El CEO y la Bailarina Nocturna (COMPLETA) romance Capítulo 12

Me removí en la cama intentando taparme lo más posible con las mantas, pero ni así dejaba de temblar.

Tengo demasiado frío

Abrí los ojos con desesperación, encendí una lamparita que había a mi lado y me di vuelta para quedar frente a Mikkel, ya que le estaba dando la espalda.

Lo miré detalladamente y reí. Tenía la boca en forma de o, su ceño fruncido y un mechón de cabello sobre el rostro.

Acerqué mi mano lentamente hacia él y moví el mechón, iba a alejar mi mano, pero sin darme cuenta ya estaba acariciando su mejilla con delicadeza para no despertarlo.

Volví a temblar y esta vez sí alejé mi mano para taparme hasta el cuello con la manta.

Él me dijo que si me sentía mal lo despertara, espero haya estado hablando en serio.

—Mikkel —susurré tocándole el brazo por debajo de las mantas, pero ni se removió—. No me siento bien —volví a tocarlo, pero esta vez un poco más fuerte.

Abrió un poco sus ojos y volvió a cerrarlos, pero un segundo después ya tenía los ojos como platos.

—Mierda, Aly, estás sudando —se sentó rápido en la cama para mirarme mejor.

—Tengo mucho frío.

Acercó su mano a mi frente e hizo una mueca mientras me daba una mirada triste.

—Estás ardiendo —me destapó dejándome sólo con la sábana y me quejé—. Sé que sientes frío, pero no puedes taparte demasiado. De hecho, deberías sacarte ese suéter. Tienes que usar ropa liviana.

—Eres un intento fallido de doctor —reí mientras mi boca temblaba.

Se paró de la cama y abrió el gran clóset para sacar una polera. Se volvió a acercar y la dejó a mi lado.

—Ponte esta polera, te traeré agua porque debes mantenerte bien hidratada.

Sin antes poder decir algo, salió de la habitación casi corriendo.

Me saqué el polerón rápido y me puse la gran polera negra que me había pasado para después volver a taparme sólo con la sábana, pero recordé que Mikkel me había prestado un pantalón bastante abrigador, y según él debía usar ropa liviana, así que me lo quité quedando solo en bragas.

Al menos estas bragas son un poco más grandes que las que solo usar

—Toma —Hummel llegó con dos botellas de agua y una aspirina. Dejó una botella en el mueble y la otra me la entregó junto a la aspirina—. Es mi culpa, no debí aceptar que te metieras a la piscina.

—No fue tu culpa, yo solita quise hacerlo —me tomé la aspirina y le di un gran sorbo a la botella. Se la entregué para que la dejara junto a la otra y me acomodé en la cama—. Lamento haberte despertado, había intentado aguantar el malestar, pero no lo logré por mucho tiempo.

—No te preocupes, que bueno que me despertaste —se acostó nuevamente a mi lado—. Intenta dormir, yo estaré despierto toda la noche, no te quitaré los ojos de encima.

—Claro que no, tú también debes dormir, Mikkel.

—No te preocupes, a veces me desvelo toda la noche. No será primera vez que no duerma.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo si lo único que nos une es un trato?

—¿Qué trato? —frunció el ceño.

—¿Ya se te olvidó? —se encogió de hombros y yo bufé—. Yo hago lo que quieras para que tú no le cuentes mi secreto a mi padre.

—Ah sí, verdad —asintió lentamente—. No es que sea bueno contigo, pero si estás enferma en mi casa obviamente debo cuidarte.

Me acerqué a él, pasé mi brazo por su cadera y dejé mi cabeza en su pecho para quedar mucho más cómoda.

Pero todo momento de felicidad tiene su fin.

Gruñí cuando sentí como se separaba de mí con una expresión extraña en el rostro. ¿No le habrá gustado? ¿Estará arrepentida? ¿Me dirá que fue un error?

—Sólo necesitaba respirar

Volvió a juntar nuestros labios y así estuvimos por lo que yo pensaría que fueron unos minutos, moviendo nuestras lenguas y labios, disfrutando cada segundo de lo que era nuestro tan deseado primer beso.

Definitivamente no sería el último

Juntamos nuestras frentes y reímos nerviosos mientras intentábamos respirar con normalidad.

—Te demoraste demasiado en besarme, ya estaba pensando que no lo harías nunca —Alyssa me miró chasqueando su lengua para después volver a dejar su cabeza en mi pecho.

—Tú también podías besarme, Aly —le recriminé.

—Lo sé, pero quería que tú lo hicieras primero —contestó riendo, pero se calló abruptamente—. Mierda, me sentiré muy mal si te pego el resfriado.

—Bah, ¿tú crees que me importa? Además, no me enfermo hace años. No me pasará nada.

Miré el techo sin evitar tener una sonrisita en la cara, y sabía que ella estaba igual.

—¿Cómo te sientes? Se me olvidó completamente que estabas mal.

—A mí también se me olvidó, al parecer lo único que necesitaba para sentirme mejor era un beso tuyo —admitió bajito.

—No te preocupes, desde ahora te besaré todo el tiempo.

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