Adoptando a la hija del CEO romance Capítulo 28

Tenía muchísimo miedo. No sabía qué me iba a suceder una vez que bajará de su auto. De la nada sentí que fueron segundos lo que tardamos en llegar. Era una mansión privada, tenía un jardín hermoso en la parte delantera. Incluso había una fuente.

—¿Es tu mansión?

No obtengo respuesta alguna de su parte, así que decido callarme y no decir nada más. Mi corazón late tan rápido que pareciera que estaba corriendo una carrera de caballos. Él detiene el auto y la sale de él. Yo tenía tanto miedo que no me moví de mi lugar, él me mira enojado desde afuera y automáticamente mi cuerpo reacciona. Me quito el cinturón y salgo insegura del auto. Se acerca a mí y me agarra con fuerza del brazo. Al tirar de mí con tanta fuerza fue inevitable que me cayera al suelo lastimándome las palmas de las manos y mis rodillas.

—Inútil.

Me levanta como si fuera un costal y me lleva hasta dentro de la mansión.

—Por favor, bájame. Te lo pido.

Me ignora y sigue su camino hasta tirarme sobre una cama.

—¿Qué haces?

—Quítate la ropa.

—¿Qué? ¿Por...? ¿Por qué debo hacerlo?

—Lo haces tú o lo hago yo a las malas, tú decides.

Abro mis ojos de par en par y él simplemente cruza sus manos sobre su pecho a la espera de una respuesta. Tengo mucho miedo en este momento.

—¿Planeas violarme?

—Tienes cinco segundos, escoge.

—Dime por qué debo hacerlo.

Camino hasta la puerta del baño, extiendo mi mano temblorosa y me quedo pensando si debía salir para escapar de este lugar o si debía quedarme encerrada de por vida en este baño. Al final, sujeté la puerta con fuerza y abrí lentamente. No se observaba nadie cerca, salgo despacio con pasos demasiados, lentos y cortos. No lo veo en ningún lado de la habitación y eso me calma un poco. Busco algo de ropa para cubrir mi cuerpo y así poder irme, pero lo único que encontré fue un bóxer y un buzo manga corta color negro de él. Me quedaba corto, aunque cubría lo más importante.

Caminé hasta la puerta de la habitación, pero al intentar abrirla me fijo en que estaba cerrada con seguro. Sigo intentando una y otra vez, pero comienzo a entrar en pánico. Busco mi bolso para buscar mi teléfono y pedir ayuda, pero no estaba por ningún lado. Lo único que se veía era el vestido totalmente rasgado. Corro hasta la ventana, pero no se podía abrir. Tenía un sistema de seguridad digital y no deja abrirla. Estaba por volverme loca. Golpeo la ventana y en mi desespero observé que había un asiento de escritorio. Corro hasta ella y la lanzo con todas mis fuerzas hacia la enorme ventana, pero esta no se rompe. Lo intento varias veces, pero al final obtuve que el asiento se hiciera trizas. Regreso a la puerta de la habitación y la golpeo con las pocas fuerzas que me quedaban por mi plan fallido.

—¡Por favor, déjame salir! ¡Te lo ruego! ¡Déjame salir!

No se escucha absolutamente nada. Lloro de manera desconsolada y me dejo caer lentamente al suelo. Me sentía una prisionera, pero no sabía cuál fue el crimen que había cometido para vivir el infierno que estaba comenzando a vivir.

Estaba agotada y ya había perdido mis fuerzas hasta el punto de desmayarme por el colapso mental que tuve. Aunque mi cuerpo estuviera sin energías, mi mente y mi espíritu estaban en peores condiciones que mi cuerpo.

Las pesadillas hacían presencia esa noche, no dejaba de soñar en todas las maneras en las que sufriría a manos de él. Me desperté sobresaltada y con el cuerpo lleno de sudor. Mi respiración era entrecortada y mi corazón parecía que quería salir de mi pecho.

Una vez que conseguí calmarme y que enfoqué mi vista, veo unos zapatos de cuero. Mi cuerpo empieza a temblar de manera inmediata como un reflejo de mi instinto de supervivencia. Levanto mi mirada con mucha lentitud y le veo ahí, sentado frente a mí, con sus piernas cruzadas. Un vaso de vino en su mano derecha y un tabaco en la izquierda. Si no fuera tan cruel, podría considerar que sería el hombre más guapo que he visto en mi vida, pero nada más veía a un demonio a la espera de torturar a un alma perdida.

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