DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 58

Ares, que baja a recepción para ver si tienen listas las otras dos habitaciones qué solicitó, aprovecha y va a la farmacia por algunos analgésicos y varios medicamentos, mientras su esposa, Eva y Blanca se preparan para ir a cenar.

Planea llevarlas al restaurante del hotel, y hablar acerca de todo lo que ha sucedido y las medidas que piensa tomar con respecto al peligro inminente qué están corriendo.

Observa la hora, mientras paga en la farmacia, y revisa su teléfono, viendo varias llamadas perdidas de Daniel, y Esteban; y varios mensajes de Lina, su secretaria.

Intenta comunicarse con Daniel, quien no le contesta. Llama a Lina, quien le pide de forma urgente respuesta sobre cuando regresará completamente a la empresa para reorganizar su agenda y todos sus compromisos, ya que a última hora ha tenido que cancelar varias reuniones en el día, porque él se olvidó de informarle su ausencia.

También le informa que Esteban no ha hecho más que preguntar por él y Aurora, siendo muy insistente en que no tiene todo lo que necesita para empezar a trabajar, y necesita de carácter urgente hablar con él.

—Lina, todos mis compromisos y reuniones, por favor aplázalos para el lunes y con respecto a Esteban, qué haga un inventario de lo que tiene, y una lista de lo que necesita, y que pase una orden al departamento de compras, ellos son los encargados de solucionar ese tipo de inconvenientes, no yo... Por cierto, ¿te importaría hacerme una cita con el abogado Peñaloza del bufete Lawyers Met para pasado mañana?

—Con gusto lo haré señor.

—Gracias Lina. Buenas noches.

—Buenas noches, señor...

Cuelga y recibe una llamada de Esteban, qué rechaza, y un mensaje de texto de Josué, recordándole su compromiso de mañana.

...

Aurora qué le pide a Eva qué termine de ayudarla a arreglar su cabello ahora corto. Es acaparada por la chica que después de llorar mucho tiempo en el baño, sale con una expresión mucho más tranquila como si nada hubiera pasado.

Toma unas tijeras, y corta el cabello de Aurora, qué luego ayuda a lavar, después de aplicar un matizante qué ayudó a aclararlo un poco para luego secarlo.

—Incluso con el cabello corto, te ves tan hermosa. —Afirma la muchacha que la ve desde el espejo del tocador, muy avergonzada. —Aurora...

—Sí...

—Perdón... No fui buena contigo en el pasado. —Suelta con una expresión triste, y Aurora, qué se levanta de la silla, la abraza sin pensarlo.

—Tranquila... Todos cometemos errores, somos humanos. Lo importante es que ahora somos amigas…

—¿Amigas?

—Sí... ¿Te gustaría? —Le pregunta y la muchacha asiente, devolviéndole el abrazo, qué se ve interrumpido por Blanca que pega un gritito al ver el nuevo look de Aurora.

—Señora... Es rubia... ¿Pero a qué horas fue a la peluquería? ¡Quedó hermosa!

—¿Cierto que le luce mucho? —Pregunta Eva muy emocionada.

—Pues, gracias... Pero te informo que no fui a la peluquería.

—¿No?

—No. —Toma las manos de Eva y se las muestra. —Esta señorita, de manos prodigiosas y muy buen sentido de la moda, me hizo este fantástico corte y me aplicó uno de sus productos para el cabello, qué lo aclaró un poco. —Dice emocionando a Eva, reconociendo el fantástico trabajo que había hecho, aunque para ella, a pesar de intentar mostrarse muy satisfecha, la verdad es que no se sentía muy cómoda, pues desprenderse sin consentimiento de su larga melena, fue algo un poco duro.

—Pues, señorita Eva, déjeme felicitarla. ¿No ha pensado en ser estilista o asesora de moda de esas actrices y modelos de la televisión? Porque le iría muy bien. —Comenta Blanca, con su habitual inocencia.

—¡Ay blanca! Qué cosas dices... —Le dice Eva, avergonzada.

—Bueno... ¿Qué les parece si nos dejamos de charlas, y nos cambiamos para ir a cenar con Ares?

—¡Eh! ... Sí, con respecto a eso, Aurora. Lo siento, yo no podré acompañarlos, la verdad no estoy de ánimos. —Le dice Eva

—Entiendo. Tal vez podemos decirle a Ares qué mejor comamos aquí. Pedimos servicio a la habitación.

—¡Noooo! ... No es necesario. De verdad, solo quiero estar sola un rato. Me entiendes...

—Sí... Bueno... —Se gira hacia Blanca. —Entonces solo tú y yo cenaremos con Ares...

—¡Ahhh! ... No, señora. A mí sí me disculpa con el patrón, pero yo no sé cuanto tiempo más podré estar en este hotel tan lujoso, con un colchón tan blandito, y si quisiera disfrutarlo lo más que pueda. Además, no tengo hambre. Yo me comí todo lo de esa nevera pequeñita... —Señala el minibar.

—Blanca, ¿entonces tú tampoco me acompañarás? —Le pregunta Aurora y la mujer niega.

—No...

—Entonces, no hay más que decir... Llamaré a Ares para decirle que la cena se canceló.

—¡Nooooo! —Grita Eva, y evita que lo llame. —¿Por qué no vas tú? Es tu esposo. No tienen que llevarnos a nosotras para ir a cenar. —Comenta y le hace señas con los ojos a Blanca, que empieza a buscar en la maleta de Aurora un lindo vestido rojo.

—Si señora. Es más... Debería aprovechar esta noche para arreglar un poco las cosas con el patrón... —Dice Blanca, qué le muestra el vestido

—¿Arreglar qué?

—Ella se refiere a que es un buen momento, para que le preguntes a Ares qué pasará de ahora en adelante, después de lo de hoy. —Interviene Eva

—Eso lo puedo hacer aquí... —Dice Aurora qué sigue sin entender las explicaciones de Eva y Blanca.

—Sí. ¿Pero te parece agradable dejarlo plantado luego de todo lo que ha hecho por nosotras? —Se cruza de brazos Eva, con tono desaprobatorio.

—Ustedes los están haciendo... —Las señala Aurora.

—Sí... Pero no somos sus esposas. Él la invitó a usted, y dijo: si ellas quieren, pueden venir. Yo estaba ahí. Es obvio que quiere pasar una noche solo con usted. Y la verdad es que el señor es un tipazo... Se lo merece... Ya no se haga de rogar. —Comenta crudamente Blanca, haciendo que Eva reprima una risita por la forma en que dijo las cosas, mientras que Aurora parece desconcertada. Pero ni siquiera tiene tiempo de refutar, porque Blanca y Eva, empiezan a maquillarla y a peinarla, y luego la llevan al baño, donde le entregan el vestido rojo y le piden que se lo ponga. Aurora, apelando a su pasado de mujer obediente, hace lo que ellas dicen, y luego se mira al espejo, viéndose totalmente distinta incluso a después de su cambio. Esta vez, el cabello corto y ese vestido tan ceñido al cuerpo, y con una pronunciada abertura en la pierna, le daban un aire de mujer fatal con el que no se sentía para nada cómoda.

—Ni siquiera sé, porque les hice caso. —Se dice ella misma, y se cambia con la ropa que tenía antes.

—Chicas... Agradezco sus intenciones, pero este vestido, no me representa...

—Dice y ve los rostros de decepción de las mujeres, pero aun así, deja el vestido rojo a un lado, y saca de su maleta un vestido negro de satín, y una chaqueta negra que se coloca, luciendo más sofisticada.

Las mujeres, igual, quedan deslumbradas por la belleza de Aurora que dejan de admirar, al escuchar toques en la puerta. Al abrir, ven a Ares, qué observa a su esposa completamente atónito, y avergonzado, pues él planeaba llevarla a cenar al restaurante del hotel y su vestimenta desentonaba por completo con ella.

—Estas... Hermosa como siempre. —Dice cada vez más cautivado por su esposa, que ahora tenía un look que la hacía lucir menos adolescente y angelical.

Aurora, qué guarda silencio, frente al comentario de su esposo, no puede dejar de pensar al verlo, en que su hermana Adriana, aun parece tener sentimientos hacia él.

—Aurora se arregló así para ti. —Interviene Eva, qué es fulminada por la mirada de Aurora, qué ahora tiene más claro porque no quieren ir a la cena.

—Sí, señor. Ya deberían irse, se les hace tarde. —Los apura Blanca.

—¿Y ustedes? ¿No piensan venir? —Pregunta Ares

—No. Ellas encontraron un par de excusas muy creíbles para no cenar con nosotros. —Comenta con algo de ironía Aurora y eso le causa un poco de gracia a Ares.

—Está bien, si no quieren ir, por lo menos descansen. —Les dice el hombre y les entrega un juego de llaves a cada una.

—¿Y esto señor? —Pregunta Blanca sorprendida.

—Sus habitaciones. No creerían qué permitiría, qué todas durmieran aquí, incómodas.

Las mujeres sonríen, y salen de la habitación con sus maletas. Eva, antes de salir, echa una última mirada a Ares, algo nostálgica, pues sabe que con lo que ha hecho el día de hoy, ha soltado el amor, no correspondido qué por él sentía.

—¿Por qué hiciste eso? Cuantos años tienes 17? ¿Por qué haces ese tipo de bromas?

—No es una broma. Dijiste que no sentías nada por mi, así que pensé que no te importaría.

—¿Así que te desnudas frente a cada mujer que dice que no me gustas para demostrar todo lo contrario?

—No. No es necesario... Por lo general, ellas intentan desnudárseme a mi...

Ares intenta sonar gracioso con su comentario, qué, por el contrario, molesta a Aurora terriblemente, ya que no está acostumbrada a ese tipo de bromas pesadas.

—Entonces, deberías ir a cenar con una de tus nudistas... —Sale furiosa, azotando la puerta, y llama a Eva, y le pide quedarse con ella, ya que Ares no le dio una llave como a las demás. Esa noche, aunque molesta, se sentía también curiosa, pues estaba conociendo a un Ares que no pensó conocer, y debía reconocer que esa nueva faceta, más tranquilo, preocupado por los suyos, bromista, e interesado en ella, le agradaba.

...

Ares, qué se recriminó toda la noche por haber dicho tantas tonterías y molestar a Aurora, no dejaba de pensar en la inocencia de su esposa y su forma de ser, que a veces era explosiva y a veces retraída, dejando ver que aun estaba en esa búsqueda de encontrarse a sí misma, lo que le agradaba mucho porque no quería ser como nadie, más que seguir sus propios deseos.

* * *

A la mañana siguiente, Ares, qué observa a Josué en el entierro de Oliver junto a su madre, intenta hacer algunas señas, pero se da cuenta de que este se limita a saludarlo de forma cordial como siempre, y luego de la sepultura, en la que Eva se nota bastante alicaída, le pide a Aurora qué la acompañe al hotel, mientras él va a la empresa, con la intención de cumplirle la promesa a Josué de que nadie se entere de su encuentro.

Durante varias horas, Ares espera a Josué, e intenta comunicarse con él, sin obtener respuestas.

Furioso por ser plantado, decide marcharse cuando recibe un mensaje de texto con un número desconocido de parte de Josué con una dirección.

—¿Pero qué es esto? ¿Acaso es una broma? —Se pregunta así mismo al ver que la dirección es la de su apartamento.

Va allí, y cuando llega se encuentra con Josué, qué lo espera en la sala, sentado, con un par de carpetas sobre la mesa de centro.

—¿Qué significa esto Josué? Habíamos quedado en encontrarnos en Walton's Car.

—Lo sé, señor, pero este lugar me pareció más discreto.

—¿Cómo entraste?

—Con la llave. Después de dañar su puerta, me quedé con una copia cuando yo mismo la mande a cambiar.

—¿Qué?

—No se preocupe. Jamás la usé hasta hoy.

—Entrégamela. —Le dice Ares refiriéndose a la llave, muy desconfiado de la actitud de Josué.

El hombre asiente, y le entrega la llave.

—Ahora dime de una vez, que era eso tan grave qué querías contarme...

—No hasta que un par de invitados lleguen...

—¿Acaso estás jugando conmigo, Josué? ¿Qué planeas?

—Planeo hacer justicia por la muerte de mi padre... —Afirma con rabia el hombre y Ares qué intenta preguntar de qué habla, es interrumpido por el sonido del timbre, y Josué se dirige a abrir, pero Ares, bastante prevenido, lo detiene.

—Yo iré... —Mira por la rendija y al ver quienes son, abre de inmediato la puerta.

—Doctor Reginald... Abogado Peñaloza y... Daniel... ¿Qué hacen ustedes aquí?

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