EL EROR PERFECTO romance Capítulo 18

Ese hombre no tenía nada de tacto para decir las cosas. Ian le había dicho que se casarían. No fue una pregunta. Mucho menos una propuesta de matrimonio romántica, digno de una novela de Hollywood.

—Estás muy pálida. ¿Te sientes bien? —preguntó frunciendo el ceño.

—Es que ni siquiera me has preguntado si quiero casarme contigo —le miró un poco furiosa.

—Es cierto, —sonrió arrogante— no te lo estoy pidiendo. Te lo estoy informando.

—¿Alguna vez pides las cosas con un por favor al final?

—Sólo cuando es necesario —se estaba divirtiendo al ver su rostro ؙ—la envolvió en sus fuertes brazos.

—Ian... esa decisión es muy apresurada.

Cubrió los labios con los suyos y permitió que el calor de aquel beso le recorriera cada célula de su cuerpo.

—Ya no puedo esperar más, Diana —habló dejando sus labios—. Quiero que todo el mundo sepa lo nuestro. Que eres completamente mía.

Ella suspiró.

—A veces pienso que estoy en sueño, y que en cualquier momento voy a despertarme, y presiento que el golpe será muy duro.

—También lo pienso —besó su frente—. Más cuando te veo dormir a mi lado. Pero creo que las cosas se están arreglando para nosotros —volvió a besar sus labios.

—Esta tarde quedé con Karla en una salida de chicas —informó, cambiando el tema.

—Estoy de acuerdo en que te distraigas un poco. Le diré a Mark que las acompañe.

Ella se alejó un poco de él.

—¿Qué sucede? —preguntó haciendo gesto de fastidio.

—Es que puede entrar alguien.

Ian resopló molesto.

—Esa es una de las razones por las cuales quiero casarme rápidamente contigo.

—No puedo casarme contigo, Ian —Diana negó con la cabeza.

El rostro masculino cambio en un momento y el desconcierto estaba en su mirada.

—¿Cuál es la razón? —su tono era demasiado serio, porque él no se esperaba esa respuesta.

Ella señaló su vientre.

—No voy a casarme contigo toda gorda e hinchada —negó de nuevo con la cabeza. —Si lo hacemos será después de que el bebé nazca.

—¿Por qué no hacerlo antes? —preguntó cómo si hubiese encontrado una solución.

—¿Antes? ¿Cómo? —estaba un poco confundida.

—Podemos casarnos la semana que viene —sonrió—. Aún no se te nota ni un poco el embarazo.

—Realmente estás loco —dijo.

—Está decidido —sonriendo de oreja a oreja—. Nos casamos la semana próxima.

—No podemos hacerlo.

—Diana. Será algo sencillo. Algo privado. Después que nazca el bebé podemos hacerlo de nuevo.

—¿Estás diciendo todo esto en serio?

—Por supuesto. Ya es hora de que esto se sepa, Diana —la determinación estaba arraigada en él.

—¿Y mi familia? ¿Qué le voy a decir a mi madre? —preguntó contrariada.

—¿Crees qué me importa lo que tu madre diga a estas alturas? —dijo alzando un poco la voz. —Ahora tu familia somos nosotros —señaló a su abdomen—. Nuestro bebé, tu y yo... y ya deberías de aceptarlo de una vez.

Lo que él decía era totalmente cierto. Pero, aún no se sentía con ganas de enfrentar a su madre.

—Es algo que haré más adelante. —Se acercó a él inclinando la cabeza para darle un beso. —Debo volver al trabajo.

Dejó a Ian en su oficina y continuó con su jornada laboral, tranquila sin la presencia de Andrew acechando. Caminaba ahora muy tranquila. Ya se estaba acostumbrando a caminar por los pasillos y escuchar los murmullos a su alrededor.

—¡¿Estás lista?! —Karla se escuchaba alegre.

—Sí. Vamos —contestó Diana con una sonrisa. —Tú gran jefe quiere que tengamos a Mark para nosotras.

—¡Wooa!. Amo a mi jefe —dijo con sorna—. Me parece muy bien. Tener a ese bombón toda la tarde de chicas —suspiró.

Diana parpadeó un par de veces.

—¡No me lo puedo creer! —exclamó—. ¿Te gusta Mark?

—Shuuu... Diana —miró nerviosa a los lados esperando que nadie la estuviera escuchando.

—Esto sinceramente. No me lo esperaba.

—Él ni siquiera sabe que existo —Karla se encogió de hombros—. Lamentablemente las cosas a veces las cosas son así.

—La verdad es que me has dejado sorprendida.

—No eres la única que tiene secretos, Diana.

Karla la guio fuera del edificio para irse rumbo a su tarde de chicas en el centro comercial. Ella tenía mucho tiempo que no salía simplemente a pasear. A tomar aire. No desde aquella noche apasionada que había pasado con Ian.

A veces, ella también quería gritar a los cuatro vientos que estaba enamorada de Ian desde hacía ya mucho tiempo, decir que era el padre de su hijo. Tal vez Ian tenía razón. Debería de pensar de una vez en ellos tres que en los demás.

Sus pensamientos giraban demasiado rápido. ¿Qué pensaría su madre de todo eso? Ella misma se dio la respuesta. Estaría ella contenta, porque Ian era un exitoso empresario reconocido a nivel mundial. Además de ser hijo de una de las familias más ricas y poderosas del país. Estaba segura de que ella estaría demasiado feliz para su gusto.

En cuanto a Andrew, pensaba en que podía crearle problemas. Empezaría diciendo que ellos le habían traicionado y también estaba Mónica. Su mente viajó al pasado por unos momentos.

—¡Tú...! ¿A qué has venido esta vez? —la voz chillona de niña mimada era inconfundible.

—Hola a ti también Mónica —saludó Diana— ¿Ian está aquí?

—Está durmiendo —dijo con sonrisa de suficiencia.

Diana no se había fijado en que llevaba una de sus camisetas hasta que se lo insinuó.

—¡Oh! —exclamó sorprendida. —Disculpa. No quise interrumpir, vine solamente porque me pidió que lo hiciera a esta hora —se encogió de hombros—. No hay problema, puedo venir después, si él quiere.

—¿Me gustaría saber que tanto buscas a mi chico? —preguntó esta vez Mónica cruzándose de brazos y enarcando una ceja.

—Lo busco, porque él me pidió que hiciera —contestó firmemente.

—¿Cuál es la excusa? Siempre tienes una para estar con él.

—Tenemos examen en dos días, Mónica —entornó los ojos.

—No creas que no sé de tu plan —dijo señalando con el dedo—. Sé perfectamente que estás detrás de él.

—No sé de qué plan me estás hablando —contra restó Diana confundida.

—Esa amistad protectora que tiene Ian por ti. De eso hablo. ¿Crees que no me he dado cuenta cómo te mira? ¿Cómo te busca por el campus?

—Esto es absurdo —negó con la cabeza—. Realmente para ser una chica tan moderna, eres muy insegura, Mónica.

—Lo soy cuando una perra que hace pasar por niña buena e inocente quiere quitarme lo que es mío.

—Tus acusaciones no tienen una base sólida. Entre Ian y yo, solo existe una relación de compañeros. Soy su tutora, nada más.

—Eso es lo que tú dices... los he visto juntos, Diana. Veo cómo se comportan el uno con el otro.

—Estas mal con tus inseguridades —alzó los brazos—. Te has vuelto loca.

—Loca estás tú si piensas y crees que te dejaré a Ian.

Desde esa tarde, comenzó a alejarse de todo lo que tenía que ver con Ian Cooper. Recordaba también cómo él se había puesto de mal humor cuando ella le comentó que se iba a buscar un novio. Que pasaba mucho tiempo sola y que necesitaba compañía.

Él había caminado por el pequeño apartamento tipo estudio en donde ella vivía como si fuese una fiera herida y enjaulada; y le había exigido que borrara eso de su cabeza:

—No sé a qué demonios se debe esa idea en tu cabeza, Diana. —Se paró de pronto y la tomó por los hombros. —No puedes pensar en tener novios aquí. Tus estudios son más lo importante en este momento y es en lo que debes realmente centrarte. Tú no eres como las demás chicas aquí.

Le creyó. Ian Cooper era un malvado. Sonrió para sus adentros. Lo único que quería era que ningún otro chico se le acercara y luego de esa conversación muchas de sus citas la dejaban plantada. Después de mucho tiempo sabía el por qué. Iba caminando distraída con Karla por el centro comercial. Mucha gente caminando, se había olvidado que era jueves, cerca del fin de semana.

Dentro del centro comercial había un restaurante TGI Friday's, por el cual Diana y Karla iban caminando distraídas por el frente. Cuando vio por el gran ventanal del local un reflejo que creyó que había sido eso, simplemente un reflejo. Se giró poco a poco y caminó apresurada para que no nadie supiera que ella estaba ahí. En ese lugar.

—¿Diana? —Karla se acercó a ella para preguntarle en voz muy baja. —¿Lo que estoy viendo en este momento es real?

—Realmente no lo sé amiga. Tampoco me lo puedo creer, pero es tan real como tú y yo —fue lo único que Diana pudo contestar en ese momento.

—Las personas a veces son tan falsas. Ahora entiendo muchas cosas —se giró un poco para mirarla.

Lo que ellas estaban viendo si alguien se los hubiese contado, ellas no les hubiese creído. Mónica y Andrew. Se habían besado bajando las escaleras mecánicas como si fuesen viejos amantes y les daba igual que la gente conocida los viera. El sonido de un click hizo que Diana parpadeara.

—¿Qué haces, Karla? —preguntó muy bajito.

—Nada. —la chica se echó a reír. —Solo les tomo un par de fotos.

—¿Para qué haces eso?

—¡Ay Diana...! —chasqueó los dientes. —De verdad a veces entiendo porque el bombón del gran jefe lo tienes de guardaespaldas —la miró—. En ocasiones eres tan despistada.

Ella negó con la cabeza —Ian no es mi guardaespaldas —carraspeó un poco—, tampoco soy tan despistada.

—¡Abre los ojos. Mujer! —exclamó—. No sabemos en qué momento estas fotos nos puedan servir de ayuda.

La miró como si no la reconociera. Ella tenía razón. Karla se la llevó del brazo por el camino contrario de donde Andrew y Mónica estaban. Lo hicieron con cuidado. Queriendo evitar encontrarse con ellos. De esa forma comenzaron su tarde de chicas.

El tiempo transcurrió rápidamente. Entraron al cine vieron una película. La cual hizo llorar a Diana porque era una comedia romántica. Fueron a cenar en un lugar de comida rápida. Karla la regañaba, porque le decía que eso no era saludable. Luego dejó a su compañera de trabajo en su casa. Mirando las luces de la ciudad miró por el espejo retrovisor a Mark.

—Dime algo —entrecerró los ojos—, quiero la verdad.

—Trataré de darte lo que quieres, Diana.

—¿También has visto lo del centro comercial?

Mark apretó los puños sobre el volante y resopló. —Así vivamos cincuenta años con una persona. Nunca llegamos a conocerla completamente.

—Es cierto —miró distraídas las luces las luces de la ciudad—, sabe Dios desde cuando esos dos le estaban viendo la cara de tonto a Ian.

—No te preocupes. Ya Ian no tiene nada que ver con esa mujer.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: EL EROR PERFECTO