Jazmine que recibe una llamada de Oliver desde el hospital para que lo socorra, acude a su encuentro, antes haciendo que Josué encierre a Eva en su habitación y sea custodiada por algunos hombres, pues no puede irse y dejar ese cabo suelto. Al llegar al hospital, le ordena a su empleado que soborne a los policías que custodiaban la habitación de Oliver en el hospital, para que no dijeran nada de su visita, que sería muy corta.
—Tía... Pero qué rápida...
—Yo no soy tu tía imbécil. ¿Cómo pudiste desobedecerme?
—No soy tu títere Jazmine. Tu hijo me jodió la vida, y su esposa, esa malnacida sigue rechazándome, me mira como si yo le diera asco. ¡No lo soporto! —Explica lleno de ira, aferrando sus manos esposadas a las sábanas.
—¡Ja! ¡Te has obsesionado con esa tonta! Dios, ¿pero qué tiene que a todos los vuelve locos?
—Quiero que me saques de aquí. —Le exige el hombre que la mira con furia.
—¿Por qué? Tú solo te metiste en este lío. Me desobedeciste y encima querías hacerle daño a mi hijo.
—Por qué si no me sacas, contaré todo lo que sé y las órdenes que me diste.
—¿Por qué será, que a todos a los que le tiendo la mano de buena fe, terminan amenazándome? —Camina por la sala Jazmine, observando cada cosa que hay en la habitación.
—¡Porque eres una m*****a loca! Sácame de aquí o hablaré...
—¿Y si te digo que no? Después de todo es tu palabra contra la mía...
—¡Jajajaja! Me crees tan estúpido para amenazarte sin haberme protegido antes. Cada vez que has ido a verme, he grabado nuestras conversaciones y las órdenes que me has dado, incluso aquellas que me has enviado a través de tu perro faldero. Si no me sacas de aquí, sacaré todo a la luz...
—¡Mmmm! Y... Déjame adivinar. ¿La tonta de Eva tiene esas grabaciones?
Oliver abre los ojos de par en par, al pensar que su hermana puede estar en peligro.
—¿Dónde está mi hermana? ¿Acaso le hiciste algo vieja bruja?
—Tu hermana está bien... Por ahora...—Sonríe con malicia Jazmine y se pone de espaldas a él, observando la vista desde la ventana, mientras disimuladamente se pone unos guantes y saca una jeringa con un calmante
—¡Eres una m*****a! ¡Te acabaré si le haces algo a mi hermana! —Intenta levantarse el hombre que presiente que Jazmine planea hacerle algo malo a Eva, pero las esposas que lo aferran a la cama de hospital se lo impiden.
—No seas tan dramático. Ya te dije que ella está bien… Aunque… El que no va a estar bien, es otro. —Dice y observa la hora en su reloj siendo casi las 5 de la mañana.
—¿Qué quieres decir? —Pregunta el hombre que tiene ambas manos esposadas y no puede soltarse. Jazmine sin esperar más, se gira y clava sin previo aviso la jeringa en su cuello.
—¿Qué me has hecho? ¿Qué me has inyectado? ¡¡Ayuda!! —Empieza a gritar desesperado, sintiendo a los pocos segundos como le pesan los párpados. —¡¡¡Ayuda!!! —Intenta gritar otra vez, pero siente su voz distorsionada y sin fuerza.
—Tranquilo, te pondré a dormir. Digamos que seré benévola contigo. —Sonríe con malicia la mujer que es el último rostro que Oliver ve, pues a Jazmine lo único que le interesa es limpiar la podredumbre, si la víctima sufre o no, es lo de menos. Después de todo, alguien inteligente lo que menos quiere es generar ruido, dormir y matar: El plan perfecto. Apenas cae rendido, inyecta aire en el equipo de venopunción, escuchando 15 segundos después, como el monitor de signos vitales muestra una línea recta generando un sonido largo y limpio en forma de pito que indica que Oliver ha muerto.
«Mientras dormía, sufrió un paro cardíaco, que mejor forma de morir, tranquila y nada sospechosa.» —Pensaba Jazmine que consideraba que había eliminado un problema menos, pues de nada le sirvió esconderlo, porque resultó ser un inútil. Solo perdió el tiempo.
Sale de la habitación, con su típica expresión de mujer impenetrable, y llama a Josué.
—Dígame señora...
—Hazte cargo… Qué nadie entre a esta habitación, ni siquiera tú, por lo menos durante un par de horas. —Le ordena por qué ese es el tiempo en que desaparecerá el calmante de su organismo, pues es de acción rápida. El hombre que sospecha de las intenciones de su jefe, asiente y apenas se va Jazmine, desobedece sus órdenes, entrando a la habitación, encontrando todo relativamente en orden, a excepción de Oliver, que de no ser por el sonido del lector de signos, cualquiera pensaría que dormía plácidamente.
—Jazmine Walton realmente tiene la sangre fría... —Dice el hombre que se aterroriza de pensar en todo lo que su jefa ha hecho en la vida para llegar a ser quien es. Sin embargo, ¿qué haría? Él no era más que un empleado y ahora que sabía de lo que realmente era capaz Jazmine Walton. Sentía que toda su vida había sido una mentira, admirando y trabajando para alguien que no era lo que él pensaba.
***
Aurora, que envía a Blanca a descansar luego de que los paramédicos le prestarán la atención necesaria, le indica a Ares que suba junto a ella a la habitación para hacerle una curación.
—¿No entiendo por qué no dejaste que los paramédicos te curaran? —Le reclama mientras sale del baño con un botiquín.
—Ya te dije que no es nada serio. Blanca necesitaba la atención más que yo. Tampoco es necesario que tú me cures, yo puedo hacerlo cuando esté en casa. Estoy bien...
—¡Si claro! Estás incluso algo pálido, se nota que has perdido mucha sangre, ¿y dices que no es nada serio?
—Soy un poco más fuerte de lo que crees...
—Lo sé. Sé que eres muy fuerte, pero también sé que no eres invencible. ¿Puedes por favor quitarte la camisa? —Le pide, poniéndose frente a él, que está sentado en la cama.
—¿Estás segura? No quiero que te enamores de mí...
—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!... Parece que después de todo sigues siendo un patán...
—¡Auchhhh!... Era una broma...
—Pues qué sentido del humor tan malo... —Le hace un gesto de pocos amigos y él levanta las manos en señal de rendición.
—De acuerdo... Lo siento. —Intenta quitarse la camisa, pero al hacer el más mínimo movimiento el dolor es tan intenso en su hombro que no puede...
—¡¡¡Ayyyyy!!! —Se queja fuertemente.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Le pregunta Aurora que se siente culpable.
—Sí. Tal vez deberíamos dejar la curación para después.
—¿Podrías dejar de hacerte el fuerte de una vez por todas? —Le exige enojada.
—Está bien, pero tranquila... No te enojes. No puedo quitarme la camisa, me duele demasiado.
—¿Y así peleaste con Oliver?
—Supongo que ya bajó la adrenalina.
—Está bien. Déjame ayudarte.
Aurora, que empieza a desabotonar lentamente la camisa de Ares, lo mira con nerviosismo, alterando cada vibra del hombre, que siente cómo su cuerpo se eriza involuntariamente.
—Si me sigues viendo así, no creo que pueda dejar que me cures...
—¿Mmm?
—Dijiste que te ayudaban a olvidar y a recordar cosas, imaginó que también tienen una historia. —Se pone nuevamente frente a él, curando está vez la herida de su hombro, que es la más grave.
—Es cierto, pero estos son por logros personales. Así que sus historias no son tan tristes ni dramáticas.
—Entonces, me hubieras contado esas. —Lo mira con lástima, y Ares puede notarlo, lo que no le gusta por qué esa jamás fue su intención. —Parece que hay que suturar...
—¿¡Ah!?
—¿Crees que podrás aguantar? No tengo nada para anestesiar.
—Entonces que mi sufrimiento sirva en algo para aplacar tu ira. —Dice el hombre que se prepara para el dolor que es insoportable cada vez que Aurora atraviesa la aguja... —¡¡¡Joder!!!
—¿Estás bien? —Le pregunta Aurora que, contrario a lo que ella misma pensaba, no soporta verlo sufrir de esa manera.
—No te preocupes por mí, tú haz lo que tengas que hacer. —Afirma Ares que resiste lo más que puede, hasta que finalmente el suplicio termina.
—Parece que hemos terminado. —Dice la joven que se empieza a recoger todo
—Gracias al cielo.
—Deberás cuidarte muy bien, para que no se te infecte.
—Cómo ordene doctora... —Dice y Aurora lo mira con cara de pocos amigos...
Ares toma su camisa, y se levanta
—Bueno, creo que ya es hora de irme. —Dice al ver cómo el sol empieza a colarse por la ventana.
—¡No! —Exclama Aurora con rapidez.
—¿No?
—Me refiero a que deberías descansar, no estás en condiciones de manejar.
—No te preocupes, estaré bien.
—Ya deja de decir que estarás bien y que no me preocupe. Si no quieres que me preocupe entonces hazme caso y quédate un poco más. —Ares que se acerca a la joven que aún está recogiendo todo el desastre de la habitación.
—Está bien, lo haré, pero a cambio yo también te pediré algo...
—¿Mmm? ¿Y qué es?
—¡Quiero que te alejes de mi madre!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: DE MONJA A ESPOSA