La mimada del Alfa romance Capítulo 32

Camila Albora

Calor, calor y más calor, es lo que siento en este momento, trato de moverme para la parte fría de la cama, pero algo me lo impide y esa persona gruñe provocando que abra mis ojos.

Gimo de dolor al mover mi cuello y sentir un pequeño ardor en esa parte que lo conecta con mi hombro, con mucho cuidado me giro hasta quedar frente a frente con el culpable de mi calor y de mi malestar, Xander que duerme plácidamente con su rostro relajado y sin duda parece un hermoso angelito.

Todos los recuerdo de lo que paso anoche llegan de golpe, provocando que lleve una mano a mi cuello a ese lugar donde Xander me mordió. Duele y siento una pequeña palpitación allí.

—No lo toques, —escucho la voz ronca de este y observo como me mira con sus ojos dorados.

Aun no entiendo por qué lo tiene de esa manera.

—¿Por qué me marcaste?—Pregunto en un susurro mirando sus ojos, no me creo que allá echo eso.

—Eres mía Camila y no dejaré que nadie te aparte de mi lado, —gruñe mirándome con amor, recuerdo que anoche tenía fiebre y coloco mi palma en su frente sintiendo que su temperatura es normal, su rostro ya no tiene ese color pálido que tenía antes, frunzo el ceño.

—¿No sientes nada extraño?—Pregunto intentando separarme de él, pero me lo impide mientras que sus cejas se junta.

—No, nada, —responde y cuando estoy por hablar la puerta se abre, Xander gruñe para cubrirme con la colcha. —Parker, —se queja de malhumor.

—Oh, —escucho que sale de su boca, levanto la cabeza y lo miro. —Lamento interrumpir sus cosas, pero ¿Cómo sigues?—Pregunta.

—Estoy bien, no siento nada fuera de lo común, —responde.

—Llamaré al doctor, —anuncia saliendo de la habitación y dejándonos solos de nuevo. Observo a Xander que tiene su ceño fruncido mirando la puerta. Paso mi mano por su rostro y este se relaja.

—Creo que el lobito hoy amaneció gruñón, —comento y deja salir un bufido.

—No quiero que nadie más te vea vestida con mi ropa, —protesta llevando su mano a mis piernas para luego deslizarla despacio hasta colarla por la camisa que llevo colocada y la cual no tengo idea en que momento me he puesto.

—Ahora que lo recuerdo ¿Quién me cambió de ropa? —Pregunto recordando que anoche cuando pasó lo de la mordida yo tenía otra colocada.

—Me encargué de eso, —anuncia con una sonrisa, no puedo evitar poner los ojos en blanco.

—Pervertido, —susurro para luego escuchar su carcajada.

—Yo no era quien estaba tocando al otro mientras dormía, —esas palabras provocan que abra enorme mis ojos, ya que me sorprende que sepa lo que hice, me sonrojo recordando ese bochornoso momento.

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