Daniel, que amanece junto a Adriana, no puede dejar de observarla. Estaba realmente enamorado de esa mujer.
Adriana, que despierta, lo pilla viéndola y se avergüenza de inmediato, recordando como se comportó la noche anterior.
—¡Buenos días, hermosa! —Le muestra una amplia sonrisa.
—¡Hola! —Dice tímidamente la mujer que se sienta sobre la cama inesperadamente, dándole la espalda, recordando que está recién levantada y que debe verse terrible.
—¿Pasa algo? —Se preocupa Daniel al ver su reacción, acercándose a ella, y tomándola de la espalda.
—No... es qué… Debo verme horrible... —Dice Adriana que intenta levantarse, pero cae en cuenta de que está desnuda, y se cubre de inmediato con la sábana.
—Primero, no te ves horrible. Te ves hermosa... Y segundo... No me quites el placer de seguir viendo tu lindo cuerpo.
—Es que... No estoy acostumbrada a dejarme ver desnuda, ¿sabes?... Me muero de la vergüenza, por como actué ayer... La escena de celos y como me lance sobre ti. —Se cubre el rostro con las manos.
—¿Te arrepientes? —Le pregunta Daniel, qué es lo que entiende.
—No... —Afirma Adriana, qué lo mira. Por primera vez a los ojos. —Siento pena, porque no sé muy bien como actuar, ya que no he tenido muchas relaciones íntimas con otras personas. A decir verdad solo una, y ninguno de los dos sabíamos muy bien que hacer. Pero anoche... Fue maravilloso. La mejor noche de mi vida.
—Entonces, no te preocupes por como actuar, porque solo debes ser tú. Me gustaría que mi novia se sienta tranquila y en confianza conmigo...
—¿Novia?
—Solo si quieres...
—Solo si lo preguntas correctamente. —Dice Adriana que parece sentirse más cómoda con Daniel, y el desnudo se para frente a ella y se arrodilla.
—Adriana... ¿Te gustaría ser mi novia?
Ella, emocionada, y algo distraída por el cuerpo de Daniel, intenta aguantar una pequeña risita por la situación.
—Cómo podría decirte que no, después de verte desnudo... —Se acerca a él y le da un tierno beso. —Sí... Quiero ser tu novia. —Afirma y Daniel se arroja sobre ella, avivando el deseo, listos para una nueva faena qué es interrumpida por el teléfono celular de Daniel.
Contesta, bastante frustrado, y es del aeropuerto, informándole qué el vuelo saldrá en una hora.
Rápidamente, se preparan, y van al aeropuerto, donde finalmente toman el vuelo qué los llevara directo a casa, esta vez tomados de la mano como una hermosa y tierna pareja.
...
Apenas y se bajan del avión, mientras esperan el equipaje, Daniel recibe una llamada de Josué, qué lo inquieta, ya que le pregunta si ya regresó al país, y ante su respuesta positiva, le pide verse de forma inmediata en el apartamento de Ares, de carácter urgente, ya que debe informarlo de asuntos importantes sobre Jazmine, y él asume qué puede ser algo relacionado con la salud de su madre, pues la última vez sufrió un desmayo y le enviaron reposo.
—¿Todo bien? —Le pregunta Adriana, al ver que no toma la maleta qué acaba de pasar por la banda.
—Parece que algo pasa con mamá. Josué me llamo y me dijo que necesitaba comentarme algo sobre ella de forma urgente. Creo que es algo relacionado con su salud. Últimamente, no ha estado bien, y desde que nos fuimos de viaje, no la he llamado, tuvimos una discusión, y la verdad no sé cómo está. Sé que quedé en acompañarte a tu casa, cariño. ¿Pero te importaría si nos vemos después?
Adriana, qué lo ve muy preocupado, entiende la situación.
—Tranquilo. Ve, luego nos veremos. No te preocupes por mí. Sé que ahora eres mi novio, pero soy una chica fuerte e independiente, ¿recuerdas?
—Lo sé... Y la más comprensiva, también. —Le da un beso en los labios, y se despide de Adriana, qué planea ir a casa, dejar sus cosas, visitar a su padre, y reunirse con Aurora y tomarse un café juntas.
* * *
Aurora, qué intenta consolar a Eva, durante el sepelio, se da cuenta de cómo Jazmine permanece alejada y distante hasta que Ares se marcha. Quien, antes de irse, le pidió que se fuera directamente al hotel con Eva Y Blanca y evitará en lo posible hablar con su madre. Quien cambio de actitud, apenas su hijo se fue, y le pidió a Aurora reunirse en horas de la tarde. Pues insistió en querer hablar de lo que dijo Ares la última vez, cuando tuvo el accidente y ella fue a verlo.
Aurora, sin embargo, por alguna razón que ella misma desconocía, apeló a su sexto sentido que debía obedecer a su esposo.
—Lo siento, señora. Le parece si nos reunimos mañana u otro día, es que Eva está muy mal, y no quisiera dejarla sola.
—¿Y desde cuándo Eva y tú se volvieron tan amigas? —Pregunta con sarcasmo y toca un mechón de su cabello corto.
—Eva es una gran persona. No veo por qué no podría ser su amiga. —Responde Aurora qué ve a Eva, esperándola en el auto qué Ares dispuso para que se transportaran, junto con un chófer.
—Sí... Por supuesto. Me alegra que sean buenas amigas. Por cierto... ¿Cuándo te cortaste el pelo? Creí que tu larga melena, era muy importante.
—Así es señora, pero no fue algo voluntario. Lastimosamente, Vanesa entro a la casa, y me hizo esto...
—¿Cómo? ¿Pero tú estás bien?
—Sí. Solo tengo pequeñas heridas superficiales qué se puede cubrir perfectamente con maquillaje. —Contesta Aurora, qué ve una genuina preocupación en Jazmine y no entiende por qué Ares desea que se mantenga alejada de ella, cuando es quien más la ha ayudado.
—Debiste llamarme. Esa loca de Vanesa, debemos hacer algo con ella...
—No quisimos molestarla. Por suerte, Ares, se ocupó de la situación.
—Me alegra mucho que tu y mi hijo se estén llevando bien. —Afirma con una sonrisa, qué forzó a mostrar, ya que por dentro se moría de rabia.
—Digamos que... Por ahora, nos toleramos. —Afirma Aurora.
—Bueno... Ya que me has rechazado el día de hoy, ¿te parece si nos vemos mañana? —Insiste Jazmine en reunirse con ella, que quiere sacarle información acerca de todo lo que puede saber Ares, con respecto a su origen.
—Está bien. Mañana, en horas de almuerzo, podemos reunirnos.
—Pasa, que es una asesina... —Dice el Dr. Reginald que contesta desde la puerta, y entra y toma asiento.
—¿Qué dijo?
—Lo que escuchaste, muchacho. —Le dice a Ares que es quien pregunta. —Pero vamos, siéntense. —Les dice, y el único que lo hace es el abogado Peñaloza, que permanece en silencio intrigado de la situación.
—¿Con qué derecho se atreven a tratar a mi madre de asesina? —Les reclama Daniel muy ofuscado.
—El derecho que me da ser el hijo de una de sus víctimas... —Grita Josué
—¿De una? —Pregunta Ares que no puede creer lo que escucha.
—Sí...
—¿Y quiénes eran los otros?
—Su padre, por ejemplo —Afirma Josué y Ares se abalanza sobre él y lo toma del cuello de la camisa, dispuesto a golpearlo, pero se arrepiente.
—Desagradecido. Durante años, mi madre te dio empleo, te vistió y alimentó... ¿Y así le pagas? ¡Calumniándola! —Lo mira con desprecio y lo suelta. —Vámonos Daniel, no tenemos por qué seguir escuchando estas estupideces. —Le dice a su hermano, que lo sigue, intentando no creer al igual que Ares lo que acaban de escuchar.
—Le parece una calumnia, que escondiera a Oliver, y le ordenara que intentara violar nuevamente a Aurora.
—¿Qué? —Se gira Ares, junto a Daniel, que lo mira sin entender nada, pues no está enterado de eso.
—O le parece calumnia, qué lo engañara, haciéndole creer durante toda su vida que era un Walton. Legítimo, su hijo, cuando lo compró a una mujer en Latinoamérica, como si fuera un bulto de papas con el que se puede hacer transacciones.
Daniel, que no entiende de que habla Josué, se da cuenta de que el único sorprendido por todo lo que está escuchando son Ares y él. Pues mira a los demás, y parece que ya sabían todo.
—¿Cómo lo supiste? —Le pregunta Ares a Josué.
—¿Entonces es cierto? —Pregunta confundido Daniel... —No eres hijo biológico de Octavio y Jazmine Walton.
—Si quiere saberlo, tome asiento y prepárese porque nada de lo que les cuente será fácil. —Les dice Josué sin dejar de mirar a Ares.
Daniel, que después de escuchar semejantes revelaciones, toma asiento sin dudarlo, y Ares, qué aún parece escéptico, dice una última cosa antes de sentarse.
—Espero y cada cosa que te atrevas a decir, no solo, la sostengas, sino que también, puedas probarlas.
—Eso intentaré. —Afirma Josué
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