Al cerrar la puerta, Zoé suspira recostando la frente sobre la puerta… ¡Maldición! Exclama para sí, ¿Que estaba haciendo? Se preguntó.
—¿Y bien? Arruine el momento, o logro llegar a su cometido y al fin dejas de ser una stripper virgen.
Zoé voltea y mira de mala gana a su amiga que aún seguía con las bolsas en las manos.
—¡No digas babosadas!
—¡Oh! Ya veo… parece que no logro llegar a ninguna base. ¡Que lastima! Dice dejando las bolsas en la mesa. —Demasiado mojigata amiga.
—Maya, ¡Dios! Ese hombre me está acosando, nos siguió hasta aquí. Por eso sabe dónde vivo. ¿Sabes lo que significa?
—Si… que le gustas, y quiere acostarse contigo. Deberías dejarlo, está muy mono seguro que es un amante estupendo en la cama.
—No voy a venderle mi virginidad.
—No se la vas a vender, te harás un favor a ti misma Zoé. Quítate esa castidad auto impuesta. Es absurdo que sigas siendo virgen en este siglo.
La castaña se muerde los labios en señal de duda… su mente era un completo desastre, Jean Dubois llegó a su vida para alborotarlo todo.
—No lo haré… creo que aún hay amores verdaderos allá afuera, me gustaría esperar el mío.
—Como quieras… se encoge de hombros.—ojalá y no tengas que esperar mucho por ese príncipe azul…
Y ella pensaba lo mismo… ya tenía 22 años y aún no había salido con ningún tipo que la hiciera sentir algo especial. Y aunque Jean había sido el primero en tocarla a profundidad sabía que él solo quería follar con ella y nada más…
Además, que empresario multimillonario querría casarse o salir con una stripper…
[...]
Jean Pierre Dubois, subió a su coche bastante cabreado. Si no hubiera sido por la interrupción de la amiga, en esos momentos estuviera comiéndose a esa stripper. De solo recordar el sabor de su cuerpo en su boca se volvía a poner duro.
Tenía que fallársela, Zoé se había vuelto una obsesión para él… sonrió, al menos ya había avanzado algo.
Dubois entraba en su oficina con el pensamiento puesto en Zoé… pero todo aquello se vino abajo en cuanto encontró a su padre sentado en su silla en compañía de Adelaine, pero, ¿Qué carajos hacían esos dos?
—¡Hijo! Al fin llegas. ¿Dónde estabas? El viejo amusga los ojos.
—Ocupado. Se acerca a ellos quitándose el saco. —Adelaine, qué sorpresa. Le dice el joven.
—He venido a verte, pero me he encontrado con tu padre. La rubia le sonríe.
—¿Y a que debo tu presencia?
—¡Jean! Ella puede venir a la empresa cuando quiera. Le regaña su padre.
—Bueno, yo tengo mucho trabajo que hacer. Podrían decirme a qué debo sus visitas.
—Yo me marcho. Dice el viejo poniéndose en pie. —Mi niña, que estés bien. Besa la frente de la rubia.
—¡Gracias señor Dubois!
—Trátala bien. Amenaza el viejo entre dientes.
Antonie abandona la oficina con bastón en mano, mientras que Jean se sienta en su silla. Inmediatamente enfoca a la rubia ante él.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Porque no me has llamado? Inquiere ella con una ceja alzada.
—He estado muy ocupado. Se excusa.
—¡No lo dudo! Pero, no creí que fueras de esos hombres que después de acostarse con una mujer una noche la olvidarían al día siguiente.
—Creo que fui bastante claro contigo Adelaine.
—No.
La chica se pone en pie, alisando su vestido de seda.
—Sabes muy bien lo que quiero contigo Jean… hasta tu padre lo sabe.
—No te di esperanza. ¡Yo no quiero casarme!
—¿Porque? Se gira para verlo con expresión serena.
—No creo en el matrimonio, y menos en el amor. Y tú si, ¿Acaso pretendes casarte con un hombre que no quiere amar y ser amado? ¿Eso esperas?
—Todos cambian, con el tiempo Jean… las cosas podrían mejorar.
—¡También podrían empeorar! Adelaine. Éste se pone en pie acercándose a ella. —Yo no soy el tipo de hombre de hogar, no esperes eso de mí. ¡No me casare contigo! Le responde francamente.
—Del hermano de tu acosador. ¡Me ha invitado a salir! Kyyyyaaaa… grita a todo pulmón.
—¡No puede ser! Dice incrédula.
Zoé observó a su amiga brincar como una cabra sin mecate… estaba muy feliz y sus mejillas se habían puesto rosadas. Se preguntó que estaría tramando ese acosador, sospechaba que todo aquello era obra de Jean. Lo presentía.
—Maya, debes irte con cuidado. Esos tíos tienen mucha plata. No sabemos que intensiones traen.
—No me importa si quiere que me acueste con él, ¿Es que no lo has visto? Está hecho un cuerazo… ¡Maldición! Ese culo está de muerte… me siento curiosa por saber cómo es su pito.
—¡Maya! La reprende.
—Zoe, vamos amiga… algún día tendrás que ver uno de verdad. No puedes quedarte toda la vida con el trauma de haber visto el pito del maldito de tu padrastro.
Su amiga baja la cabeza, intentaba olvidarlo. Todos los días hacia el intento de hacerlo… algunos días tan solo no pensaba en eso, pero otros días era como si lo viviera de nuevo.
Era como si de verdad ese miserable hombre hubiera abusado de ella… lo recordó tan claro como el agua…
Esa tarde regresaba a casa, después de una entrevista de trabajo en la que no habia tenido éxito… Zoé se desplomó en su mullida cama más decepcionada que nunca. Le era muy difícil encontrar empleo en Texas, no entendía porque.
Sus ojos se aguan un poco, solo quería un empleo para poder tener los medio de largarse de esa casa. Ya no soportaba vivir con el marido de su madre, aparté de ser un abusador era un vividor. Le robaba el dinero a su madre gastándoselo con alcohol.
Las continuas peleas entre su madre y él eran espantosas, no comprendía porque su mamá no lo echaba a la calle. ¿Porque seguía con un hombre que la maltrataba? Ella no quería una vida como esa, no deseaba a un hombre que la maltratara, la humillara, o jugará con ella...
No pasó mucho de cuando llegó a casa, que la puerta de la entrada se abrió estrepitosamente. Ella se incorporó de golpe pensando que a esa hora nadie llegaba a casa. Se asomó en la puerta fijándose que el marido de su madre estaba en casa.
El sujeto la vio antes de que ella pudiera volver a la seguridad de la habitación, intento cerrar la puerta pero el hombre era fuerte y la empujó con fuerza.
—¡Así que estás en la casa pequeña putica!
—Sal de mi habitación, infeliz.
—Eres una respondona, te enseñaré buenos modales.
—Largo, o llamaré a la policía.
—¡No harás nada! Cierra la puerta de golpe.
Zoé retrocede cayendo sentada sobre la cama. Nota como Charlie se quitaba la correa enroscándola en su mano. Apestaba alcohol y parecía descolocado. Sus ojos estaban rojos, y dilatados. La castaña sintió miedo, ese sujeto era muy agresivo cuando estaba borracho. Bien que sabía cuándo lo veía golpear a su madre de una forma tan brutal.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ni tan Señora (COMPLETO)