El precio de tu Amor romance Capítulo 34

Después de un largo silencio, Nat escuchó una sonrisa cínica de parte de Jarol que le enfrió la piel.

Estaba segura de que la información no le había caído bien al hombre, pero lo vio reponerse y esta vez, él se sentó firme desajustando un poco su corbata mirándola severamente.

—Se terminará cuando yo lo decida —dijo con voz extremadamente plana tomando el periódico que ella acababa de leer—. Por supuesto, no confirmaré esta historia, tú no serás la que aparezca en los tabloides con mi hijo, Nat, creo que no es necesario que te lo recuerde…

Ella miró el periódico y luego llevó los ojos hacia él.

—Eso no es lo que me importa Señor, White…

—Natali… —el hombre se puso de pie ajustando su chaqueta, yendo hasta la esquina de la enorme ventana que cubría todo el espacio—. Estamos bien por ahora, Sofía me dijo que Andrew le ha hecho un par de llamadas y que incluso, le propondrá una comida en casa para el domingo. No estoy enojado contigo a pesar de que no has cumplido las cosas a cabalidad, pero…

El hombre se giró caminando hacia ella enviándole una mirada amenazante.

—Eres demasiado pequeña e indefensa en este mundo, creo que es mejor que te mantengas al margen.

Nat sintió que las venas iban a estallarle ante la prepotencia de este hombre, ni siquiera la había dejado hablar y ya estaba colmando su paciencia. Así que se puso de pie también para enfrentarlo, aunque no igualaba su estatura y se separara de su distancia por una enorme mesa.

—Señor White, usted es el que no ha entendido aquí. Estamos hablando de Andrew, una persona que siente y piensa por si solo. Usted no puede manejar lo que… pasa entre nosotros. Quiero desistir del trato, porque…—Nat negó quitándole la mirada—. Él no merece esto…

Jarol achicó los ojos y esbozó una sonrisa.

—¿Te enamoraste de mi hijo? —su pregunta fue más bien una burla.

—¿Y eso tiene importancia para usted?, no lo creo… —tomando un suspiro largo ella reprimió sus ojos—. Escuche… retire su pago de mi universidad, yo encontraré un trabajo y le devolveré los pagos que ya fueron solventados y también le devolveré los depósitos que me ha hecho… solo…

—Bien… —Natali abrió los ojos cuando el hombre se sentó de nuevo totalmente relajado.

—¿Qué ha dicho? —ella parpadeó incrédula, aun sin emocionarse.

—Dije: “Bien”

Los labios le temblaron un poco mientras el latido apresurado golpeó su pecho.

—Señor —Nat tomó la silla con una sonrisa—. De verdad, se lo agradezco, yo… yo, Andrew…

—El trato se cancela… si tú me pagas hoy mismo lo que ha consumido la universidad. Sales del apartamento cancelando también lo que ha corrido de arriendo. Pagas todas las cosas que utilizaste, y, además, me das una indemnización por no cumplir con tu palabra. ¡Ah!, y por supuesto, los depósitos que ya te has gastado. ¡Hoy mismo!

Ella se dejó caer en el sillón totalmente aterrada mientras sus ojos se nublaron, ni siquiera estaba recordando que el apartamento también era de él.

—No puedo pagarle hoy mismo —su voz quebrada alentó más a Jarol relajándolo mucho más en el puesto—. Pero se lo pagaré… todo…

El hombre negó.

—No me hagas perder el tiempo Natali, si dices que hoy mismo harás lo que especifiqué, perfecto, cancelamos el trato, de lo contrario, aún necesito que distraigas a mi hijo…

—Señor White…

—Pero no te preocupes —Él continuó sin dejarla hablar—. No será por mucho tiempo. Hay algunas chicas, unas de familia importante, que se reunirán en un evento próximo de negocios, donde me encargaré que Andrew miré a una de ellas…

La sensación era aplastante en su estómago, cada palabra del hombre resultaba ser una puñalada para ella, pero en esta ocasión, no sentía que Jarol la estaba hiriendo, solo veía su propia decisión ir en contra de ella misma.

—No puede hacer eso, escuche, Andrew y yo…

—Él no tendrá problema con conocer a alguien nuevo, Nat, y si te interpones en su camino, déjame decirte que te va a odiar, yo me encargaré de eso.

Natali se levantó de golpe limpiando rápidamente sus ojos para que ese maldito no la viera llorar.

—¿No cree que también lo odiará a usted? —lanzó en defensa, pero Jarol movió los hombros hacia arriba como si no le importara.

—Me ha odiado antes, por una u otra cosa, pero adivina ¿Qué?, soy su padre, su familia, de alguna forma nos arreglaremos, pero no pienso que eso ocurra contigo —Jarol tomó el teléfono inalámbrico de su escritorio y continuó—. Ahora si me permites… tengo mucho trabajo. Te prometo que, en unas semanas, estaremos cerrando este trato. Prepárate y… has algo que forje a Andrew, algo que lo haga fastidiarse de ti, lo necesito despejado cuando tenga dicha celebración, y libre de problemas de cama…

Era un maldito, un completo hijo de puta con dinero.

Lo que más le ardía en el alma es que no tenía otra cosa por hacer. No tenía nada para devolver a este hombre, y aunque durmiera en la calle con gusto, ni siquiera tenía un trabajo para hacer un préstamo y pagarle.

Las lágrimas cayeron por sus mejillas cuando abrió esa puerta y se fue de la oficina sin despedirse de la mujer que le deseó buen día. Y llegando a la calle fuera del edificio comenzó a llorar sin importar quien la mirara.

Estaba perdida, totalmente.

No había un camino que tomar, ni una decisión que elegir, obligatoriamente debía hacer lo que ese hombre dijera, o decirle a Andrew y adelantar su desgracia.

¿Cómo iba a poder despedirse del único hombre del que se había enamorado en toda su puta vida? ¿Cómo le decía que ya no quería nada más con él, para dejarlo ir con otra mujer digna de su posición?

Natali caminaba con todos los pensamientos en su cabeza mientras sus sollozos dejaban a la expectativa a los transeúntes que la observaban.

Enamorarse de Andrew fue lo mejor que le había sucedido y a la vez, lo más agrio que había experimentado.

Sentándose en una silla de un parque donde decidió quedarse, ajustó la chaqueta metiendo sus manos frías y a la vez observando a los niños jugar con la arena. Algunas mujeres estaban muy preocupadas por que los chicos no se llenaran mucho de tierra, y esto simplemente le hizo sonreír mientras mantenía su nariz respingada.

Ojalá alguien se preocupara de ella así…

—Todo, dependerá de ti, Andy… —susurró bajo y aunque ella no tuviera una elección, aún podía cambiar algunas cosas.

Se levantó de la silla y fue a la parada de bus para tomar la dirección del mejor restaurante del señor Shan, y una vez que estuvo frente al lugar, entró sin tener ni un poco de miedo.

Al entrar vio al recepcionista de siempre, que le sonrió en cuando la vio llegar.

—¿Nat?, que agradable sorpresa, ¿Qué te trae por aquí?

—Eso es lo mejor, Natali, espero que todo vaya bien en tu universidad.

La chica asintió y dando diez veces las gracias, se fue del lugar sin poder creer aun que lo hubiese conseguido. Sabía muy bien que si hablaba solo con el señor Shan sería caso perdido, y en su situación, estaba dispuesta a agotar sus últimas fuerzas.

Estaba por tomar otro bus para ir a su apartamento, pero supo que en este tiempo de ausencia de Andrew debía aprovechar su tiempo. Debía abandonar ese lugar donde vivía cuanto antes, porque entre menos dinero le debiera a ese viejo, mejor para ella. Y era seguro que iba a pagar todo su miserable dinero. Todo y hasta el último dólar.

Pasando un trago forzado, llegó a un café, pidiendo una taza negra sin azúcar para menguar su cuerpo tembloroso. Hasta el momento se había humillado lo suficiente, pero ya no quedaba una gota de vergüenza en su sistema, necesitaba hacer lo que debía hacer y marcó al número que tenía en su cabeza.

Los tonos se escucharon, y la primera llamada se cayó mientras su pecho se hundía.

Sabía que era una cara lavada al volver a llamarla, pero no tenía otra opción, era eso, o irse a su casa, y con esta última opción, prefería dormir en la calle.

Realizó la segunda llamada, y cuando pensó que volvería a caerse la llamada escuchó su voz y sus ojos se cerraron.

—¿Natali? —La voz de Lana se metió en toda su cabeza, mientras un mesero vino a colocar la taza de café en su mesa.

—Hola, Lana… sí, soy yo.

—Ok, ¿Cómo estás?

Nat sonrió con ironía.

—En la mierda… Lana, ¿crees que podrías sacar unos minutos para vernos?

—Natali… no lo sé…

—Sé lo que hice la última vez, Lana, estoy convencida de que soy la última persona a la que quieres escuchar, pero no tengo a nadie más.

Un silencio largo se extendió en la llamada, Natali estaba segura de que ella no iba a aceptar cuando escuchó:

—¿Dónde estás? Iré…

Sus ojos se cerraron de golpe sin poder evitar que el llanto volviera a salir de su boca. Tardó al menos dos o tres minutos en recuperarse, y luego le dictó la dirección a Lana, y ella le prometió que sería unos veinte minutos de espera.

Y la verdad no le importaba quedarse todo el día esperándola. De igual forma, no era que tuviera más opciones.

Fueron los veinte minutos más cortos de su vida, porque ni siquiera se acabó el café cuando Lana estaba de pie, observando con atención sus ojos rojos.

—¡Dios, Nat!, ¿Qué te pasó? —Lana se sentó dejando el bolso a su lado mientras Nat agradecía internamente por su compañía.

—Andrew White… es… ese es mi problema ahora…

No había otro camino que descargar todo lo que nadie sabía a Lana. El precio que le habían pagado por prestarse a esta situación, y, sobre todo, el precio que estaba pagando por haberse enamorado de un hombre imposible…

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