Melissa.
Justo cuando veo que Luc comienza a mover sus pies para abrir la oficina, trato de continuar mi camino, pero para mi mala suerte él fue tan rápido que, en cuestión de segundos, ya está frente a mí.
—Melissa… —pronuncia confundido. Y… ok, ha dicho mi nombre completo.
—Lo siento, vengo a ver a mi hermana —me excuso, a la vez que mi voz tiembla.
—Hola… —la voz de la desconocida quita mi mirada de Luciano para dirigirla hacia ella. Entonces ella coloca sus manos en la boca sorprendida, y aparentemente muy emocionada—. ¡No me digas que ella es Mell!
¿Qué? ¿Mell? ¿Y a esta que le picó?
—Cariño… —le dice Luc tomándole por la cintura.
«¡Por favor, Dios! Que ella no sea la tal Dafne, ¡Por favor!, ¡Por favor!»
Quiero morir ahora mismo, por favor.
—Melissa —vuelve a mencionar, Luc, mi nombre completo, con una inseguridad apabullante—. Ella es Dafne, mi novia.
No sé si la vibración de mi cuerpo sea producto de todo este shock que estoy sintiendo. Pero el peso que tengo en el cuerpo es realmente devastador. Quiero pronunciar algo, así sea auxilio, pero nada sale de mi boca. Nada
—Mell… —vuelve a decir nervioso.
—Está impactada… —resuelve por decir la mujer sonriendo perfectamente, haciéndola más hermosa de lo que es.
—Lo siento… —logro pronunciar—. Mucho gusto…
Me esfuerzo con todo mi ser, en dar una buena sonrisa y extiendo mi mano para conocer a Dafne por fin. Centro mi mirada en ella, total y completamente en ella, porque ahora mismo no soy capaz, ni con todo mi labial seco puesto y el cabello según yo, mortal, cruzar mi mirada con la de Luc.
—El placer es todo mío, Mell.
¡Ay, Dios mío! ¿Y esta confianza de donde más o menos?
Luciano carraspea un poco avergonzado, logro poder divisarlo desde el rabillo del ojo.
—Gracias…. Bueno yo… —intento decir, pero ella me interrumpe, de nuevo.
—Luciano me ha hablado muchísimo de ti. Parece que eres su ídolo.
El comentario, aunque incómodo, parece muy natural en su boca, sin fingimientos, como si le agradara todo lo que Luc dijera o lo que le gustara, como si realmente estuviese muy feliz con él.
—Espero que sean cosas buenas, últimamente creo que ya no queda nada de eso.
¿Por qué dije eso?
En el rostro de Dafne desaparece toda la alegría y se torna un ceño de confusión, por supuesto ella no debe saber todo el desplante que yo he causado, ni nada por el estilo. Paso el trago amargo de toda esta situación.
—Es una broma… —sonrío—. Dafne me dio mucho gusto conocer a la novia de mi mejor amigo —digo mientras ella sonríe nuevamente, a la vez que observo como la intensa mirada de Luc esta calada en mí desde hace rato, volviendo todo mi cuerpo una tortura.
—¡El gusto fue mío, Mell!, Espero que nos puedas acompañar en nuestro día…
¿De qué me perdí?
Busco la mirada de Luc por fin, y de forma interrogante le transmito mi incógnita, él por supuesto entiende todos mis gestos. Da un suspiro como tomando fuerzas, mientras moja sus labios.
«¿Por qué estoy viendo su boca ahora mismo?»
Luc frunce el ceño ante mi conducta, que solo él puede detallar.
—Haremos… una especie de recepción Mell, en una semana para ser exactos, anunciaremos nuestro compromiso.
La sonrisa de Dafne se ensancha demostrando su felicidad plena, el éxtasis que le hace sentirse como una niña, y por su reacción, gestos y comportamiento, no me cabe duda de que está completamente enamorada de Luc.
La noticia, las palabras de Luc, y verlos así juntos, más toda la situación, me provocan unas ganas inmensas de morirme hoy mismo, aquí y ahora.
La pareja me observa expectante, esperando mi reacción, la verdad está siendo muy duro para mí, que se me nota todo en la cara demostrar algo diferente a insatisfacción por lo que estoy oyendo. Que parece más bien un tsunami que se me vino encima, con menos de un minuto de aviso.
—¡Wooow! —Es lo que sale de mi boca—. Esto es tan repentino, es tan…
—¡Maravilloso! —completa Dafne.
Pero por supuesto, no era nada parecido a lo que iba a decir.
No entiendo mucho las pocas palabras de Luc, sin embargo, necesito cortar con todo esto para poder dar un descanso a mi cuerpo y a mi existencia.
Debo confesar que cuando la vida da la vuelta contrariándote a ti misma, no se siente para nada bien la sensación.
—Parece que todos los sabían —digo relajando un poco mis nervios, mirando fijamente y por primera vez a los ojos de Sara.
—No era mi problema de todas formas, Melissa. Si ustedes son tan amigos ¿Por qué debía yo decírtelo?
Las duras, pero sinceras palabras de Sara intentan desequilibrarme por completo. Pero hoy no será el día de llorar, no tengo tiempo para eso y tampoco lo haré frente a ella.
—Entiendo. Por otro lado, hermana, tampoco hablaría de eso contigo. —digo mientras los ojos de Sara vuelven abrirse como si su enojo retornara a estar presente en ella.
¿Qué está ocurriendo realmente con mi hermana? ¿Por qué de un tiempo para acá no nos estamos entendiendo?
Quisiera saber realmente la causa de su irritación hacia mí. Estoy segura de que a pesar de todo, intentaría por hacer lo posible de aliviar su malestar.
—¿Entonces qué haces aquí? —pregunta mientras sus ojos van a su computador.
—Quisiera saber si solo soy yo la causa del por qué te vas de la casa; o de lo contrario, es solo querer independizarte.
—Puede ser el querer estar sola, pero si quieres que te sea sincera, estoy un poco cansada de cargar con todos en casa.
Paso un trago duro por mi garganta, asumiendo que es difícil aceptar lo que mi hermana está diciendo y sintiendo.
—Eso hacen las familias, Sara. Aquello que tú dices carga, son situaciones que a todos nos pasan, lo importante es que estando unidos es más ligera esa carga.
—Están muy bonitas tus palabras hermanita, sin embargo, muy lejos de tu aplicación. No me arrepiento de lo que dije ayer, y tampoco desistiré de mi decisión, simplemente porque vienes arrepentida a hablarme ahora.
Tomo un suspiro profundo y decido que es suficiente lo que debía hacer aquí. Cuando una persona es terca y con una insensibilidad como la de Sara, es tiempo perdido.
—Está bien. No te molestaré más —digo con una sonrisa sincera hacia ella. Cargada con todo el cariño que siento por mi hermana, sabiendo que, en estos momentos, no recibiría el abrazo que quiero darle—. Solo quiero que sepas, que con todo lo despistada que soy y con todos los defectos que tengo, yo te amo mucho, Sara, y eso ningún problema, ni ninguna persona hará que deje de sentirlo…
Me pongo de pie y me dirijo a la puerta, justo recargándome de fuerzas para colocar una careta y darle la cara a Luc.
—Por cierto, Sara, soy tu hermana, no tu enemiga. Por favor, no me mires como si lo fuera.
Con esas palabras salgo de su oficina quitándome un peso menos de encima, rogando al cielo que pueda tener la misma actitud frente a mi amigo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ven... a Mí