DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 35

El primer golpe lo da Joseph, que hasta hace unos minutos creía que el mayor delito de Vanesa había sido abandonarlo. Jamás imaginó que la muy desgraciada conociéndolo se atreviera a engañarlo. Ares, que se defiende, luego de caer de la silla por el fuerte puño que rompió su labio, empieza a ponerle una paliza a Joseph que hace lo mismo cuando Ares de la nada se detiene, al recordar el rostro desaprobatorio de Aurora.

—¡Maldito bastardo! —Le dice Joseph que se pone sobre él, y no deja de golpearlo. Mientras que Ares deja que el hombre lo golpee sin defenderse, algo que no agrada a Joseph.

—¿Qué crees que haces? ¡Pelea!

—No tengo por qué pelear. Si sigo respondiéndote es como si estuviera peleando por Vanesa, y la verdad tu esposa no vale la pena. —Muestra media sonrisa y Joseph le da un último golpe soltándolo y haciéndose a un lado, cansado por la pelea, mientras limpia con el dorso de su mano la sangre que tenía en la cara.

—Y si no quieres pelear, ¿a qué viniste?

—Vine a conocerte, lo que no sabía es que también obtendría una paliza que era justo lo que necesitaba, por ser un completo gilipollas.

—Mira niño bonito, es evidente que lo que tú necesitas es un psicólogo, así que ve y búscalo afuera. ¡A mí no me jodas! Ya suficiente con que te follaras a mi esposa.

Ares, que aún sigue acostado en el suelo, se sienta, arrojando un quejido que reprime por el dolor de su cara y abdomen.

—Vine por qué quiero vengarme de Vanesa y sé que tu igual.

—Lugar equivocado entonces. De Vanesa me encargo yo, y ahora lárgate antes de que te mate. —Lo amenaza Joseph que se levanta para marcharse, pero Ares le lanza una bomba.

—¿Sabías que estaba embarazada? —Dice y el hombre se detiene en seco. —¿Y qué la muy m*****a abortó?

El hombre que permanece de pie asombrado, sin decir una sola palabra, se queda inmóvil esperando a que su contrincante termine de hablar.

—Ese hijo pudo ser de cualquiera de los dos, pero la muy desgraciada abortó sin ningún tipo de remordimiento, y luego culpó a una persona inocente.

El hombre se gira y mira con los ojos llenos de ira a Ares, que sigue hablando.

—Yo no sabía que existías. Me sentía tan confiado de mí mismo. Fui un estúpido arrogante, y orgulloso, que creía que ninguna mujer podía estar más feliz de que yo estuviera con ella. Y terminé rindiéndome ante una mujer que no me amaba, que estaba casada, que me engaño de la peor forma, y que me manejo como un títere, y resulta que después de todo, ahora que lo pienso, quizás no estaba tan enamorado de ella como pensaba. Y hasta hoy estaba con ella por la culpa que me invadía al pensar que de alguna manera yo era el responsable de que perdiera a nuestro bebé, según lo que me hizo creer.

—¿Y qué quieres de mí?

—¡Quiero devolverte a tu mujer!

Joseph se acerca nuevamente, está vez dispuesto a iniciar otra pelea.

—¡De verdad estás decidido a provocarme! —Lo agarra por el cuello de la camisa mientras lo zarandea.

—¡No seas estúpido! Yo al igual que tú fuiste engañado. Y solo deseo una cosa: vengarme.

—¿Y crees que yo seré tu perro de caza?

—No. Serás más que eso. Serás mi compañero.

—No seas ridículo. ¿Qué te hace pensar que te ayudaré? Eres el amante de mi esposa, y la única razón por la que no te he mandado al otro mundo, es porque no puedo matarte aquí en la cárcel y encimarme otro delito.

—¿Ridículo? Si no me has matado no es porque te importe quedarte más años en esta pocilga. Si no, porque al igual que yo, sabes que la culpable es Vanesa. Por eso tampoco la has matado a ella. También quiere vengarte. Y yo puedo sacarte de aquí.

—Eso ya me lo ofrecieron antes, y yo no trabajo para nadie.

—No trabajarás para mí. Yo simplemente quiero ver acorralada a Vanesa.

—¡Ja! ¿Seguro? ¿Sabes qué tipo de hombre soy? ¿Sabes cómo me dicen?

—Sí, lo sé. Y te dicen Hades… Como el Dios del inframundo. Y yo me llamo como el Dios de la guerra, ¿no te parece gracioso?

—¡Me parece demente!

—Pues no lo es, si piensas en que te sacaré de aquí, te entregaré a Vanesa en bandeja de plata, y si eso no es suficiente, haré que todo tu historial delictivo sea borrado…

—¿Todo? —Llama la atención del hombre.

—Sí. Incluso te daré dinero, para que vivas bien…

—¿Y todo eso a cambio de que lastime a Vanesa?

—No. Tú ya te ibas a vengar de ella con o sin mi ayuda. Lo único que pido es verla caer. Quiero que se vuelva loca, que ella misma sea quien termine diciendo la verdad. La quiero acorralada, sin saber qué hacer. La quiero de rodillas pidiendo perdón, a la persona que tanto daño le hicimos.

—Si acepto, solo tengo una condición.

—¡lo siento! No sé por qué reaccioné así. Pelee con mi madre y al llegar a casa, me desquite contigo. Antes jamás lo había hecho, pero es que, como sabes, mi madre protege a Aurora, quien me ha enviado a sus abogados para reclamar la mitad de todo lo que tengo.

—¿¡Qué!?

—¡¡Así es!! También planea divorciarse, y mientras se llega a un acuerdo, nuestras cuentas estarán congeladas.

—¿De qué hablas?

—De que deberás entregarme todas las tarjetas que te di Vanesa. Por un tiempo ya no podrás actuar como millonaria. —El tono de Ares es fastidioso y burlón y Vanesa lo nota.

—Esa mujer no puede hacernos esto. Tú tienes que tener mejores abogados. De seguro algo se podrá hacer, pero parece que la situación te causará gracia.

—Para nada… No hay nada que pueda hacer. Si no quieres entregarme las tarjetas de todas maneras serán canceladas, así que sorry, cariño.

Ares cuelga, y de inmediato llama al banco para cancelar todas las tarjetas que le dio a Vanesa, quien sale rápidamente del apartamento, con la intención de gastar y retirar todo el dinero que pueda de las tarjetas, pero ya es muy tarde, pues lo único que pudo retirar fue su rostro avergonzado de cada tienda a la que iba porque todas sus tarjetas eran rechazadas.

Ares conduce hasta la casa de su madre, viendo que ya eran casi las 5:00 pm y había estado dando vueltas durante un par de horas en la mansión donde está viviendo Aurora, sin animarse a detener el auto y entrar.

Cuando llega a casa, varias empleadas se sorprenden al ver su rostro y su ropa ensangrentada…

—¡Señor! ¿Qué le ha pasado? ¿Quiere qué lo, ayude a curarse? —Le dice una de ellas, pero él, a pesar de lo adolorido que está, lo único que quiere es hablar con su mamá y confirmar si es ella la que fue al encuentro con Joseph.

—No se preocupe. ¡No es nada! ¿Quién está en casa?

—La señorita Eva, está en su habitación encerrada como casi todos los días. Y su madre está hablando con su esposa.

—¿Aurora, está aquí? —Pregunta con un aire de sorpresa y un poco de emoción.

—Sí. Están en el jardín.

—¡Gracias! —Sale el hombre a ver a su joven esposa y a su madre, a quien piensa preguntarle directamente. Pero antes de que las mujeres lo vieran, escucha atentamente una conversación bastante interesante. Donde Jazmine le da ciertas indicaciones a Aurora.

—No estoy de acuerdo contigo, querida niña. En mi opinión deberías seguir el plan. Ya tienes la atención de mi hijo, ahora deberías enamorarlo. Créeme... ¡Un hombre enamorado, es una presa fácil!

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