DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 61

—Sí... Como pueden ver, el testamento lo informa. —Josué señala nuevamente la carpeta, y Ares revisa rápidamente cada cláusula, dónde constata la última voluntad de Octavio Walton.

—Esto significa, que toda la fortuna Walton es de Aurora...

—No. —Interviene Peñaloza. —Solo la mitad.

—Abogado, pero si aquí dice que... —Lo interrumpe.

—Sé lo que dice ahí, letra por letra. Yo lo redacté. Pero le recuerdo que usted y su esposa firmaron un acuerdo prenupcial, donde sus bienes serían repartidos a la mitad.

—¡Ja! —Hace un gesto que demuestra que ahora va entendiendo las intenciones de su madre.

—Era... —Afirma Josué

—¿A qué se refiere Josué? —Le pregunta el abogado Peñaloza

—A que Jazmine tiene un poder de sucesión, donde Aurora renuncia a todo.

—¿Aurora hizo eso? —Pregunta Ares.

—Aurora ni siquiera sabe que es dueña de toda esa fortuna, o que es hija de Octavio. Ella firmó, pero sin su consentimiento.

—¿Eh?

—Vanesa... El día qué la atacó. Antes le hizo firmar un documento en blanco, por órdenes de Jazmine, a cambio de una gran suma de dinero, para luego intentar desaparecerla.

—¿Estás seguro de lo que dices?

—Por supuesto. Esa era inicialmente la tarea de Oliver. —Saca de su bolsillo, la USB que Jazmine le había quitado a Eva, y que le había entregado a él, para que se deshiciera de ella.

Ares la observa, no muy seguro de si será la misma USB.

—¿Qué es esto?

—La prueba de que no miento. Oliver se aseguró de grabar muchas de las conversaciones con Jazmine, y conmigo, recibiendo órdenes de su parte. Se la dio a Eva, para que la guardara, pero Jazmine se aseguró de quitársela, y me la dio a mí para que la eliminara. Todo eso, después de matar a Oliver con sus propias manos.

—¿Pero qué estás diciendo?

—La verdad. Ella visitó a Oliver en el hospital, y me pidió comprar a los policías qué lo custodiaban, para que nadie se enterara de que ella estuvo allí. Estaba furiosa, porque Oliver falló en sus órdenes, y además se atrevió a amenazarla, era un problema del cual debía salir lo más rápido posible, así que lo mató. Apenas salió de la habitación, me pidió que nadie lo viera por lo menos durante unas dos horas, pero yo entre apenas se fue y ahí estaba él, muerto. Tome varias fotos. Constate la hora, y revise la habitación, tomando la grabadora qué había dejado escondida antes de que Jazmine llegara. Así fue como confirmé todo. —Josué busca la grabadora en su bolso, y la enciende, permitiendo que todos los presentes escuchen lo que paso los últimos minutos en que Oliver estuvo con vida.

Entendiendo, por fin, el monstruo de persona que es la mujer que los crio. Parecen confundidos y aterrados sin saber qué hacer.

—¿Ahora me creen? —Pregunta Josué.

—¿Algo más que debamos saber? —Pregunta Daniel con voz temblorosa, mientras Ares, permanece en silencio, intentando controlar y procesar de alguna manera toda la información recibida.

—Sí. Su madre también mató a Octavio y a mi padre, quien era en ese entonces el chófer de él, a quien ella le pagaba por darle información de su esposo. Al igual que Francisco, murieron en una accidente de tránsito, bastante sospechoso. Nunca pude comprobar que su madre lo hizo, por eso empecé a trabajar con ella, pero fue muy limpia, pues varías de las personas que trabajaban para ella en ese entonces, prácticamente se desaparecieron. También creo que mató a Elena, y ayudó a Eloise a convertirse en la nueva señora Hermswort. Ellas han sido cómplices durante años, con el único objetivo de torturar a la hija de Elena Hermswort. Jazmine fue la culpable de que ella ingresará al convento, y a petición de Eloise, que recibía grandes sumas de dinero gracias a los malos tratos que le daba a Aurora, usted señor... —Se dirige a Ares. —Se casaría con Adriana. Jazmine jamás imaginó que se encontraría con este simple papel —Toca la carpeta con el testamento. —Dañaría todos sus planes.

—¡Maldita sea! ¿Quién diablos es esa mujer?

—Una desgraciada qué merece pagar por todas sus faltas. —Dice furioso Reginald.

—Pues parece que la vida misma le está cobrando todas sus faltas, ya que pronto morirá. —Comenta Peñaloza.

—¿Mamá está desahuciada? —Pregunta Daniel, que tampoco sabia.

—No es así. —Afirma Josué, y Reginald le dedica una mirada de preocupación al pensar que contará toda la verdad. —Ella fingió estar desahuciada, y amenazó al doctor Reginald con acabar con su reputación si no hacía lo que ella quería. Es por eso que él tuvo que mentir sobre su enfermedad, y generar falsos resultados. —Todos miran al doctor, esperando una confirmación.

—Jazmine Walton, está físicamente sana. Su única enfermedad es mental.

Ares, que se levanta furioso, voltea la mesa con todo lo que hay encima de ella, haciendo un reguero de papeles por toda la sala.

—¿Por qué nos cuentas toda esta m****a ahora? ¿¡Por qué!? —Grita Ares, lleno de rabia e impotencia contra Josué.

—Es obvio... —Se pone de pie Daniel. —Él quiere que seamos nosotros quienes nos venguemos por él.

—Por mí... NO... Por sus padres... Sí. —Se mantiene firme Josué.

—¿Cuál padre?... Daniel tuvo a un padre, yo solo tuve a un hombre que me odió, por no llevar su sangre. No tengo a quién vengar. —Responde Ares, que se acerca a la puerta.

—Pero sí, a quién cuidar. —Le dice Josué antes de que se marche, llamando su atención. —Sé que su esposa le importa, y Jazmine planea seguir haciéndole daño. Hasta ahora usted ha estado para protegerla, pero, alguien debe detener a Jazmine Walton, y los únicos que cuentan con ese poder son ustedes dos. Ares, sale sin decir una sola palabra más, seguido de Daniel, que toma los la USB y la grabadora que led mostró Josué. Sigue a Ares, quien toma su auto y maneja hasta una taberna al otro lado de la ciudad, con la mente y el corazón totalmente contrariados... Recordando vívidamente toda su vida.

Daniel, que lo sigue, toma asiento a su lado en la barra, y pide un trago para acompañarlo.

Los dos hermanastros, sin decir una sola palabra, comienzan a tomar un trago tras otro, casi parece como si compitieran por quien se emborrachara más rápido, pues eso deseaban, ponerse ebrios hasta perder el conocimiento y olvidarse por completo de su triste realidad, sin embargo, las horas pasaban y aunque el licor ya estaba haciendo efecto, más tenían presente la idea de que su madre, la mujer que más querían en este mundo, era una asesina, que los había manipulado a su antojo toda su vida, para lograr sus propósitos, pero aun así... ¿Serían capaces de actuar en su contra?

—¿Qué vamos a hacer? —Finalmente se atreve a preguntar Daniel, quien era el más temeroso de los dos.

—No lo sé... —Es lo único que puede responderle Ares, que no entiende en que momento su vida, se terminó convirtiendo en una escalera de hechos desafortunados y mentiras desastrosas

—¿Sabes de qué tengo miedo? —Sigue hablando Daniel

—¿De qué?

—De encontrarme con Jazmine y querer matarla con mis propias manos, por lo que le hizo a mi papá. Yo en serio la quería como una madre... ¿Por qué? ¿Por qué, es tan mala?

—No lo sé Daniel. —Lo mira después de tomarse otro trago. —Yo, ni siquiera que sentir. Me siento perdido... —Justo en ese momento, suena el teléfono de Daniel, quien con dificultad veía el nombre de Adriana en la pantalla.

—Es Adriana... —Le muestra el teléfono a Ares. —Lo único que vale la pena en mi vida en este momento. —Le da un par de besos a la pantalla antes de contestar y Ares tarda un momento en entender, hasta que descuelga la llamada, y escucha a Daniel llamarla ''Cariño''

—¿Tú y Adriana? —Intenta confirmar, pero Daniel sigue hablando por teléfono.

—¡Shhh!... Cariño, estoy bien, estoy con Ares... —Afirma y empieza a tratar de explicarle a su novia dónde estaban, pues se encontraba muy preocupada, al sentirlo tan borracho.

Un rato después cuelga y observa a Ares que lo mira fijamente.

—Bastante distraída. Aunque debías estar pensando en algo muy agradable porque parecías muy feliz...

—¿Qué? No... Para nada.

—Ajá... Sí... —Se ríe, y empieza a contarle como estaba Isaías, también ayuda a curarle los pequeños cortes, qué le hizo Vanesa, y le reclama por no haberle contado antes, todo lo que pasó.

Observa la hora, y siente que el tiempo ha pasado volando. Intenta comunicarse con Daniel, quien desde el aeropuerto o se comunica con ella, y entonces una voz enredada, qué tropieza las palabras, la hacen saber que está tomando. Preocupada, porque no sabe que tan ebrio está, le pide su ubicación para ir a buscarlo, y al fondo, le parece escuchar la voz de Ares.

—¿Ares está contigo? —Le pregunta y Aurora de inmediato presta atención a la conversación que termina con un ''No se muevan de allí, iré a recogerlos''

—¿Ares también está bebiendo? —Pregunta Aurora y Adriana asiente. —¿Pero por qué es tan irresponsable? Sus heridas jamás se sanarán.

—¡Waooo! Pero parece que su relación ha mejorado. Ya hablas como toda una esposa preocupada.

—Obvio no, hermana. Es solo que, la mayoría de sus heridas las tiene por mí. Pero es como un niño, por el que siempre hay que responder. Ayer lo del accidente y hoy esto. —Mueve sus manos mientras habla en señal de frustración.

—Bueno, pero no podemos dejar que manejen así.

—Pues que tomen un taxi.

—Aurora, no seas así. Me has dicho que el hombre se ha enfrentado a dragones y tiburones por ti, estos últimos días. Lo mínimo que deberías hacer es buscarlo como su esposa.

—Pero no lo soy...

—Si lo eres, que aún no consumaran el matrimonio es otra cosa. —La joven se cruza de brazos ante las palabras de su hermana. —Pero si no quieres, muy bien. Supongo que me iré sola.

Adriana toma su bolso, y abre la puerta para irse, y Aurora, que realmente planeaba quedarse, al final no puede resistir las ganas.

—Adriana, espérame... —Toma su bolso y la sigue.

—No que no... —Sonríe con malicia Adriana, que siente que el amor le ha abierto la mente, y los ojos, observando que a pesar de que Aurora intente ocultarlo, es obvio que se preocupa por Ares.

***

Ares, que después de otros 6 whiskys, siente la necesidad de irse, le dice a Daniel que está medio dormido sobre la barra, que se marchen, porque no cree que Adriana vaya a llegar, se levanta del taburete, sosteniéndose de la barra, para no caerse, pero el peso de su cuerpo puede más, y se va de lado chocando con las demás sillas, que caen al suelo junto con él.

—Mírate... ¿Quién es el torpe ahora? —Alguien le dice, y mira hacia arriba...

—Aurora, viniste... —Dice mostrando una amplia sonrisa, mientras la mujer lo ayuda a levantarse junto al bartender...

—¡Ja! Pero que ha pasado aquí... ¿Cuánto bebieron? —Pregunta Adriana que no logra hacer que Daniel se levante de la barra.

—6 Botellas de Whisky, señora. —Responde el bartender que vuelve a su puesto luego de ayudar a levantar a Ares.

—¿¡Qué!? ¿Ellos dos? —Pregunta Aurora sorprendida, y el chico asiente...

—Tenías razón... No debimos venir. —Bromea Adriana, que pide a uno de los de la barra, dos cafés negros bien cargados, sin azúcar, para despertar a los hombres que no entendían por qué se habían alcoholizado de esa manera.

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