DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 43

Aurora, que esta noche estaba dispuesta a deslumbrar con su belleza, no era capaz de reconocerse a ella misma. El vestido que había enviado Ares le quedaba perfecto. Su larga melena, en ondas le daban un aire muy sofisticado, un maquillaje Smokey eyes con labios rojos la hacían lucir como una modelo de revista. Se sentía algo incómoda, pues hoy realmente mostraba más piel de lo normal, pero la vergüenza se la guardaría para después, pues se veía mejor incluso de lo que ella imaginó.

—Señora, se ve muy bella. Su esposo de seguro caerá rendido a sus pies.

—¡Eso espero, Blanca! ¡Eso espero!

Tocan el timbre.

—¡Debe ser el taxi que pidió, señora! —Blanca, que baja a ver quien es, deja a Aurora que saca del cofre el collar que le envío Ares y complementa el atuendo.

—¿Realmente soy tan bella como todos afirman? —Se pregunta a sí misma, con algo de inseguridad. —Vamos Aurora, no es momento para tonterías, lo que importa es demostrarle a Ares que no le temes, que ni siquiera te importa. —Se da ánimos ella misma, antes de soltar un largo suspiro, para tomar su bolso y bajar

—Blanca, ya estoy lista. ¿Llegó el taxi?

Pregunta al bajar las escaleras y no ver a nadie. Abre la puerta principal, y observa un auto muy conocido por ella. Es el auto de Ares.

—Blanca… —Llama a la empleada y se gira para preguntarle si su esposo está allí, pero apenas se da la vuelta, choca de frente con los labios de su esposo que alcanza gracias a los enormes tacones que decidió ponerse.

Intenta retroceder de inmediato, pero Ares la detiene tomándola de los brazos, mientras aspira su aroma que disfruta cada vez que puede.

—Estás... ¡Deslumbrante! —Dice el hombre boquiabierto, quedándose corto con las palabras para describir la belleza de su esposa.

—¡Lo sé! No necesito que me lo digas. —Dice Aurora con firmeza, apartándose finalmente de él. —¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías mi dirección? —Le pregunta y luego se dirige a Blanca, que trae en las manos un vaso con whisky, que le entrega a Ares

—Señor, su whisky.

—¡Gracias! —Le dice Ares, muy amable, lo que sorprende a Aurora.

—¿Blanca por qué estás atendiendo a este hombre? ¿Acaso no fui muy clara cuando te dije qué no podías dejar entrar desconocidos a la casa?

—Señora, pero es que es su esposo.

—¿Él dijo eso?

—No fue necesario. Lo reconocí de inmediato. Es igualito que en las revistas. ¡No!... En persona es mucho más guapo. ¡Qué suerte tiene señora!

—¿¡¡Blanca!!?

Ares controla una risa, mostrando tan solo una media sonrisa, que asombra aún más a Aurora, que es la primera vez que ve alegría genuina en su rostro. Incluso una media sonrisa en ese hombre era perfecta.

—¿Q-qué te parece gracioso? —Pregunta un poco nerviosa la mujer. —No deberías estar en esta casa.

—¿Segura? Por qué si no estoy mal, ambos tenemos derecho de estar aquí, ya que esta casa es un regalo de bodas que nos hizo mi madre.

—¡Ja! Un regalo que hasta hoy no te había interesado...

—Pero ahora sí me interesa. Es más, planeo visitarte seguido. Capaz y hasta me mude contigo.

—¿¡Qué!? —Ares mira a Blanca que sonríe feliz.

—Tranquila. No saltes de emoción. Primero quiero ganarme el derecho de que me dejes vivir aquí. —Dice con su habitual seriedad.

—¿Por qué ese cambio de actitud?

—Por qué no soy el demonio que todos creen. Y porque lamento profundamente todo el daño que te causé. Lo único que deseo es tu perdón Aurora.

Carraspea Blanca que siente que debería retirarse.

—¡Cof- Cof! Creo que se me quema algo en la cocina. —Dice y se marcha.

—El perdón no es algo que se gane con un cambio de actitud. Ni tampoco algo que se consiga de la noche a la mañana.

—Lo sé. Sin embargo, soy persistente, y el tiempo que me lleve, será el justo para un tonto como yo.

—¿Y si nunca te perdono?

—Pues moriré en el intento.

Aurora, que lo mira con una expresión indescifrable, corta la charla de raíz.

—Ya deberíamos irnos. ¡Adelántate! Mi taxi no tarda en llegar.

—He venido aquí por ti, y no me pienso ir sin ti.

—Pero, ¿y el taxi?

—Se fue con una buena propina.

—¿¡Qué!? —Ares le tiende su mano, pero ella la rechaza. —¡Muy bien! Iré contigo, después de todo ya estoy lista. Pero deja de beber, recuerda que vas a conducir.

Ares asiente, y deja el whisky sobre una repisa cerca a la puerta principal, y sigue con los ojos a la hermosa mujer que hace que su corazón lata con fuerza. Intenta adelantarse para abrirle la puerta, pero ella no lo permite.

—No necesito que finjas ser un caballero conmigo Ares Walton. De ti no quiero ni siquiera estos pequeños detalles que antes me negaste. —Sube la mujer de mala gana al auto, haciendo sentir mal al hombre que de inmediato recuerda el día que fue a comprar con ella el anillo de compromiso y cómo le ordenó que subiera al auto. Realmente era un gilipollas y no merecía menos de Aurora. Sin embargo, no se desanimaba. El perdón de su esposa era algo que planeaba conseguir, así le llevara la vida en ello.

***

Adriana y Daniel, cenan después de registrarse en el hotel e ir a inmigración para firmar los permisos de los autos que llegarán alrededor de la media noche.

Durante la cena, Daniel observa a Adriana algo pensativa.

—¿Preocupada por la presentación de mañana?

—¿Eh? —Se libera de sus pensamientos, centrándose en Daniel. —No, la verdad estaba pensando en mis padres.

—¿Tus padres? ¿Les pasa algo? Tu papá...

Niega Adriana.

—Papá está bien, aunque algo extraño. Por ahora no quiere ver a nadie, pero supongo que tendrá sus razones.

—Quizás todo se deba a la situación por la que ha pasado, ya decía yo que lo había asimilado todo muy bien. No es fácil recuperarse de un coma.

—Sí. Viéndolo desde ese punto de vista es entendible. Ojalá y las acciones de mi madre fueran así de entendibles.

—¿A qué te refieres?

Adriana, que siente que necesita desahogarse, confía en Daniel.

—Mi mamá actúa extraña. Y sospecho que me oculta algo grave.

—¿Por qué dices eso?

—Porque la he escuchado hablar por teléfono con alguien, a quien parece extorsionar, y días antes he encontrado una gran cantidad de dinero que tenía escondido. Y mi familia está en banca rota, si no fuera por la ayuda de tu madre y mi hermana, nosotros no podríamos sobrevivir con mi sueldo. No sé... Todo esto... No sé qué pensar o que hacer. A veces quisiera descubrir todo, y otras me da miedo lo que pueda encontrar.

Daniel, que mira preocupado a la chica, no sabe si contarlo o no lo que sabe. Verla tan angustiada lo hace guardar silencio.

Aurora que realmente estaba fastidiada en ese lugar donde todos la observaban como si fuera un trozo de carne, que la hacen recordar la mirada de Oliver aquella noche. Se aleja de Ares, que es saludado por algunas mujeres pertenecientes a familias muy influyentes, pero sin quitarle los ojos de encima a su esposa que toma asiento en una de las mesas.

Un hombre que toma asiento junto a Aurora, le ofrece otra copa.

—¿Por qué tan sola? —Le pregunta el hombre.

—¡Porque quiero! Así que puede seguir su camino. —Toma la copa que le dio Ares y se la muestra al hombre. —Ya tengo una... Pero gracias.

—Linda y prepotente, justo lo que pedí al cielo está noche.

—¿Y también la pediste con esposo? Por qué en el paquete viene incluido. —Dice Ares detrás del hombre, después de dejar tiradas a las mujeres que lo abordaron apenas vio a su esposa siendo asediada.

—¡Ares! ¡No sabía que era tu esposa!

—¿Por qué crees que la mayoría de los hombres de aquí, no se acercan a la mujer más hermosa, así la vean sola?

—Lo siento, apenas llegué ayer. Duré varios meses fuera del país.

—Entonces la próxima vez que te vayas y vuelvas, actualízate en noticias Rodolfo. —Le dice al hombre que es el hijo de una familia de comerciantes de autos, quién se disculpa.

—Lo siento, señorita. Disculpe si la moleste. —Aurora asiente y mira a Ares muy enojada, mientras el hombre se va.

—No necesito que nadie me defienda. Así que no actúes como si fuera de tu propiedad. —Le reclama.

—Te guste o no eres mi esposa. Y no pienso dejar que cualquiera crea que pueda acercarte a ti y dejarme como estúpido.

—¿Así que eso es lo que te molesta? Que piensen que eres un estúpido. Pues haberlo dicho antes. —Se toma la copa de un solo sorbo y se levanta

—¿A dónde vas? —La toma de la mano Ares, y le pregunta disimuladamente.

—¡A dejarte como un estúpido!

—No creo que eso pase...

—¿Seguro? —Aurora lo reta y Ares tira de su mano, y la acerca a él, y tomándola del cuello le planta un beso delante de todos, dejándola sin aliento.

—¿A ver quién se atreve a prestarte atención ahora?

—¿Eh? —Se va Ares de regreso con las mujeres que dejó solas, y Aurora siente la mirada de todos.

—¡Ya veremos!

Se acerca a varios empresarios, que escuchan la propuesta de Walton's Car, pero mantienen una distancia prudente con ella y la tratan de forma muy formal y sería.

A lo lejos ve, como Ares parece no quitarle los ojos de encima, disfrutando el respeto que todos sienten por él.

Aurora, que al final de cuentas hacia todo para molestarlo, no pensó que los hombres le tuvieran tanto miedo, pero lo agradecía. Ella no era una mujer nada diestra en eso de coquetear y su juego podría volcarse en su contra. Habló con varias personas y llegó a varios acuerdos verbales, lo que la hacía muy feliz, ya que varios elogiaban su iniciativa, aunque siempre terminaban reluciendo que no esperaban menos de la esposa de Ares Walton.

Algo cansada toma una copa, y sale al balcón, sintiéndose bastante intimidada y molesta por las mujeres que evidentemente no tenían ningún respeto por ella, y que perseguían a Ares por todo el salón, aunque él siempre parecía tener los ojos puestos sobre ella.

—¿Todo bien? —Le pregunta un hombre bastante atractivo que ya ha visto antes.

—¿Nos hemos visto antes? —De inmediato le pregunta la joven, que no recuerda en dónde.

—Sí. En Walton's Car. Lastimosamente, ese día, no tuvimos el placer de presentarnos. Mucho gusto. Mi nombre es Esteban Brown.

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