Era un nuevo día y yo no había dormido absolutamente nada. No pude dejar de pensar por qué él era así.
¿Qué le ha pasado en su vida para que sea así?
Era realmente difícil entenderlo, realmente no lo entendía en absoluto.
Pude continuar asistiendo a clases, pero ahora tenía un chófer que me llevaba y me recogía para llevarme directamente a su mansión, pues yo no lo consideraba como algo mío. Todo lo veía como algo ajeno. Era como estar en una cárcel invisible.
—Zoe, ¿En qué mundo estás?
—¿Eh?
—El profesor ha llamado a lista, lleva llamándote desde hace rato.
—Señorita Zoe, ¿Hay algo más interesante que mi clase?
—No profesor. Lo siento, no me siento bien el día de hoy.
—Debió ir a la enfermería si realmente se siente mal, de lo contrario sospecho que es falta de interés de su parte hacia mi clase.
Todos mis compañeros me miran con lástima, este era el profesor más malvado de todas las clases que estaba viendo este semestre.
—Lo siento mucho, profesor. Estaré más atenta.
—Eso espero o tendrá que abandonar mi clase.
Él me ignora y continúa la clase. La chica que me ha hablado hace un momento me sonríe con lástima y yo le regreso la sonrisa avergonzada. No sabía su nombre, pero estaba agradecida de que me hiciera aterrizar al mundo real dejando mi mundo de los sueños en el olvido. Las horas que duró la clase fueron eternas para mí, al igual que fue muy difícil seguir el ritmo de clase, puesto a que todo el tiempo me estaba perdiendo en mi mundo.
Una vez que se acaba la clase, recojo mis cosas y salgo del salón de clases. Antes de voltear en la esquina, me alcanza la chica que me habló antes y me impide seguir mi camino.
—Lo siento, soy Layla.
—Zoe.
—Lo sé, me he sentado a tu lado desde el primer día de clases.
—Ah... Lo siento.
—Está bien.
La vergüenza regresa a mí al ver que he estado muy pérdida que ni siquiera me había fijado en que ella era quien se ha sentado a mi lado todo el tiempo.
—¿Puedo ayudarte con algo?
Ella se ríe ante mi pregunta y no sé qué es lo que le causa tanta risa.
—En realidad soy yo quien va a ayudarte.
Ahora sí que no entendía a qué hacía referencia. ¿Para qué necesitaré su ayuda? No sabía por qué decía y ella habla al ver mi ceño fruncido.
—Vaya, sí que fuiste despistada en clase el día de hoy.
—¿Eh?
—El profesor ha asignado un trabajo en parejas y como te he observado en toda la clase, estuviste en otro mundo, pensé en hacer equipo contigo. De nada.
—Yo...
—No te preocupes, no sé qué es lo que te hace irte al otro mundo estando despierta y no necesitas explicarme o disculparte conmigo. No me molesta que no te dieras cuenta. Así que... ¿Qué me dices? ¿Hacemos equipos o prefieres a alguien más?
—Yo... Si no te molesta que sea tu compañera, entonces por mí está bien.
—Estupendo. Veámonos este fin de semana para hacer el trabajo. Podemos vernos en tu casa si lo deseas o en la mía, como más te haga sentir. Hasta podemos vernos en la biblioteca de la universidad, el problema con ese lugar es que están los nerds y odian el ruido. Soy muy ruidosa en esos lugares, así que no creo que una biblioteca sea buena idea.
Apenas dice eso comienzo a reírme con ella, puesto a que no era algo que me esperaba de su parte. Ella parecía una chica gentil, graciosa y muy habladora.
—Está bien. Puede ser en tu casa, no creo que en la mía se pueda.
—Trato hecho. Nos vemos el sábado a las diez de la mañana, yo invito el desayuno.
—De acuerdo.
—Hola, habla Layla.
—Hola, Layla. Habla Zoe.
—¡Oh! Hola, Zoe. ¿Cómo estás?
Su voz sonaba con demasiada alegría a comparación del hola de hace unos segundos, el cual fue muy frío para su personalidad alegre.
—Estoy bien, ¿Qué hay de ti?
—Estoy de maravillas. ¿A qué debo tu llamada?
Además de alegre, era directa.
—Mmm... Bueno... No podré ir a tu casa mañana para hacer el trabajar juntas, ¿Crees que puedas venir a mi casa?
—Claro, no hay problema.
—Gracias.
—No tienes que agradecerme nada, así podré escapar de las garras de mi madre por unas horas. Me vuelve loca.
Su comentario me hace reír y ella prosigue a reírse conmigo al escuchar mi risa. Cuando he dejado de reírme hablo con seriedad.
—Nos vemos mañana a las diez en mi casa, si no tienes quien te traiga puedo pedir un vayan por ti.
—No, está bien. Llegaré en mi propio auto.
—Está bien, nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Zoe.
—Hasta mañana, Layla.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adoptando a la hija del CEO