Aurora, que acaba de llegar a trabajar después de una larga noche en el hospital junto a su padre, fue a su casa para cambiarse y volver al lugar de donde la noche anterior salió echa una furia. Adriana, que le pide que la acompañe a su oficina, pone algo nerviosa a la muchacha que sabe que su hermana, quiere terminar la conversación que iniciaron ayer.
—Sé que me has llamado para saber si estoy o no enamorada de Ares... —Toma la iniciativa Aurora que, últimamente, se sentía más confiada al expresar sus opiniones propias sin que nadie le dijera que hacer.
—¡Muy bien! —Rodea su escritorio. —Entonces espero tu respuesta.
—No. no estoy enamorada de Ares. No creo estarlo. No después de todo lo que me hizo.
—¿No crees?
—A ti no puedo mentirte. Mi cuerpo reacciona a él, y mi corazón late muy fuerte cada vez que está cerca. Fue así desde que lo volví a ver.
—Espera, ¿tú te sentías atraída por él, en el pasado? ¿Cuándo yo era su prometida? —Pregunta Adriana, algo herida, sin poder creerlo.
—No sé si era atracción o gusto, no lo sé. Solo sé, que nunca había sentido esto.
—¿Ni siquiera con Simón?
—No. En ese entonces era una niña que sabía mucho menos que ahora, y me dejé deslumbrar por detalles y palabras bonitas. Creí estar enamorada, pero luego simplemente lo olvidé como si nada.
Adriana empieza a caminar hacia el archivador tomando algunas carpetas que ojea
—Entonces, ¿si querías casarte con Ares?
—No. —Se acerca Aurora que le quita la carpeta que tiene en sus manos y voltea su rostro para que la mire a los ojos. —Yo jamás quise casarme con Ares. No niego que alguna vez pensé en que sería lindo tener una familia, y una vida normal que yo pudiera escoger y no otros, pero jamás pasando por encima de tu felicidad, ni la felicidad de nadie.
Adriana, que cree en las palabras de su hermana, sonríe y se recompone.
—¡Te creo! Además, ¿qué importancia tiene ahora?, al fin de cuentas resultó que yo no estaba tan enamorada de Ares como creía. —Libera un gran suspiro y abraza a su hermana. —Sin embargo, hay algo que aún no me queda claro. ¿Qué sientes por Ares?
—Con Ares es algo involuntario. A pesar de haber sido mi verdugo, mi cuerpo muestra debilidad hacia él. Y después de pensarlo mucho, creo que a su cuerpo le pasa lo mismo conmigo.
—Espera... ¿Que insinúas?
—Insinuó que si estoy en lo correcto, he encontrado una debilidad de Ares Walton.
—Y... ¿Si no es así?
—Pues, pronto lo sabremos.
Aurora se arma de valor y antes de que se arrepienta, va hacia la oficina de su esposo.
—Señora, Aurora. ¡Buenos días! —Le dice Lina muy sonriente.
—Hola, Lina. ¡Buenos días! ¿Ares, está?
—Sí, pero no creo que sea un buen momento para hablar con él, señora. —Sugiere la secretaria, y de inmediato se empiezan a escuchar ruidos de cosas romperse.
Aurora, que sin pensarlo dos veces, entra a la oficina sin ser anunciada, es seguida por Lina que intenta detenerla.
—¡Señora, espere por favor! —Pero omite el llamado de la mujer, y se encuentra con un panorama aterrador.
Ares está descontrolado, rompiendo a su paso todo lo que encuentra. Parece completamente fuera de sí. Jamás lo había visto así, ni siquiera cuando perdió a su hijo, incluso esa vez, a pesar de la rabia, fue cruel pero con su habitual calma.
—¡Señor! ¡Deténgase por favor! —Intenta intervenir con miedo la secretaría, que no es escuchada por su jefe, quién no deja de lanzar a las paredes todo aquello que encuentra. Varios empleados curiosos, al escuchar el ruido, se acercan, y Aurora, quién no entiende qué pasa, le pide a Lina que salga para apartar a los curiosos y evitar un escándalo mayor.
Aurora cierra la puerta y se encierra con su esposo, quién empieza a gritar con toda la ira que puede salir de su boca...
—¡Esa m*****a perra!... ¿Cómo pudo? —Se pregunta a sí mismo, sin importarle que su esposa esté inmóvil observando la escena cerca a la puerta, toma por último la silla de su escritorio que golpea fuertemente contra el enorme ventanal, que a duras penas y sufre una fisura. Para luego salir como alma que lleva el diablo de ese lugar.
Aurora, que intenta entender qué ha pasado, camina por el lugar, observando trozos de papel que recoge al divisar fotos de Vanesa, dándose cuenta de que Ares Walton ha descubierto toda la verdad.
De inmediato sabe que su esposo sin dudarlo irá en busca de Vanesa, y teme por lo que pueda hacer, sin pensarlo corre tras de él, para alcanzarlo. Sin embargo, apenas sale del edificio, divisa como Ares arranca en su auto a toda prisa, dejándole como única alternativa tomar un taxi y seguirlo.
***
Ares, maneja tan rápido como las calles de la ciudad le permiten. Llega al edificio donde está ubicado su apartamento, y deja su auto en toda la entrada sin siquiera tomarse la molestia de parquearlo. Sube tan rápido como puede, y al entrar, encuentra a Vanesa en la habitación principal organizando su ropa.
—Amor, que bueno que volviste. Quería disculparme por lo de esta mañana. Me comporté como una niña caprichosa, y… —Ni siquiera deja que termine de hablar, cuando da zancadas largas y la atrapa con una de sus manos, por el cuello, arrinconándola contra la pared.
—A-Ares… ¿Qué haces? —Le pregunta con dificultad la mujer, aterrada de ver la furia en los ojos de él.
Pensamientos turbios pasaban por la mente de Ares. Quería acabar con ella. Una mujer de su calaña, asesina de su propio hijo, no merecería vivir. Sin embargo, él no era así. No había podido antes hacerlo con Aurora, que realmente era inocente, y tampoco era capaz de acabar con Vanesa de esa manera, por mucho que lo mereciera.
Suelta del cuello a la mujer, y pega un grito de frustración, irritado por toda la situación.
—Aurora… Perdón… —Finalmente dice. —Fui un idiota que se dejó engañar. No sabes cómo me pesa lo que te he hecho. —Le dice con tanta sinceridad, siendo la primera vez que realmente baja la cabeza en su vida, pero a los ojos de Aurora sus disculpas no son más que una burla, después de todo lo que le hizo pasar.
Deja caer el tenedor sobre el plato y se cruza de brazos realmente ofendida.
—¡Ja! ¿Es en serio? ¿Perdón?… ¿De verdad? ¿Crees que pedirlo de esa manera puede resarcir el daño que me hiciste?
—Haré lo que sea, realmente lamento haberme equivocado. Pensé que estaba haciendo lo correcto. Yo, fui imprudente y un imbécil, me dejé llevar por el dolor de perder a mi hijo, y ahora ni siquiera estoy seguro de que fuera mío.
—¿Lo que sea? Muy bien… —Asiente y se levanta de la mesa, toma el plato con lasaña, se acerca a Ares y a su lado, gira el plato y deja caer la comida al piso.
Ares, que la mira sorprendido, se da cuenta de que todas las personas presentes los miran.
—¿Qué haces?
—¡Cómelo! —Le ordena la joven.
—¿¡Qué!?
—Dijiste que harías lo que fuera, ¿no? Pues bien, comete la comida que está en el piso.
—Aurora nos están viendo.
Mira a los lados la joven, observando a los presentes, y sin importar que la escuchen, sigue hablando.
—¿Y qué? ¿Te da pena que todas estas personas te vean, comer del piso? ¿Qué te lo pida te hace sentir avergonzado?, ¿humillado?, ¿despreciado? —Se apoya sobre la mesa y mirando con mucha rabia a su esposo le dice: —Pues no es ni la mitad de cómo yo me sentí cuando era una pobre tonta a la que obligaste a comer del piso sin importarte que me atragantara con trozos de vajilla. ¿Perdón? Eso es algo que jamás te daré, por qué ni siquiera comiendo del piso, durmiendo en el peor cuarto de la servidumbre, sirviendo de esclavo o tratándote todos los días como un asesino, podrías resarcir el daño que me hiciste.
Aurora se aparta muy altiva.
—Ni siquiera sé, por qué estoy aquí acompañándote, cuando todo lo que te está pasando te lo tienes bien merecido Ares Walton.
Aurora observa los ojos del hombre, llenos de arrepentimiento, y aunque sabe que ha sido dura con sus palabras, sentía que debía decírselas. Se gira sobre sus talones, para irse, aun con la mirada de la gente sobre ella, pero aún tiene una última cosa que decir, al hombre que si antes sentía que su mundo era
una m****a, ahora entendía que él era una m****a en el mundo.
—¡Ah!... Te aplaudo que por lo menos tienes algo de conciencia, ya que hasta hace unos minutos no eras capaz ni de mirarme a los ojos, es por eso que te pediré que sigas evitando mi mirada, por qué ahora que sabes la verdad no mereces ver estos ojos que lo único que deseaban era ver el bien de los demás y tú te encargaste de que ahora solo vean el mal.
La mujer, finalmente, se va, liberando por primera vez todo el rencor de su corazón sobre el hombre que tenía su vida patas arriba.
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