Aurora, que se acerca a Ares muy insegura, y algo nerviosa después de cómo terminó todo en el restaurante. Se sienta a su lado viendo con intriga al hombre que parece pensativo y taciturno. Él nota su presencia, y de inmediato la observa, haciendo que la chica cambie su expresión por una más seria. Deja de verlo de inmediato, y abre el botiquín, sacando alcohol, algodón y algunas banditas. Toma una mota de algodón y lo remoja en alcohol, centrándose de nuevo en su esposo.
—Puedes por favor… —Hace un gesto con la mano. Quiere que baje un poco su cabeza y se acerque a ella para poder limpiarlo, pero su nerviosismo le impide terminar de hablar, algo que Ares interpreta como enojo; sin embargo, entiende su intención y gira la silla y se acerca a ella, bajando un poco su cabeza y quedando en una posición donde sus ojos hacen un perfecto cruce de miradas.
Aurora, que empieza a limpiar todo el rostro de Ares, se percata de dos heridas importantes, un corte en el labio inferior, y una sobre su ceja derecha.
La mujer que limpia la sangre, e intenta curar con cuidado las heridas de su esposo, intenta hacerlo, lo más rápido que puede, esquivando siempre la mirada de su esposo.
—Si quieres puedo hacerlo yo mismo. —Le dice el hombre que ve la incomodidad de la chica, y asume que es por el odio que le tiene.
—¿¡Qué!? ¿Te sigo pareciendo una inútil que no es capaz ni de curar unas heridas?
—No. —Niega con la cabeza. —Para nada. Solo pensé que no querías hacerlo.
—Pues ya vez. No todos somos tan insensibles como tú. —Dice y cura su labio de forma un poco más brusca, haciendo que Ares se queje.
—¡Auch!
—Lo siento. No fue mi intención.
—No te preocupes. Me lo merezco.
Se miran fijamente en el intercambio de disculpas, sin saber que más hacer o decir. Finalmente, Aurora rompe el contacto visual tomando una bandita, para poner sobre la ceja, y entonces observa una línea de sangre bajar por la cien de Ares, notando una herida más grande en su cabeza.
—Pero, ¿con quién has peleado?, ¿con un gorila?
—No. con el esposo de Vanesa. Joseph
—¿Has ido a buscarlo?
—Sí. Necesitaba arreglar un par de cuentas pendientes con él.
—¿Ah? ¡Ya veo! —Se enoja Aurora de solo pensar que el muy estúpido permitió que le dieran una paliza por el amor de Vanesa después de todo lo que le hizo.
—¿Sabes qué? Creo que si es mejor que te cures tú mismo, después de todo para la idiotez no hay alcohol ni bandita que sirva. Tira el algodón que tenía en su mano, sobre la mesa, y se levanta furiosa de la mesa, pero Ares, que rápidamente reacciona y la toma de la mano, hace que se siente de nuevo.
—¿Pero qué crees qué estás haciendo? —Le pregunta, pero él tiene un par de dudas que quiere resolver.
—Aurora. Hay algo que me gustaría saber… ¿Cómo te trata mi madre cuando están a solas?
—¿Eh? —La chica que es tomada por sorpresa ante una pregunta que para ella no tiene sentido. Responde con sinceridad. —Tu madre me trata muy bien, ¿a qué viene esa pregunta?
—Por nada. Es solo que, ¿no te parece raro que contigo sea tan buena, cuando con el resto del mundo es frívola y sin sentimientos?
Aurora, que se detiene un minuto a pensar en lo que dice Ares, recuerda que antes de irse al convento, en efecto, Jazmine jamás fue tan amable con ella. Al contrario las pocas veces que la vio luego de que muriera su madre, fue en su casa cuando visitó un par de veces a Eloise, quien le impedía que se acercara a ella para saludarla, alegando que era de mala educación interrumpir a los mayores; y la última vez que la vio fue justo antes de irse al convento. Ese día Jazmine había aparecido, mostrando una amplia sonrisa, al verla irse en el auto, rumbo a la vida que había escogido Eloise para ella.
—No deberías hablar así de tu madre. Ella te ama y es una buena mujer. Y si me trata bien, ha de ser porque le recuerdo a mi madre. —Se levanta la joven, que dice una última cosa. —Ah, y ya lo bastante ridículo te vez siendo la burla de Vanesa, como para que te veas a un más tonto, preguntando estupideces. —La joven que sale de esa casa lo más rápido que puede, recibe una llamada de su hermana, mientras intenta detener un taxi.
—Aló, Aurora, ¿dónde estás? Se escucha mucho ruido. ¿Papá está bien?
—Tú, ¿no estás con él?
—No. Estaba muy cansada y pensé que tú irías con él.
—Lo siento, yo pensé que serías tú la que iría con él. Estoy en un sendero peatonal intentando detener un taxi, porque Jazmine me había citado en su casa, pero ya salgo para allá.
—Está bien. Yo también salgo, espérame por favor en la cafetería, hay algo que debo contarte antes de que veamos a Papá.
…
Aurora, que llega primero a la clínica espera en la cafetería a Adriana que no para de pensar en la cantidad de dinero que encontró en las cosas de su madre.
—¡Adriana! —La llama Aurora desde una mesa y se acerca.
—Mi madre oculta algo. —Suelta de inmediato la chica sin siquiera sentarse.
—¿De qué hablas?
—Hoy encontré por accidente una gran cantidad de dinero que tenía escondida. Y su actitud fue demasiado extraña, cuando sospecho que alguien había estado en su habitación. Necesito que me ayudes a investigar.
—¿Estás segura? ¿Y si solo fue dinero que ahorró por alguna emergencia?
—Crees que si hubiera sido eso, ¿no lo habría utilizado para pagar la cuenta del hospital? Además, seamos sensatas, ¿mi mamá ahorrando? No… Ella oculta algo. Estoy segura. ¿Me vas a ayudar si o no?
—Ok. ¡Si…! ¡Claro! Pero… exactamente, ¿cómo te ayudaré?
—Debemos vigilarla. Una cantidad tan grande de dinero, no puede conseguirse así como así.
—De acuerdo, si eso quieres. Entonces desde mañana vigilaremos a Eloise.
***
Esa noche, Daniel, que hace varios días no veía a su madrastra Jazmine, siente la necesidad de ir a verla. Entra a la casa Walton, sin ser anunciado, por la parte trasera del jardín, donde sin querer ve y escucha a Josué que habla muy acaloradamente con alguien por teléfono.
—Ya le dije señora… Mi jefa no le dará más dinero… No puede hacer eso… por qué si ella cae usted también lo hará… Así que no venga con amenazas… —Escucha mientras sigue atravesando el jardín por detrás de la piscina, evitando que Josué lo vea. De pronto se para en seco, cuando escucha un nombre bastante conocido para él. —Si sigue con esa actitud, lo único que logrará es que la Señora Walton se ensañe con Adriana, así que le pido que mida muy bien sus acciones, señora Eloise.
Daniel, que sin querer tropieza con una rama, genera un ruido que alerta a Josué, quien de inmediato cuelga el teléfono y empieza a buscar de dónde provino el sonido, preocupado de que alguien estuviera escuchando. Daniel se esconde detrás de varias plantas, pasando desapercibido gracias a una de las empleadas que llama a Josué a cenar.
—¿Qué tiene que ver mi madre con Eloise la madre de Adriana? —Se pregunta así mismo el joven que prefiere irse para que Josué no sospeche de él, si observa su presencia en la casa.
***
Un par de días después, Ares va a la cárcel a recoger a Joseph, quien finalmente es liberado.
—¡Muy bien! ¿Cuál es el plan? —Pregunta Joseph al subirse al auto de Ares.
—¿¡Qué!? ¡No!… así soné… ¡Lo siento! Me refería a que… no sé. El dinero y todo esto de la ropa de diseñador parece haber cambiado tu personalidad. Ya no eres la chica dulce, e inocente, amable y a la que el dinero no le importaba.
—No me importa. Yo te amo a ti, y si me he intentado adaptar a esta clase social, donde todos me juzgan y me odian, ha sido por ti. Porque te amo.
—¿En serio?
—Si… Más bien, el que ha cambiado es otro. Últimamente, no me prestas atención, no estás conmigo, ya ni siquiera te aseguras de responderme como hombre. Desde que tu esposa volvió a aparecer no me tocas, y supongo que es porque esa tonta te gusta. No soy una ignoran que no se da cuenta de las cosas. —Ares sabe que intenta cambiar la conversación a su favor y quedar como la víctima.
—No es así. Además, te recuerdo, que si Aurora está en nuestras vidas es porque tú así lo planeaste…
—¿¡Qué!?
—¡Ay cariño! —La abraza por detrás. —No tienes de qué preocuparte. Yo te amo solo a ti, es por eso que jamás debes mentirme o engañarme, porque sería capaz de destruirte. —Le susurra al oído, y Vanesa siente eso como una advertencia.
—Ares… Yo sería incapaz de eso.
—Lo sé… solo quería que lo tuvieras en cuenta, amor. Por cierto, muy pronto, alguien vendrá a cuidarte, ya que tendré que quedarme más tiempo en casa de mamá.
—¿¡Qué!? ¿Por qué?
—Asuntos familiares. Pero no te preocupes, he decidido ponerte un guardaespaldas, no me sentiría tranquilo si te llega a pasar algo.
—¿Un guardaespaldas? ¿O más bien un vigilante? Sabes… tu actitud es muy extraña. Un día me ignoras, al otro me lastimas, otro vienes y dices que no te quedarás, pero que me pondrás un vigilante. Al buen entendedor pocas palabras. Es obvio que tú no me quieres y que pareces desconfiar de mí. Vamos dilo… para que acabemos con todo esto de una buena vez. Dime de frente como un hombre, que ya no me amas… Dime lo que puedo ver en tus ojos, que ahora te interesaste en la estúpida monja, que se alzó un poco la falda y te engatusó. Es por eso que no haces nada por recuperar tu dinero…
—Piensa lo que quieras…
—Pues si… pensaré lo que quiera y también lo haré. No puedo quedarme al lado de un hombre que siente algo por la asesina de su hijo.
—¡Ya basta! —Grita el hombre que no soporta ni un minuto más a esa mujer. —Creo que lo mejor será irme. —Dice y sale muy enojado, seguido de Vanesa, que no deja de llamar a Ares a gritos, pero ni así el hombre se detiene, tomando su auto y largándose lo más lejos que pueda de esa mujer.
Vanesa, que sospecha que Ares puede saber algo, saca el anillo de compromiso que aún guarda con recelo, e intenta tomar sus cosas y salir del apartamento, pero nota que varios hombres muy extraños están merodeando el edificio, lo que llama su atención.
—¿Serán hombres de Joseph? —Es lo primero que piensa, pero son demasiados. —No. Ese pelele ni siquiera dinero tiene. Yo di la información para que incautaran todo lo que le pertenece.
Segura de que su marido se pudrirá en la cárcel por todos los robos cometidos, pues ya ni siquiera los dos miserables que envío la vez pasada, habían vuelto a molestarla, lo que era lógico, porque seguramente debían estar huyendo de la policía, después de toda la evidencia que ella misma entrego a las autoridades. Decide seguir su camino, sin prestar atención a los hombres. Pues ya había descartado su teoría. Conocía a Joseph. Esa vez quiso asustarla, demostrando que sabía dónde encontrarla, y aunque ese encuentro la puso muy nerviosa, más calmada podía ver las cosas con más claridad. ¿Qué podría hacerle un hombre condenado a muchos años de prisión, sin dinero, y sin hombres de confianza que pudieran hacer el trabajo sucio por él?
—Señora, ¿a dónde cree que va? —Le pregunta uno de los hombres, mientras los otros se acercan formando un círculo, encerrándola…
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? Si no se apartan, ya mismo voy a gritar. —amenaza la mujer que no entiende nada.
—Tranquilícese, señora, nuestro trabajo es llevarla de vuelta a su apartamento sana y salva. Son las órdenes de su esposo.
—¿Ares, les dio esa orden?
—Dijeron, tu esposo… ¡Cariño! —Reclama el hombre, con voz ronca, que de inmediato reconoce.
—¡Joseph! —Exclama la mujer con una cara de terror que agrada a Ares que se había quedado lo más cerca que podía para disfrutar la escena.
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