Melissa.
Gritos, forcejeo, y el llanto de mamá es lo que pude escuchar en el momento mientras tenía las manos de mi hermana en mi cuello.
Trataba de quitarme a Sara de encima, de hecho, sabía que todos estaban tratando de quitármela, pero ella estaba aferrada a mi cabello mientras gritaba que yo era su desgracia.
Varias cachetadas fueron arrojadas hacia mi cara, hasta que de un tirón ella fue arrancada de mí, junto con varios mechones de mi cabello en sus manos.
Luc era quien la tenía agarrada y rápidamente vi como Aroa se arrodilló junto a mí para tocarme las mejillas.
—Mell… —pronunció asustada. Todos parecían perplejos.
—¡Claro!, todos consolídense con la niña inofensiva, ¡ella no es más que una maldita! —gritó mientras soltaba en llanto…
—¡Ya basta, Sara! —gritó mi madre y luego vi que Luc la zarandeó llevándosela del lugar.
Bruno me levantó del suelo y estaban todos arremolinados a mi alrededor cuando no pude aguantar como las lágrimas salieron de mis ojos.
—¡Qué mierda es todo esto! ¿Por qué coños hizo eso? —refutó mi hermano.
—¡Andrés, por favor! —intervino mi madre, pero fue nuevamente opacada por mi hermano.
—¿Vas a defender lo que hizo acaso? —preguntó enojado, sin embargo, ante todo la situación sentí en medio de todo que alguien hacía falta.
—¿Dónde está papá? —pregunté en susurro y luego todos giraron a buscarlo.
—Creo que no estoy bien —mi padre dijo muy bajo y se tambaleó en un sofá sin color en su rostro.
No…
Decir que me sentía como una completa mierda era quedarse corto, con cada minuto que pasaba me echaba la culpa, una y otra vez por lo que había pasado. No sabía si caminar, sentarme en una banca, seguir llorando o tirarme al piso definitivamente ante mi frustración.
Hace unas dos horas aproximadamente llegamos todos a una clínica privada que estaba cercana a la cabaña, y para nuestra mala suerte, aunque era costosa no tenía todos los equipos necesarios como el hospital principal de Cambridge. Sin embargo, no había de otra, no podíamos salir al menos hasta que papá se estabilizara como lo dijo el médico que salió hace unos quince minutos para informarnos de su estado.
Simplemente no podía creerlo, no era posible que un momento de bromas, se hubiese convertido en esto.
“El señor Albert tuvo un ataque cardiaco, que por suerte y cosas de la vida no lo mató al instante, pero su estado es delicado, estamos colocando tratamiento para la falla, y adelantarnos al área que está pérdida de su corazón, así que les avisaremos cualquier novedad…”
Cerré mis ojos con fuerza mientras las lágrimas bajaban por mis ojos para luego sentir una mano que se puso en mi hombro.
—Podemos relevarnos, es innecesario quedarnos todos aquí. Andrés llevó a tu madre a buscar algunas cosas para Albert, ven, vamos…
Luc trató de halarme para que le siguiera, pero yo solté su mano de inmediato.
—No me iré de aquí, Luc, no hasta que mi papá salga conmigo. Después de eso le pediré perdón, yo…
—No fue tu culpa, estas cosas pasan, él estaba así desde hace rato, y no quiso decir nada, sabes que no fue tu culpa.
Negué varias veces mientras me limpiaba las lágrimas.
—¿Dónde está Sara? —me levanté mirándole fijo.
—Se quedó en la cabaña, ella está muy arrepentida, Mell, ustedes dos deben solucionar sus problemas sin inmiscuir a sus padres, esto es…
—¡Que se vaya a la mierda, Sara! De ahora en adelante no me importará lo que ella haga, yo no conozco a esa persona que me agredió por una estupidez, yo…
—¡No es el momento! —Luc me zarandeó para que le mirara, parecía molesto, pero nada me importaba ahora.
Me solté de él al instante, sentía rabia, mucha ira dentro de mí, sentía culpa, y un nudo en la garganta que me lastimaba.
—No me iré de aquí, Luc, si tú quieres, ve, consuela a Sara y dile que ella merece ser abrazada, cuando mi padre aquí estaba luchando por su vida, mientras ella forma una pataleta y ni siquiera viene aquí a apoyarlo.
—¡Maldita sea! —gritó muy cerca de mí—. ¡Ustedes dos son iguales! ¡unas niñas! ¡esto no es un juego! —restregó sus manos en el rostro y después de una mirada hacia mí, dio largas zancadas yéndose del pasillo.
Sonidos salieron de mí, y me permití llorar todo lo que pude, tenía miedo, estaba aterrada, y quería ver a mi papá. Abracé mis rodillas mientras suplicaba en silencio que todo estuviera bien, y que estas largas horas de espera, pasaran muy rápido.
No me importaba nada más ahora, no me importaba ni Sara, ni Luc, ni nadie, necesitaba ver el rostro de mi padre sonriendo, eso es lo que más quería en este momento.
Pasaron algunas horas, horas donde cabeceé por instantes, y otras donde caminaba sin ningún rumbo. En donde vi como entraba y salía gente precipitada y en algunos casos desconsolados, así como yo. Tenía mucho frío y estaba agotada. Ya era casi de mañana, pero oscuro, cuando vi que Andrés y mi madre entraron agitados llegando a mi lugar.
—¿Qué han dicho? —preguntó Adele con preocupación en su rostro.
—Desde que vimos al doctor, no ha vuelto a salir, no me han dicho nada, ni han llamado… —dije levantándome de la silla, entonces Andrés me abrazó.
—Tranquila, las noticias malas son las primeras en llegar —se separó con cuidado mientras asentí y vi que mamá se fue a preguntar en la recepción y a llevar la ropa limpia de papá.
—¿Crees que podremos trasladar a papá a la ciudad? —pregunté mientras mi hermano sacaba algo de una maleta.
—Ha sido culpa de nosotros esta pelea continua… —Volvió a decir mientras secaba otra de sus lágrimas—. Y este no era el momento indicado para hablar de eso, pero el comportamiento de Sara hace unas horas, solo me demostró que ustedes merecen saber la verdad.
¿Cuál comportamiento? ¿Cuál verdad? ¿Por qué no entendía nada de lo que mi madre estaba hablando?
Pero antes de yo pudiera hacer la primera pregunta, Andrés intervino.
—Si te refieres a lo de hace rato, ella siempre ha sido así madre, muy despegada de nosotros… —dijo mi hermano un poco enojado como si recordara algo.
—¿Qué pasó hace un rato? —pregunté, porque algo tuvo que pasar mientras ellos iban a buscar ropa para mi padre.
—Mamá fue hasta la habitación de Sara, pidiéndole que viniera con nosotros, le pedía que debíamos arreglar esto por las buenas, que después hablaríamos del asunto de la pelea, pero entonces Sara, le hizo como una especie de amenaza, por supuesto ellas estaban solas, y Sara pensó que yo no estaba cerca y que las estaba escuchando.
Las palabras de Andrés solo me confundían más.
—¿Por qué ella te amenazaría a ti? —le pregunté directamente a Adele, mirándole fijo.
—Andrés escuchó mal —ella se excusó, y luego Andrés soltó un bufido.
—Está bien, defiéndela como siempre… —replicó Andrés.
¿Qué era esto? ¿Qué maldición era esta? ¿Cómo podíamos estar discutiendo en un momento como estos?
—¡Creo que es suficiente! Lo importante ahora es papá —dije un poco irritada, levantándome del puesto, pero mamá volvió a soltarse en un llanto imparable.
¡Dios! Esto no era posible.
—Nunca protegimos y consentimos a Sara porque fuera mejor que ustedes —dijo mi madre colocando un pañuelo en sus ojos. Andrés estaba de pie mirando por el vidrio y yo solo caminaba de aquí para allá—. Lo hicimos porque pensamos que lo necesitaba más…
—Nadie tiene por qué decirles a ustedes a quien deben consentir o no madre, además eso no es lo importante ahora…
—Es importante —ella intervino—. Es importante porque Sara ha crecido con una aversión hacia ti, Melissa, una que desde la perspectiva de tu padre y mía, no es sana…
—Pero eso ya es problemas de ella —intervino mi hermano—. Ya es adulta, y debe aprender a amar a su familia ante cualquier rabieta… No es posible que golpee a su propia hermana por una estupidez…
—Sara no piensa igual que ustedes —dijo un poco más tranquila mientras miraba sus manos como si estuviese nerviosa—. Ella se siente inferior, no pertenecida.
Mi ceño se arrugó y miré a mi hermano.
Algo estaba a punto de decir mi madre, y sabía que iba a sorprendernos…
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