El precio de tu Amor romance Capítulo 16

Algo había cambiado, de eso no tenía duda, esa oscuridad que Andrew siempre reflejaba en sus ojos y esa rabia interna que lo destacaba, ahora mismo no se encontraban en su mirada.

La comida había llegado, y después de su respuesta, un silencio un tanto tenso los había arropado por completo, pero para Nat fue imposible no decir la verdad, al menos no en esa pregunta tan directa y tan importante para ella.

Apretó sus ojos inhalando un respiro y tomando algunos cubiertos, «eran muchos», pero no podía negar que tenía hambre y esta comida se veía exquisita. Si debía comer en silencio a partir de ahora por haber sido sincera, pues, ya pensaría en algo para quedarse cerca de este hombre, cuanto más pudiera.

Andrew observó de forma discreta en como Natali comió con un gusto, que aumentó su apetito. Alzando la ceja le dieron ganas de reír, pero al contrario imitó el gesto de su compañera y comió su plato con placer.

Ambos llevaban los bocados a su boca, tomaban un poco de vino y luego, volvían a su plato. Las miradas se cruzaban de vez en cuando, pero en el momento en que estaban finalizando la comida, él pudo ver como Nat menguó su ánimo y se detuvo mirando fijamente su plato.

—Andrew… hay algo que debo decirte —después de sus palabras ella alzó la vista a su lugar, como si estuviese muy apenada.

Y allí estaba el filo que lo traspasaba invisiblemente de nuevo, parecía que con ella nunca terminaban las sorpresas, y no sabía cómo actuar frente a esto, Natali parecía una caja infinita.

—¿Por qué presiento que nunca se acabaran las sorpresas contigo? —preguntó tomando una servilleta de tela y limpió su boca nuevamente para recostarse en el asiento.

A pesar de lo intimidante que pudo ser con ella, la vio sonreír con naturalidad, y aunque quiso formar una sonrisa, todo su rostro se congeló cuando la vio juntar sus manos como si fuese a rezar o a hacer una petición.

—No puedo pagar la comida, pero…

Andrew asomó su palma para detenerla.

—¿De qué estás hablando?

—Hablo de pagar mi comida, sé que dije que lo haría, pero no sabía que —Nat rodó su cabeza a varios lados—. No sabía que vendríamos a este lugar. Estaba pensando en algo más simple como Mc Donald, o algo así…

No pudo evitarlo, un bufido en forma de carcajada salió de la boca de Andrew, mientras que Nat abrió más sus ojos. Ella tenía unos ojos grandes y… muy hermosos.

—¿Te estás burlando de mí? —preguntó ella con una sonrisa disfrazada de indignación.

Andrew movió sus manos y luego apretó su boca.

—Yo… nunca haría eso, Natali… es que —se puso serio de nuevo y carraspeó—. ¿Por qué pensaste que debías pagar la comida?

Natali alzó sus hombros.

—Bueno… somos compañeros, no tienes por qué invitarme nada…

En el momento en que Andrew iba a reaccionar a esa pregunta, una mujer se detuvo frente a ellos, con una amplia sonrisa hacia el hombre.

—Quise venir personalmente… —escuchó Nat alzando su vista hacia una mujer rubia, y muy, muy maquillada.

Estaba segura de que antes de venir aquí, había ido a un día de spa y a una sesión de peluquería. Ella estaba increíblemente perfecta.

—Kamil… —Andrew se puso de pie besando ambas mejillas de la mujer, y Natali evidenció como el camarero corrió a buscar una silla para ella.

—Seré rápida —la mujer giró hacia Natali ampliando más la sonrisa—. Es una tecnología nueva —continuó mientras ambos se sentaron—. Ni siquiera ha salido a la venta.

—Genial… —Andrew respondió, y justo cuando la mujer comenzó a sacar una bolsa de papel, Natali supo que se refería al teléfono que Andrew ordenó traer.

El camarero trajo un pequeño postre, y ella se concentró en comer el exceso de chocolate cuando solo medio escuchaba lo que la mujer le explicaba a Andrew.

—Traté de sincronizar tu cuenta a este nuevo móvil, tenía todos tus datos, si hay algo que la nube no sube, es porque no lo guardaste. Avísame en cualquier momento si necesitas de algo más…

Andrew asintió y luego llevó los ojos hacia Nat.

—Este es tuyo…

La mujer rubia hizo silencio, mientras Natali tosió un poco.

—¿Qué?

Ella pudo agachar la vista hacia un teléfono que jamás en su vida podía pagar. Era un iPhone y ni siquiera sabía qué modelo era, jamás en su existencia lo vio en las vitrinas.

—Es tuyo… —repitió Andrew acercándole el aparato con los dedos.

—Bueno, he terminado aquí… espero que lo disfruten —Kamil se levantó, pero esta vez Andrew no lo hizo. El hombre solo asintió enviando una especie de agradecimiento para luego reparar en Natali, que ahora mismo, temblaba.

—Tómalo…

—Andrew, no, yo…

—Bueno… —Andrew se levantó sin darle tiempo y tomando su móvil, lo metió en su chaqueta llamando al camarero—. Paga tu cuenta entonces…

Ella se levantó disparada.

—Te dije que no podía, ¿Por qué haces esto?

—O tomas el móvil, o pagas la cuenta entera…

Natali vio que el camarero cada vez se acercaba más, y su pecho se agitó. Tomó el móvil en sus manos y se colocó al lado de Andrew.

—Tú nunca estuviste en otro nivel inferior, Natali, que nadie te diga lo contrario —y después de estar tan cerca de él, sintió su dedo índice en la frente, que la arrimó hacia un lado para abrir la puerta de su auto, y montarse en él.

Se apartó rápidamente de la cera viendo como Andrew arrancó y desapareció de su vista. Sin embargo, esa sensación tan invasiva ya estaba dentro de ella carcomiendo todas sus entrañas, porque era innegable pensar que estar cerca de un hombre como él, no iba a desestabilizar su propia cordura.

Su sonrisa se borró y aquella energía llegó a cero.

Apretó ambos móviles en sus manos y solo pudo sacar el aire contenido en sus pulmones.

—Recuerda, Nat, no pases los límites —apretó sus ojos—. No los pases, por favor…

***

“Tú nunca estuviste en otro nivel inferior”

Esas palabras seguían en la mente de Natali después de una semana, justo cuando estaba recostada en un sofá terminando por hacer el informe semanal que debían presentar a Garesche por la mañana. Ahora que estaba sola, después de mucho tiempo, no podía saber cómo se sentía con su nueva vida.

No sabía a ciencia cierta cómo explicar estos últimos días, donde los gritos, las peleas, y la tensión de su casa, había desaparecido para ella creando una especie de tranquilidad, que la había hecho muy feliz en este tiempo.

Pero tampoco podía negar que se preocupaba por su madre. El hecho de que estuviera fuera, por cierto tiempo de su cruda vida, no significaba que no le importase Grace. No dejaron de enviarse mensajes de texto, mensajes donde Grace le contaba que lo mismo seguía sucediendo cada día, pero de cierta forma entendía que la situación era mucho peor en esa casa de lo que su madre podría describir.

Una notificación se encendió en su nuevo móvil, y no pudo evitar sonreír al ver ese teléfono que parecía una irrealidad.

Jarol seguía llamándola todos los días y escribiendo consejos, mientras ella mentía un poco al decirle que se estaba acercando cada vez más a Andrew.

Con respecto a ese engreído, él no había cambiado ni un poco, seguía como una roca en el hospital haciendo que ella no existía y que le valía lo que hiciera con su vida. Nat estaba algo turbada por el comportamiento de Andrew, porque con respecto a su último encuentro, aquel día en el restaurante parecía que al menos quería tenerla cerca como una compañera, pero al día siguiente cuando llegó al hospital, él se había vuelto un completo desconocido, que apenas le dirigía la palabra.

No tenía una explicación para ello, y tampoco es que tuvo tiempo para preguntarle, o tratar de conquistarlo como se lo aseguraba a Jarol. Había estado ocupada siguiendo como un perro faldero a los demás médicos asignados, y para su desgracia, le fijaron por tres días consecutivos con esa tal Angie, que ocultamente también estaba detrás de Andrew.

Resopló cuando leyó un mensaje de su hermana, informándole que estaban sin un ápice en la alacena, y no pudo evitar responder que enviaría un poco de dinero a la cuenta de Grace, mañana después del hospital.

Nat se levantó buscando su móvil viejo, allí tenía todos los datos de la cuenta bancaria, y algunos números que aún no había agregado su nuevo celular. Ella ya había pasado su sim card a su nuevo móvil, pero en cuanto información, aún le faltaba mucho por registrar.

Justo cuando salió de las notas importantes, se fijó en una última llamada que hizo a través de ese viejo teléfono que ya no utilizaba.

No reconoció el número.

Tecleó en su teléfono nuevo, pero con el mismo número, uno a uno aquellos números que hundió poco a poco. No sabía por qué tuvo la necesidad de llamar, pero en cuanto tres tonos se adelantaron y una voz conocida apareció, su corazón dio un vuelco, mientras un calor entró de forma repentina en su estómago.

—Parece que… me has extrañado…

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