Andrew pudo escuchar perfectamente el suspiro exhalado por parte de Natali, dentro de su auto frío por el aire acondicionado, y más silente que cualquier otra cosa.
Se había ido del hospital en pleno horario laboral, sí, había dejado lo más importante de su rutina, de su tan estimada responsabilidad, que al margen de lo que él era, había quebrado la regla más importante de toda su supuesta vida.
«Pero, ¿Qué otra opción tuvo?»
Ahora mismo no podía despegar su mirada de aquellos labios rojos, y muy hinchados. De unos ojos irritados y de una mujer que se había vuelto pequeña en su presencia.
«¿Por qué había tenido la necesidad de lastimarla hace unas horas?, ¿Qué fue aquello que no pudo controlar dentro de su piel, que había estallado por hacerla una miniatura en sus manos?»
Y algo que no dejaba rondar en su cabeza, «¿Qué tipo de problemas estaba atravesando Natali, para que su madre llegara en ese estado?»
No quería meterse en su vida privada, porque él era el primero en poner un distanciamiento con todas las personas, pero…
—Tu madre… ¿Vives con ella? —No pudo preguntar otra cosa, pero tenía la necesidad de eliminar el silencio que se había formado en entre ellos.
Ahora mismo estaban detenidos en un lugar poco concurrido de la ciudad, pero muy seguro, ya que era la misma vía que tomaba para su residencia.
Pudo ver como Natali negó, como también una sonrisa irónica se formó en su rostro.
—No… me mudé hace poco. Vivo en un… en un lugar pequeño cerca de la universidad.
Andrew parpadeó varias veces sentándose derecho y tratando de entender.
—Entonces… ¿Cuentas con su ayuda, aun…?
Esta vez la vio alzar su rostro. Aún tenía las pestañas húmedas, pero debía reconocer que su rostro congestionado, la hacía ver mucho más atractiva de lo que ya era.
—Mis padres no pueden… —Nat se detuvo en la mitad de la frase, iba a decirle que ellos no podían sostenerse ni a ellos mismos, pero, quien estaba frente suyo era el responsable de que a ella le pagaran una mensualidad en la universidad, y también de mantener su día a día.
Era miserable su estado. Era una impotencia no poder hablar con libertad con alguien que, de cierta forma estaba preocupándose, un poco.
—Ellos… yo tengo un trabajo ahora, intento ayudarlos un poco… —vio como el hombre arrugó sus cejas un tanto confundido, pero, «¿Cómo podría entender él un asunto como este?»
Quizás para Andrew el dinero, jamás fue un problema.
—¿Cómo haces todo esto al mismo tiempo?
Nat se notó confundida, pero él se apresuró en hacerla entender.
—Trabajar, estudiar, las pasantías y ser la mejor de la clase… según Garesche, eres muy buena, y lo creo viniendo de alguien como él.
Esta vez, ella no pudo evitar sonreír.
—Eso es porque soy realmente buena, aunque la palabra sería, “excelente…”
La tensión disminuyó de inmediato cuando esa sonrisa hizo provocar una mínima en el rostro de Andrew.
—También fui el mejor de mi clase, así que no me sorprendes —respondió Andrew con arrogancia.
Un suspiro salió de la boca de Nat, sin dudar en girarse un poco más, para tener una visión completa del hombre.
«¿Quién podría sorprender a un hombre como él?», se preguntó antes de hablar.
—Gracias, Andrew… realmente necesitaba un tiempo fuera…
Él también tuvo la necesidad de girarse para caer en sus ojos nuevamente y quedarse prendado por unos largos segundos.
—Debes pagarme.
Ella parpadeó, y su estabilidad volvió a desmoronarse.
—¿Qué?
Sin esperar su reacción sintió como él tomó su mandíbula y la apretó para moverla.
—Me hiciste salir de mi lugar sagrado, en mi horario laboral. Eso Natali, es un sacrilegio… ni siquiera, entiendo cómo pasó…
—Lo siento, yo…
—Ahora —él apretó la palabra sin dejar de tocar su mandíbula—. Deberás pagarme…
Por un momento Nat sintió cierta decepción al escucharlo, y él lo notó en un segundo. A pesar del momento y a pesar de la situación de Nat, no pudo evitar sonreír con naturalidad. De nuevo.
—Sé que debemos volver al hospital —continuó Andrew mientras veía el asentimiento de Nat muy seria—. Pero esta noche… deberás ir conmigo a cenar. Me lo debes.
La cabeza de la chica se alzó a la velocidad de la luz. Entre la impresión y el nerviosismo titubeó varias veces sin poder creer lo que estaba escuchando.
—Yo… que… ¿Hablas en serio? —preguntó con el aire entre cortado mientras Andrew asintió—. Ok… ok, está bien —ella se compuso pasando saliva, y arreglando su cabello un poco—. Solo una cosa…
Él se cruzó de brazos y la miró fijo.
—¿Qué es?
—¿Puedes pagar nuevamente la cena, y la próxima?, en el último de mes, pago yo.
Él lo intentó, hizo todo su esfuerzo, pero fue inevitable no carcajearse fuertemente por la sensación que se le arremolinó en su pecho.
Trató de limpiar su cara varias veces para disminuir su risa, y aunque pensó que, al ver su rostro Nat estaría enojada por su burla, ella estaba sonriendo de oreja a oreja.
—Yo… yo lo siento Nat, pero, ¿de dónde sacas eso?
—Dijiste que tenía que pagar…
Andrew asintió apretando su cara.
—No siempre “pagar”, va a tratarse de dinero. Pero, olvídalo —Andrew pasó la llave de su automóvil y comenzó a andar su auto para ir rumbo al hospital sin poder evitar reír de vez en cuanto.
Natali de verdad era la locura, hecha persona.
En el momento en que llegaron al estacionamiento del hospital, vieron dos ambulancias estacionadas en el área de la emergencia, y supieron que el trabajo debía estar hasta más no poder, pero antes de que ella tirara de la manilla para salir, Andrew rodeó su muñeca para impedir que saliera del auto.
—Déjame saber tu dirección… en un mensaje después de que te vayas del hospital. Estaré ocupado y, no podré salir al finalizar la jornada.
Ella desvió la mirada a su muñeca y luego a sus ojos. Pasó un trago duro, porque se estaba esforzando en parecer natural, cuando un manojo de nervios se había adueñado de ella, desde el momento en que él pronunció la palabra “cena”.
«¿Qué iba a hacer ahora?», ni siquiera tenía ropa indicada para estar acorde con él, y sería un descaro llamar a su amiga Lana, solo para que le hiciera otro favor. Y decía “amiga”, por poner una palabra. Ella debía estar muy enojada todavía.
Pero, tampoco podía negarse, y no solo porque él era su trabajo, sinceramente quería compartir más tiempo en su compañía.
Hizo un esfuerzo por no verse como una tonta ante sus nervios extremos, y asintió para él.
—Tengo tu número.
—Lo sé —pasó un trago duró cuando sintió que los dedos de Andrew más bien acariciaron su piel.
Intentando huir del momento, porque ahora mismo era una cobarde, volvió a tomar la manilla, pero esa mano la haló de nuevo.
Nunca vio como el cuerpo de Andrew se estrelló contra el suyo, y como de un momento a otro, él se vino sobre ella para tomar su rostro y unir sus labios rápidamente en un beso, más bien duro, seco, y que no demoró un segundo.
Sin embargo, provocó todo. No supo cómo, ni en qué momento estaba abriendo la puerta, ni en qué momento caminó, ni cuando llegó al cuarto donde todos se cambiaban para llegar el turno. Lo único que sabía es que necesitaba recostarse en esos estantes fríos mientras intentaba acoplar su respiración, y esperar que su cuerpo dejara de temblar como una gelatina.
No, no, no, No podía dejarse consumir por las emociones, no podía.
Podía ver la sonrisa siniestra de Andrew en su mente burlándose de ella.
Con las manos temblorosas, sacó su móvil que casi se le resbaló de las manos, y buscó el contacto de Jarol.
Peter sonrió asintiendo y tomó el lapicero para también firmar.
—Te dejaré la dirección en un mensaje.
Ambos caminaron y Nat recordó que eso mismo debía hacer con Andrew. «¿Acaso por eso se veía algo enojado?, ¿Por qué ella todavía no había enviado su dirección?»
Sacó su móvil llegando al estacionamiento, pero su auto ya no se veía por ninguna parte. Tomaría un autobús con Peter, y en el camino, repasaría qué opciones tenía para vestirse.
*
Nat colocó algunas compras que había hecho en un supermercado cerca, y trató de asear su pequeño hogar. No podía negar que se respiraba a una paz desconocida para ella, y aunque sonara egoísta, le encantaba este pequeño apartamento que era solo para ella.
Revisó su móvil por sexta vez. Allí estaba el mensaje que le había enviado a Andrew desde hace unas dos horas, que estaba visto por él, pero no había respondido ni un “ok”.
Ese hombre la mataría, era un engreído de mierda con un humor y carácter de perros. Su inestabilidad emocional atentaría contra ella, y si era inteligente, debía mantener sus sentimientos a raya para con él.
Era tan cambiante, y eso le jodía mucho. A veces no sabía qué esperar.
Un pitido la hizo brincar, era la primera vez que escuchaba el timbre de su apartamento, y sintió mucha curiosidad por saber quién era.
Miró por el ojo de la puerta, y solo pudo ver a un hombre vestido muy formal, con una cara de perros. No lo conocía en absoluto.
Sin abrir la puerta titubeó.
—¿Quién es?
—Tengo una entrega para usted, de parte del señor White.
Nat se giró, y en el momento se preguntó, «¿Cuál de los dos?»
Tomó la manilla, y abrió la puerta insegura.
—¿El señor White? —preguntó haciéndose la completa pendeja y pudo divisar la extrañeza del hombre.
—Andrew White, señorita.
El aliento salió de ella, pero al instante, los nervios se volvieron a apoderar de su cuerpo.
—¿De qué se trata?
El hombre le pasó las bolsas que tenía en sus manos.
—No lo sé, solo debo entregarle esto.
Natali las recibió con vergüenza, y cuando iba a hacerle otra pregunta, el hombro tomó su teléfono y dijo:
—Entregado, señor, sí… está bien… —quitó el móvil de su celular y luego se despidió de ella.
—Espere… yo —fue inútil, ese hombre no la escuchó y se fue de su visión de inmediato.
Ella cerró la puerta y llevó las bolsas a la pequeña mesilla para dos que tenía como comedor. Por supuesto todo esto que estaba aquí, lo había comprado Jarol, y fue muy preciso en lo que le había pedido de acuerdo a las extravagancias.
Con las manos temblorosas comenzó a abrir las bolsas, hasta que una tela excesivamente suave para su tacto, hizo contacto. Sacó la prenda lentamente y allí estaba un vestido de color negro corto, que parecía sacado de una revista.
Jamás había visto una tela como esta.
De un trago rápido revisó la otra bolsa, para encontrar unas sandalias del mismo color con algunos brillantes plateados, su rostro se descolocó, solo para seguir tomando una nota que estaba al fondo.
“El negro te queda muy bien… Natali Simmons” Andrew.
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