Narrador.
El clima era frío, la sensación de liviandad y alegría se esparcía en las calles, y las personas que entraban a los restaurantes en las horas del mediodía, no hablaban otra cosa, que, de compras, cena de Navidad y reunión familiar.
Luc estaba tomando su segunda copa de vino desde un lugar privilegiado de su restaurante de Notting Hill, mientras escuchaba como Sara le daba su informe semanal y las cuentas que había hecho para New York.
Parecía que todo iba bien, incluso mejor que nunca, solo que a medida que pasaban los días su ánimo caía hasta el precipicio. Odiaba estar en ese estado, se sentía fastidiado a toda hora y con el genio insoportable. No sabía si debía atinar todo esto a la temporada que le hacía recordar a sus padres, o simplemente sería sincero, estaba pensando en un solo nombre que había vuelto su vida una mierda.
Melissa.
¿Qué podía hacer después de todo?, pensó fatigado porque su mente no hacia otra cosa que recordarla. En el momento en que volvía al momento donde discutieron, en donde él la hirió y ella hizo lo mismo, un suspiro cansino abandonaba sus labios mientras una sensación de miseria se instalaba en su pecho.
—Después de Navidad es necesario que Bruno vaya de nuevo…
Parpadeó varias veces cuando Sara se quedó mirándolo insistentemente y esa noche volvió como un golpe a su memoria…
Recuerdo.
—¿Qué diablos estabas pensando Sara? —la sacudió un poco frenético, estaba nervioso, aterrado por su condición y desesperado.
—Me siento muy mal Luc, yo, mi familia me odia… —respondió Sara entre lágrimas en la camilla del hospital.
Ya había pasado más de dos horas desde que le habían hecho un lavado gástrico por ingerir una cantidad de pastillas que la hicieron convulsionar.
—¿Qué dices? ¿Cómo puedes pensar así? —preguntó Luc un poco más calmado, tratando de controlar el miedo.
El llanto de Sara se intensificó, pero como pudo tomó el brazo de Luc hipando.
—No puedo guardar todo esto dentro de mí, ¡no puedo!
El ceño de Luc aumentó confundido para mirarla sin entender nada.
—¿De qué estás hablando, Sara?, soy tu hermano, puedes confiar en mí…
—No sé si deba Luc, tú vives por mi hermana, y no quiero causar problemas entre ustedes —dijo ella limpiando su rostro, pero en el momento en que dijo esas palabras, el cuerpo de Luciano se estremeció.
—Quiero que me cuentes, por favor. —pidió este pensando que Sara tenía algún problema con Melissa.
—Solo debes prometer que no te involucrarás, por favor, necesito que me asegures que no dirás nada, porque ya no quiero más problemas Luc, estoy cansada de lidiar con todo esto…
—Lo prometo —dijo de forma seca mientras Sara tomaba la mano de Luc y daba un beso sutil en ella.
—Mis padres están… bastante decepcionados de Melissa. ¿Sabes por qué Erick golpeó a mi hermana? —le preguntó ella interesada.
—No lo sé, pero no debe haber ninguna razón para ello Sara, ninguna…
—Lo sé, lo sé —Dijo levantando la mano para que la dejara hablar—. Estoy de acuerdo contigo. La situación es que Erick se enteró de un encuentro de Mell y un amigo de su amiga Mad…
—¿Qué? Eso es imposible, yo…
—Fue ese mismo día por la mañana, pero Erick no pudo encontrarla antes, porque ella desapareció por la tarde… no contestaba su celular —el cuerpo de Luc vibró conmocionado, como si hubiesen retorcido sus entrañas.
Pasó un trago difícil y quiso irse corriendo de ese lugar…
—¿Tus padres saben eso? —preguntó muy tenso.
—Lo saben… pero eso no los enardeció tanto como cuando supieron que después de ese incidente, Melissa volvió a verse con ese cretino.
Los ojos de Luc se abrieron y se separó de la camilla, tan impresionado que su pecho le dolía. Los ojos le ardían porque estaba refrenando todo lo que quería expulsar. Recordó cuando ella lo llamó para decirle que dejara en paz a su exnovio y que le advirtiera a Sara no se metiera en su vida.
—¿Qué tienes que ver lo que hiciste en todo esto, Sara? —preguntó dándole la espalda mientras una lágrima bajaba por su mejilla volviendo mierda todo su orgullo.
—Mis padres siempre me piden ayuda Luc, ellos están muy tristes por mi hermana, ¿Acaso no has visto lo decaídos que están? Ellos parecen tristes todo el tiempo. Yo discutí con Mell, ¿Por qué crees que quise irme de casa? Es insoportable nuestra situación y lo peor es que todos parecen querer protegerla, pero no la conocen Luc, y estoy cansada de ver a mis padres así, de ver como la vida de Melissa se desmorona… Yo… yo la amo, y no quiero que ella esté con hombres cada cierto tiempo, esto matará a mis papás…. Ellos no le enseñaron esa forma de vida.
De un solo golpe él se dio la vuelta para mirar el rostro lleno de lágrimas de Sara. Ella parecía destruida y muy dolida por la situación que le estaba contando. Y aun cuando su corazón estaba deshecho, él negaba todas las veces posibles sin querer creer en nada.
Era su Mell, su cara, su chica misma. Esa que siempre le dio luz y esperanza en su vida, la que siempre lo hizo reír cuando se sentía débil. Esa misma que añoraba con el alma y de la que se había enamorado desde que tenía conciencia.
Esa mujer que describía Sara no era suya, aun y con todos los problemas que estaban teniendo, en su corazón, en su alma, en su mente y en su propio cuerpo Melissa era su mujer. Suya.
Pensar que no solo había un hombre en su vida sino muchos, como describía Sara, solo le creó un revuelo en el estómago. Él solo quería morir después de eso…
Fin del recuerdo.
—Luc… ¿Estás viendo lo mismo que yo? —La voz alterada de Sara lo hizo volver al presente.
Cuando puso su vista en ella, Sara estaba abriendo los ojos, y mostrándole que mirara hacia la puerta insistentemente.
—Por fin ha aceptado nuestra invitación —respondió al final extendiendo su mano hacia el hombre.
—Sí, muchas gracias, estaba diciéndole a Melissa que ya tenía pena —agregó Jeremy bastante jovial, haciendo que la irritación de Luc creciera.
—¿No es usted su jefe? —preguntó de nuevo Luc metiéndose las manos en los bolsillos.
Nadie se movía de la entrada, y todo parecía una escena de película.
—Por supuesto —esta vez fue Melissa la que respondió un poco insegura por la actitud de su amigo.
—¡Vaya! —dijo Luc entre una sonrisa forzada, y esta vez se cruzó de brazos—. Parece que he sido desplazado…
Ambos, tanto Jeremy como Mell abrieron los ojos impactados por la forma osca, áspera, y sobre todo por el significado de las palabras mencionadas, entonces antes de cualquier cosa Luc volvió a alzar su mano.
—Como amigo… —explicó antipático—. Desplazado, como amigo. Yo era su mejor amigo.
Jeremy giró hacia Melissa viendo como su cara estaba roja por la vergüenza que ese hombre parecía estar haciéndole pasar a propósito.
No supo por qué dentro de él le hirvió la sangre. Tampoco por qué estaba pasando todo esto, y tal vez por la posición y los gestos del hombre, creía que estuviese interesado en su colega, pero por alguna razón sentía que debía ayudarla.
Además, ¿Quién no quisiera ganarse la confianza de una mujer como ella?
—Lo entiendo, señor Mancini, creo que por esta vez no aceptaré su invitación…
La cara de Mell se tornó aún más confundida después de sus palabras, mientras que Luc estaba pálido ahora.
—¿Qué dices? —preguntó Melissa por lo bajo.
—Quiero decir, no la aceptaré porque en esta ocasión vengo con ella, la he invitado a almorzar, y quiero pagar cada centavo.
Luciano se tensionó tanto que ya le dolía el cuerpo, su garganta estaba tan apretada que en este instante solo quería descargar su ira en algo, y ese hombre se veía un candidato perfecto.
—Lisa —Llamó tratando de contenerse y la chica encargada de la entrada llegó en dos pasos hacia él—. Prepara una mesa especial, y coloca el mejor vino por favor.
La chica asintió y se fue de inmediato.
—Gracias, Señor Mancini —dijo Jeremy victorioso. Estaba satisfecho y sabía que Melissa estaría mucho más aliviada ahora.
Sin embargo, cuando levantó el rostro ese hombre tenía una sonrisa siniestra.
—Los voy a acompañar a su mesa, de hecho, celebraré con usted, por nada del mundo dejaré que pague un centavo de esa comida, cuando es con mi mujer con quien usted va a comer. Por favor, síganme…
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