Andrew estacionó su auto en el lugar para médicos, y pasó la llave apagando el motor. Solo apretó sus manos cuando evidenció aquella figura que no había salido de su cabeza en toda la semana y que palpitaba incasablemente en su cuerpo.
Era inevitable no curvar su boca. Allí estaba Natali caminando hacia la entrada del hospital, casi corriendo y arreglando su cabello por el viento que lo desordenaba.
Miró la hora en su reloj para comprobar que faltaban al menos 40 minutos para su hora laboral.
Estaba evitándola, durante toda la semana había hecho un esfuerzo sobrehumano para ignorarla totalmente, porque, aunque no quisiera aceptarlo, tenía un poco de miedo para con ella.
No podía sacarla de sus pensamientos. Cada vez que cerraba los ojos esa boca amplia y alegre que se mostraba para él, el tono de su voz, el color de su risa tan natural, definitivamente habían hecho de su estabilidad una completa mierda tirada en el suelo.
Sabía que ella buscaba su mirada, buscaba encontrarse con él todo el tiempo en el hospital, lo que aún no sabía es qué tramaba o a qué juego jugaba, así que, justo ayer cuando estaba respirando profundo para sacarla de su mente, ella había llamado para desestabilizar todo de nuevo.
Y de forma muy jodida su cuerpo convulsionó cuando escucho su dulce voz.
“—Parece que… me has extrañado…
—¿Andrew? No, yo… No vas a creerme después de todo…”
Y después de esas palabras ella había finalizado la llamada.
“Andrew”. Le encanta de forma desquiciada como lo llamaba por su nombre, como si tuviesen una familiaridad desde siempre, como si de cierta forma, ella tuviese derechos sobre… Él.
Su mandíbula se apretó cuando su ante pierna reaccionó únicamente con el pensamiento. Y soltó el aire llevando la mano a su frente.
—Busca una mujer, hoy mismo —se dijo así mismo mientras rebuscaba su celular para marcar a la primera que se le atravesará en los contactos.
Iba a parecer un loco, llamando un lunes a las 6:20 am, pero esto era una urgencia.
Un tono se gestó en el auricular, levantó la cabeza de nuevo para ver que ella aún estaba allí en la puerta, pero en ese instante, ya no estaba sola.
¡El maldito de Fred estaba parado en su frente sacudiendo su chaqueta como si Nat tuviese una pelusa en ella!
¡Cuánto lo estaba comenzando a odiar!
Colgó la llamada y tomó todas sus cosas, Andrew no supo en qué momento llegó a la entrada del hospital, pero sí cuando estuvo frente a ambos obteniendo esa mirada con la que incluso, tuvo sueños húmedos.
—Buenos días, doctor White —Nat saludó quitando toda gracia de su rostro, y no la culpaba, había sido un muro toda esta semana para ella.
—Andrew… —escuchó también a Fred, pero no lo observó en ningún momento. Como tampoco respondió a su saludo.
—¿Podemos hablar? —preguntó mientras ella parpadeó varias veces girando su rostro hacia Fred.
Esto hizo que Andrew arrugara su expresión. «¿Acaso debía pedirle permiso?, ¿Por qué estaba observándolo a él para contestar su pregunta?»
—Amigo… —intervino Fred—. Le invité un café a Nat antes de comenzar la jornada, porque para su mala suerte, hoy tiene turno contigo…
Andrew llevó su mirada cruda hacia Fred, está vez estaba más enojado que nunca. «¿Cómo sabía sus horarios?, ¿por qué prestaba la atención necesaria precisamente en ella?», se preguntó incrementando su furia.
—Fred… —masticó en forma ruda, pero una mano cálida se posó en su pecho.
—Podemos hablar antes de tomar el café, Andrew —sus ojos se fueron de forma barrida hacia esa palma, suave y caliente que ella posó en su pecho. Su respiración se cortó y no pudo evitar conectarse con ella de la misma forma como lo fue la primera vez.
Andrew asintió, tomó la mano de Natali y comenzó a caminar con ella hacia la entrada del hospital.
Algunas personas del turno de la noche, que no eran muchas en el camino, lo observaron con extrañeza al ver cómo el médico tomaba a una estudiante de pasantías de la mano y caminaban por el pasillo central, que era muy amplio.
Natali pensó que iba rumbo a aquel salón de médicos, pero una puerta a su izquierda fue empujada por Andrew, para luego encontrarse con una pequeña oficina que tenía un croquis del hospital. El aire acondicionado golpeó su nariz como también la mirada un poco mística de ese hombre sobre ella.
—Te voy a aconsejar algo, Natali… —lo escuchó escupir como si estuviese furioso con ella.
Pero ahora necesitaba cambiar de estrategia, ahora que lo tenía cerca de nuevo después de una semana entera de la que no puso acercarse a él de ninguna manera.
Ella alzó su mentón y dio un paso más, como si estuviese retándolo.
—No quiero sus consejos, doctor White.
Un golpe llegó al estómago de Andrew de inmediato. «¿Doctor White?», ya era la segunda vez que lo decía de esa forma, pero… ¿Acaso no era lo que quería?, ¿distanciarla tanto como pudiera?
—¿Qué ocurre? —Andrew reformuló la pregunta.
—Eso te pregunto a ti…
—Natali… —el hombre se acercó un poco más ahora, aunque Nat debía alzar su cabeza, estaba a solo milímetros de su mentón—. El doctor Wilson, no tiene…
—¿Qué hay con Fred?, es mi amigo…
—¿Qué? ¿Tu amigo? —el que lo llamara con familiaridad le irritó, «¿acaso ella era así con todos los hombres?»
—Lo es… Es mi amigo…
El veneno fue tan grande corriendo por sus venas, que no pudo retenerlo en su boca, se sentía tan furioso como nunca.
—Entiendo… ¡Ahora entiendo tu juego! ¿Qué es lo que necesitas conseguir?, ¿acaso con ese rostro tuyo y tu sonrisa cautivadora, vas por ahí, buscando cazar a un médico…? ¡Claro! ¡Ese es tu juego! Ahora lo entiendo todo.
—Andrew… No te atrevas —el juego y la broma se fueron del rostro de Natali, esta vez estaba temerosa de las palabras que fuese a decir Andrew, pero por alguna extraña razón, supo que él necesitaba herirla.
Y por supuesto, ella estaba allí, para que la siguieran golpeando.
—¿Tienen algún problema del pasado ustedes dos? —no debía inmiscuirse, pero le mataba la curiosidad.
—No, nada, quizás un poco de rivalidad profesional, pero es todo. El doctor White es del comité, pertenece a los miembros de la directiva del hospital, y yo estaba calificado para su puesto. ¡Por supuesto!, él tiene mucho dinero de sobra, nació en cuna de oro, y yo, tengo mis bienes porque me esforcé desde muy joven.
Natali pasó un trago.
—¿Crees que la decisión haya sido influenciada?
Fred puso un tono serio en su rostro e hizo una mueca algo bizarra en su rostro.
—El mundo se mueve por las influencias…
Ella asintió sintiendo un poco de pena, tal vez tenía razón, ya sabía ella que prácticamente se debía luchar contra las influencias.
Un sonido muy conocido resonó, y ambos supieron que estaba entrando una emergencia al hospital. Dejando sus tazas a medio tomar, salieron disparados, para encontrarse con una camilla corriendo por el pasillo.
—¿Signos vitales? —escuchó preguntar a Andrew al hombre de la ambulancia. Era evidente que aquella persona debía tener un golpe en su cabeza porque tenía un collarín y unas vendas en su cráneo.
—Estabilizados, pero sigue inconsciente —respondió el hombre dejando una firma a una de las enfermeras que salió con White.
Andrew ordenó llevar a la mujer al cubículo de triaje y siguió el protocolo.
Nat sabía que hoy era su turno junto a él, no dudó en llegar a su lado, pese a las circunstancias dándose por privilegiada porque aún no llegaban sus demás compañeros. Estaban en pleno cambio de turno, y quizás los demás estaban ahora haciendo su cambio de ropa.
Otro médico, que no sabía su especialidad, ingresó junto a Andrew, y también vio como Fred llegaba a un extremo de la camilla.
Cada uno haciendo su trabajo.
—Hemos suministrado oxígeno y tomado una vena… —volvió a informar el hombre de la ambulancia dejando claro qué se había hecho ya.
—Bien —Andrew se acercó a la mujer mientras Natali fruncía el ceño al ver parte de su ropa.
Por la mascarilla de oxígeno no pudo ver claramente su rostro, pero…
—Hemos llamado a la policía, aunque alguien más llamó a emergencia, la encontramos sola en la casa, totalmente inconsciente…
—Tiene un golpe en la frente… ¿Señora, me escucha?, está en el hospital, ¿puede ver esta luz? —Nat escuchó de nuevo a Andrew. También vio como Fred conectó algunos cables en su pecho mientras la mujer parecía despertar, pero totalmente perdida.
—Son lesiones… como si alguien la hubiese golpeado… —escuchó a Fred, sin embargo, el corazón de Natali saltó en gran manera cuando un quejido salió de la boca de esa mujer y sus pies comenzaron acercarse hacia la camilla.
Allí estaba Grace, su pobre madre mientras que Andrew trataba de hacerla reaccionar…
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