Andrew pudo ver como Natali comenzó a dar brazadas, como quien no tiene equilibrio y tampoco tiene idea de cómo nadar. Sabía muy bien que era hora de ir por ella, pero sus palabras lo habían dejado frío.
Un grito agudo resonó en sus oídos, parpadeó varias veces pasando un trago y solo pudo ver como las manos de esa tonta, comenzaron a desaparecer de su visión.
—¡Por favor!, ¡Ayúdala! —el grito se hizo más intenso estrellándose con su conmoción—. Las uñas de la compañera de Natali se clavaron en sus brazos, mientras movía su cuerpo insistentemente—. ¡Ella no sabe nadar!
La última palabra hizo que sus piernas tomaran vida propia y sin esperar un segundo más, corrió dando un clavado hacia la piscina. En el momento en que estuvo dentro del agua, pudo notar de inmediato que Natali estaba muy quieta y hundiéndose cada vez más al fondo.
Por el poco movimiento de su cuerpo y sus expresiones, dedujo que había tragado la suficiente agua como para estar inconsciente, y a estas alturas, ni siquiera sabía cuánto tiempo había demorado para responder en su auxilio.
Su cabeza solo le repetía una frase:
“Estoy aquí porque… no he dejado de pensar en ti desde ayer. La verdad es que no he podido superar ese beso, Andrew…”
Cuando sus manos tomaron el cuerpo de Nat, subió con urgencia a la superficie rodeando su cintura con la mano, y de alguna forma el calor que su cuerpo desnudo contra su propia piel, hizo que esa descargara volviera precipitadamente a su pelvis.
De una bocanada tomó el aire cuando salió del agua mientras volvió a escuchar el bullicio que hacia esa chica que acompañaba a Nat.
—¡Nat! ¡Nat! ¿Por qué está inconsciente?
Andrew hizo la maniobra rápidamente y saliendo, colocó el cuerpo de Natali recostado en el suelo entre tanto vio que su boca estaba abierta. Esté era un procedimiento rutinario, muy básico y rápido. Pero en el momento en que puso sus dos manos en su pecho para comenzar con la reanimación cardio-pulmonar sus nervios se alteraron.
En cuanto terminó el paso, tapó la nariz de Natali y sopló uniendo sus labios nuevamente a los de ella.
Estaba haciendo su trabajo, juraba que lo estaba haciendo. Pero definitivamente su tacto estaba causándole estragos en su cuerpo.
Sus pulsaciones comenzaron aumentar, mientras que otro chillido lo desestabilizó por completo.
—¡Nat!
—¡Cállate! —se giró hacia la chica pálida y enmudecida viendo como las lágrimas rodaban por sus mejillas.
—Puedo ayudar… —intentó Lana, pero Andrew ya estaba en la tarea de nuevo.
Luego de volver a unir su boca con la de ella y separarla, vio como una bocanada de agua salió de su cuerpo y se apresuró a colocarla de lado para ayudarla a componerse.
Se veía atragantada, y esa chica que estaba acompañándola se negaba a distanciarse de ella. Así que él metió su brazo para asegurarla a su cuerpo mientras Nat convulsionaba por la tos y la expulsión de agua que tenía en exceso en su organismo.
—Con calma… —Andrew dijo bajó sosteniendo su cara mientras ella intentó sentarse.
—Gra- gracias… —agradeció ella sin aliento entre tanto tomaba grandes bocanadas de aire y colocaba su mano en la de Andrew.
En el momento en que sus miradas se encontraron, los ojos de él se oscurecieron y su ceño se profundizó.
—¿No sabes nadar? —ella negó con la cabeza y pudo ver que sus mejillas se volvieron rojas—. ¿Cómo es que te lanzaste a la piscina exactamente, si no sabías nadar?
Por un minuto hubo un silencio, y estuvo seguro de que esa tos que prosiguió, no era nada verdadera.
—Me puse muy nerviosa…
—¿Estás loca? —una tercera voz llegó a ellos, y Nat solo pudo abrir los ojos hacia Lana para que no interviniera. Trataba de suplicarle, pero ella continuó—. ¿Por qué saltaste a la piscina?
—¡Que no salté!, me resbalé, yo… —Nat intentó zafarse del agarre de Andrew, pero él no lo permitió, incluso la fuerza que estaba ejerciendo en su cuerpo se duplicó.
—¿Estás consciente de que pudiste morir? —sus palabras eran duras, muy afiladas y con una carga de rabia.
«Para variar», pensó Nat, entre tanto pasaba un trago.
Le dolía la garganta y sentía que el agua no se había ido completamente de su garganta. Esa fue una maniobra muy mala y de la que no estaba orgullosa, ahora mismo ni siquiera sabía por qué lo hizo. Podía recordar la desesperación con la que lidió hace unos minutos, y cuando no pudo contener más el aire y no tuvo más opción que tragar una bocanada de agua.
Eso que había hecho, no era una locura, realmente fue una estupidez. Había llegado demasiado lejos esta vez.
Reprimiendo sus ojos tomó las manos de Andrew y solo pudo ver más y más impresión en él.
—Lo siento mucho —susurró mirando a las dos figuras agachadas frente a ella—. Estaba un poco nerviosa, y cuando intenté dar un paso más, caí en el agua… lamento todo esto…
Por un momento vio en como ese hombre pasó un trago por su garganta y al instante soltó sus manos, como si la repudiara.
Andrew se levantó al instante.
—Es una pérdida de tiempo quedarme a esperar que digas la verdad —expulsó como veneno—. Estás llena de mentiras…
Y dando la vuelta fue hasta el lugar donde había estado antes, recogió su camiseta, y salió disparado del club.
La mujer rubia que lo acompañaba también recogió sus cosas, y salió tras de él dando una última mirada a las chicas que aún estaban sentadas en el suelo.
—Que gran mierda… —Nat puso su cabeza entre las rodillas soltando el aire que le quedaba.
Había jodido todo.
—Nat, ¿Qué pasó?
Ella cerró sus ojos con fuerza, y aunque no quería, sacó la cara de donde no debía.
—Lo siento por el susto, Lana… ¿Crees que podemos irnos de este lugar?
Su amiga abrió mucho los ojos, y negó.
—No entiendo nada de esto… —Lana se puso de pie y Natali pudo ver que estaba poniéndose furiosa a los pocos segundos—. ¡Me sacas de casa, para decirme que te acompañe a un club!, ¡le mientes a ese hombre diciendo que mi padre es socio… y no conforme con esto, ¡te avientas a la piscina sin saber nadar!, ¿acaso te has vuelto loca?
Lana comenzó a colocar sus cosas en la mochila que traía, y se puso la ropa encima de su traje de baño.
Un suspiro salió de su boca, estaba a punto de retirarse del cubículo, aunque tenía un tiempo para leer novedades y ponerse al día con la carga de trabajo para hoy. Era una realidad que su trabajo general era atender a los pacientes, hoy precisamente a los más críticos, pero como asociado de Mercy Regional Medical Center, también tenía un papeleo por el cual cumplir. Y no lo podía dejar para su horario laboral.
Debía quedarse horas extras en el hospital.
—No tienes que irte, nos llamarán aquí de nuevo para la organización de hoy…
—¿Qué organización? —preguntó Andrew deteniéndose en la puerta con un poco de curiosidad.
Fred se levantó por fin, mientras que otra doctora ingresó saludándolos y cortando con la conversación.
—¡Hey…! —ella era internista—. ¿Cómo van las cosas?
—El doctor White no está enterado de la comida fresca…
«Otra vez», dijo Andrew en su pensamiento mientras vio como Angie sonreía negando.
—Espero que no nos jodan lo suficiente como para cambiarlos de ala cada cinco minutos.
—¿De qué hablan? —esta vez se hartó del misterio y Angie se puso la bata con un estetoscopio encima.
—Estudiantes… esa es la comida fresca de la que habla Fred…
Por supuesto, en este mes de febrero había estudiantes de medicina, cada año recibían a aquellos que comenzaban su tercer año, y a medida que pasaban los meses, los instalaban en diferentes áreas del hospital.
No pudo evitar recordar cuando él comenzó sus pasantías en el hospital.
El ceño de Andrew se profundizó y solo llevó sus pensamientos al móvil.
—Angie… ¿Podrías prestarme tu teléfono un segundo?
Aunque a la chica le pareció rara la petición, asintió.
Él no solía pedir favores.
Mientras Andrew marcó, sus compañeros llegaron y salieron, y junto a su compañera, comenzó a caminar para ir a recibir a los estudiantes que iniciarían las prácticas a partir de este día.
Estaba escuchando los tonos, incluso segundos después, la voz de Kamil, una amiga de telefonía a quien pedía todo con respecto a la tecnología que compraba, estaba preguntando qué necesitaba detrás del auricular, aun sin saber que era él.
Sin embargo, nada salió de su boca, porque lo que estaba viendo en este momento le parecía imposible de tragar.
No podía ser posible, «¿Qué hacía ella aquí?»
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