—¿De verdad estamos yendo al club Livenly? —Nat escuchó la pregunta de Lana volviendo con el tema en el que persistía desde hace media hora cuando la levantó de la cama, ella estaba intentando indicarle al taxista la dirección de la cafetería a donde debía dirigirse primero, así que pasando un trago algo incómodo, giró la cabeza para añadir una sonrisa a su rostro y mostrarle que esto era una cotidianidad en su nuevo trabajo.
—Primero iremos a una cafetería. Esto es trabajo, solo que me dije: ¿Por qué no? Lana se ha portado excelente conmigo, así que ella puede disfrutar su día libre en el mejor club de Durango, mientras yo… —por un momento pensó, ¿qué era precisamente lo que debía hacer con Andrew en el sitio?, pero esperaba que no fuese sentarse en una silla a tomar el sol y a mostrarle su cuerpo semidesnudo. Negó en sus pensamientos y luego se aclaró la garganta de nuevo—. Yo estaré pendiente si el señor White me necesita para algo…
Lana unió sus manos emocionada sin dar mucha importancia a la mentira que estaba recibiendo, luego buscó rápidamente el espejo miniatura en su bolso para volver a revisar sus ojos, que marcaban un poco de ojeras.
—Debo colocarme más corrector.
—Vas a una piscina…
—No importa, no me bañaré, solo tomaré el sol…
A Nat se le borró la sonrisa ante la incredulidad por la confesión de Lana, pero aprovechó el momento para explicarle algunas cosas.
—Escucha, tomaremos un café en esta cafetería, pero el señor White hablará unas cosas conmigo a solas, y ya luego nos iremos al club, ¿de acuerdo?
Lana manoteó.
—No te preocupes, hoy invitas todo tú… tomate tu tiempo.
En el momento en que llegaron a la cafetería ambas chicas fueron instaladas en una mesa, y en cuanto se sentaron un hombre más formal, llegó a sus lugares.
—¡Bienvenidas! —ambas sonrieron ante el recibimiento—. Señorita Simmons, ¿puede acompañarme un momento?
Lana picoteó el ojo a Nat mientras esta asentía y se levantaba.
Nat siguió al hombre con cierto recelo pensando que irían a la parte interna del café, pero cuando él abrió una puerta aledaña, se dio cuenta de que estaban llegando a un saloncillo privado donde Jarol estaba sentado con una taza de café negro, y un periódico que lo tenía ensimismado.
El hombre que la acompañó le hizo entender que ella estaba presente, y él no dudó en cerrar el periódico para luego levantarse.
—Natali… —su sorpresa mayor fue que Jarol llegara hasta ella y le diera un beso en la mejilla. Eso realmente la dejó helada.
—Señor White… —intentó responder y él sonrió como si estuviese satisfecho.
—Por favor, siéntate.
Nat giró hacia atrás pensando en Lana.
—Mi amiga está aquí, esperando… creo que no debería tardar mucho.
—No te preocupes, solo serán algunas indicaciones.
Después de esto, no le quedó de otra que sentarse en aquella cómoda silla y llevó sus dos manos encima de la mesa para controlar los nervios.
—Esta es tu llave… después del club, Robert te esperará en la salida para llevarte a… tu nuevo apartamento.
—Señor White…
—Es modesto para cualquier chica universitaria —él se apresuró en explicar—. Por favor, no dudes en pedir lo que te haga falta.
Las mejillas de Nat se tiñeron de rojo porque las sintió hervir. Toda esta situación la hacía sentir como una completa mierda y no tuvo otra opción que reprimir sus ojos tratando de hacer caso omiso a todo lo que la embargaba por dentro, y luego pasó un trago duro.
—¿Qué se supone que debo hacer hoy?
—Nada… —su rostro se alzó nada más lo escuchó.
—Perdone, no entiendo…
Jarol sonrió como si este fuese el día más feliz de su vida.
—Andrew estará en el club, no me pregunte cómo lo supe, pero parece que está de humor para ir a nadar… siempre pide ese lugar para estar solo, pero por supuesto, usted y su amiga, también estarán allí… por una casualidad…
Nat abrió los ojos como platos, definitivamente ese hombre la odiaría.
—Señor White… no creo que sea una buena maniobra. Si él desea quedarse solo, es porque… quiere estar solo —ella acentuó la última palabra llevando su cabello hacia atrás.
—No te preocupes… —el hombre se agachó hacia un lado y luego puso una bolsa de compras en la mesa—. Envié a que te compraran esto… traje de baño y algo de ropa para ti… las pasantías comienzan mañana y…
Natali arrimó la silla hacia atrás entre eufórica y molesta por su atrevimiento, con cada cosa que ese hombre le asomaba, la hacía sentir humillada. No demoró en tomar la bolsa de mala gana para observarlo fijamente.
—Ya no debe decir nada más, Señor White…
—Nat, no te ofendas —él se puso de pie, a ella la sacaba del sitio que él la tratara con tanta confianza. Eso de cierta forma la hacía vulnerable—. Míralo como un favor que ambos nos estamos haciendo.
Ella apretó su mandíbula mientras algo extraño la quebró por dentro y antes de que asintiera achicó sus ojos.
—¿Puedo hacerle una pregunta? —no debía preguntar nada, ella no debía inmiscuirse más de la cuenta. Pero esta duda estaba carcomiéndola en los últimos días.
—Puede preguntar —Jarol se ajustó la chaqueta y le sostuvo la mirada.
—¿Qué espera de todo esto?
Aunque no lo pensó, Jarol volvió a tomar asiento tomando de nuevo su taza de café, para luego dirigirse a ella dando un sorbo.
—Se lo dije, Natali, quiero recuperar a mi hijo.
—¿Y qué pasa si su hijo sale lastimado? ¿Qué pasa si esto se convierte en algo verdadero?, ¿no ha pensado en eso?
Ella escuchó dos carcajadas, y luego a ese hombre limpiándose con la servilleta que tenía anteriormente en sus piernas.
—Entiendo tu punto —dijo señalándola con el dedo—. Sé que eres una chica muy cautivadora, no puedo quitarte eso… pero Andrew no se enamorará de ti Natali, y tampoco lo permitiría.
—¡Tú…! —su cuerpo saltó en cuando escuchó esa voz llena de adrenalina. Cerró sus ojos pidiendo en ruego que las cosas no salieran mal y se esforzó por tener valor.
«¡Aquí vas, seductora!», se dijo así misma para provocarse una risa interna.
Apretó sus mejillas y giró de golpe para encontrarse con… él.
¡Y por Dios santo que tuvo que tomar el poco aire que había en ese espacio que se volvió diminuto!
«¿Por qué debía ser tan… apuesto? Y…»
—¿Sabes que estás en un área restringida para el público? —su pregunta la hizo divertirse. Era un idiota de mierda, así la hubiese defendido ayer.
Seguía siendo idiota y engreído.
—Su padre tiene acciones aquí —Nat señaló a Lana que casi se atraganta con una bebida que dejaron minutos atrás para ellas—. Además, nos ganamos el lugar en una promo que había.
La risa se le salió a Andrew de la boca. «¿Se había vuelto loca?, ¿de qué promoción estaba hablando? ¡Este era un lugar exclusivo!»
—Me alegro qué te diviertas un poco, siempre que te veo, pareces muy aburrido con tu vida —agregó Nat dándose la vuelta y mirando por última vez en dirección de la rubia que estaba al fondo. Los había visto al entrar, pero ella había disimulado pareciendo distraída.
Por supuesto iba a hacer que buscaba su teléfono de nuevo, ahora ya no servía de nada preguntarle nada al señor White. Pero esos dedos que se afirmaron en su brazo hicieron que su broma, la repelencia con la que se envalentonó, y aquella seguridad que siempre la acompañaban, definitivamente desaparecieran.
Su pulsó se agitó enseguida, y no pudo evitar girar sorprendida por ese toque que no vio venir.
Andrew estaba mirándola fijamente. Tenía gotas de agua en su cabello, y ahora se veía mucho más temerario por la forma en que la estaba mirando.
—No sé a qué estás jugando, pero pierdes el tiempo conmigo… te lo repito… —Ajustando la mano en su otro brazo la pegó más a su cuerpo exigente—. ¿Dime quien te dijo que estaría aquí? ¿Por qué estás persiguiéndome?
Sus labios se despegaron sintiendo seca toda la boca y su garganta apretada. Quería girar hacia Lana, tal vez la auxiliara, pero si este hombre sabía que su padre estaba detrás de todo esto, estaría perdida, en definitiva.
Tomo menos eso, pensó.
Ella se quitó de su agarre para dar unos pasos a la piscina pensando qué podía decirle, pero nada venía a su cabeza. Y en cuanto vio la orilla de la enorme piscina, entendió qué era lo que debía hacer ahora para salir ilesa de toda la situación.
Esperaba que no estuviera honda, como también esperaba que alguien fuese por ella, porque era una realidad que no sabía nadar.
En cuanto escuchó al hombre detrás de ella pidiéndole de nuevo una explicación, Natali se giró en sus talones cerca de la orilla y lo observó con firmeza.
—Estoy aquí porque… no he dejado de pensar en ti desde ayer. La verdad es que no he podido superar ese beso, Andrew…
¡Estaba loca!, definitivamente lo estaba, y en cuanto vio que el hombre se detuvo, incluso pálido por su confesión mentirosa que solo ella sabía, dio un paso hacia atrás y se dejó caer en la piscina.
Y el problema comenzó cuando, aunque su clavado había sido de pie, nunca tocó el fondo al entrar en el agua. En consecuencia, del hecho, comenzó a luchar para dar unas buenas brazadas muy mal elaboradas, pero definitivamente que la ayudaran a salir a la superficie…
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