Vanesa, que parece derrotada, no está dispuesta aún en su situación a dejarse humillar de esa manera.
—¿Crees que soy tan débil como esa monja con la que te casaste? Si… te engañé por mucho tiempo, ¿y fue mi culpa? No… Fue tuya. Tenías un ego tan grande del tamaño del universo que creías que todas las mujeres caíamos rendidas a tus pies, pero yo te manejé como a un muñequito. —Vanesa se levanta del suelo, y Joseph observa la escena sin intervenir. Es como si estuviera esperando por un momento que ellos mismos se mataran entre sí. Ares, que estaba de espaldas caminando en dirección a la puerta, se gira hacia ella y la recuesta con un poco de brusquedad contra la pared.
—¡Cierra la m*****a boca!
—¿Por qué? Según ustedes dos, ya me descubrieron, pero no son más que una partida de estúpidos que yo manejé a mi antojo. A ti Joseph, no te engañé solo con Ares, antes lo hice con muchos.
—¡Maldita zorra! —Exclama el hombre controlándose de una forma descomunal, para no hacer algo de lo que pueda arrepentirse.
Vanesa se zafa del agarre de Ares, empujándolo con toda su fuerza.
—Los dos se desvivían por mí. ¡Qué imbéciles! —Empieza a caminar por la sala. —Si… aborté… No quería arruinar mi vida. Planee todo, para deshacerme de ese bebé, y luego fingir que estaba afectada por su pérdida y sacarte dinero. —Le dice a Ares. —Pero en el camino apareció la estúpida de la monja y vi la mejor oportunidad para quedar como la víctima. Mi historia sería más creíble. Luego, tu madre se enteró de todo, ¿y sí?, me amenazó con que te dejara, ofreciéndome una gran cantidad de dinero que gustosa acepté. ¿Y sabes por qué? Porque igual te iba a dejar. Tenía que escapar de este animal. —Señala a Joseph.
—Este animal siempre te amó. —Contesta Joseph herido.
—¡Pero yo no! 7 malditos años te aguanté, ¿y de qué me sirvieron? Siempre huyendo. Un par de veces en la cárcel, y viviendo en esa m*****a pocilga donde nunca recibí los lujos a manos llenas que me prometiste.
—¡Vagabunda de m****a! —Le dice Joseph con tanta ira, acercándose a ella y dándole una bofetada que rompe nuevamente su labio.
—¡Jajajaja! —¿Eso es todo lo que harán conmigo? ¿Golpearme? —Se ríe como desquiciada.
—¿Así que lo que más odiabas era vivir en aquella pocilga conmigo, sin disfrutar de lujos ni dinero? —Joseph mira a Ares, y le expresa lo que piensa a través de esa mirada.
—Tienes mucha razón Vanesa. Un palacio como este no es digno de ti. —Complementa Ares.
—¿¡Qué!? ¿Ahora planean regresarme a ese barrio de mala muerte?
—Incluso ese barrio y mi pocilga, son demasiado para ti. —Afirma Joseph, que arranca su blusa y le arrebata las joyas que tiene en su cuello.
—¿Qué haces?
—¡Darte lo que te mereces!
Ares va al cuarto de servicio y toma uno de los uniformes que usa la empleada que los ayuda de vez en cuando y se lo tira a la cara.
—Toma, esto te servirá, aunque incluso esta ropa es demasiado para ti.
Joseph arranca su falda dejándola semidesnuda.
—¿Qué estás haciendo? —Dice e intenta cubrirse con sus manos.
—¿Ahora te avergüenzas? ¿No entiendo por qué? Después de todo, este par de estúpidos conocen muy bien ese cuerpo.
—Incluso para ti esto es demasiado bajo Joseph.
—¡No lo creo! Recuerda que soy un animal… así fue como me llamaste, ¿no? Vamos… ¡Vístete!
—Ares… No puedes permitir que me trate así…
—¡Por supuesto que no! Espero que te trate peor. —Dice el hombre que se va, dejando a su suerte a Vanesa, quien siente el desprecio y la humillación al ser pordebajearan de esa manera como si no fuera un ser humano digno de merecer todo por lo que ha luchado.
***
Daniel, que regresa a la empresa, casi al medio día cuando todos se están yendo a sus casas, encuentra a su hermano, Daniel, a quien duda de contarle la verdad, pues no quiere que se vaya preocupado a París, después de todo ya ha sido lo bastante malo con él, durante varios años.
—Ares, ¿averiguaste algo?
—¿Por qué aún no te has ido a casa? —Evita la pregunta.
—Estoy esperando a Adriana y a Aurora. Quedé en llevarlas, ya que Adriana no trajo su auto.
—Parece que eres muy amigo de Aurora.
—¡No! ¡Para nada! Aunque sí la he visto sufrir mucho por tus acciones. En especial ese día qué pasó lo de Oliver. Creo que jamás te perdonará que la acusaras de esa manera.
—Creo que jamás me perdonara nada de lo que le hice, y no puedo juzgarla
—Pero, ¿en serio quieres su perdón?
—Si…
—¡Wao!
—¿Qué? ¿Lo dudas acaso?
—Bueno, tú nunca has sido un hombre al que le importe si lo perdonan o no. ¿Por qué te importa el perdón de Aurora?
—Porque con ella fui un completo canalla. Nunca me sentí bien maltratándola, pero aun así lo hice. Ella era un ángel y yo simplemente la destruí por una mujer que no valía la pena.
—Si no te conociera, diría que estás interesado en tu esposa.
—¿Eh?
—Por como hablas de ella… Parece que te importa.
Ares, que está frente a su oficina con Daniel, observa a Adriana y a Aurora salir de la oficina de enfrente, viendo lo hermosa que es su esposa. Realmente era un estúpido como dijo Vanesa. Estaba tan ciego convenciéndose a diario de que Vanesa era el amor de su vida, que no había caído en cuenta de que su esposa llamó su interés desde ese día en la parada de autobús cuando su hermoso rostro le hizo pensar que era un ángel.
—Tal vez si…
—¿Eh? —Pregunta Daniel que no entiende a que se refiere su hermano.
—Tal vez si me importa. —Finalmente, acepta, y Daniel, que no alcanza a procesar bien las palabras de Ares, se va con las hermanas que le hacen un gesto, sin siquiera saludar al hombre que sabía que era despreciado por ellas.
***
Al día siguiente Daniel y Adriana toman el primer vuelo hacia París. Durante varias horas de vuelo no hicieron más que repasar sus presentaciones y estudiar juntos los nuevos modelos de autos que presentarían. Adriana trabajó muy duro en la publicidad para el lanzamiento de los autos y Daniel estaba encantado con su trabajo.
—Espero Ares quede contento con nuestro desempeño. —Dice Adriana que jamás ha recibido un elogio del director general.
—Nos irá bien. Lo sé. —La reconforta Daniel.
—¿Un repartidor?
—Sí. Dice… —Blanca lee la tarjeta que estaba en el moño. —Para: Aurora. De: Su esposo el imbécil. Espero te guste, pdta: Sé que lo merezco, pero aún así te pido que por favor no me dejes plantado!
—¿¡Qué!?
Baja corriendo Aurora, y toma la caja para observar, con sus propios ojos, la tarjeta con la nota que acaba de leer Blanca.
Observa la firma de Ares, y curiosa abre la caja, observando un hermoso vestido de dos piezas, color negro, que saca junto a una pequeña caja dorada que contiene un collar de perlas negras asombroso.
—¡Wao! ¡Señora! Su esposo no parece ser tan malo. Quizás su matrimonio pueda salvarse. Ese vestido es para ir a una fiesta, ¿cierto? ¡Se verá hermosa!
Aurora mira muy sorprendida a Blanca, que parece estar muy pendiente a las conversaciones que ella tiene con su hermana o Jazmine.
De inmediato Blanca se tapa la boca, y se disculpa.
—¡Lo siento señora!
—¡No importa! Solo te pido más prudencia, por favor.
Aurora guarda el collar y el vestido nuevamente en la caja y sube a su habitación. Pone la caja sobre la cama y mira el vestido una y otra vez.
—¡No iré! ¿Qué creyó? ¿Qué por enviar este vestido y este collar iría a esa estúpida gala? ¡Pues no! ¡No iré!
Suena su teléfono, y es Ares. Tarda un momento en contestar, pero finalmente lo hace.
—¿Recibiste el vestido?
—¿Importa eso, cuando no iré?
—Supuse que no irías, aun así quise hacerlo, ¿quizás un milagro ocurra?
—¿Ah, sí? ¿Y qué tipo de milagro?
—El de que en verdad ahora eres la mujer empoderada que dices ser, y la que ya no me teme. Así que seguramente irás para demostrarme que tú tienes el control y no yo.
Cuelga el teléfono, y Aurora se queda pensativa.
—¡Ja! Realmente sabe cómo jugar con mi mente, pero te tengo noticias Ares Walton, yo también sé jugar.
Aurora decidida, le pide a Blanca que la ayude con un baño de espumas, pues hoy más que nunca necesita que su piel se vea realmente tersa y radiante.
—¿Ha decidido ir a la gala señora?
—Sí.
—No se preocupe. Yo la ayudaré. Quedará aún más hermosa de lo que es.
—Eso espero Blanca. Y que Dios me ayude, el plan de esta noche, es que mi esposo pierda la cabeza.
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