Jazmine que luego del entierro de Oliver, va a reunirse con el abogado que le consiguió Josué, llega a una firma, bastante prestigiosa, donde solicita información sobre el abogado Fabio Urdaneta.
—Señora Jazmine, el doctor Urdaneta la espera. —Le indica la secretaria, que la deja pasar a la oficina y se encuentra con un hombre joven, quizás unos años mayor que Ares.
—Señora Walton, pláceme saludarla. Es un honor para mí, prestarle mis servicios. Su asistente me dijo, que me requería de carácter urgente. Dígame... ¿En qué puedo serle útil?
—Seré directa abogado. Necesito la asesoría legal de un abogado no muy ético. Alguien capaz de hacer lo que sea necesario para ganar un caso, y Josué me aseguró que usted era el indicado.
—No sé si tomar eso, como una ofensa o un cumplido. —Le muestra media sonrisa el hombre, que borra de su rostro al ver la seriedad de Jazmine, quien saca de su bolso dos carpetas que pone bruscamente sobre el escritorio de Urdaneta.
—La carpeta de la derecha, es el testamento de mi esposo, y la de la izquierda contiene un contrato prenupcial y un documento en blanco firmado por la implicada, que pensaba usar para hacer un derecho de sucesión. Léalos, céntrese en Aurora Hermswort y deme una solución de como despojarla de todo, lo más pronto posible, no importa que sea.
—Si señora. —Asiente, el hombre que empieza a leer detenidamente cada uno de los documentos, muy sorprendido por leer el secreto más escandaloso de la familia Walton.
Luego de una hora y media, analizando y releyendo cada cláusula. Confirma que la respuesta que quiere la señora Walton es muy obvia.
—Lamento haberla hecho esperar tanto. —Se disculpa con la mujer sentada frente a él, que no deja de mover con desdén sus piernas, algo estresada por el recuerdo que venía a su mente, al ver las paredes blancas de la oficina, que eran tan semejantes a las del manicomio en el que estuvo encerrada de joven. Odiaba ese lugar más que nada en el mundo, porque la hacía sentir sola, miserable y rechazada por el mundo. —Señora Jazmine, ¿todo bien? —Le pregunta el abogado, que no recibe respuesta de la explicación que acaba de darle sobre lo que debe hacer.
—Sí... Dígame
—¿No escuchó nada de lo que le dije?
—Pues repítame... ¿Qué espera? —Le ordena la mujer que intenta centrarse en él.
—Le decía, que como yo lo veo, hay dos opciones. Esperar 4 años a que la señorita Aurora reciba su herencia, y se divorcie de su hijo, para que este reciba la mitad de todo como está estipulado en el acuerdo prenupcial.
—¿Y el derecho de sucesión que función tendría?
—La que la señorita Hermswort le quiera dar. No necesariamente con ese derecho está cediendo el resto de su fortuna, además, para ese momento, no tendría ninguna validez. Los documentos como este, a menos que tengan fecha de expiación, son válidos, máximo 6 meses luego de ser firmados y autenticados. Es por eso que no sería muy inteligente usar ese documento en blanco para un derecho de sucesión.
—¿¡Qué!? O sea que todo lo que he hecho hasta ahora no ha servido para nada. Maldito Peñaloza —Piensa al darse cuenta de que las opciones que le había dado su anterior abogado, no la beneficiaban en nada.
—Pues, depende...
—¿Depende de qué?
—De lo que pase con la señorita Hermswort. Y eso nos lleva a la segunda opción de la que le hable.
—¿Y cuál es?
—Que su hijo enviude. Con ese papel en blanco firmado por ella, podemos hacer un testamento, que beneficie única y exclusivamente a su familia, y con eso, y el contrato prenupcial, aun sin vencer. Legalmente, el testamento se debe cumplir, y si la persona beneficiada ya ha muerto...
—Su único beneficiario sería quien aparezca en su testamento.
—¡Exacto!
Afirma el hombre que resuelve la vida de Jazmine con su opinión.
—Muy bien. Quédate con el documento en blanco, y has un testamento dónde se cumpla todo lo que acabas de decir.
—Si señora...
Jazmine se levanta y sale del lugar, segura de que mañana sería su oportunidad de solucionar lo que le quedaba de vida de una vez por todas.
Antes de subir a su auto, siente una opresión en el pecho qué no la deja respirar muy bien, así que apenas se sube, de toma una doble dosis del medicamento que le recetó Reginald y que Josué siempre le recuerda que debe tomar, pues el dolor era demasiado intenso.
—A casa... —Le ordena al chófer y se recuesta sobre el asiento, quedándose dormida, despertando un par de minutos antes de llegar a casa.
Apenas, entra, observa el interior de su casa de forma extraña. Es como si hubiera viajado al pasado, viendo el tapiz y los muebles que estaban hace 11 años.
—¡Jazmine! —Le parece escuchar la voz de Octavio y se gira, buscando por todo el lugar a su esposo...
—¡Jazmine! —Alguien grita otra vez, pero esta vez es la voz de Francisco.
Se gira nuevamente, y no ve nada...
—¡Pero qué m****a! —Exclama y siente un ligero toque en su hombro que le hace dar un salto del susto.
—¿Señora, está bien? —Le pregunta Josué que la mira algo asustado al verla sudorosa y mirando hacia todos lados. —¿Señora?
—Sí, estoy bien. —Dice, finalmente, extrañada de que todo parecía muy normal otra vez. —Dormiré un poco. No estoy para nadie. —Le indica al hombre y sube las escaleras, pensando en que debía tranquilizarse para dejar de imaginar cosas, pues últimamente, aquello que no la molestó durante años, últimamente estaban perturbando sus días y sus noches.
***
Vanesa que despierta de la anestesia, después de ser operada de urgencia, ve a su lado a Joseph, que toma su mano, y duerme en una silla, cerca a su camilla.
—Tonto... Aún sigues enamorado de mí, después de todo lo que te he hecho... —Dice la mujer en voz baja, recordando cuando lo conoció y lo enamorados que estaban cuando se casaron. Un par de lágrimas, se escapan de sus ojos, pero las limpia rápidamente y quita su mano de la de él, despertándolo.
—Vanesa, has despertado. ¿Cómo te sientes?
—¿Cómo crees después de ser apuñalada? —Le pregunta de mala gana. —Como quisiera saber quién es el maldito que intentó matarme.
—Jazmine Walton. —Afirma con seguridad Joseph, que ordenó a sus antiguos subordinados, antes de ir a la cárcel que ubicaran a los hombres que intentaron matar a Vanesa, averiguando que trabajaban para Jazmine Walton, ya que uno de ellos regresó a la mansión Walton luego de atacarla. —Seguramente en este momento, debe pensar que estás muerta.
—¡Maldita bruja! Sabía que no debía confiar en ella. —Intenta levantarse de la camilla.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Se lo impide Joseph, levantándose y sosteniéndolas de los hombros.
—¡Déjame! Iré a darle su merecido a esa momia.
—¿Eres tonta? ¿Quieres que te terminen de rematar? Porque no la denuncias y ya...
—Jajajajaja... Hay por favor, Joseph... Parece que el tonto eres tú. ¿Crees que mi palabra, pesaría más que la de esa mujer?
—¿Y por qué no?
—Porque la justicia de este país es una m****a... Y los ricos tienen dinero para comprarla.
—Con un "gracias Aurora" sería suficiente. —Se cruza de brazos la chica, a quien inesperadamente toma de la cintura y se tira a la cama, haciendo que ella termine sobre él.
—Gracias Aurora... —Le dice y acaricia con suavidad su rostro con sus dedos. —Eres tan hermosa... Y no me alcanzará la vida para pedirte perdón... —Aurora se sonroja, mientras que las lágrimas empiezan a rodar por el rostro de Ares y Aurora parece confundida e intenta levantarse.
—Creo que deberías descansar. Estás muy borracho. —Ares la abraza con fuerza, aferrándose a ella, y el se calma.
—Sí... Estoy tomado, pero no es la primera vez que me emborracho de esta manera, así que todo lo que diga hoy, te aseguro que lo recordaré. Y hoy quiero decirte muchas cosas que quizás te harán odiarme más.
—Entonces dime. —Levanta su rostro, sintiendo curiosidad de lo que está hablando su esposo, dejándose invadir al mismo tiempo de una sensación de calor en el cuerpo, al sentir la mano de Ares que va hasta la parte baja de su espalda.
—En realidad hay dos cosas que quiero decirte.
—¿Y cuáles son?
—Lo primero que tengo que decirte es algo que, si no lo digo ahora, no sé si tendré la oportunidad de decirlo más adelante.
—Pues dime...
—¿Estás segura?, porque lo segundo no es muy agradable de escuchar.
—Ares, ya deja de dar tantas vueltas por Dios y dime de una vez...
—Ok... Pero cálmate... ¡Shhh! No grites... —Cubre con sus dedos la boca de Aurora, y eso le causa gracia a la mujer que no sabía lo hablador que podía ser con unos tragos de más.
—Duerme... —Se gira y cae a la cama, zafándose de su agarre, y busca levantarse de la cama, pero Ares la toma de la mano.
—No te vayas...
—¿Eh?
—Quédate conmigo... Juro que no te haré nada... Solo quédate a mi lado.
Aurora, qué siente ternura, acepta su petición, y si decir una sola palabra, se acuesta a su lado, mirando el techo, muy nerviosa, con su corazón a mil, mientras él sostiene su mano.
—¿Ares? —Lo llama luego de varios minutos para saber si aún duerme.
—¿Mmmm? —Responde el hombre que siente que está soñando por tenerla a su lado.
—¿Que era eso que me ibas a decir, que dijiste que no sabías si tendrías la oportunidad de decirlo más adelante?
—Que te mentí... Que no es verdad que te quiero...
—¡Ah! —Siente una profunda desilusión la chica, y las lágrimas se asoman en sus ojos... Y Ares, que toma un respiro, se gira hacia ella y la abraza, con uno de sus brazos, mientras termina de hablar.
—La verdad es que, pensé que te quería, pero solo me estaba mintiendo a mí mismo, porque la realidad es que estoy perdidamente enamorado de ti Aurora. Te amo, y me di cuenta hoy... Al enterarme de que ahora sí te perderé para siempre... —Una sonrisa que se dibuja en el rostro de Aurora, a su vez se esfuma rápidamente.
—¿Qué quieres decir? —Pregunta la chica, pero la única respuesta que obtiene es un enorme ronquido de Ares que finalmente ha perdido la batalla con Morfeo.
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