Seguí hablando con mi abuela durante un rato más hasta que la señora Clarisa se une a nosotras y aprovechamos para charlar como solíamos hacer cuando vivíamos en aquella pequeña casita. Vivir de nuevo esos momentos fue gratificante para mí. Sin embargo, no podía dejar de pensar en que Mía tenía el mismo lunar que esa mujer y también la similitud de ella con Jason. Mi intuición me decía que era extraño y que debía averiguar.
—Zoe, ¿escuchaste lo que dije? Tierra llamando a Zoe.
La señora Clarisa mueve su mano frente a mis ojos para hacer que reacciones y me avergüenzo de haberme perdido en mis pensamientos.
—¿Qué? Lo siento, estaba distraída con algo que pasó por mi mente.
—¿En qué piensas?
—Hija, ¿estás bien? Te ves un poco pálida, ¿Verdad, Clarisa?
—Así es. ¿Quieres algo? ¿Te sientes mal?
—No. Estoy bien, tranquilas. Estoy en mis días y por eso estoy tan pálida.
Miento. Me llevo mi mano a mi rostro para dramatizar y hacer que mi mentira sea creíble.
—Lo siento mucho, cariño.
—Descuida, abuela, es normal en mí. Ya saben cómo me pongo en esos días, los dolores y la palidez de mi piel, y todo eso...
—Lo sé..., lo sé. Trata de descansar. Eso te ayudará a sentirte mejor.
—Creo que es una buena idea.
—Buenas noches, cariño.
—Buenas noches, abuela.
—Avísame si necesitas algo y vendré de inmediato.
—Gracias, Clarisa. Voy a estar bien, no sé preocupen.
Ambas mujeres me dan un abrazo y después le dan un suave beso a Mía, quién ya se durmió. Me siento de nuevo en la cama y automáticamente, mis ojos van directo a aquel libro. Sentía como las manos me picaban por la enorme curiosidad y al final no lo resisto. Tomé el libro y saqué la foto, me acerqué a Mía y comparo ambos lunares.
—Son idénticos, los lunares... No puede ser, esto... Esto debe ser una coincidencia, eso es. ¡Una coincidencia!
Quería engañarme de que eso es lo que era. Una coincidencia y nada más. Sin embargo, una parte de mí me dice sin parar que no es ninguna coincidencia y debía hacer una prueba de paternidad. Lo que no sabía es si contarle al señor White sobre mi sospecha o hacer todo por mi cuenta o simplemente ignorar todo lo que mi mente creaba.
Al final no me resisto e investigo en mi teléfono sobre como hacían la prueba de paternidad, cuánto tiempo tardaba y dónde la podían hacer. La cuestión es conseguir la prueba de ADN de Jason y de la tal Lily.
—Supongo que tendré que empezar con Jason.
Durante esa noche no pude dormir por estar pensando en todo lo que sucedió en una sola noche. No pude dejar de mirar a Mía y cada vez encontraba más similitudes a ellos dos. A Jason y a esa mujer.
¿Podrá ellos ser los verdaderos padres de Mía?
¿Estoy en lo correcto o es imaginación Mía?
¿Y si ella realmente es hija de esas dos personas?
¿Jason me quitará a Mía?
¡No! ¡Me niego rotundamente!
Si Mía, mi pequeña Mía resulta ser hija de Jason y esa mujer, lucharé para que se quede conmigo. Sus padres la abandonaron y yo la he cuidado y he entregado mi amor a ella. Tengo derecho a que esté conmigo. Yo he sido su madre y su padre al mismo tiempo. Ellos no.
Al día siguiente, cuando me observé en el espejo, tenía unas enormes ojeras debajo de mis ojos por no haber dormido absolutamente nada.
Yo no tenía ningún contacto para agilizar los resultados de la prueba y debía ser paciente como cualquier otro ser humano, pero era mejor eso a nada.
—Abuela, ¿puedes quedarte con Mía un rato? Necesito hacer algunas cosas de manera urgente.
—¿Qué es tan urgente para que no desayunes?
—Un trabajo de la universidad. Es realmente urgente, por favor.
—Está bien... Está bien, ve. Pero debes comer algo.
—Comeré en el camino.
—Toma, llévate al menos una manzana.
—Lily es hora de que te vayas.
—Pero... Jason, yo he regresado para arreglar lo que hice. ¿No lo ves?
Él se suelta de su agarre y se aleja dos pasos de ella.
—No quiero volver a verte y menos con lo que hiciste. No digas insistiendo, Lily.
Aunque, él la mire con odio, su voz no mentía. El tono de voz que había usado era muy gentil y tenía rastros de dolor y... Amor.
—Pero...
—Vete y no regreses.
Sin duda no entendía nada de lo que estaba pasando. Absolutamente, nada.
Ella no insiste más y se va mirándome una vez más con odio.
—¿Qué es lo que tienes con ella?
—No te incumbe.
—¿No me incumbe?
Pregunto ofendida por lo que ha dicho y él me mira enojado.
—Si mi incumbe porque ahora yo soy tu esposa y me debes respeto. Si quieres que yo te respete, tendrás que respetarme. La quiero lejos de mí y de mi hija. ¿Entendido?
No me responde y en lugar de eso, se va golpeando su hombro con el mío. Miro su espalda ancha y fuerte alejarse en dirección al estudio y me siento dolida por su comportamiento.
Me pellizco el brazo y el dolor hace que reaccione. Suspiro. Doy un paso y me detengo de nuevo. Vuelvo a suspirar. Y esta vez camino sin detenerme.
Voy hasta la habitación para buscar rastros de cabello de Jason o su cepillo de dientes o lo que fuera que me sirviera para la prueba.
Terminé encontrando su cepillo para el cabello y allí había unos cuantos mechones de cabello. Lo guardo en mi bolso y voy hasta la habitación de Mía en busca de su peluche preferido para que después no se ponga triste por haberlo dejado y cuando estaba por irme, lo veo de pie junto a la puerta impidiéndome el paso.
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