Xander Cohen
Un año después...
Observo la foto de mi luna la cual ya cumplió sus trece años. Está muy hermosa con su vestido blanco, corto hasta las rodillas, su cabello rubio, largo y rizado en la punta y sobre su cabeza la tiara, suspiro porque extraño bastante a mi luna, pero pronto estaré con ella, ya en un año recorrí dos empresas, no fue fácil, pero lo logré por Camila. Aunque Bruno ha pagado las consecuencias, ya que en todo ese tiempo no lo he liberado para que corra libre por el bosque de la manada en la que nos estamos quedando.
Miro el reloj de la mesita de noche y son las cinco de la mañana. Por una extraña razón mi cuerpo está caliente, me siento extraño como si estuviera entrando en celo, pero Bruno debe avisarme.
—Bruno ¿Qué pasa?—Cuestiono, no puede ser que vaya a entrar en celo ahora.
—Entramos en celo, —responde y froto mi cara con la palma de mi mano para luego llevarla a mi cabello y tirar de este con fuerza «Maldición» pienso.
—Genial, ahora teníamos que entrar en celo, —suelto en voz alta mientras me remuevo en la cama. Mi celo ocurre cada tres meses si estoy cerca de Camila, pero ahora que me aleje ocurre cada seis o hasta dura ocho meses para que Bruno entre en calor de apareamiento, me levanto de la cama y busco en mis cajones la posición que me entrego Sasha.
Esta posición no hace el celo desaparezca, pero hace que pase más rápido y la manera de quitarlo es utilizando las manos por varias horas para calmar el ardor de mi cuerpo, no me molesta darme autoplacer porque sé que de esta manera no estoy engañado a mi luna y también que no la voy a lastimar, por esas razones lo hago.
Suspiro observando el pote de lubricante.
—Odio que tengamos que pasar nuestro celo de esta manera, —suelta Bruno gruñendo.
—Igual, pero debemos aguantar, solo faltan pocos años, —le respondo.
Antes de que Camila llegara a mi vida solía tener una vida sexual muy activa, pero ya me da miedo acostarme con alguien sabiendo que puede pasar lo que sucedió en mi primer celo, me niego rotundamente a que mi luna sufra las consecuencias de mi calentura, camino de vuelta a la cama, tomó la posición la cual es algo amarga y espero uno minuto hasta que hace el efecto. Observo el bulto en mi bóxer, el cual esta así desde que desperté con el cuerpo caliente.
Llevo mi mano a mi bóxer y acaricio mi miembro sobre la tela, levanto un poco mi cadera y libero mi erección, suspiro y tomó mi polla con una mano. De la punta la cual esta roja sale algunas gotas de líquido pre seminal el cual riego por mi glande, abro el pote de lubricante y dejo caer un poco allí para luego regarlo por mi pene.
Cuando ya tengo mi miembro lubricado, comienzo a bajar y subir mi mano por toda mi polla, suspiro y luego gruño, no pienso en nada más que llegar al clímax y calmar el ardor que recorre mi cuerpo.
Bruno ronronea, muevo mi mano más rápido haciendo presión de vez en cuando en mi glande, siento el sudor recorrer mi frente y mi cuerpo al poco tiempo se cubre por una fina capa de este por el calor que lo recorre, gruño cuando estoy cerca de llegar.
—Mierda… —jadeo cuando todo mi cuerpo se contrae al llegar a mi clímax, siento como espesa gota de mi semen caliente cae sobre mi pecho y abdomen, gruño moviendo mi mano sobre mi miembro porque el calor aún no se calma. —Joder, —susurro cuando sigo duro, suspiro y me levanto de la cama para ir al baño y tomar una ducha de agua fría, tal vez me ayude con esta pesadilla.
—Hola, preciosa, —saludo mirándola como un tonto adolescente enamorado— ¿Cómo están las cosas por allá?—Cuestiono mirando su rostro embobado.
—Todo está bien, Mimy nos visitó la semana pasada junto a Parker, mis suegros pues están bien y la manada está segura sin nada nuevo, —informa como la buena luna que será.
Bueno que es porque según mi padre Cami se ha comportado como una luna en la manada y ayuda en el hospital junto a mi madre. También hasta aporta ideas para la manada logrando muy buenos beneficios para esta.
—Y tu princesa ¿Cómo estás?—Pregunto mirando su rostro.
—Extrañándote cada día. También estoy aprendiendo artes marciales, —susurra esto último.
—Camila, eso es peligroso, —protesto imaginando a mi luna tomando espadas o platicando con alguien que le haga daño.
—Tengo mucho cuidado, —anuncia haciendo un puchero que me hace sonreír.
—Está bien, —mascullo porque no me queda de otra que dejarla aprender, pero me da miedo que salga lastimada. Las horas pasan hablando con mi pequeña mientras firmaba algunos papeles y pensando en que pronto estaría de regreso en mi manada y con mi luna a mi lado.
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