El precio de tu Amor romance Capítulo 35

Natali vio como Lana la miraba con los ojos salidos de su órbita, y con una evidente tensión en sus hombros que secó su garganta. La chica pasó la mano por su cabello varias veces mientras negaba una y otra vez.

—¿Por qué no me dijiste antes?, ¡Dios, Natali!, esto es horrible… Yo… ni siquiera sé qué decirte ahora.

Ella soltó un bufido de frustración mientras llevó las palmas a la frente descansando su cabeza en ellas. Sus codos reposaban en la mesa, y allí estaba su café frío, que no había vuelto a tocar.

—No lo sé… En mi casa estaba pasando una situación difícil, pero lo que me llevó a tomar esta decisión, fue la universidad, Lana…

Lana apretó los parpados volviendo a negar y después que observó hacia afuera del café, volvió los ojos en Nat.

—¿Estás enamorada de él?

Esta vez Natali no respondió enseguida, pero ella no tuvo que hacerlo porque por la forma de su expresión, Lana pudo adivinar rápidamente una respuesta.

—Nat… Creo que él va a odiarte. Leí los chismes del periódico, no lo podía creer cuando vi tu foto y ese hombre parecía muy entregado a ti, Nat… yo, creo que es mejor que resuelvas esto sin decirle esta cruda realidad. Esto es demasiado para pasar por alto…

—¿Cómo haría eso?, su padre lo alejará de mí. Me amenazó con delatarme delante de él si hago algo estúpido, y eso sumado a que debo dejar nuestra relación a la fuerza cuando él lo decida. Le contará todo a Andrew si le llevo la contraría… ese tipo supo jugar sus cartas.

—No creo que lo haga… —negó Lana—. Él sería uno de los más perjudicados, no creo que él vaya y le diga nada a Andrew porque sí… estoy segura de que esto te lo dijo por amedrentarte, debes ser inteligente…

Natali metió la cabeza entre sus brazos sin poder evitar sollozar de nuevo, pero en cuanto Lana iba a tomarle el brazo, su teléfono timbró.

Sus manos temblaron cuando el contacto de Andrew apareció en la pantalla, y observando a Lana, deslizó su dedo para responder.

—Hola…

Hubo un silencio después de su saludo.

—¿Estás bien? —preguntó Andrew un poco inquieto.

—Sí… ¿Cómo estuvo el hospital?

—Bien, aunque mi amigo debe someterse a una cirugía… tiene un pequeño goteo constante de sangre en su cerebro…

—Que mal… —respondió Nat agachando su cabeza.

—Lo es… será intervenido en una hora, así que, te llamo por eso.

—¡Oh!, no te preocupes, ahora mismo estoy con Lana en un café…

—¿Con Lana? —Nat pudo sentir la duda en su voz.

—Sí… Andy, ¿crees que podamos hablar por la noche?, hay algo que debo decirte…

—¿Está todo bien? —ella pudo escuchar una especie de miedo en su voz, y eso hizo que su pecho se abriera en dos.

Iba a morir a este ritmo.

—Todo bien… no te preocupes.

—¿Entonces por qué no me has dicho que me amas? —su sonrisa se amplió notablemente mientras sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Lo sabes… te amo… lo hago en cada instante…

—¿También me extrañas? —preguntó con una voz divertida, haciendo que ella sonriera aún más.

—Por supuesto…

—Bien… —cortó Andrew desde el otro lado—. Te dejo con… tu amiga, espero que las cosas vayan bien…

Nat asintió a punto de despedirse, pero su voz nuevamente resonó en sus oídos.

—Y, Nat… También te extraño, incluso me duele hacerlo, odio cuando mi cuerpo te quiere y no puedo tenerte ahora. Me has jodido completamente.

Su risa se hizo más audible mientras negaba, y sus ojos se reprimieron soltando la carga que había acumulado en lágrimas.

—Tú también lo hiciste, así que, no hay nada que reclamar.

—No, nunca, —respondió Andrew—. Nos vemos luego, te amo…

La llamada se cortó mientras los ojos de Nat se abrieron consternados.

¿Qué había escuchado? ¿Qué?

Mientras su pecho se agitó le fue imposible no comenzar a temblar, para luego mirar a Lana que estaba más aturdida que ella.

—He escuchado todo —le dijo su amiga con terror—. Y… creo que estás realmente jodida…

Se lo había dicho por primera vez, le había dicho que la amaba también, y más que felicidad, él había terminado de matarla.

***

—Es este… —Nat entró al apartamento seguido de Lana quien detalló todo el lugar rápidamente.

—¿Todo lo que está aquí es tuyo? —preguntó la chica colocándose frente a ella con un rostro serio, mientras Nat negó.

—Nada es mío, excepto los libros, la ropa, y algunas cosas de la comida que están en la nevera, Andrew siempre la llena.

Lana asintió pensando y luego aspiró el aire.

—Entonces será más fácil. Tomemos tu ropa, las cosas que son tuyas, y salte de este lugar en cuanto antes —los ojos de Nat se abrieron, pero apretó las manos en un puño para amortiguar la sensación.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que iras a mi casa… hablaré con mis padres, no creo que ellos tengan problema. Estoy segura de que iras organizándote con el trabajo nuevo y luego buscarás algo mejor para ti…

Natali no pudo evitarlo y se lanzó encima de ella dándole un abrazo asfixiante.

—¡Lana!

Después del intenso abrazo, Lana se despegó de su toque mientras intentó calmarla.

—No has tenido las mismas oportunidades que yo, u otro estudiante, Nat. Estaba muy furiosa contigo después de ese día, pero te aprecio, y sé que eres una gran persona, y sobre todo que amas con tus venas esta profesión. Solo estoy, dándote un respiro en medio de todo tu caos.

Se cambió la ropa, se puso una que no fuese la sudadera de Andrew, y los tenis que aún cargaba, cepillo su cabello y se lavó la cara y los dientes.

No quería perturbar la conversación de su amiga, pero debía salir para decirle que necesitaba hablar con Andrew y eso, sumado a que ni siquiera sabía a qué hora regresaría.

Ahora mismo no podía defraudar a Lana, así que le tocaba seguir las reglas de su casa, y de lo que su madre decidiera.

Tomó todas las cosas saliendo de la habitación, y se encontró a ambas mujeres en la sala, que giraron de inmediato en cuanto la sintieron llegar.

—Lo siento, no quería interrumpir…

—No te preocupes, ya estaba por buscarte —Lana se adelantó hasta su lugar frunciendo el ceño por las cosas que tenía en las manos—. ¿Vas a salir?

Natali asintió.

—Esta ropa es de Andrew, y él viene a buscarme… yo, hablaré con él Lana.

Su amiga asintió, pero ellas fueron interrumpidas por la voz de la madre de Lana.

—Andrew White, ¿no es así? —la mujer preguntó con una sonrisa acercándose a una Natali muy incómoda.

—Madre… —Lana masticó mientras la mano de su madre hizo un ademán.

—Vi las noticias, es cierto que están juntos, ¿juntos?, ¿o…?

—Madre… —Lana volvió a pedir mientras el rostro de Natali se teñía en rojo.

Y justo cuando la incomodidad fue mucha para ella, su teléfono sonó.

—Ammm, es él… —girándose hacia Lana le pidió con súplica—. No sé si vendré en una hora o dos, yo…

—No te preocupes, resuelve esto, y me llamas.

—Gracias, Lana…

Su amiga negó.

—Ve… no lo hagas esperar, debe estar muy confundido con todo lo que has pasado en un día…

Natali se despidió de ambas, cerró la puerta y caminó saliendo de la residencia de Lana. Pudo detallar el auto negro de Andrew fuera de la residencia mientras su ritmo cardiaco se aceleraba con cada paso daba.

“Yo, no lo sé… él va a odiarte… ese hombre parecía muy entregado a ti, Nat… yo, creo que es mejor que resuelvas esto sin decirle esta cruda realidad”

Las palabras de Lana retumbaban en su cabeza una y otra vez, y aunque pensó que Andrew esperaría dentro del auto, cuando la vio cargada con una maleta y cosas en sus manos, se bajó enviándole ese rostro angustiado que ella había demorado por ver…

Él llegó a su lugar tomando todas las cosas en sus brazos. Abriendo la puerta trasera metió todo y rápidamente se detuvo delante de ella.

—¿Qué está pasando? —Andrew tomó sus brazos con evidente preocupación en sus ojos, mientras ella pasó el trago más amargo de su vida.

No quería mentirle, y a la vez, no quería perderlo, aunque eso fuese inevitable…

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