DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 60

—¿Y bien? —Pregunta Ares, desesperado por un corto silencio que guarda Josué, quien arroja un largo suspiro y finalmente señala las dos carpetas que tiene sobre la mesa.

—Como pueden ver, sobre la mesa se encuentran dos carpetas. La de la derecha, es la historia clínica de la señora Jazmine Walton, y el doctor Reginald puede dar fe de ella.

Ares y Daniel miran a Reginald, que asiente, y toma la palabra, al ver que Josué abre la carpeta y empieza a mostrarles hoja por hoja.

—Como pueden ver, su madre, desde muy joven, presenta diferentes trastornos psiquiátricos, dónde la agresividad, debido a la falta de control de ira, era uno de sus mayores síntomas, y se reflejaba de distintas maneras, una de ellas, era atacando a personas cuando se enojaba.

—Eso no significa que mamá sea una asesina. Estaba enferma, pero aquí dice que se trataba médicamente, incluso por un tiempo se internó en un centro psiquiátrico. —Comenta Daniel, que considera que esa no es una evidencia para acusar a su madre de asesina.

—Es cierto... —Lo apoya Ares. —Un tratamiento que empezó a los 23, incluso antes de casarse con mi papá, y el diagnóstico de ese entonces, dice que hay una mejoría notable. Eso es lo que afirmó, su doctor de ese entonces... —Comenta y busca con sus ojos hacia el final de la hoja la firma del doctor, y casi se le salen los ojos... —¿Elena... Hermswort? —Menciona la identidad del profesional de la salud que atendió a su madre en ese entonces, en forma de pregunta, como buscando una respuesta de que ese era el nombre correcto. Josué y Reginald asienten, mientras Daniel no entiende.

—¿Por qué pareces tan sorprendido Ares? Acaso sabes quién es Elena Hermswort? —Ares lo observa como si algo fuera obvio, y solo hasta que Daniel menciono el nombre, cayó en cuenta del apellido. —Espera ¿Acaso esa tal Elena, tiene algo que ver con Aurora?

—Era su madre... —Afirma Ares, qué se recupera un poco del asombro.

—Bueno, pero tenía entendido que ellas fueron muy buenas amigas. —Justifica Daniel, que tampoco encuentra el problema.

—Es cierto... Aunque no sabía que había sido su doctora. —Afirma Ares.

—Su doctora, y la prometida de tu padre. —Dice Josué.

—¿Qué?

—Elena era la prometida de Octavio Walton, y tu madre se hizo pasar por su mejor amiga, y terminó por meterse en la cama de su novio, y armó una patraña como las que seguramente ella planea, e hizo que él se casará con ella y no con Elena. —Saca de su bolso unos recortes viejos de periódico que pone sobre la mesa, donde hay varias noticias sobre el sonado escándalo de entonces.

—Eso es ridículo, no puedes afirmar qué mi mamá obligó a mi padre a casarse con ella. Si mi padre dejó a Elena, creo que era porque no la quería, de lo contrario no se habría metido con mi mamá. —Dice Ares con firmeza

Josué, que está un poco cansado de que siempre justifiquen cada cosa que les cuenta, empieza a adelantarse un poco a los hechos más relevantes, a ver si siguen justificando a Jazmine.

—¡Ares, por Dios! —Lo llama por su nombre de pila, de forma muy autoritaria, lo que sorprende a todos. —Tú y Daniel pueden intentar justificar cada cosa hasta ahora que les haya contado de Jazmine, pero créanme cuando les digo que hay cosas injustificables, y que entiendo que será duro para ustedes asimilarlo por ser sus hijos adoptivos, pero si están aquí, es porque aunque sea difícil, quieren saber la verdad sobre su madre, así que les pido que me escuchen y no me interrumpan, por lo menos hasta que les cuente todo lo que sé.

Ares, después de semejante regaño, hace un gesto con las manos, indicándole que puede continuar sin interrupciones de su parte, contrario a Daniel, que interviene antes de que prosiga.

—Solo una cosa, antes de que continúes Josué. Ten más cuidado a la hora de expresarte. Hace un momento dijiste: '' Hijos adoptivos'' y te recuerdo que Ares no lo es. Si así vas a dar explicaciones, muchas cosas que digas, podrían no ser ciertas.

—Señor, Daniel, usted me conoce, ¿de verdad cree que me equivocaría con algo así? —Mira a Ares. —Tal vez, usted podría explicarle.

—Josué no se equivocó. Es cierto, Jazmine Walton me adoptó, y ahora que lo pienso, quizás esa era la razón por la que Octavio Walton me despreciaba.

—¡Es cierto! —Afirma Reginald, mientras Daniel no sabe qué decir, pues no se esperaba una noticia así. —Octavio te odio cuando se enteró de que Jazmine lo había engañado, haciéndole creer que tú eras su hijo legítimo.

—Espere... ¿Qué?... ¿Él no lo sabía?

—No Ares. Lo descubrió en tu niñez, y fue un golpe tan duro para él, porque te amó desde el primer día en que te vio, pero era un hombre que se dejó ganar por la ira, y eso lo llevó a equivocarse ciegamente contigo. —Sigue explicando Reginald.

—Qué curioso... ¿No?... No es su hijo, pero usted y él se parecen tanto. Eso fue lo mismo que usted hizo con su esposa. —Comenta Josué, y Ares lo mira.

—¿De qué hablas Josué?

—De todo lo que hizo sufrir a Aurora Hermswort por llenarse de ira y rencor. Tantas humillaciones y maltratos a los que la sometió, cegado por la sed de venganza

—¿Por qué no hizo nada hasta ahora? —Le pregunta Daniel.

—Porque hasta el día de hoy, jamás creí que Jazmine fuera capaz de hacer algo en contra de su esposo, pero hoy, pensándolo con más detenimiento, no es un imposible.

—¿Están locos? —Grita Ares y golpea fuertemente con sus manos la mesa que sostiene las carpetas, llamando la atención de todos. —Es mi madre de la que hablan. Tal vez, sí... Es cierto, oculta cosas, ¿pero tan graves para considerarla una asesina?... ¡Por Dios!, discúlpenme, pero cuando queremos encontrar un culpable, todo concuerda. O sea, ¿Quién creería que mi mamá controla nuestras vidas? ¡Es absurdo!

—¿Y por qué no? —Le pregunta Josué, ya recompuesto del golpe de Daniel.

—Porque yo siempre he sido un hombre libre como el viento. Rara vez, sigo las órdenes de mi madre. Siempre le llevaba la contraria en todo.

—¿Seguro? —Le pregunta.

—¡Por supuesto!

—Que lastima señor... Pensé que era más inteligente, pero es obvio que su renuencia a saber la verdad, le impiden aceptar la realidad. Es por eso que le pido que abra la otra carpeta. —Ares le obedece. —Es un testamento, el de su padre.

—¿Qué?

—Así es... Pero antes encontrará el contrato prenupcial, que redactó su madre, para su casamiento con Aurora, que según usted fue una decisión netamente suya y que su madre no controló.

—¡Ja! No intente hacerme pensar lo contrario. No había manera de que mi mamá me manipulara para casarme con Aurora, porque esa fue una decisión basada en mi situación sentimental de entonces.

—¿De verdad? Porque yo lo que recuerdo, es a un hombre siendo llevado al límite por su madre. Quien realmente no tenía planeado casarlo con Aurora, la mujer a quien desprecia, sino con su hermanastra Adriana. Lastimosamente, Aurora había cumplido 20 años, y eso significaba que era hora de revelar muchos secretos. La decisión de casarse con ella, fue inesperada, tomada con desesperación por la encrucijada de su madre, que resultó ser un salvavidas para ella misma, quien justo en ese momento, cuando usted irrumpió en su oficina, leía unos documentos que eran nada más y nada menos que el testamento de su esposo Octavio Walton, un documento que decía claramente que quien heredaría toda su fortuna, sería Aurora Hermswort, a quien reconocía públicamente como su hija.

—¡¿Qué!?

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