Al día siguiente, comencé mi día sin ningún contratiempo. Asistí a mis clases e hice mi turno extra en el restaurante.
Durante la noche, escucho que Mía llora sin parar. Me levanté asustada y al tocar su frente, su temperatura estaba demasiado elevada. Corrí hasta donde solía guardar sus medicamentos para casos de emergencia, le doy a tomar algo para la fiebre, pero a medida que pasaba los minutos. Su fiebre no disminuía y tampoco su dolor.
—¿Qué le pasa a Mía?
Miro a mi abuela, quien había entrado a la habitación para ver que sucedía.
—Tiene mucha fiebre, le he dado medicamento, pero no hace efecto. Su temperatura no deja de subir.
—Debes llevarla al hospital antes de que le dé un ataque más fuerte. Me cambiaré de ropa.
—Abuela.
—¿Qué?
—Mejor quédate, es muy tarde y necesitas descansar. Yo iré al hospital con Mía y me quedaré con ella, te llamaré por si sucede algo.
—No te dejaré ir sola, iré contigo.
—Por favor, quédate en casa. Hoy estuviste débil, no debes exigirte mucho. Confía en mí.
Dejé a Mía en la cama y tomé algo de ropa decente para cambiarme e irme con ella al hospital. Mi abuela se negaba a dejarme ir sola, pero al final consigo convencerla para que se quede en casa.
Me cambio de ropa a una velocidad que no pensé llegar a usar. Agarro las cosas de Mía y a ella envuelta en una cobija para cubrirla de la fría noche.
—He llamado un taxi, no demorará en llegar.
—Gracias, abuela.
Balanceo mi cuerpo para tratar de hacer que Mía deje de llorar y pueda calmarse. El taxi no tarda más de dos minutos en llegar. Me despido de mi abuela y salgo de la casa para subirme en el taxi e ir al hospital para que examinen a Mía.
—Al hospital, por favor. ¡Y rápido!
Unos minutos fue lo que tardamos en llegar, pago el valor de la tarifa y corro con Mía a urgencias. Al entrar, me acerco a unas enfermeras que estaban de pie hablando entre ellas.
—Necesito ayuda, por favor.
Ellas me miran y una de ellas coloca su mano en mi hombro.
—Señorita, ¿qué sucede?
—Mi hija arde en fiebre, no deja de llorar y no sé qué es lo que pasa con ella. Le di medicamento para la fiebre, la que recetó su pediatra, pero ella... Ella... No deja de llorar.
No pude resistir más y terminé llorando por el dolor que mi hija estaba sintiendo.
—Déjanos revisarla.
No digo nada, simplemente les entregué a Mía para que ellos hagan su trabajo. Me hago a un lado, pero sin alejarme mucho. Observo cada uno de sus movimientos, no digo nada y espero a que sean ellos quienes me expliquen que pasaba con mi hija.
—¿Es usted la madre de la pequeña?
—Sí, doctor. Yo soy su madre.
—Tendremos que estabilizar la fiebre, está muy elevada y puede llegar a ser algo grave para alguien tan pequeño, para ello debemos dejarla en observación.
—Lo entiendo, pero... Por favor, haga que se mejore.
La enfermera que estaba de guardia llama al doctor.
—Vendrá en un minuto, puede esperarlo en la habitación.
—Gracias.
Regreso rápido a la habitación y observo lo que Mía no ha parado de llorar. Su cuerpo estaba caliente, pero lo que más me preocupaba era su abdomen, el cual estaba cada vez más rígido.
—Lo siento, pensé que estaría dormida.
—Descuidé, desperté, hace rato. Mía no deja de llorar, su fiebre ha regresado y su abdomen está muy rígido. ¿Qué pasa con ella?
—Llevaremos a Mía para realizar unos exámenes.
Escuchar que se la llevarían, me pone nerviosa y muy preocupada.
—¿Pasa algo grave con ella?
—No, lo sé. Debo hacer algunas valoraciones para saber que sucede con su cuerpo. Habíamos conseguido estabilizar su fiebre, pero me preocupa su abdomen. Haré estudios y le estaremos informando. Su fiebre fue muy elevada, demasiado para ser honesto y como pediatra, me gusta ser precavido. La llevaré a hacer los estudios, por favor, espere a que regrese con información.
—Mamá, te va a esperar aquí, cariño.
Veo como se la llevan y mi corazón se siente arrugado por el dolor que ella sentía.
Camino de un lado a otro por el pasillo, estaba muy preocupada de que algo malo estuviera pasando en su cuerpo y yo no lo sabía.
Me sentía culpable por no haber estado atenta de ella, me concentré en trabajar y estudiar, y el tiempo que pasábamos juntas era poco.
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