Por un momento todo su enojo y sus pensamientos se disiparon. Y no por el hecho de que ella estuviera confesándole que nunca había estado con un hombre en el plano en que él la arrinconó para decir. Era más bien la actitud de Natali lo que hizo que, de cierta forma, todo volviera como antes.
«¿Por qué estaba en un vaivén siempre con ella?, ¿Por qué se disgustaba por cualquier tontería y quería depositar su frustración en ella todo el tiempo?», no era la primera vez que la hacía sentir mal, parecía que, de alguna forma extraña, y de una manera cruel, quisiera lastimarla para que se alejara de él.
«¿Eso era lo que realmente quería?»
Un grito dentro de él dijo “No”, y todo su cuerpo vibró.
—Lo siento… de nuevo, lo siento —Andrew se despegó de su acercamiento para ir a tomar la reja de madera con sus manos, apretándola.
Nat se giró para encontrarlo muy tenso, e intentó pasar un trago muy duro para confrontarlo.
Lo mejor sería irse de aquí, pero…
—¿Aún tienes hambre? —preguntó con la voz apagada.
—Mucha hambre… —esta vez Andrew se puso recto mientras ambos se mostraron una mirada tensa.
—¿Y aún quieres que esté presente?, porque si no es así…
—Quiero que estés… te traje aquí para compartir contigo —Nat asintió sin sonreír. Era imposible hacerlo ahora.
—Entonces, vamos…
Andrew asintió lamentando en cómo había dañado todo, sabiendo que el ánimo de la chica se había jodido completamente.
«¿Por qué?, ¿en qué momento dejaría de joderse tanto?, ¿Por qué no la podía superar?, ¿Por qué?»
Todos sus pensamientos lo persiguieron hasta que vio como Anthony, el hombre que llevaba las riendas del restaurante, los atendía personalmente llevándolos a una zona reservada del lugar.
Les dio la bienvenida, y luego los dejó solos para que se acomodaran.
Andrew notó como Natali observaba todo mientras sus ojos brillaban. Ella cambiaba de un momento a otro, podía estar enojada, sin dejar de disfrutar algo cuando le interesaba.
—Sé que antes lo hice por ti —ella posicionó los ojos en él cuando habló—. Pero esta vez quiero que confíes en mí para pedir la comida… me gustaría que probaras varias cosas.
—Está bien —dijo ella con naturalidad subiendo sus hombros para luego posicionar los ojos en sus propias manos.
Después de unos segundos, y ante el silencio, Andrew le hizo una seña a Anthony para que tomara su pedido.
En el momento en que pusieron los platos en la mesa, Natali pudo ver que todo era minúsculo, pero había muchas cosas y diversas.
Ella intentó relajarse un poco, debía entender que todo esto con Andrew se esfumaría algún día, y que no podía dejarse traicionar por sus sentimientos. Lo que menos le gustaba es que cada vez sus acciones la lastimaban más, y eso solo podía indicarle una gran alerta roja. Estaba dejando que sus emociones se centraran en Andrew, y no lo podía permitir.
—¿En qué piensas? —la pregunta de Andrew la hizo levantar la vista, había comido poco, pero no podía negar que todo estaba exquisito.
Quería decirle más que nunca, que deseaba alejarse de él. Con todo su corazón deseaba levantarse de esta mesa y no volver atrás, ni siquiera quería pensar si tenía un problema con esa mujer, si pensaba mucho en ella, o si simplemente estaba obsesionado porque no podía tenerla.
«¿Por qué no podía tenerla?», esa pregunta se hizo más fuerte en su cabeza, ahora deseaba entender un poco más la situación. Pero sabía que no debía inmiscuirse.
«No es tu problema Nat, no preguntes, NO…»
—¿Quisiera preguntar algo…?
Esta vez Andrew tomó una copa y la bebió de golpe.
—Adelante…
—¿Puedo hacer cualquier pregunta?
Lo vio dudar, pero de un momento a otro, un brillo se instaló en su mirada.
—Solo si yo puedo hacer lo mismo… y que todas nuestras respuestas sean totalmente ciertas.
Nat pasó un trago duro, pero ahora mismo no podía retractarse de su cuestionamiento, él sabría que ella escondía algo si se echaba para atrás.
—Está bien —respondió retirando su plato y llevando la copa de vino a su boca para tomarla de golpe también.
Sus ojos se cerraron por motivación propia y su estómago recibió el mayor golpe de la bebida apresurada.
—Cuidado, no estás acostumbrada.
—¿Por qué no puedes tener a… esa mujer?
«Primer golpe», pensó Natali, había sido tan directa y sin anestesia. El rostro de Andrew palideció un poco, pero sabía que era un hombre sin rodeos.
Él se aflojó la corbata para luego mirarla intensamente.
—Está en una relación…
Nat parpadeó un poco impresionada. Esa no era una respuesta completa. O al menos no con los detalles que ella quería.
—¿Está obligada en esa relación?
Andrew sonrió.
—Por supuesto que no.
—¿Y es feliz? —la nueva pregunta lo tomó por sorpresa.
—Creo que sí… ahora me toca.
No quería terminar de saber, Nat quería saberlo todo, pero esperó paciente asintiendo con la cabeza. Tendría otra oportunidad, después.
—¿Por qué no hay nadie en tu vida? —ella no pudo evitar reírse, su pregunta era algo estúpida, pero lo vio tan serio que tuvo que hacer un esfuerzo.
—No tengo tiempo para complicaciones… mi vida… ya es complicada de por sí.
—¿Lo dices por tu madre?
Ella dudó.
—Lo digo por todo, Andrew. He vivido en una casa de infierno y ya se me olvidó desde cuándo, donde no veo a mis padres como tales. Charles es un alcohólico, abusador y mantenido. Y mi madre… —Nat se retuvo un poco mirando hacia arriba—. Ella cree que mi padre es su principio y fin. Ve por sus ojos y no le importa nadie más, ni a ella misma.
El semblante de Andrew cayó un poco.
—Mi hermana… —escuchó que Nat continuó y se sintió peor al ver que ella estaba contando las cosas con rabia, aunque él mismo había sido el causante de que todo se jodiera en esta cena—. Pensé que en medio de todo tendría una persona de la cual apoyarme. Pero no, parece que me odia igual que todos. En fin, —ella sonrió con los ojos nublados—. Soy la indeseada, y la menor. No hay nada de mi vida para contar que te pueda interesar. No creo que lo puedas entender, Andrew. Todo lo que hago ahora, lo he obtenido con mucho esfuerzo, y a veces, pienso que he pasado mis límites por conseguirlos… ahora…
—Te ves hermosa… —indicó Andrew volviendo a conducir y Nat se puso derecha borrando su sonrisa.
Estaba preocupada porque su corazón latía de esta forma al escucharlo. «No te tomes todo a pecho», se dijo varias veces.
El supuesto trago era en un club de lujo, en el que la gente como Andrew solía frecuentar.
Ambos se bajaron para oír una música exquisita que se desarrollaba dentro, que por un momento hizo que ella se olvidara de su preocupación.
Esta vez se sentaron frente a una barra que se veía totalmente azul por la luz led, mientras que una persona llegó a ellos de forma inmediata para preguntarles qué querían tomar.
—Quiero un tequila… —Nat dio un golpe en la barra como si estuviera en una película.
—¿Tequila? —preguntó Andrew con el ceño pronunciado.
Ella se giró hacia él enfurruñándose.
—¿Me cuestionarás todo el tiempo?
Andrew llevó los dedos a sus ojos y tomó el aire mientras la escuchó de nuevo.
—¡Tráiganos dos tequilas!
—No quiero llevarte a rastras a casa…
—Eso no pasará —respondió ella, mientras que las bebidas fueron puestas con sal y limón muy bien decoradas cerca de sus manos.
Nat se levantó del asiento para ir a preparar su trago, pero su mano fue atajada por Andrew de inmediato.
«Aprovecharía esta estupidez suya», pensó él sonriendo, mientras Natali abrió sus ojos con incógnita.
Si había algo que lo dejaba estancado, eran esos ojos que le decían todo.
Tomó con el dedo índice la sal, la restregó en los labios de Nat lentamente sin dejar de mirar sus ojos en ningún instante.
—Andrew… —haciendo caso omiso, él absorbió la sal de su boca en un beso intensó, se despegó al siguiente segundo y tomó de golpe el trago para luego llevar el pedazo de limón, mientras intentaba dejar su rostro estoico.
Eso sencillamente había dejado a Nat a la deriva, temblando como una hoja y con la sensación caliente en todo su cuerpo. En silencio y sin romper la mirada, tomó la sal e hizo el mismo procedimiento que él había hecho con ella, pero en el momento en que fue a lamer su sal, Andrew rodeó su cuerpo para besarla impaciente.
La música, el calor, y la sensación de su boca salada, solo hicieron que su cuerpo estallara en una lava. Aquellas manos solo la pegaron a su cuerpo, tanto porque él continuaba sentado y ella de pie, podía sentirse arropada completamente por sus brazos, sin importar que estaban en un sitio público para esto.
Besar a Andrew era caer en un abismo sin fondo. Era colocar una píldora en su cuerpo que erosionaba sus hormonas en cuestión de segundos y que le hacían desear de forma desesperada, encontrar un alivio para las sensaciones que la dominaban sin razón.
No sabía qué pasaría a partir de ahora, lo único que sabía es que después de esta cercanía, nada sería igual para ellos.
—¿Andrew? —la pronunciación de su nombre casi en grito, por la música y su alrededor, hizo que ambos se separaran, pero el brazo de Andrew no dejó de rodearla.
Nat achicó sus ojos en el momento en que un hombre parecido a Andrew se detuvo frente a ellos, con aquella sonrisa que le causó escalofríos.
Sabía que lo había visto en algún lugar, y las palabras a continuación, le dejaron claro de quién se trataba.
—¡Eres un pillo, hermano!, de cualquier forma, la conseguiste…
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