A la mañana siguiente suena el teléfono de Ares, despertándolo con una fuerte resaca. Intenta levantarse, pero no puede al ver a su esposa aferrada a su torso, durmiendo plácidamente, abrazada a él. Hubiera pasado toda la mañana viéndola dormir, pero el sonido de su teléfono que suena nuevamente la despierta esta vez.
—¡Mmmm! ¿Qué pasa? —Pregunta Aurora medio dormida.
—No es nada. Es mi teléfono... —Responde Ares, y el sonido de su voz, asusta a Aurora, que se levanta de inmediato avergonzada de la situación, lo que le causa gracia a él y se acerca a ella que le da la espalda.
—¿Todo bien?
—¡Mjum! —Asiente la mujer y se acomoda un poco el cabello con disimulo. —Iré a pedirle algo de ropa a Daniel. Necesitamos un baño.
—¿Juntos? —Pregunta sugerentemente Ares haciendo que su esposa se sonroje.
—No... Me refería a que tú necesitas un baño. Yo iré al hotel. —Se levanta y sale de la habitación en busca de su hermana y su novio.
Ares, que se masajea la cien, para minorar un poco su dolor de cabeza, busca su teléfono que suena otra vez, enredado en las sábanas de la cama. Se sorprende al ver el nombre de Joseph en la pantalla, y contesta de inmediato.
—Ares, hasta que por fin me contestas
—¿Ha pasado algo?
—Sí. Estoy con Vanesa.
—¿¡Qué!?
—Estamos en un hospital a las afueras de la ciudad, porque tu madre ordenó que la mataran.
—Lo sé. Apenas hace unas horas me enteré de que le hizo daño a mi esposa por órdenes de mi madre, y no perdonaré a ninguna de las dos. Así qué si me llamas para interceder por esa mujer, pierdes tu tiempo...
—No. No te llamo para eso. Todo lo contrario. Quiero que muevas tus influencias para hacer qué Vanesa se pudra en la peor cárcel del país.
—Y eso haré... Lo que le hizo a Aurora lo pagará.
—Sí. Debes denunciarla, por allanamiento de morada, intento de homicidio, y yo la entregaré por homicidio en primer grado
—¿¡Qué!?
—Mató a alguien. Es más peligrosa de lo que nosotros pensábamos
—¿Estás seguro de lo que dices?
—Tengo una grabación en mi teléfono, donde acepta el crimen y me pide que no la entregue.
—¿Por qué lo haces?
—Porque no pienso seguirme ensuciando las manos y la vida por esa mujer.
—Muy bien. Entonces envíame la dirección, haré una llamada y será cuestión de tiempo para que Vanesa esté tras las rejas.
—¡Gracias! —Cuelga Joseph, qué respira, convenciéndose de que esto es lo mejor. No tiene derecho a arrepentirse.
...
Ares, qué llama de inmediato a uno de sus contactos en la policía, luego de colgar, está seguro de que Joseph Aún está enamorado de Vanesa, pero entiende el porqué de su decisión, pues a veces por más que ames a alguien tienes que hacer lo correcto. Por fin su mente y su corazón estaban de acuerdo y sabía qué hacer. Había tomado una decisión entre su madre y su esposa. ¡Lo correcto era lo correcto!, no había nada que hacer.
Rápidamente, sale de la habitación y busca Aurora, que está sentada sobre un taburete en la isla de la cocina hablando con Adriana.
—¿Y Daniel? —Pregunta Ares.
—Buenos días para ti también. — le dice con sarcasmo Adriana. —Está dormido, pasó una mala noche. Te prohíbo que lo vuelvas a emborrachar.
—Para empezar yo no lo emborraché. Podrías por favor despertarlo hay algo importante que debemos hablar los cuatro.
—¡No lo haré! Ya te dije que pasó muy mala noche.
—¡Entonces lo haré yo! — entra a la habitación de Daniel y lo llama sin ningún tipo de tacto. Daniel, que se levanta medio asustado, observa a su hermano y a pesar de su malestar ve sus ojos y entiende la situación
—Tenemos que hablar con las chicas —Le dice Ares y Daniel como puede se levanta, toma su bata y sale a la sala.
—Deberías estar durmiendo. —Lo regaña Adriana de inmediato, pero Daniel la ignora y toma asiento en la sala.
—Chicas, ¿podrían venir por favor? Hay algo muy importante que debemos decirles. —Les dice y Ares que lo sigue permanece de pie a su lado, mientras las mujeres toman asiento frente a ellos.
Adriana, que parece de muy mal humor, se cruza de brazos mientras que Aurora tiene un mal presentimiento sobre la actitud de los hermanos, pregunta sin reparo:
—¿Qué es eso tan importante que nos tienen que decir?
Ares, que toma la vocería sin dudarlo, dice todo lo que sabe con respecto a su madre y a todos los delitos que ha cometido. Las mujeres sorprendidas guardan silencio mientras escuchan horrorizadas cada cosa que les dicen sin entender realmente cómo alguien puede ser tan mala. Adriana, fiel a su personalidad, hace mil preguntas, después de escuchar las grabaciones y tener conocimiento del testamento de Octavio Walton. Sobre todo por la gran revelación de que Aurora es hija de este hombre. Noticia que procesa por un momento la ex novicia que está completamente en silencio sin decir una sola palabra. Hasta que los hombres terminan de hablar y ella reacciona tomando sus cosas y saliendo de inmediato del apartamento. Su hermana intenta seguirla, pero le pide que la deje sola, pues no desea hablar con nadie.
Adriana, que regresa adentro, observa a su novio y a su cuñado.
—Ares... —Lo toma de las manos muy nerviosa. —Por favor no la dejes sola, cuídala por mí. —Le pide Adriana muy asustada, por lo que Aurora pueda hacer después de conocer la verdad, y Ares de inmediato sale tras de ella.
Salen del edificio, y toman un taxi, ya que el auto de Ares se quedó en la taberna de la noche anterior.
—¿A dónde vamos?
—Al hospital, mi padre y Eloise me deben un par de explicaciones. —Afirma la mujer, que durante el trayecto, le explica su plan, y lo que debe hacer. Ares, sin dudarlo, gestiona todo lo que le pide su esposa, quién está decidida a hacer justicia.
...
Aurora, que llega al hospital, en compañía de su esposo, sube de inmediato a la habitación de Isaías.
—Ares, pase lo que pase, no intervengas, a menos que yo te lo pida. —Le dice a su esposo, justo antes de entrar y ver a su padre, que parece listo para regresar a casa, pues está sentado en una silla de ruedas, con un pequeño bolso sobre sus piernas, esperando que Eloise termine de recoger algunas cosas.
—Aurora? —Exclama sorprendido Isaías el nombre de su hija. —No deberías estar aquí. La última vez fui muy claro contigo. —Le dice Y Eloise que de inmediato deja lo que está haciendo interviene.
—¿Acaso eres sorda? ¡Lárgate! —Le grita y se acerca con intención de sacar a Aurora con sus propias manos, pero está la recibe con una bofetada que voltea su rostro por la fuerza impregnada.
—¡Maldita! —Le grita la mujer que se abalanza sobre ella, pero Aurora, la esquiva y la toma por el cabello, haciendo que se ponga de rodillas en el suelo...
—¡Isaías ayuda!
—¿Aurora pero qué haces? ¡Suéltala por Dios! Es una mujer mayor... Ares haga algo... —Le pide Isaías, pero él se niega.
—Lo siento, señor, pero no quiero tener problemas con mi esposa. —Dice y se cruza de brazos observando la escena.
—Por qué debería soltarla papá. Este era uno de los castigos preferidos de Eloise, cuando yo era niña. Así me trabaja, como una basura, como su sirvienta. Y por cualquier cosa, me tomaba del cabello y hacía que me arrodillara para que le pidiera disculpas. Pues bien... Lo que es igual no es trampa... ¿O si, Eloise?
—Aurora, hija... por favor suéltala... —Le pide nuevamente Isaías...
—¿Hija? Seguro papá...
—Aurora... —Interviene Ares, que no sabe si su suegro sabe la verdad. —No deberías...
—¿No debería que, Ares? Decirle al señor Isaías que no soy su hija… Creo que él ya lo sabe...
Se sorprende Ares al escuchar esto.
—Por eso me rechazaba últimamente, por eso no quería verme. Por eso dejó que está mujer, me maltrata todos estos años. —Zarandea a Eloise un poco, y luego la suelta, acercándose a su padre...
—¿Es así papá? ¿O debería llamarte, señor Isaías?
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