Xander Cohen
—¡Xander! —Chilla mi madre en conjunto a mi preciosa hermana cuando me ven bajar del avión privado. Estando al fin cerca de ellas abro mis brazos y se lanzan sobre mí como niñas pequeñas.
Le devuelvo el afectuoso abrazo con una amplia sonrisa, ya que tengo mucho tiempo sin sentirlas.
—Las extrañé mucho, —murmuro dejando un beso en la mejilla de mi madre y hermana, observo detrás de ellas para comprobar si mi padre a venido, pero no lo veo por ningún lado—¿Y papá? —Pregunto y al mismo tiempo frunzo mi ceño confundido.
—Tuvo que ir a la empresa de urgencia… sabes que esta no ha estado muy bien. Por lo que tu padre no puede con todo eso y los cargos de la manada al mismo tiempo… —comenta mi madre.
Suelto un suspiro de frustración.
—Ya estoy aquí para darle una mano y resolver todo este problema que se ha forjado por mi ausencia.
Todo este problema de la empresa comenzó cuando decide buscar a mi luna la cual aún no encuentro, ya que antes mi padre se ocupaba de la ella y yo manejaba todos los asuntos de la manada tomando el control como alfa rey.
—Lamentamos que aún no encuentres a tu mate Xadri, —murmura mi hermana tocando mi hombro y diciéndome ese tonto apodo que me puso cuando éramos niños. —Pero… solo la diosa sabrá el momento indicado para que ella aparezca, —me reconforta mi pequeña Mimy.
—Así es hijo, nada más la diosa de la luna sabrá el momento indicado, —secunda mi madre mirándome con cariño y una sonrisa reconfortante en sus labios.
Suspiro.
—Espero y la diosa no se tarde, —anuncio para entrar al coche, ya que he escuchado historia de alfas que duran antes siglos para encontrarla.
(...)
Una hora de camino y el auto se detiene en la entrada de la mansión, el chofer baja y nos abre la puerta del coche, como todo un caballero ayudo a mi hermana y madre abajar del auto mientras el conductor se encarga de bajar mis maletas para luego llevarla a mi habitación con ayuda del personal de la casa.
—¡Xander! —Grita mi mejor amigo desde la infancia cuando me ve ingresar a la mansión.
—¡Parker!—Grito igual y nos damos un abrazo con los típicos golpecitos en la espalda.
Parker es más que mi amigo, es mi compañero de fiesta en la adolescencia y adultez, mi confidente, mi hermano y también mi beta y cuñado, porque es el mate de mi hermana, lo quería matar cuando me lo dijo, pero luego me di cuenta de que Mimy estaba en buenas manos.
—Qué bueno que llegas, ya estaba a punto de tomar un avión e irte a buscar a los Estados Unidos—, anuncia con tono dramático.
Pongo los ojos en blanco.
—No es para tanto, solo fueron cinco años. —Le recuerdo encogiéndome de hombros.
—Cinco años y te observo más delgado, —regaña mi nana saliendo de la cocina con un trapo en mano, rápido me acerco y le doy un abrazo alzándola en vuelo—¡Por la diosa, niño! —Grita a lo que dejo salir una carcajada.
—No sabes cuánto extrañe tus postres nana, —le expreso cuando la dejo en el suelo a lo que ella me mira indignada—También a ti desde luego… —añado enseguida antes de que me jale de las orejas.
Puedo ser el hijo de rey, pero mi nana es como mi segunda madre y tiene todo el derecho de regañarme y jalarme las orejas cuando hago algo malo, no me molesta.
—Más te vale, —farfulla apuntándome con el dedo y achicando los ojos provocando que se formen arrugas en ellos—Te prepare tu postre favorito, —me menciona a lo que yo aplaudo como niño pequeño provocando las carcajadas de todos.
Sonrió feliz por estar en casa nuevamente, extrañe tanto este calor tan especial y el amor que me brinda mi familia.
(...)
Cuando estoy listo salgo de la casa y comienzo a caminar directo a la entrada de la mansión, saludo a Gregori el encargado de la guardia de la casa quién hace una reverencia y abre las puertas para que salga a mi recorrido nocturno.
(...)
Después de llevar más de treinta minutos recorriendo la manada decido volver a casa, pero no sin antes hacer una parada especial donde una amiga. Cuando estoy parado frente a la puerta levanto mi mano para pinchar el timbre, pero esta se abre antes de que pueda tocarlo, observo a Angélica quien está vestida con un conjunto de lencería negro cubierto por una simple bata de seda rosa.
—Sabía que vendrías, —ronronea a lo que yo sonreí de lado y entró a su casa como si fuera mía propia.
—Es bueno saberlo, —le digo con voz ronca mientras cierro la puerta y la acorraló contra esta, ella rápidamente se restriega contra mi entrepierna y yo quito la bata de seda dejando a la vista sus grandes pechos cubiertos por un sujetador de encaje negro.
No necesitamos hablar mucho porque ella sabe lo que busco cada vez que vengo a su casa o la llamo para pasar algunas noches con ella. Total no tengo mate y ella tampoco lo tiene.
¿Cómo sé que no tiene mate si dure cinco años fuera de la manada?
Pues simple, sí ella tuviera mate no estaría tocándome, restregándose contra mi entrepierna y sobre todo, no me esperaría con una lencería.
—No sabes cuánto me alegra que estés devuelta, ya estaba aburrida, —murmura mientras saca mi polo y pasa sus uñas pintadas de rosa por mi pecho—Estaba necesitada de un hombre que sepa lo que me gusta en la cama, —ronronea introduciendo su mano en mi pantalón deportivo hasta tener mi pene en su mano y comenzar acariciarla con deseo.
Sus palabras solo me confirman que se estuvo acostando con más hombre y eso me importa muy poco, total ella no es nada mío.
Nada más es una mujer a la cual le echo algunos polvos cuando estoy frustrado o deseoso de follar como estoy ahora mismo, cansado por el viaje y esta es una de las mejores formas para sacar estrés y pensar con claridad.
—Silencio... deberías usar esa boca para otras cosas, como comerte lo que tocas en vez de estar hablando asuntos sin importancia, —sugiero cansado de su parloteo al cual ni atención le estoy poniendo. Nada más quiero follarla e irme a dormir a mi casa, relajado y poder aguantar un día de mierda que tendré mañana.
—Como ordene príncipe.
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