personas, Melissa, y tú serás una de ellas, depende de ti si quieres hacerlo o no… ahora dime ¿Qué piensas hacer si aceptas? —preguntó emocionado. Yo aún no podía creerlo.

Giré hacia el vidrio y vi como las personas caminaban con sus abrigos, podía ver la alegría, de hecho, en esta época del año el buen ánimo era contagioso.

—He estado escribiendo algo, solo que no sé si sea agradable, yo siempre quise escribir, crear una historia sobre algunas personas, porque siento que cuando alguien lea estas líneas, podrán sentirse identificados en algún aspecto de sus vidas. Podrán, reír conmigo, llorar conmigo y molestarse hasta el punto de querer meter la mano en el libro y darles una cachetada a los protagonistas…

Me reí negando y luego fijé mi mirada en Jeremy. Algo en él estaba diferente, incluso su mirada brillaba.

—Quiero leer esa historia —dijo lentamente y asentí para él.

—Haré todo mi esfuerzo —respondí.

De repente, sin tener siquiera la prevención sentí un par de manos encimas de las mías y mi mirada bajó para ver que esas manos eran las de Jeremy.

—Sé que puedes dar mucho, eres increíble en todo lo que haces…

El ambiente se volvió incómodo y por alguna razón mis mejillas se calentaron, pero no retiré su tacto.

—Gracias por tu confianza —dije difícilmente recordando muchas cosas—. ¿Cuánto tiempo darán? Estoy segura de que no mucho, porque deben pensar que tus escritores deben estar preparados.

—Así es —dijo sin soltar mis manos—. Ellos solo dieron un plazo de dos meses, y debe estar perfectamente editado, así que, trataré de no cargarte de cosas, pero prométeme que vas a quemarte las pestañas todo este tiempo.

Sonreí.

—Lo prometo.

—Bien —dijo mirando su reloj—. Es casi la hora del almuerzo y este café solo me ha dado más hambre… ¿Qué dices si te invito a almorzar y así me adelantas lo que ya tienes hecho?, me gustaría oír un poco de esa historia.

Asentí quitando mis manos sin que se viera mal y luego lo miré a los ojos.

—Bueno, te advierto que como mucho, así que no seré una chica de ensaladas…

Las carcajadas de Jeremy se escucharon por todo el lugar mientras salimos, para luego señalarme su auto en el pequeño estacionamiento del café.

Estaba abrochando mi cinturón cuando Jeremy prendió la calefacción colocando en movimiento su automóvil para salir a la avenida.

—¿A dónde iremos? —pregunté despistada mientras revisaba mis mensajes.

—Estamos cerca de uno de mis restaurantes favoritos, de hecho, tengo varias invitaciones retrasadas, a las que no he asistido por tiempo y ya tengo pena…

—Eso es genial, ya no me sentiré culpable de que pagues una cuenta tan grande —le dije llevándole la cuerda—. ¿Cómo se llama ese restaurante favorito?

—Mancini, Picollo Mancini, en la calle Notting Hill…

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