EL EROR PERFECTO romance Capítulo 16

Diana se despertó sintiendo un cuerpo caliente que se pegaba a su espalda. Se removió un poco y pudo sentir como algunos músculos de su cuerpo protestaban así también como su vejiga que le hizo despertarse y abrir muy bien los ojos.

Lo que había pasado la noche anterior, cambiaba el rumbo de las cosas. Se movió despacio, para salir de la cama, no quería despertar a Ian. Aunque sabía que sería caso perdido una vez que las náuseas matutinas hicieran acto de presencia.

Llegó hasta el cuarto de baño. Hasta el momento todo estaba normal. Se apoyó en el lavamanos y se lavó la cara. Miró su reflejo en el espejo y vio algo diferente en el. No podía mentirle, había tenido sexo. El cabello despeinado. Los labios hinchados, se acercó un poco más. Tenía un chupetón en el medio de sus pechos.

Ian la había tomado dulcemente, pero había dejado huella de su posesión. Se lavó la cara y se aseó un poco. Al parecer esa mañana el malestar del embarazo se había ido. Se echó reír, tal vez debería tener sexo todas las noches para combatirlo.

Salió del cuarto de baño aún desnuda y pudo ver que Ian aún estaba dormido. El deseo y la lujuria se apoderaron de su cuerpo. Al verlo en la cama con las sábanas apenas tapando su estrecha cintura masculina, con una de sus musculosas piernas al descubierto y uno de sus fuertes brazos sobre la cabeza.

Tal vez él tenía razón. El error que habían cometido era haber callado sus sentimientos por tanto tiempo. Tantos años manteniéndose alejada de él porque pensaba que solo la quería como una amiga. Había huido en vano. Ahora no había duda que le pertenecía, las marcas de su amor en su cuerpo y el niño que llevaba en su vientre se lo recordaban.

¿Qué debía hacer ahora? Una voz en su interior le dijo: "disfruta del momento, para no arrepentirte después". Caminó hasta la cama y se metió despacio. Él se removió un poco, pero no se despertó, solo se quitó el brazo de encima del rostro. Ella lo detalló. Estaba jodida. Enamorada hasta los huesos de Ian Cooper. Nada más y nada menos que el padre de su hijo.

Se acercó poco a poco y besó cada uno de sus ojos. Luego la punta de la nariz y se atrevió a besar sus labios castamente. Se inclinó más hacía el gran cuerpo y la pasión hizo que le hirviera la sangre. Comenzó a besar su pecho. Metió una de sus manos debajo de las sábanas y comenzó a acariciar aquel miembro masculino que no le cabía en la mano. La piel sedosa y caliente, con la punta de su pulgar trazaba el camino de las gruesas venas que bordeaban aquel mástil de carne.

Siguió moviendo la mano lentamente de arriba hasta abajo, mientras que inclinada seguía besándolo. Tal vez debería de parar. Ella nunca había sido de esas chicas que tomaban la iniciativa. Se sentía torpe. Tuvo la intención de parar y quitar la mano, pero cuando iba a hacerlo una mano cubrió la de ella. Emitió un jadeó por el asombro.

—Esta es la mejor manera de despertarme —dijo Ian con voz somnolienta.

Mientras le indicaba el ritmo, su miembro se iba endureciendo poco a poco. Ian contenía la respiración. Sabía que estaba tratando de controlarse. Con la mano libre. La tomó de la nuca para acercarla hasta su rostro y cubrir sus labios con ella en un beso demandante. Esa acción animó más a Diana que no dejaba de acariciarlo, decidió también acariciar sus testículos. Nunca lo había hecho. Eran tan delicados. Estaban calientes y poniéndose pesados.

Luego volvió a acariciar aquella vara de hierro caliente que ahora estaba totalmente erecta. Al ser consciente de eso, la carne entre sus muslos comenzó a palpitar. No había duda que darle placer a él la excitaba enormemente, aceleró su movimiento. Ahora menos le cabía en su mano.

Estaba maravillada, al darse cuenta del poder que tenía en ese momento sobre Ian. Siempre la había enloquecido con caricias, ahora podía devolverle el favor. No dejaba de mover su mano y dejar sus labios.

La respiración de Ian era agitada, pero trataba de controlarse. Con su pulgar acarició la cabeza hinchada de su miembro, y pudo notar que estaba húmeda con líquido preseminal. Su vientre se contrajo. Apretó un poco las piernas para tratar calmar un poco su dolorido clítoris con la fricción. Ya estaba húmeda y resbaladiza. Al punto que sabía que Ian se daría cuenta muy pronto.

Ian con una de sus manos acariciaba su espalda animándola a continuar. Ella sabía que solo le concedería el control por un momento. Metió la otra mano entre los muslos de ella. Diana se tensó por un momento.

—Déjame tocarte... no es justo que solo yo disfrute —aquella voz ronca y sexy era su perdición porque hacía que sus pezones se erizaran y que él aprovechó para llevar uno a la boca. Inmediatamente ella abrió las piernas para él.

—¡Jodeer nena! —exclamó— Estás tan mojada y resbaladiza.

Diana gemía y arqueaba su cuerpo al tiempo que apretaba su agarre sobre la erección de Ian. Esas caricias eran inocentes preparándola para lo que sabía que vendría a continuación.

Ella iba a dejarse llevar. Él introdujo un dedo en el interior de su sexo, lo estaba disfrutando, pero necesitaba más.

—¡Más... Ian... por favor!

Con él no sentía la vergüenza de hacerle saber lo que necesitaba en ese momento. Haciendo caso a su demanda él introdujo un segundo dedo. Ella sin pudor alguno comenzó a montar sus dedos mientras acariciaba su miembro y gemía. Ian sacó sus dedos de su interior de pronto. Diana dejó de moverse y protestó.

—¿Ian...?

—Se acabó el juego, móntame.

En ese momento ella se quedó sin respiración, pero acató su orden. Se subió a horcajadas sobre él. Poco a poco fue descendiendo, mientras Ian la ayudaba a introducirse en su interior. En esa posición ella se sentía más llena. Ambos gimieron cuando sintieron como sus sexos desnudos se friccionaba. Ella esperó unos segundos, inmóvil, para acostumbrarse a la invasión y luego comenzó a moverse.

—¡Oh Dios! —gimió Diana.

—Esto es perfecto —le animó Ian con esfuerzo por mantener el control.

Ella siguió moviendo sus caderas hasta que encontró la fricción justa que necesitaba. Colocó las manos en el pecho de Ian y esta vez comenzó a moverse en serio. El placer la estaba quemando viva. Echó la cabeza hacia atrás cuando él comenzó a jugar con sus pezones.

—Ian...—pronunció su nombre.

Él comenzó a mover sus caderas en sincronización con ella —Ufff sí... te sientes tan bien, nena.

Diana comenzó a moverse más rápido ahora. Quitó las manos de su pecho, para ahora colocarlas hacia atrás y sostenerse de los muslos masculinos. Si seguía así se correría en un momento.

—No basta. Más... Ian por favor… —suplicaba.

Ian se incorporó esta vez para quedar en una posición sentado y así penetrarla más profundo. La tomó por las caderas mientras mordisqueaba su cuello. Diana tomó una de sus manos y se la colocó encima de su vientre.

—¿Sientes? —preguntó entre jadeos —¿Sientes... cómo estás dentro de mí?

Esas palabras le hicieron enloquecer un poco a Ian quien la cubrió con sus fuertes brazos para ayudarla a aceptar más su penetración. Ella comenzó a besarlo con pasión sin desenfreno. Quería que la sintiera completamente, sin barreras, sin excusas, sin personas que interfirieran en su relación.

—Te siento … —contestó con los dientes apretados. —Te siento completamente mía.

Tener el conocimiento de que le pertenecía hizo que la sangre de Diana hirviera en sus venas y explotara en miles de fragmentos multicolores en su punto de ebullición máximo.

—Eres mía, Diana.

Ian enterró el rostro en el hueco de su cuello y se corrió con fuerza mientras gruñía la declaración de su posesión. Diana se relajó entre sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho. Sus corazones latían como si fueran a salirse de sus cuerpos, estaban unidos en un abrazo completo pues tenían brazos y piernas enredadas.

Luego de unos minutos en esa posición, Diana tomó el rostro de Ian en sus manos y lo beso. Después de romper el beso y lo miró a los ojos.

—¡Buenos días! —dijo sonriendo.

La sonrisa de Ian era espectacular. Él le dio otro beso.

—¡Buenos días!

Se quedaron unos minutos más abrazados y luego Ian interrumpió el momento.

—¡Vamos a la ducha!

Después de unos minutos en la ducha y de volver a hacer el amor. Bajaron a desayunar. Por alguna razón desconocida no tenía malestar.

La señora Vera los miraba con regocijo al parecer las cosas estaban mejorando entre ellos.

—¡Buenos días! —les dijo a ambos.

Ninguno podía dejar de sonreír como tontos. La felicidad se les notaba por encima. Así como el hecho de que ahora eran completamente una pareja. Más aún una familia.

—Buen día, Vera —dijo Ian.

—Tienes buen semblante, cariño —se refirió a Diana.

—Sí —asintió—. Al parecer hoy no he tenido nauseas matutinas.

—Poco a poco desaparecerán. Sin embargo, no desayunes muy rápido —le entregó una manzana verde—, toma esto es por si te dan nauseas después.

—Gracias —dijo a la señora Vera sonriendo.

Luego se giró a Ian quien la miraba detenidamente.

—Todavía tienes ese moretón en el rostro —dijo Ian agarrándola de la barbilla.

Diana se encogió de hombros.

—De igual forma iré a trabajar.

—No creo que sea buena idea.

Ella lo miró con una ceja arqueada.

—Tú también tienes un golpe en tu rostro.

—Es diferente.

—No —negó con la cabeza—. Quiero que se den cuenta la clase de idiota que es Andrew.

—Dian...

Ella lo cortó

—No me esconderé de él ni de nadie —tomó la mano de Ian—. No hemos hecho nada malo.

—No lo quiero cerca de ti.

—Tendré cuidado —tocó su vientre—. Pero no puedo permitir que siga molestando con sus estupideces. A ninguno de los tres. Lo quiero fuera de nuestras vidas de una vez.

—No sé si pueda controlarme si te ataca de nuevo.

—¡Oh no Ian! Esta vez no lo hará.

—¿Por qué dices eso?

—Porque, aunque él no sepa el nombre del padre de mi hijo. Le haré sentir que está más cerca de lo que él piensa.

Ian suspiró le gustaba su determinación.

—Ahora todo el mundo verá que soy más sobre-protector contigo —le recordó porque sabía que ella siempre decía eso y ahora no la quería en la empresa.

Ella se encogió de hombros.

—Todo el mundo habla de eso... —le guiñó el ojo—. Ahora pueden hablar más.

Él la miró como si no pudiese creer su actitud.

—De haber sabido antes que si te follaba ibas a ser un poco más sensata, lo hubiese hecho hace años.

Diana se atragantó con el comentario. Ian tuvo que darle golpecitos en la espalda, pero no aguantaba la risa.

—Eres un pervertido.

—No soy yo quien abusa de las personas dormidas —dijo divertido.

—Iaannnnn —gritó sonrojándose.

Él puso la mirada de inocente.

—¡Vamos, nena! —le guiñó un ojo. —Acepta que tuviste unos minutos de perversión conmigo.

—Eres insoportable. ¿Lo sabías? —dijo ella ahora riendo.

—Confiesa...—le lanzó un beso— Eso es lo que te gusta de mi.

A Diana le encantaba ese tipo de cosas le hacía recordar sus tiempos en la universidad. Lo que no contaba era que en medio de sus bromas él siempre lo había dicho en serio.

—Deberíamos irnos ahora, nena.

—Está bien —dijo tomando lo que quedaba de su jugo y metiendo la manzana verde que le había dado la señora Vera en su bolso.

Comenzaron la noche pasada una nueva etapa en sus vidas. No iba a permitir que nada ni nadie les dañara eso.

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