Todo se juntó en el pecho de Andrew entre tanto sus ojos solo detallaban como el rostro de Natali tenía lágrimas, y… rabia en sus ojos. En silencio, y con toda su amargura dentro, dio un cambio en la palanca de su auto mientras apretó el volante. La sensación estaba aquí de nuevo, golpeándolo más duro que nunca, así que, sin tener sentido, hundió el acelerador con su pie y arrancó de un solo tiro yéndose del lugar.
Su respiración era entrecortada, todo dentro de él luchaba entre el enojo, la euforia y el ahogo que estaba hundiendo su pecho. Ella le había una pregunta, una simple, pero que le costaba una vida responder, ¿Por qué?, ¡por todo!, por la vergüenza, la humillación, la rabia… el dolor, y este, por sobre todos los demás.
En algún momento sintió como las manos de Natali lo halaron, y pudo imaginar que las voces agudas que escuchaba muy bajas eran de ella misma suplicándole que se detuviera, pero ninguna orden que enviaba ahora a su cuerpo generaba alguna respuesta.
Apretó duramente su mandíbula tratando de amortiguar la fuerza en sus nudillos blancos que apretaban el volante girándolo hacia los lados para esquivar los autos que tenía en frente, y solo cuando desvió la mirada muy lento hacia la aguja de la velocidad, supo que necesitaba tomar aire para controlarse a sí mismo.
—¡Andrew! ¡Por favor! —el grito llegó más fuerte a sus sentidos, y después de mucho tiempo, el aliento volvió a su sistema, como si hubiese salido del agua para tomar su aire.
Quitó rápidamente el pie del acelerador, y trató de direccionar el auto a un espacio menos concurrido. Ahora mismo ni siquiera sabía en qué calle de la ciudad estaba, y era necesario que se desviara para detenerse.
Los sollozos de Natali incrementaron mientras la velocidad iba disminuyendo y cuando tuvo el control absoluto de sí mismo, entonces intentó detenerse definitivamente a un lado de la carretera, donde se veía parte del bosque que arropaba Durango.
Su pecho bajó y subió en desmedida escuchando el ruido de sus aires agitados. De un momento a otro le fue una necesidad bajarse inmediatamente del auto para poder respirar mejor, y colocando sus pies en el suelo, solo pudo llevar su dorso a la frente para quitarse el sudor.
—¡Eres un maldito! —su rostro viajó hacia Natali, para ver que luchaba por quitarse el cinturón, y de una estocada se bajó del auto dominada por la furia, el llanto y la desesperación.
La había asustado, le había dejado ver una de sus peores partes, y ella… se iba a ir de su lado. Estaba seguro.
Aun y cuando se encontraba desequilibrado, se esforzó por ir hacia su lugar, mientras ella intentó escapar de su agarre, manoteándolo varias veces.
—¡No! No te acerques… ¡Casi nos matas!
Andrew puso toda la fuerza de su cuerpo en ella, y luego la recostó al auto tomando sus manos y mirándola sin un ápice de emoción en su rostro.
—Me hiciste una pregunta… —comenzó de forma letal—… Una que no debiste hacerme.
El silencio se instaló entre ellos mientras Natali cerró su boca al ver esa mirada oscura que jamás había visto en él.
—¿Por eso ibas a matarnos a ambos? —un sollozo salió desgarrado de su garganta—. ¿Acaso no te diste cuenta de la velocidad y de que casi te estrellas con todos? ¡Por dios santo!, ¿Qué te ocurre?
—No quieres saberlo, Nat —Andrew respondió muy bajo mientras su misma cara tembló.
—Bien… —Natali se soltó de su agarre y lo empujo débilmente para que se separara de ella. Se limpió el rostro y luego volvió la mirada hacia él—. No me cuentes nada… sigue… ¡Sigue ocultándote de todos!, de tu familia, de mí, de la gente que está aquí para ti, Andrew, de la que realmente te aprecia… ¡Ve! Ve a tu casa y no salgas, ponte esa máscara de que todo te vale mierda y sigue fingiendo porque a ti te encanta vivir así.
Ella pasó por su lado observando a todas partes sabiendo que estaban en un camino poco concurrido. Apretó sus dientes en irritación, y solo pensó que ahora debía caminar mucho.
—Nat… no te vayas… —escuchó que Andrew dijo detrás de ella, sin tocarla, sin rogarle, solo con esa voz plana, como si él no estuviera en ese cuerpo, y eso la enojó más.
Estaba partiéndola, odiaba el saber que ni ella ni nadie haría que Andrew olvidara cualquier cosa que lo dejaban en la nada. Que lo hacía cambiar de repente y que lo sacaba de su mismo cuerpo. Odiaba solo el pensar que, a pesar de todo, ella lo quería así, y más odiaba saber que aun y cuando se estaba yendo de su lado, quería quedarse.
—Quédate por favor —sus ojos se cerraron mientras las lágrimas aparecieron de nuevo, y sin poderlo evitar, se giró.
—¿Para… qué? —su pregunta se hizo débil en cuanto vio que los ojos de Andrew, estaban inyectados en sangre. Por un momento temió, porque él parecía el mismo demonio ahora.
—Te daré respuestas —lo escuchó muy bajo y sus ojos cayeron ante un peso que de forma invisible estaba siendo quitado de sus hombros.
Aun y con su duda, no se movió.
—Te escucho…
Vio como su ceño se frunció y luego levantó su palma para ofrecérsela a ella.
—Ven… por favor…
Nat se quedó mirando su mano mientras apretaba las suyas duramente. Era su oportunidad de salir de esto. No quería que él la odiara, no quería ver su rostro cuando supiera que ella no era digan de confiar, pero su cuerpo no lo entendía.
Levantando pausadamente su mano temblorosa, y dando unos pasos, llegó a él para dejar caer su palma encima de la suya. Sus ojos se cerraron por el estremecimiento mientras todo su cuerpo vibró de anticipación. No era su imaginación, ni un invento. Andrew movía sus fibras, sus rincones más desconocidos y explotaba su cuerpo entero.
Sus emociones chocaban haciendo imposible que pudiera determinar una, todo lo que quería cuando estaba con Andrew era meterse dentro de él, para no salir nunca más de su vida.
Se había enamorado de él, sin pensarlo, ni decidirlo, estaba completamente anclada a la vida de Andrew para siempre.
Nat sintió como su nariz fría se pegó a la suya, aun manteniendo los ojos cerrados. Sintió como sus manos grandes atraparon sus hombros y bajaron a su cintura, solo para unirla a su cuerpo, mientras el rostro de Andrew descansaba en su pecho tomando fuertes aspiraciones.
El amor dolía, ahora no tenía la más mínima duda de ello.
—No me dejes solo, Nat… tú… no lo hagas…
Ella parpadeó ante el comentario y decidió tomar el rostro de Andrew con sus manos.
—¿Por qué te comportaste de esa manera? —por más que trató de sonar dócil, su voz fue afilada—. Tú, parecías ido de este mundo, eras otra persona…
Lentamente Andrew fue llevando sus ojos a los de ella y luego asintió.
—Fue… un ataque de ansiedad…
—¿Cómo?, tu familia… tu carrera… ¿Cómo, Andrew?
Él le sonrió tristemente pasando un trago fuerte.
—Me aferré a algo con mi vida, que ya estaba depositado en otra vida. Me obsesioné por tener algo que no podía tener, y no conforme con esto, mentí y cree una vida delante de mi familia, que no existía.
—¿Hablas de…?
—Hablo de Anaelise, sí. —las dagas comenzaron abrir el pecho de Natali mientras asintió. Ni siquiera sabía si iba a poder resistir a su confesión—. Me enamoré de ella al punto de querer dejar votada de mi carrera, mi familia, y todo lo que poseía… pero como ya te has dado cuenta, ese amor no vino en retorno.
Natali se giró para tomar aire y quitar la mirada de él tratando de sobrellevar la información.
—¿Por qué dices que le mentiste a tu familia? —se escudó en esa pregunta sin mirarlo.
—Nat, mírame, esto es difícil para mí. Mucho.
Al girarse no pudo controlar sus ojos cristalizados, pero se las arregló para acercarse.
—No voy a ir a ninguna parte…
Andrew asintió dando unos pasos hacia ella, llevando la mano a su mejilla de forma lenta.
—Mi familia siempre creyó que mantenía una relación con Anaelise. Yo les hice creer eso, además, mi entusiasmo aumentó cuando ella rompió su relación, y Xavier, su pareja, se fue de Durango. Les mentí diciéndoles que, teníamos planes, que Ana era mi novia, y que ambos estábamos decididos a construir un futuro juntos… ¿Por qué lo hice? Era lo que deseaba, y después de la primera mentira, seguí tejiendo lo demás para ellos.
Natali tomó sus manos y las besó cerrando los ojos y recostando su rostro en ellas.
—En el momento en que ella se fue… te sentiste destruido… —ella completó—. No quisiste darle la cara a tu familia. Tenías vergüenza…
—Más que eso —confesó Andrew estoico—. Me sentía humillado, fracasado, una persona que siempre tuvo lo que quiso, esta vez fue rechazado, y lo peor de todo, es que a la persona a la que le decía todo, ya no podía. No quería dar la cara, ni explicaciones a nadie, ni…
—Lo entiendo —intervino Nat—. Te encerraste en ti mismo.
—Lo hice, y esta ansiedad de mierda comenzó desde ese momento en que mis emociones se hicieron inestables. No lo puedo evitar, Nat, estoy amargado y contamino el ambiente de los demás… lo intenté créeme, pero no he podido superarlo y el resultado fue ver a mi familia muy triste por mi causa, mi madre, mi hermana… no puedo dañar a los que amo, y ellos nunca van a entenderme. Si… si me conocieran, entendieran que estoy jodidamente solo, soy otro, me siento otro y eso me mata lentamente…
Aunque Natali lo intentó, no pudo evitar que muchas lágrimas bajaran por sus ojos mientras fue de forma urgente a abrazarlo. No podía dejarlo, no podía, y aunque el corazón de Andrew no fuese suyo, nada podía hacer que se alejara de él porque ella ya le pertenecía a este hombre…
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